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Capítulo 2 Princesita vs Loky

 Diego era bueno ocultando sus emociones, en realidad se sentía cansado y triste, eso era una mala combinación para él, era de noche, pero aun no tan tarde, pensó en llamar a alguna amiga, pero desestimo la idea, aunque quizas el sexo sin compromiso, lo apartaría así sea por unas horas la soledad y vacío interno, aun dudoso miraba su celular mientras caminaba a unas calles de su departamento y dos hombres lo interceptaron, dos más venían detrás de él, Diego no tuvo escapatoria, se preparó para pelear, pero no era un asalto, eran profesionales, un auto sedan de lujo paró junto a él en la calle, un hombre bajó la ventanilla.

   —Dejaste algunas cosas pendientes en Estados Unidos, Loky… —el hombre chasqueó la lengua—, tranquilo, solo deseo hablar contigo, tengo interés en ti.

   —No me gustan los hombres —respondió Diego burlón, sabía que aquí podrían matarlo sin problema, sería noticia de como un triste extrangero fue asesinado en la vía pública, eso si no lo lanzaban al lago de Como y lo dieran por desaparecido. A don Massimo nadie lo insultaba. Así que con eso se ganó que lo sujetaran y dieran dos golpes en el abdomen.

   —Suficiente —gritó don Massimo sonriendo, aquello era irónico, porque le habían faltado el respeto, pero el hombre mayor admiró su valentía—, no tengo mucho tiempo, tengo planes para esta noche; verás Loky, tienes una deuda con uno de mis casinos de Estados Unidos.

   A Diego le sorprendió, tenía entendido que el dueño del casino donde tenía la deuda era Halcón, pero si tenía nexo con don Massimo la cosa era peor.

   —Yo a usted no le debo nada, puedo ser muy imbécil, pero hasta yo que soy extrangero sé que con usted no debo meterme, así que nunca me endeudé con uno de sus casinos.

   —El casino era mío, es todo lo que necesitas saber —dijo el hombre sin perturbarse o cambiar su expresión neutra—. Tu deuda no fue saldada, solo pido que pelees aquí, pagues tu deuda a la vez que me ayudas con el nuevo salón de peleas que instalé en mi casino de Milán, todo es legal, soy un hombre de negocios y solo pido lo justo.

   —¿Puedo negarme? —preguntó Diego aunque los hombres aún lo sujetaban.

   —No…, lo siento Loki —dijo don Massimo de inmediato e incluso había pesar en su voz—, pero no debes temer, mis negocios son por completo legales, te ofrezco trabajo, pelea hasta saldar tu deuda, serían pocos enfrentamientos, solo para hacer un público y luego puedes seguir  entrenando nuevos peleadores y te pagaré.

   —No quiero estar cerca de un casino.

   —No te preocupes, no será mucho tiempo —dijo don Massimo con tranquilidad.

   —¿Qué me pasará si me niego?

   —Mejor no querrás descubrirlo —respondió el hombre imperturbable, tendría poco más de 60 años y nadie se metía con él en Italia, era el dueño de los casinos más grandes de Europa y con algunos en América, se rumoraba que pertenecía a la mafia italiana, aunque nadie hubiera podido comprobarlo.

   —Está bien don Massimo —dijo Diego con tranquilidad, como si discutiera un nuevo contrato de trabajo y no estuviera inmovilizado en una acera solitaria y oscura—, pelearé un mes para usted y en ese tiempo entrenaré a peleadores, pero deme su palabra que podré irme finalizando el mes, si lo deseo.

   —Te doy mi palabra hijo, ahora sueltenlo —ordenó a sus matones y estos soltaron a Diego y se montaron en una camioneta detrás del auto de don Massimo.

    

   Rebeka se arregló con esmero, se sentía nerviosa, Luciano la pasó buscando por su departamento, como un perfecto caballero la esperó abajo, la llevó a su penthouse de lujo, todo a media luz y la mesa con velas, Luciano de un arreglo de flores tomó una rosa roja y se la dio a Rebeka.

   —¿Esta noche te quedarás conmigo? —Rebeka afirmó con la cara sonrojada como la rosa que sujetaba—, no tienes porque estar nerviosa, sé que será tu primera vez —Rebeka levantó su rostro y Luciano la besó con cariño—. Te amo, preciosa.

   Cerca de ellos oyeron como un hombre carraspeó.

   —Señor perdone...

   —¡Qué!... —gritó Luciano exasperado.

   —Perdón señor, pero tenemos problemas con el envío de la última mercancía —respondió su empleado.

   —Maldición… —murmuró Luciano y miró a Rebeka abatido—. Te lo recompensaré, pero debo encargarme en persona de esto —dijo Luciano uniendo sus manos como quien hace una plegaria.

   —Está bien, no te preocupes, llamaré a un chofer del hotel y listo —dijo Rebeka incómoda, no estaba conforme, pero no podía reclamarle al hombre por trabajar.

   —No, claro que no, mi chofer te llevará a tu departamento.

   Rebeka le dio un corto beso, pero ya a Luciano se le notaba que estaba apurado por irse. Muy temprano, al día siguiente Rebeka estuvo lista para ir a trabajar, su compromiso era demostrar que ella podía con este trabajo y que incluso podría mejorar el magnífico trabajo del anterior gerente, al llegar a su oficina encontró a Diego esperándola, vestía pantalón de mezclilla, camisa y chaqueta blanca con azul deportiva, con el emblema  del Gym Warriors, en su espalda un bolso.

   Diego estaba muy serio y con actitud profesional, sin embargo, Rebeka se puso nerviosa, detestaba que él fuera aún capaz de acelerarle el corazón como cuando era una adolescente.

   —Buenos días Diego ¿Algún problema? —preguntó ella, mientras abrió la puerta, aún su secretaria no había llegado, era muy temprano, Diego la siguió hasta su oficina y él cerró la puerta, Rebeka la escuchó cerrarse mientras daba la vuelta para ocupar su lugar detrás del escritorio —. Entonces Diego, tú me dirás.

   —Vengo a presentarte mi renuncia —dijo Diego en voz baja, Rebeka agrandó los ojos, estaba sorprendida, notó que él se veía afligido.

   —¿Por qué? —preguntó ella negando con la cabeza.

   —Mis motivos son personales —dijo Diego aparentando tranquilidad, debía alejarse, trabajaría un mes para don Massimo y desaparecería, Halcón podría venir y querer vengarse de él por escapar de Estados Unidos, los Larsson podrían verse afectados cuando solo le habían ayudado. Halcón y el mismísimo don Massimo, temido mafioso italiano, eran los peores enemigos que pudo encontrar.

   Rebeka estaba en shock, se suponía que ella iba a mantener la excelencia del hotel y en su segundo día perdía al gerente del gym.

   — Brenda dirige los gimnasios, ella es tu jefa, es con ella quién debes…

   —Necesito que lo hagas tú —dijo Diego interrumpiendo y elevando su voz una octava—, es tu hotel el que se quedará sin gerente en el gym, si le digo a Brenda, ella no querrá aceptar mi renuncia y yo me quiero ir, así que tú debes aprobar al nuevo gerente y presentarlo a Brenda, no te preocupes, traeré a alguien capacitado, no tendrán problemas —Diego se levantó—. Ahora iré a trabajar, pero en tres semanas me iré —Diego la señaló con su índice—, te lo he dicho en calidad de gerente, no como la cuñada de Brenda de Larsson, te agradeceré que no lo digas.

   Rebeka vio la espalda de Diego y no lo pensó antes de decir.

   —¿Es por mí? —escuchó como él resoplaba y odió que con él siempre fuera una tonta, Diego volteó y la miró con una sonrisa irónica y Rebeka soportó el escrutinio de su mirada—. Tienes años siendo el gerente del Warriors Milán y en mi segundo día como gerente del hotel te retiras —acotó ella con seguridad—, soy una mujer, Diego y no una adolescente estúpida, podemos trabajar sin que te sientas incomodo por mí, no afectaré tu trabajo, no estoy en Milán por ti.

   —No es por ti, princesita, el mundo no gira a tu alrededor.

   —Diego seré muy clara, cuando te conocí hace años fui, bueno…, muy intensa —dijo Rebeka roja como un tomate y Diego no pudo evitar sonreír de gusto, ella era una hermosura con clase y categoría y reconocía que él le había gustado, quizás aún le gustaba, a él, ella le causaba ahora más morbo que antes—. No debes preocuparte, eso quedó atrás con mis hormonas adolescentes —finalizó Rebeka con la frente en alto.

   —No me mientas, acaso, me dirás que no pensaste que tú y yo podíamos darnos el gusto que nos quedamos debiendo cuando eras una adolescente llena de hormonas alborotadas.

    Rebeka se echó a reír con sarcasmo.

   —¿Crees que en todos estos años solo he estado esperándote y ahora vengo por ti? —Rebeka cruzó los brazos—, dime Diego ¿quién se cree el ombligo del mundo?

   Rebeka tuvo la satisfacción de verlo tensar su mandíbula perdiendo así su sonrisa.

   —Lamentablemente no podías esperar por mí —Diego se acercó a ella dando la vuelta al escritorio hasta quedar junto a ella, puso cada mano en cada apoyabrazos de la silla de Rebeka y acercó su rostro al de ella—. Que lástima que yo no debía ser el primero en tu vida, si te dijera las veces que te he tenido en mi desvergonzada imaginación, princesita, no sentirías que dejo el trabajo por ti, por el contrario, parece que que contigo siempre debo quedarme con las ganas, porque ahora tienes novio y yo debo irme —Diego acercó su rostro y habló junto a su boca y Rebeka se pegó al espaldar de su asiento con los ojos muy abiertos—. Si quieres tenemos algo y te hago todo lo que te he hecho en mi imaginación y que estoy seguro no te ha hecho tu noviecito, o no estarías tan nerviosa como estás ahora.

   Rebeka le dio una cachetada, lo empujó y se levantó de su silla. Él se apartó y sonrió de lado.

   —¿Crees que estás hablando con una cualquiera?, a mí me respetas, la próxima vez que me faltes al respeto te daré con el puño cerrado.

   —Me retas, la princesita versus Loky, bueno, el alumno puede superar al maestro, pero tengo años que no te entreno —Diego recordó como sufría cuando debía mantenerse profesional entrenando en el ring a Rebeka de adolescente, coqueta y prohibida, ahora era fría y quizás no tan prohibida, al menos no era menor de edad y en cuanto a su novio, eso nunca le había importado, él no era celoso.

   —Me enseñó a pelear Brenda que es mejor que tú —dijo Rebeka con altivez.

   —Eso es discutible —dijo Diego riendo y recordó a Rebeka preciosa y sudada en el ring, la quería tener así de nuevo—, ven al gym, Rebeka, a ver que tanto te enseñó Brenda.

   Rebeka se echó a reír, lo peor que puedes hacer contra un narcisista es dar importancia a sus impertinencias, así que ignoró sus puyas.

   —Hagamos algo, nos veremos en el ring, si soy capaz de darte un golpe en la cara discutes tu renuncia con Brenda, expresando que si te vas no es porque no quieres trabajar conmigo.

   —Y si no puedes darme un golpe aceptarás al gerente que recomiende y se lo presentarás a Brenda cuando yo me haya ido.

   —Está bien, cuando tenga un tiempo disponible nos vemos en el ring —dijo Rebeka muy segura de sí misma.

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