«Aire, no puedo respirar» ese fue el primer pensamiento de Victoria al ser del todo consciente de lo que pasaba, pero aunque otras veces ha sentido estar en un viaje extraordinario y no siempre bonito al drogarse, esta vez era cierto. Estaba dentro de un auto; bajo el mar. Victoria abrió la puerta, a duras penas empujando con todas sus fuerzas, al salir de la trampa de metal que se convirtió el automóvil. Victoria alcanzó la superficie en busca del anhelado oxígeno. El mar estaba frío, los pulmones le ardían y su garganta quemaba de tanto toser por el efecto de la sal y siente que alguien la hala con apremio, nadaron a tierra firme, el hombre era un rubio desconocido que la zarandeaba sin piedad y es primera vez que lo ve en su vida. Victoria trastabillaba en la arena, tenía una sandalia con un tacón de aguja con el que era imposible caminar, o mucho menos correr, el otro pie descalzo, el sonido de otros autos se escuchó en la carretera sobre ellos, pero Victoria no puede gritar, el
New York. —Diego por favor reconsidera, hermano —suplicó en español Michael mientras Diego iba a paso decidido a la jaula de lucha. —Que me maten, Mickey, el mundo no se perderá de mucho, solo de verme pelear de nuevo —dijo resignado y miró a su pupilo quién no estaba conforme, pero no le llevaría la contraria, para Diego él siempre sería un niño, el pequeño Mickey. Diego entró a la jaula y alzó las manos mirando a su público, se permitió disfrutar de esto, quizás fuera la última vez que lo tendría, si debía irse de este mundo lo haría feliz, haciendo lo que le gusta y en lo único que era realmente bueno. Pelear; él era profesional de artes marciales mixtas, y las peleas callejeras eran iguales en casi el cien por ciento y por eso se le daba tan bien, aquí dentro de la jaula pocas eran las reglas a respetar, puños, patadas y llaves eran permitidas, el error era creer que un luchador de peleas callejera tiene la técnica de enfrentarse a un atleta de artes marciales mixtas, por
“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Reinhold Niebuhr (1951) 9 meses después Milán. Diego como gerente del Gym Warriors del hotel Larsson Milán tenía años, ganaba muy bien, tenía un departamento en una buena zona, incluso había participado en torneos que le dejan buen dinero, lo que nunca imaginó es que sería víctima de sus antiguos demonios, pensó que un trago de vez en cuando no era nada, en cuanto la tentación por otras sustancias se hizo más fuerte, comenzó a apostar en casinos para distraerse, pronto también se hizo una necesidad y ambas hicieron de su vida un desastre que terminó con él siendo explotado en New York. Su única amiga en el mundo, también era su jefa y dejó todos sus compromisos por ir a buscarlo, le devolvió su empleo y aquí estaba de nuevo en Milán, tratando de vivir un día a la vez. El teléfono celular suena dentro de su bolsillo y D
Diego era bueno ocultando sus emociones, en realidad se sentía cansado y triste, eso era una mala combinación para él, era de noche, pero aun no tan tarde, pensó en llamar a alguna amiga, pero desestimo la idea, aunque quizas el sexo sin compromiso, lo apartaría así sea por unas horas la soledad y vacío interno, aun dudoso miraba su celular mientras caminaba a unas calles de su departamento y dos hombres lo interceptaron, dos más venían detrás de él, Diego no tuvo escapatoria, se preparó para pelear, pero no era un asalto, eran profesionales, un auto sedan de lujo paró junto a él en la calle, un hombre bajó la ventanilla. —Dejaste algunas cosas pendientes en Estados Unidos, Loky… —el hombre chasqueó la lengua—, tranquilo, solo deseo hablar contigo, tengo interés en ti. —No me gustan los hombres —respondió Diego burlón, sabía que aquí podrían matarlo sin problema, sería noticia de como un triste extrangero fue asesinado en la vía pública, eso si no lo lanzaban al lago de Como y
Diego saltaba la cuerda en el salón de combate del gym, ya había pasado una semana desde su encuentro con don Massimo, desde ese día, salía del gym más temprano y dejaba a Roxana a cargo del cierre, ella era su entrenadora de confianza y los últimos años se estaba preparando en artes marciales mixtas con él. Diego, como prometió, entrenaba a los peleadores para la exhibición de apertura de la arena del casino Fortuna de don Massimo, regresaba a casa casi a medianoche, un ritmo extenuante que solo soportaba manteniendo su cuerpo caliente para que el dolor de sus músculos lastimados no lo hagan desear drogas. —¿Qué te tiene tan preocupado? —preguntó Roxana sorprendiendo a Diego, estaba recostada a la puerta del salón de combate —perdón por sorprenderte. —Debes quedarte hasta tarde y cerrar, no tienes por qué llegar tan temprano, aún no son ni las 6.00 AM —Diego soltó la cuerda y se acercó a ella limpiando el sudor con una toalla de mano y Roxana se tensó. —He visto en redes so
Rebeka se dedicó a su trabajo, todos los días le llegaba un ramo de flores de Luciano, la idea de venir a Milán era estar más cerca de él y nada había sido como lo planeó, recibió llamada de su madre y su cuñada y se emocionó con un mensaje de Luciano, esta noche regresaba a Milán, al final de la tarde estaba en una suite vip del hotel arreglándose cuando recibe la llamada de Victoria su mejor amiga, estaba en el hotel, Rebeka autorizó su ingreso. —¡Bruja, estás aquí!, —fue el recibimiento de Rebeka, su amiga la abrazó emocionada. —Hola Rebeka con “K” —le respondió Victoria sonriendo y bromeando como niña—, si tú ahora eres gerente del mejor hotel de Milán yo lo aprovecharé al máximo.Rebeka y Victoria, eran amigas de toda la vida, desde la escuela, para Rebeka era la hermana que no tuvo. —Empezaremos a divertirnos desde hoy mismo, Luciano me invitó a salir, lo llamaré y le diré que vas conmigo. —Sí, de reventón en Milán —respondió Victoria emocionada—, ya buscaré mi age
—Mi nombre es Alonzo Costa, ¿ustedes trajeron a la señorita Victoria Asunzolo? —Así es, ella es mi mejor amiga, es como mi hermana. —Nombres por favor —dijo el detective sin prestar atención a la preocupación de Rebeka. —Rebeka Larsson y Diego Aguirre —contestó Rebeka seria, Diego sabía que esto no era algo usual, sabía que la policía podría entrevistarlos, pero un detective por una sobredosis en una discoteca, pensó que quizás se debía a que eran chicas millonarias. —¿Cómo obtuvieron esas pastillas? —No lo sé, ella no me dijo, pero estaba con un amigo, supongo que fue él quién se las dio. —¿Cómo consigo a ese amigo? —preguntó anotando en su tablet y sin mirarlos. —No lo conozco —respondió Rebeka y ella misma notó que sonó mal—, es que lo conocí hoy, supongo que en cuanto Vicky despierte le pueda decir, sé que ella lo llamó. —Me dice que es como su hermana, pero no sabe cómo consiguió las pastillas, no conocé a sus amigos, ¿sabe algo acaso? Rebeka miró s
Diego traía una bolsa de papel que desprendía el aroma más exquisito de pan recién horneado, Diego se rascó la nuca, pero una sonrisa adornaba su rostro. —No es un desayuno gourmet, pero huele bien, ella sonrió abochornada y él no dijo nada por lo que escuchó. Diego y Michael las siguieron en moto al departamento de Rebeka, Victoria bajó por el lado del copiloto y casi se cae, pero Michael estaba cerca y la sujetó, ella estaba muy mareada, pero de inmediato se incorporó y caminó sola. —De nada —dijo Michael a su espalda, muy molesto con la presunción de la modelo. —¿Qué quieres?, un monumento por haberme sostenido un segundo. —No un monumento, pero no estaría de más un gracias por salvarte la vida —le respondió Michael de mala gana. —Es verdad Vicky, no seas una perra —le dijo Rebeka recriminando a su amiga su mala actitud cuando ella siempre ha sido amable—, ellos nos ayudaron, nos dieron comida, nos han cuidado. —Pues yo no lo pedí —respondió Victoria con los ojo