Varios dias después, las cosas con Bill no estaban ni bien ni mal. No habían discutido más, pero tampoco habían hablado de lo que pasó aquella noche. Simplemente, todo seguía igual.
Eso sí, él había empezado a mostrarse más agradable con ella. Pequeños gestos, como preguntar cómo había estado su día o invitarla a ver televisión juntos, aunque Elena sabía que no le interesaba demasiado. Era como si intentara compensar algo, pero sin esforzarse demasiado. Aun así, en las noches que Bill no venía al departamento. No le avisaba con antelación, pero Elena sabía dónde estaba: en casa de sus padres. La familia de Bill tenía dinero, y él nunca había tenido que preocuparse demasiado por nada. Si no estaba con ella, era porque seguramente prefería la comodidad de su hogar, donde todo le era servido sin esfuerzo. Elena se preguntó si eso era lo que realmente quería en una pareja: alguien que se conformaba con la facilidad, sin pelear por lo que tenía. El sonido del celular sacó a Elena de sus pensamientos. Al ver el nombre en la pantalla, frunció el ceño con curiosidad. —¿Hola? —Estoy en tu puerta —dijo Amanda sin rodeos. —¿Qué? —Lo que oíste. Estoy aquí afuera, abre. Elena parpadeó sorprendida, pero se apresuró a abrir la puerta. Allí estaba su mejor amiga, apoyada contra el marco con los brazos cruzados y una expresión decidida. —Amiga, estoy esperando que me invites a pasar. Elena rodó los ojos con diversión y se hizo a un lado. —Pasa, drama queen. Amanda entró con confianza, dejó su bolso en el sofá y miró a su alrededor con gesto crítico. —Dime que al menos tienes vino —comentó mientras se dirigían al cuarto de Elena. Elena negó con la cabeza y se dejó caer en la cama con un suspiro. —Amanda, estoy cansada. —No, estás harta —corrigió su amiga, sentándose a su lado—. Y lo sabes. —Creo que ya no quiero estar con Bill. Amanda sonrió con satisfacción y se cruzó de brazos. —No sabes cuántas ganas tuve de oír esas palabras desde que estás con él. Elena dejó escapar una risa breve. —Sabía que dirías algo así. —Obvio —dijo Amanda encogiéndose de hombros—. Es que, amiga, no es ningún secreto que ese hombre es… ¿cómo decirlo amablemente? Un cero a la izquierda. Elena suspiró. —No es un mal tipo, solo que… no siento que me valore. —Porque no lo hace —sentenció Amanda—. Y si tienes que justificarlo con un "no es tan malo", ya es señal de alarma. Elena no respondió de inmediato. Sabía que su amiga tenía razón. —¿Entonces? —insistió Amanda—. ¿Vas a seguir perdiendo el tiempo o finalmente vas a mandar a Bill a la basura, donde pertenece? Elena la miró con diversión. —Qué sutil. —No me pagan por ser sutil, me pagan por decirte la verdad —bromeó Amanda—. Bueno, no me pagan, pero deberían. Elena sonrió, pero luego su expresión se volvió seria. —Solo… necesito reunir el valor para hacerlo. —Escucha, Elena. No hay un momento perfecto para terminar con alguien. No tienes que esperar a que sea conveniente. Si ya no eres feliz, es razón suficiente. Elena apretó los labios. Sabía que tenía razón. —Tienes toda la razón. —Siempre la tengo, cariño. Elena soltó una risa y salió del cuarto para traer dos vasos con refrescos. —Carajo, qué vista tan buena —soltó de la nada Amanda. Elena dejó los vasos en la mesa de su cuarto—. Amiga mía, tienes un vecino sexy como el pecado. Elena giró la cabeza rápidamente. —¿Pero mira ese cuerpo? Tiene músculos y está bien guapo. ¿Sabes cómo se llama? —preguntó Amanda. —Se llama Damian. —Damian —repitió, probando el nombre—. Uf, hasta el nombre es sexy. Amanda era completamente diferente a Elena. Mientras que Elena tenía una figura más esbelta, Amanda era curvilínea y lo sabía. Siempre llevaba ropa que realzaba su figura, caminaba con confianza y hablaba con una seguridad que a veces dejaba a Elena sin palabras. Y, en ese momento, esa seguridad la llevó a hacer lo que a Elena jamás se le habría ocurrido. De la nada, Amanda tuvo la genial idea de abrir la ventana del cuarto de Elena y gritar: —¡Hola, Damian! Elena sintió que la sangre se le iba del rostro. —¡Amanda! —susurró, horrorizada, mientras intentaba jalarla lejos de la ventana.—Cállate. Pero ya era demasiado tarde. Damian, que se encontraba sin camiseta, haciendo ejercicios en su cuarto, giró la cabeza con curiosidad al escuchar su nombre. Sus abdominales marcados y su piel ligeramente sudada brillaban bajo la luz del cuarto. Amanda le dedicó una gran sonrisa y movió los dedos en un coqueto saludo. —¡Vecino, qué vista tan interesante tenemos hoy! Elena quería desaparecer en ese mismo instante. Damian arqueó una ceja y, con una sonrisa ladeada, dejó caer la pesa que tenía en la mano. Luego, con la misma tranquilidad con la que parecía hacer todo, caminó hasta su ventana y apoyó un brazo en el marco. —Hola, Elena — dijo Damian con sus ojos oscuros posándose en Elena.—¿es cierto que estan disfrutando de la vista? Amanda soltó una risita y le dio un codazo a su amiga. —Yo sí, pero creo que Elena es la que más la está disfrutando. Elena sintió que el calor le subía hasta las orejas. Se obligó a sonreír, intentando mantener la compostura. —Perdónala, Damian. A veces se emociona demasiado. No le hagas caso, el sol de hoy le afecto un poco. Damian sonrió aún más. —No hay problema. Me gusta causar una buena impresión. Elena reprimió un suspiro y le lanzó una mirada fulminante a Amanda, quien solo le guiñó un ojo. —Bueno, ya te saludamos, vecino sexy, nosotras nos vamos —canturreó Amanda, cerrando la ventana antes de que Elena pudiera protestar. Elena se cubrió el rostro con las manos. —Voy a matarte. Amanda se echó a reír. —¡Lo valió completamente! Y lo peor de todo era que, por más que quisiera negarlo, una parte de Elena también pensaba lo mismo. I N S T A G R A M: soteriasvibesSe adentró azotando la puerta y fue directamente al cuarto, se sentía un poco estresada por tanto griterío que dio, pero nada más le aliviaría que ir a darse un buen baño, saltó a la cama y agarró la almohada para ahogar un grito allí, no quería que los vecinos pensaran que estaba loca, levantó la mirada y miró el reloj que estaba apoyado arriba de la cama, las cinco con treinta. Se dirigió a baño y abrió la ducha y esperó hasta que el agua salió caliente, ya desnuda dio un paso bajo el chorro del agua caliente y suspiró. Echó la cabeza hacia atrás y se lavó el pelo, se afeitó las piernas y luego salió de la ducha, hizo que pasara una hora, en el agua. Al salir, se sintió renovada y sensible, soltó su cabello seco y se fue hacia su cama para poner crema en su cuerpo. Justo ahora mas que nunca se sentía femenina, volvería a cuidarse mas. Notó como parte de su cuerpo estaba resecas. Cerrando sus ojos y colocando en sus hombros pensó. ¿En que momento me descuide tanto? —Hola.—levant
Al día siguiente, Elena no podía dejar de pensar en lo raro que había sido forma de cambiarse de Damian, aunque había pasado una noche exquisita con su cuerpo pero eso no la destrajo de algunos pensamientos. Inseguridades. No quería una relación romántica con un hombre al que no podía confiarle su corazón. Sus relaciones anteriores por supuesto fueron un completo y absoluto desastre, pero esta vez iba a tener precauciones e iba a empezar con no pensar tanto en el. Aunque fuese guapo, absolutamente sexy y condenadamente seductor no iba a caer rápidamente, por mas palabras que el le haya dicho. Pero maldita sea si es que el sexo era buenísimo, ella no podía evitar pensar en eso. A cada momentos le venían recuerdos que la hacían sonrojarse. —¡Ya basta! —Elena salió del trance en el que se encontraba y se dio cuenta de que había estado revolviendo las flores sin ningún sentido ni propósito.—¿No le vas a contar a tu mejor amiga qué es lo que te ha pasado? Amanda era una chica explosivame
Pasaron pocos dias y Elena ya estaba perdiendo toda la paciencia que le quedaba con este hombre, tenía ciertas ganas de ahorcarlo por momentos. No supo en que momento pudo ver algún encanto en el, no lo recordaba de esa forma, ahora parece que su armario es todo el departamento, ropa por aquí, ropa por allá, y Dios quiere que esa ropa sea limpia, pero no. Se encontraba en un punto en el que le daba igual si algo le pasaba, no la ayudaba con las cosas de la casa, y muy poco o nada daba para llenar la refrigeradora y poder comer en el mes, pero la conchudez es grande en algunas personas. Ella parecía que estaba criando a un niño. Mientras ella separa la ropa sucia de la limpia que el debería hacer, el individuo se encontraba sentado en un pequeño sillón del cuarto, como si la vida le pudiese solucionar todos su problemas en un santiamén, concentrado otra vez en el celular y sería bueno si el tuviese un trabajo. Elena pensaba que era otro vago mas en el mundo, ella observo la habitación
Después de esa conversación, ambas se concentraron en el trabajo. Pasaron varias horas organizando pedidos, acomodando flores y asegurándose de que todo estuviera listo para el día siguiente. Finalmente, cerraron la tienda y salieron con un suspiro de cansancio. —Tenemos un pedido grande para mañana —dijo Amanda con pesar. —Y nos faltan los tulipanes en color lila con cierto toque azulado y blancos… —Elena lanzó un gemido de frustración—. Mañana, a primera hora, tienes que estar acechando. —Entendido, jefa —respondió Amanda con una sonrisa mientras empezaban la caminata hacia su casa—. Voy a hacer el pedido de las alitas picantes. —No te detengo —respondió Elena con una leve risa. La noche de pijamada prometía ser interesante, aunque Elena tenía claro que Amanda no iba a soltar el tema de Damian tan fácilmente. Elena sonrió con diversión mientras escuchaba a Amanda hablar. Extrañaba esos momentos con su amiga, y se daba cuenta de lo mucho que había perdido al dejarse absor
Elena giró la llave con un suspiro. El sonido del cerrojo cediendo resonó en el silencio del pasillo del edificio. Su nuevo hogar. O al menos, eso intentaba repetirse.El departamento le pertenecía desde hace meses, un regalo póstumo de sus padres. Antes de su muerte, ella no vivía con ellos. Tenía su propia vida en un pequeño cuarto que compartía con su mejor amiga, mientras trabajaba en su tienda de flores. Pero ahora, con ellos ausentes, la casa quedó en sus manos.Por un tiempo, pensó en venderla. Le parecía demasiado grande para ella sola y, sobre todo, estaba llena de recuerdos que no sabía si podía enfrentar. Así que la dejó cerrada casi un año, sin atreverse a entrar. Solo enviaba a alguien a limpiarla de vez en cuando, asegurándose de que el polvo y el tiempo no la reclamaran por completo.Pero, al final, la idea de desprenderse de lo último que le quedaba de sus padres le resultó insoportable. Así que se obligó a mudarse.No era fácil. Perder a sus padres le había dolido com
Había pasado un año y medio desde que Elena Fusset se había mudado al departamento. En todo ese tiempo, su rutina había sido la misma: trabajar en su tienda de flores, regresar a casa agotada y repetir el ciclo al día siguiente. No se consideraba alguien sociable, y aunque conocía a algunos vecinos, solo intercambiaba saludos cortos o conversaciones superficiales.Sin embargo, había una excepción.Damián.Elena llegó del trabajo con el cansancio pegado al cuerpo. El ascensor seguía malogrado, así que no tuvo más opción que subir las escaleras. Soltó un suspiro y comenzó a subir los escalones con pasos pesados, deseando nada más que una ducha caliente y descansar.A mitad del tramo, escuchó pasos detrás de ella. Por inercia, giró un poco la cabeza y entonces lo vio.Damián.Su vecino. Alto, asombrosamente fornido, sexy sin esfuerzo, con esa manera de moverse que parecía diseñada para llamar la atención. Su camiseta se ajustaba a su torso, marcando cada músculo con descaro, y su expresi