Capítulo 4

Al día siguiente, Elena no podía dejar de pensar en lo raro que había sido forma de cambiarse de Damian, aunque había pasado una noche exquisita con su cuerpo pero eso no la destrajo de algunos pensamientos. Inseguridades. No quería una relación romántica con un hombre al que no podía confiarle su corazón. Sus relaciones anteriores por supuesto fueron un completo y absoluto desastre, pero esta vez iba a tener precauciones e iba a empezar con no pensar tanto en el. Aunque fuese guapo, absolutamente sexy y condenadamente seductor no iba a caer rápidamente, por mas palabras que el le haya dicho.

Pero maldita sea si es que el sexo era buenísimo, ella no podía evitar pensar en eso. A cada momentos le venían recuerdos que la hacían sonrojarse.

—¡Ya basta! —Elena salió del trance en el que se encontraba y se dio cuenta de que había estado revolviendo las flores sin ningún sentido ni propósito.—¿No le vas a contar a tu mejor amiga qué es lo que te ha pasado?

Amanda era una chica explosivamente comunicativa, no se callaba la boca jamás, decia lo que pensaba, muy curiosa, no le gustaba el secretismo entre ella y Elena, una chica de un metro cincuenta y ocho, con una gran bocaza, curvilinea, de cabello muy liso, siempre andaba ordenada y maquillada, lista para matar. Elena la volteo a verla y Amanda se encontraba con las manos en las caderas, moviendo su pie, esperando algo, la mirada felina que manejaba en ese momento significaba que no la dejaria en paz en todo el dia sino le decia que pasaba.

¡Hora de las preguntas!

—No pasa nada, queridísima amiga. —Elena forzó una sonrisa nada convincente, mientras su amiga negaba con la cabeza.

—Deja de sonreír como si estuvieras estreñida y tal vez te crea. Pero sabes que lo que me estás diciendo es pura m****a, así que desembucha, o me veré obligada a tirarte al suelo y sentarme encima de ti.

Amanda podría estar usando en ese momento un delantal rosa con dibujos de flores animadas, pero que no te engañen su apariencia enana ni el delantal rosa que tenia puesto. Su padre la había metido en varios centros de defensa personal, y se podría decir que había entrenado con la misma Natasha Romanoff.

—Bien, bien. —Elena dejó a un lado las flores y fue a sentarse, seguida de su mejor amiga—. ¡Ugh! A veces sí que eres insoportable.

—Te amo, pero hoy has estado perdida. Varias veces he tenido que llamarte y andabas absorta en tus pensamientos. Ahora dime, ¿qué es lo que pasa por esa cabecita tuya?

Elena la miró perpleja al ver los cambios en la expresión de Amanda: pasó de fruncir el ceño a sonreír como un personaje de Disney World, lo que le provocó un escalofrío.

Soltó un gran suspiro antes de hablar.

—Terminé con Bill.

—¡Mazel tov! —gritó Amanda.

Elena sabía que su mejor amiga odiaba terriblemente a Bill. ¿Y cómo no? Le había contado la mayoría de las cosas que él hacía, pero incluso antes de que comenzara la relación, Amanda nunca había soportado al tipo con el que salía.

Su amiga la observó en silencio, notando que estaba sumida en sus pensamientos. Creyó que estaba triste por su ex relación.

—Y estás un poco triste… Lo siento, corazón. Sé que le pusiste mucho a esa relación. —Amanda puso una mano sobre su pierna en un intento de reconfortarla.

—No estoy triste. Estoy avergonzada… y considerando si decirte o no lo que pasó después.

—¿Qué? —Amanda apartó la mano—. ¿Qué pudo haber pasado en el universo de Elena? Donde la vida es muy tranquila, no sucede nada interesante y siempre se evade cualquier problema.

Elena tragó saliva y bajó la voz.

—Tuve sexo después de.

—¿Perdona? Creo que me entró aire en el oído, porque estoy oyendo mal.

—¡Tuve sexo!

—¡Santo cielo! —Amanda abrió los ojos como platos. Hasta ella estaba sorprendida. Sabía que su amiga no era de las que tenían sexo a la ligera; Elena solo se acostaba con alguien cuando estaba en una relación—¿Y? ¿Después de eso dijiste que deseabas tener sexo con el vagabundo de la esquina para completar la experiencia?

—¡Amanda! —Elena le lanzó un cojín, sonrojada hasta las orejas—. ¡No es nada de eso!

—Bueno, dime entonces, ¿con quién? —Amanda la miró con ojos llenos de curiosidad y una sonrisa traviesa—. Porque si me dices que fue con Bill, te juro que te tiro esta maceta en la cabeza.

—¡Por supuesto que no fue con él! —Elena suspiró, sintiéndose acorralada—. Fue con alguien más… alguien que conoces.

Amanda dejó escapar un jadeo dramático, llevándose una mano al pecho.

—¿Qué? ¿Mi Elena bonita haciendo cosas espontáneas y fuera de su zona de confort? Esto es histórico. ¿Quién es el afortunado?

Elena se cubrió el rostro con las manos.

—No quiero hablar de eso…

—Ay, por favor, dime que al menos estaba buenísimo.

Elena apartó las manos lentamente, mirándola con frustración.

—Amanda… estaba condenadamente bueno.

Su mejor amiga pegó un grito de emoción y empezó a aplaudir como si hubieran anunciado la lotería.

—¡Esa es mi chica! Ahora suelta todos los detalles, no me hagas torturarte.

Elena rodó los ojos, pero en el fondo no podía negar que una parte de ella moría por contarle todo.

—Está bien… pero si te ríes, te juro que me voy.

—Prometo no reírme… mucho.

Elena suspiró resignada. Aquella conversación apenas estaba comenzando.

—Detalles mujer, detalles.—dijo una impaciente Amanda.

—Con mi vecino.

—¿El marino Robert? ¿Qué m****a? —Amanda la miró como si le hubieran dicho que el sol era cuadrado—. Claro que lo conozco, pero, ¿cómo así lo consideraste candidato? Amiga… debiste estar muy molesta para cortar con Bill y decidir ser sugar baby de un abuelo. ¿Es que todavía el marino puede sostener una erección?

—¡No! —Elena casi se atragantó—. Amanda, ¿cómo puedes decir eso? Es Damian.

¿Damian? —Amanda frunció el ceño por un momento y luego abrió los ojos con sorpresa—. ¿Me estás diciendo que te acostaste con el mismo Damian que vi en tu cuarto, sudando y marcando cada maldito músculo de su cuerpo mientras hacía ejercicio?

Elena se cubrió la cara con ambas manos, sintiendo que la vergüenza la consumía.

—Amanda, por favor…

—¡No, no, no! —Amanda se levantó de golpe, señalándola con el dedo—. ¡Sabía que había tensión entre ustedes! ¡Lo noté en ese momento! Pero jamás pensé que en menos de una semana ibas a estar desnuda bajo ese hombre.

—¡Amanda!

—¡Dios mío! ¡Por eso estabas toda distraída hoy! Amiga, te reventaron como piñata de fiesta infantil, ¿cierto?

Elena sintió su cara arder.

—¡Cállate!

Amanda se dejó caer en la silla, echando la cabeza hacia atrás con una sonrisa satisfecha.

—Dime la verdad. ¿Valió la pena?

Elena suspiró y, sin poder evitarlo, una sonrisa traviesa apareció en sus labios.

—Fue… condenadamente bueno.

Amanda chilló de emoción y empezó a dar pequeños golpes en la mesa como una niña emocionada.

—¡Lo sabía! ¡Ese hombre se veía como un maldito dios griego tallado a mano! Pero dime, ¿esto fue solo un desliz o piensas repetirlo?

Elena se mordió el labio, sintiendo un nudo de emociones en el estómago.

—No lo sé… Y ese es el problema.

—¿Por qué es un problema? —preguntó Amanda, inclinándose con interés—. Si se ve a kilómetros que ese hombre te tiene ganas.

Elena suspiró, jugando nerviosa con sus manos.

—Ese es el problema, Amanda. Yo también le tengo ganas.

Amanda la miró fijamente por unos segundos antes de soltar una carcajada.

—¿Y entonces? ¿Dónde está el dilema? ¿Por qué pones esa cara de mujer atormentada? Si los dos quieren, lo lógico es seguir disfrutando.

—Porque no quiero involucrarme con alguien en quien no puedo confiar —confesó Elena, bajando la mirada—. Sé que Damian no es un hombre para relaciones. Es guapo, sexy y condenadamente bueno en la cama, pero no es el tipo de hombre con el que me gustaría terminar con el corazón roto.

Amanda chasqueó la lengua y cruzó los brazos.

—Amiga… ¿quién dijo que necesitas una relación? Si te gusta, y él claramente también te quiere encima suyo, ¿por qué no te dejas llevar un poco? A veces un buen revolcón sin compromiso es justo lo que una mujer necesita.

—No soy de las que tienen sexo sin ataduras —murmuró Elena.

—Bueno, pues parece que Damian es la excepción a la regla —bromeó Amanda—. A ver, dime la verdad… ¿si él te busca otra vez, serías capaz de decir que no?

Elena abrió la boca para responder, pero se quedó en silencio. Porque la verdad era que no estaba segura de poder resistirse.

—Entonces tuviste sexo escandaloso con tu vecino… —Amanda repitió lenta y cantarinamente, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Estoy tan feliz por ti, Elena! Con las malas anécdotas que me contaste de Bill, te merecías al menos eso. Pero dime… ¿es bueno?

Elena se mordió el labio, su mente viajando de inmediato a los recuerdos de la noche anterior.

—Absolutamente, sabe lo que hace —admitió, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda—. Es grande, tiene unos ojos azules hermosos, cabello negro… y su cuerpo es…

Amanda la miraba con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Dónde está la niña Elena que conozco?

Elena sonrió, un poco avergonzada.

—Se perdió ayer.

Amanda soltó una carcajada.

—Te juro que estoy sorprendida.

—No eres la única —admitió Elena, dejándose caer contra el respaldo de la silla—. No sé qué me pasó…

Amanda alzó una ceja.

—Te pasó un vecino delicioso, eso es lo que pasó. Y, honestamente, no te culpo.

Amanda no dejaba de mirarla con las cejas en alto, como si esperara que Elena dijera algo más.

—Deja de mirarme así, me da miedo —se quejó Elena, cruzándose de brazos.

—Deja de esconderte, no hiciste nada malo —canturreó Amanda—. ¡Estás soltera, al fin! Y eso tenemos que celebrarlo.

—No tengo ganas de salir —murmuró Elena justo cuando escuchó una notificación en su laptop. Se levantó y fue directo a revisar.

Amanda la observó con una expresión exasperada y luego chasqueó la lengua.

—Bueno, señorita antisocial, deja de hacerte la depresiva. No tienes que salir a ningún lado, pero tampoco vas a quedarte aquí encerrada como alma en pena. Así que cambia de planes: pijamada en mi casa, beberemos y pediremos unas alitas picantes por delivery.

Elena entrecerró los ojos y giró la cabeza lentamente hacia su amiga.

—Me convenciste con las alitas.

Amanda sonrió con autosuficiencia.

—Eres tan fácil.

—Dame de comer y ya te puedo decir que soy tuya —bromeó Elena.

Amanda soltó una carcajada y se dejó caer en el sillón con aire triunfal.

—Vaya, si lo hubiera sabido antes, te habría estado sobornando con comida desde hace años.

Elena rodó los ojos mientras revisaba su laptop, aunque su mente seguía revuelta.

—No es soborno si acepto voluntariamente —respondió con una sonrisa—. Pero sí, me vendría bien una noche tranquila.

—Tranquila no es la palabra que usaría, amiga. Vamos a beber, comer hasta que no podamos movernos y hablar de hombres, porque quiero todos los detalles de tu encuentro con Damian.

Elena sintió sus mejillas arder.

—Amanda…

—¡Nada de vergüenzas! Vamos, ¿cómo esperas que viva a través de ti si no me cuentas? ¡Además, esto es histórico!

Elena suspiró, sabiendo que no tenía escapatoria.

—Está bien, pero con una condición.

—Tú dime.

—No me juzgues cuando te diga que estoy muy tentada a repetirlo.

Amanda alzó una ceja y sonrió de lado.

—Amiga, por cómo hablaste de él, te mataría si no lo haces.

—No, no, no —Elena habló mientras tecleaba en su laptop—. Esta boca está cerrada para esta conversación. No más detalles. —La miró y le sacó la lengua antes de cambiar de tema—. Y ahora, manos a la obra. Tenemos un pedido de un enamorado y tú tienes que llevarlo a este lugar.

Amanda se acercó para ver la pantalla y ubicó rápidamente la dirección.

—Lo tengo, empecemos.

🙂‍↕️I N S T A G R A M: soteriasvibes

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