Se adentró azotando la puerta y fue directamente al cuarto, se sentía un poco estresada por tanto griterío que dio, pero nada más le aliviaría que ir a darse un buen baño, saltó a la cama y agarró la almohada para ahogar un grito allí, no quería que los vecinos pensaran que estaba loca, levantó la mirada y miró el reloj que estaba apoyado arriba de la cama, las cinco con treinta. Se dirigió a baño y abrió la ducha y esperó hasta que el agua salió caliente, ya desnuda dio un paso bajo el chorro del agua caliente y suspiró. Echó la cabeza hacia atrás y se lavó el pelo, se afeitó las piernas y luego salió de la ducha, hizo que pasara una hora, en el agua.
Al salir, se sintió renovada y sensible, soltó su cabello seco y se fue hacia su cama para poner crema en su cuerpo. Justo ahora mas que nunca se sentía femenina, volvería a cuidarse mas. Notó como parte de su cuerpo estaba resecas. Cerrando sus ojos y colocando en sus hombros pensó. ¿En que momento me descuide tanto? —Hola.—levanto su mirada y quedó estupefacta. Ante ella tenia a su ardiente vecino, el era inmenso, fácilmente de un metro noventa de puro músculos, donde resaltaban sus hombros, su pecho, su abdomen, sus gruesos brazos. Su piel era de un tono dorado y podía ver una gran extensión de ésta, ya que no llevaba camiseta alguna, y agradecía a Dios que no tuviese nada apretadamente sobre su amplio pecho. Tenía el cuerpo como el de un entrenador o de un stripper. Elena se lo imaginó al instante moviéndose sensualmente con la música y se le cerró el estomago. Definitivamente pondría algunos billetes en su boxer. Se asombró al sentir lo sensibles que se le ponían los pechos mientras lo miraba y el débil latido entre sus muslos. Se maldijo a si misma, porque hace un par de horas había botado al imbécil de su ex y se sentía culpable de lo podía estar pensando o sintiendo dentro de su entrepierna. Sin embargo, eso no era lo más extraño. Su visión bajo lentamente hacia sus partes bajas, y estaba impresionada porque el tenía el miembro erecto y estaba absolutamente desnudo, estaba tan desnudo como ella lo estaba, pero en su rostro no había nada de vergüenza, se veía que disfrutaba y que le invadía la necesidad de tocarla. El estaba con los ojos entrecerrados, como si buscara algo. Ella jamás imaginó conocer esta parte de el, porque ellos jamás habían entablado una conversación, apenas si un saludo se dieron y estaba segura que no recordaba su nombre, y verlo allí, tan grande, tan dotado, hacia que imaginara cosas que jamás le había pasado por la cabeza con otro hombre. Ella estaba anhelando sentirlo dentro. Tardó mucho en reaccionar y caer en la realidad, que el estaba desnudo y que no era para nada apropiado. Se tapo el cuerpo como si eso fuese a cambiar algo, se acerco a la ventana y el ahora con un sonrisa, miraba disfrutando el momento, y en eso, habló. —Allí voy— era un hecho de que el no estaba bromeando. Y se cerró las cortinas. Chilló casi en silencio y apoyando su espalda desnuda sintiéndose excitada. ¿Qué demonios es lo que me pasa? Se tocó la cara, sintiéndose un poco caliente, no lo podía creer, y mas aun quedárselo viendo. No podía sacar de su mente sus fuertes y musculosos brazos, quería que le agarra y la levantara para ella poder envolver sus piernas alrededor de el, y que el la mirase con deseo, como un león a su presa, que le besara el cuello y otra parte que lo deseaba a un mas. Se paró, y le entró la curiosidad de echarle un vistazo a su perfecto culo. Elena se sentó sobre su cama para después mirar al techo y se echó a reír de repente. Era una buena cosa lo que había pasado a ella, seguramente al contarle esto a su amiga Amanda querría saber detalles jugosos. Si su amiga hubiese visto el cuerpo de su vecino, habría saltado sobre él. El podría tentar hasta a una monja. Él tenía un cuerpo que cualquier mujer desearía, especialmente en su cama. Escuchó el timbre sonar. El corazón le comenzó a latir fuertemente, las palabras seguras de su vecino estaba girando en su mente. Aun desnuda, cogió una polo grande que pudiese tapar lo que debería tapar, un segundo timbre la alarmó más. Con un poco de esperanza, imaginaba que era Amanda porque su amiga llegaba muchas veces sin avisar. Fue directamente hacia la puerta y lo abrió lentamente. Oh, Dios mío. Tenía en su puerta a este Adonis, con una sonrisa seductora, pero otra vez este hombre se encontraba desnudo y con un toalla en su hombro. ¡Desnudo! Fuera del departamento, el tenia tanta suerte de que no había cámaras en los pasadizos, porque allí si se armaría tremendo espectáculo, ¡porque estaba desnudo! —¿Me invitas a pasar Elena? Sintió derretirse cuando el pronunció su nombre. Aun con la boca abierta, Elena no dejo de mirarlo de pies a cabeza, todo en el era una tentación andante. —Pero...—¡Maldición! Las palabras se le olvidaron cuando otra vez fijó la vista en su miembro, estaba un poco erecto, y aún así era grande, subió la mirada y él se lamió los labios.—Mira, no sé lo que está pasando, pero no puedes andar desnudo presentándose así. —Puedo no estar desnudo en los pasadizos si me dejas pasar— se inclinó hacia Elena.—déjame mostrarte como un hombre debería hacerte el amor Elena. Elena quedo sin palabras, no sabia ni como reaccionar ante tremenda propuesta. Y que propuesta. Pero al escuchar unos ladridos, supo que era el vecino Robert, un señor de un poco mas de sesenta años, quien subía con su perro caniche llamado Bobo, era un perrito todo educadito. Lo único que hizo Elena era sacar la cabeza para ver las escaleras y vio la sombra del vecino, rápidamente salto a la vista su perrito que ya estaba en el pasadizo esperándolo, ella ni corta ni perezosa, puso su pequeña mano en la de Damian y el contacto de su piel la sobresalto, sus dedos se cerraron alrededor de los suyos más pequeños y lo puso dentro del departamento y detrás de ella para que el vecino no se diese cuenta que había un hombre increíblemente sexy desnudo en su puerta. ✨️I N S T A G R A M: soteriasvibesAl día siguiente, Elena no podía dejar de pensar en lo raro que había sido forma de cambiarse de Damian, aunque había pasado una noche exquisita con su cuerpo pero eso no la destrajo de algunos pensamientos. Inseguridades. No quería una relación romántica con un hombre al que no podía confiarle su corazón. Sus relaciones anteriores por supuesto fueron un completo y absoluto desastre, pero esta vez iba a tener precauciones e iba a empezar con no pensar tanto en el. Aunque fuese guapo, absolutamente sexy y condenadamente seductor no iba a caer rápidamente, por mas palabras que el le haya dicho. Pero maldita sea si es que el sexo era buenísimo, ella no podía evitar pensar en eso. A cada momentos le venían recuerdos que la hacían sonrojarse. —¡Ya basta! —Elena salió del trance en el que se encontraba y se dio cuenta de que había estado revolviendo las flores sin ningún sentido ni propósito.—¿No le vas a contar a tu mejor amiga qué es lo que te ha pasado? Amanda era una chica explosivame
Pasaron pocos dias y Elena ya estaba perdiendo toda la paciencia que le quedaba con este hombre, tenía ciertas ganas de ahorcarlo por momentos. No supo en que momento pudo ver algún encanto en el, no lo recordaba de esa forma, ahora parece que su armario es todo el departamento, ropa por aquí, ropa por allá, y Dios quiere que esa ropa sea limpia, pero no. Se encontraba en un punto en el que le daba igual si algo le pasaba, no la ayudaba con las cosas de la casa, y muy poco o nada daba para llenar la refrigeradora y poder comer en el mes, pero la conchudez es grande en algunas personas. Ella parecía que estaba criando a un niño. Mientras ella separa la ropa sucia de la limpia que el debería hacer, el individuo se encontraba sentado en un pequeño sillón del cuarto, como si la vida le pudiese solucionar todos su problemas en un santiamén, concentrado otra vez en el celular y sería bueno si el tuviese un trabajo. Elena pensaba que era otro vago mas en el mundo, ella observo la habitación
Después de esa conversación, ambas se concentraron en el trabajo. Pasaron varias horas organizando pedidos, acomodando flores y asegurándose de que todo estuviera listo para el día siguiente. Finalmente, cerraron la tienda y salieron con un suspiro de cansancio. —Tenemos un pedido grande para mañana —dijo Amanda con pesar. —Y nos faltan los tulipanes en color lila con cierto toque azulado y blancos… —Elena lanzó un gemido de frustración—. Mañana, a primera hora, tienes que estar acechando. —Entendido, jefa —respondió Amanda con una sonrisa mientras empezaban la caminata hacia su casa—. Voy a hacer el pedido de las alitas picantes. —No te detengo —respondió Elena con una leve risa. La noche de pijamada prometía ser interesante, aunque Elena tenía claro que Amanda no iba a soltar el tema de Damian tan fácilmente. Elena sonrió con diversión mientras escuchaba a Amanda hablar. Extrañaba esos momentos con su amiga, y se daba cuenta de lo mucho que había perdido al dejarse absor
Elena giró la llave con un suspiro. El sonido del cerrojo cediendo resonó en el silencio del pasillo del edificio. Su nuevo hogar. O al menos, eso intentaba repetirse.El departamento le pertenecía desde hace meses, un regalo póstumo de sus padres. Antes de su muerte, ella no vivía con ellos. Tenía su propia vida en un pequeño cuarto que compartía con su mejor amiga, mientras trabajaba en su tienda de flores. Pero ahora, con ellos ausentes, la casa quedó en sus manos.Por un tiempo, pensó en venderla. Le parecía demasiado grande para ella sola y, sobre todo, estaba llena de recuerdos que no sabía si podía enfrentar. Así que la dejó cerrada casi un año, sin atreverse a entrar. Solo enviaba a alguien a limpiarla de vez en cuando, asegurándose de que el polvo y el tiempo no la reclamaran por completo.Pero, al final, la idea de desprenderse de lo último que le quedaba de sus padres le resultó insoportable. Así que se obligó a mudarse.No era fácil. Perder a sus padres le había dolido com
Había pasado un año y medio desde que Elena Fusset se había mudado al departamento. En todo ese tiempo, su rutina había sido la misma: trabajar en su tienda de flores, regresar a casa agotada y repetir el ciclo al día siguiente. No se consideraba alguien sociable, y aunque conocía a algunos vecinos, solo intercambiaba saludos cortos o conversaciones superficiales.Sin embargo, había una excepción.Damián.Elena llegó del trabajo con el cansancio pegado al cuerpo. El ascensor seguía malogrado, así que no tuvo más opción que subir las escaleras. Soltó un suspiro y comenzó a subir los escalones con pasos pesados, deseando nada más que una ducha caliente y descansar.A mitad del tramo, escuchó pasos detrás de ella. Por inercia, giró un poco la cabeza y entonces lo vio.Damián.Su vecino. Alto, asombrosamente fornido, sexy sin esfuerzo, con esa manera de moverse que parecía diseñada para llamar la atención. Su camiseta se ajustaba a su torso, marcando cada músculo con descaro, y su expresi
Varios dias después, las cosas con Bill no estaban ni bien ni mal. No habían discutido más, pero tampoco habían hablado de lo que pasó aquella noche. Simplemente, todo seguía igual. Eso sí, él había empezado a mostrarse más agradable con ella. Pequeños gestos, como preguntar cómo había estado su día o invitarla a ver televisión juntos, aunque Elena sabía que no le interesaba demasiado. Era como si intentara compensar algo, pero sin esforzarse demasiado. Aun así, en las noches que Bill no venía al departamento. No le avisaba con antelación, pero Elena sabía dónde estaba: en casa de sus padres. La familia de Bill tenía dinero, y él nunca había tenido que preocuparse demasiado por nada. Si no estaba con ella, era porque seguramente prefería la comodidad de su hogar, donde todo le era servido sin esfuerzo. Elena se preguntó si eso era lo que realmente quería en una pareja: alguien que se conformaba con la facilidad, sin pelear por lo que tenía. El sonido del celular sacó a Elena de su