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Capítulo 8 ¿La despedida?

  —¡Bruja!... —gritó Victoria tocando la puerta.

    Rebeka se levantó como impulsada por un resorte y abrió, Victoria entró a la habitación.

   —Bruja es mi mamá —dijo señalando su teléfono celular sonando con la cara de la madre de Victoria, puedes decirle que estoy dormida, hablar con ella me da ansiedad.

   —Sí claro —Rebeka tomó el teléfono y caminó al pasillo, Victoria vio a Diego y se impresionó, enrojeció y se echó a reír.

   —¡Ups!..., perdón —en eso Rebeka regresó—, bruji, perdoname que los interrumpí, sigan en lo suyo, buenas noches.

   —Es que Diego tenía una herida y yo…

   Victoria la miró mordiendo sus labios.

   —No soy tu madre, Rebeka, el hombre es un sexi bombón y le has tenido ganas un montón, solo gozalo.

   Diego se echó a reír y Rebeka parecía un camaleón cambiando de colores.

   —Tu madre dice que la llames mañana, ahora vamos a tu habitación, Diego descansa aquí, yo me quedo con Victoria.

   —Perdón —dijo Victoria susurrando con ambas manos en plegaria a Diego.

   —¿Por qué no te quedas?, no solo tú me has deseado, yo también a ti —objetó Diego lanzando el reto.

   —Porque tú te irás.

   —Te me salvaste princesita —dijo Diego a la habitación vacía. 

   

  Victoria fue mejorando, ahora iba a reuniones de narcóticos anónimos con Diego, Rebeka había aceptado cenar con Luciano dos veces, tendría un evento para el próximo viernes, le pidió a Rebeka varias suites en pisos consecutivos y que gozaran de discresión en el hotel para diferentes empresarios, Rebeka lo ayudó de inmediato, contenta de ayuarlo. Luciano sabía que había metido la pata y era respetuoso y un perfecto caballero, Rebeka ya quería de una vez olvidar a Diego, así que cuando Luciano la invitó al evento como su pareja y a pasar el fin de semana con él, ella aceptó. Pronto llegó el dia del evento. La secretaria de Rebeka le informó que Diego y Roxana querían verla.

   —Rebeka, como acordamos, hoy es mi último día, te agradezco informes a Brenda el lunes que es cuando oficialmente Roxana tomará mi lugar.

 —¿Te quedas hasta el domingo? —le preguntó Rebeka a Diego.

 —No…, me voy hoy.

 —Hoy es la pelea —dijo Roxana con rabia.

 —Así es, nos despedimos aquí.

 —Qué otro remedio me queda, no tengo dinero para pagar una entrada para ver las peleas —dijo Roxana y Diego la miró con desaprobación, claramente no la quería en la pelea, a Rebeka le parecía obvio que Roxana era amante de Diego y no quería estar en medio de los dos justo ahora.

 —Roxana, confío en la capacidad de Diego y de seguro te enseñó bien, así que te apoyaré con mi cuñada Brenda para que te mantengas como gerente del Warriors.

  —Muchas gracias señorita Larsson, susurró Roxana —miró a Diego con cariño—, pondré todo de mi parte.

  —Ahora si nos perdonas Roxana, me gustaría conversar con Diego a solas.

  Roxana suspiró y se marchó, furiosa por dejar a Diego con Rebeka, pero sin atreverse a decir nada, en cuanto cerró la puerta, Rebeka se levantó y le dio la vuelta a su escritorio, Diego se levantó y ambos se mantuvieron mirándose uno al otro.

  —Diego, gracias por todo —Rebeka le dio un abrazo—, gracias por apoyarme, por estar para mí y para Vicky —Rebeka lo soltó—, te deseo que encuentres lo que buscas.

  —Princesita, me gustó volverte a ver, espero que la vida te siga tratando bien.

  Rebeka se echó a reír y Diego sonrió, la vio tan linda, su sueño imposible, no la volvería a ver, «al diablo» Diego tomó a Rebeka por la cintura y la pegó a él, Rebeka se iba a quejar, pero ya Diego la estaba besando, su boca demandante tomó la de ella, sus labios eran suaves al tomar los de ella, besar a Diego era como bailar, él sabía llevar el justo ritmo.

  —Tú eres la tentación que no pude probar realmente, Rebeka.

    —Diego, yo…

  —No, princesita, no digas nada —Diego puso sus manos en ambas mejillas y regresó a sus labios, dándole el beso que fue interrumpido,  «no lo volveré a ver», pensó Rebeka al abrazarlo, subiendo los brazos y posando las manos en su fuerte espalda, entregándose al deseo que Diego le produce, entonces él ahora sí que la besó en serio, con pasión y movió sus manos en su cintura y ella se levantó para poder abrazarlo mejor, ella suspiró de manera tan sexi que Diego solo quizo desnudarla, pero entonces recordó que no debe y se separó de ella.

   Diego iba a marcharse, pero frenó sus propios pasos mientras se cuestionó a sí mismo que estaba haciendo, pues él no es un caballero, pensaba que ellos podrían disfrutar un poco, y en este momento siente el aroma de Rebeka y el sabor de sus labios no quiso dejar pasar esta única oportunidad

—Sabes que princesita, nos vamos a cuestionar luego haber hecho esto— ella se quedó pasmada cuando sintió como la boca de Diego colisionó con la suya, sus lenguas siguiendo un ritmo salvaje, no había nada de romántico en ese beso, pero la hacía perderse y jadear sobre sus labios en busca de un aire que sus pulmones no necesitaban.

Las manos de Diego la recorrieron y apretó sus glúteos, pegando su cuerpo con fuerza al de él, Rebeka sabía que debía  detenerlo, pero ya era incapaz. Ese hombre era el único que podía hacer tal cosa y lograrlo.

—Lo siento princesita, pero el deseo por ti no me deja detenerme— Diego iba quitando lentamente cada botón de la camisa de Rebeka, con tanta calma que a ella le parecía alucinante—, sé que mereces algo mejor, pero esto es lo que soy, un hombre oscuro y dañado que no te merece, sin embargo, no soy capaz de limitarme a únicamente admirarte—, ella temblaba no sabía cuál era el plan de Diego—. Adoro tu fragancia, me acompaña cada noche y se ha quedado grabado en mi memoria— susurró él besando su cuello, dándole besos pausados y sintiendo como ella se estremecía, luego besó sus pechos alrededor del sostén de encaje y Rebeka echó la cabeza hacia atrás, exponiendo el nacimiento de sus pechos redondos que Diego quería lamer y morder. 

Pero pasó de ellos surcando su abdomen y se detuvo sobre su ombligo, adorándola con detenimiento, estaba inclinado así que le bajó el cierre posterior de la falda la cargó por la cadera y la sentó en el escritorio y él se sentó en el lugar de ella. 

—Diego yo no…. — él no la dejó terminar cuando haló la falda, ella ni había notado el momento en que él como un mago había aflojado la prenda para que cediera con facilidad, con los dientes dejó una suave mordida en el interior de su muslo izquierdo. 

—No te preocupes princesa, no es el lugar ni el momento, — aclaró mientras dejaba caer la falda de tubo, dejando sus piernas al descubierto. 

Él detuvo su ágil boca cuando llegó a su intimidad cubierta por una fina tela que estaba húmeda, y sonrió satisfecho, de modo que por encima dejó un beso y absorbió ese rico aroma de la excitación antes de subir rozando su piel con los dedos, tomando los lazos laterales de la diminuta tanga y la sacó despacio. 

Luego repaso su sexo con la mirada, notando lo delicada que se ve, delicada y depilada, la boca se le hizo agua, abrió sus labios a esa suave carne, la cual chupó y lamió recorriendo toda la hendidura. Mientras Rebeka no hacía más que apretar con las manos los bordes del escritorio, mordiéndose el labio con tanta fuerza que creyó que sangraría y él no paraba hasta que sintió cómo ella empezó a jadear. 

Tanteó con un dedo su entrada, y la sensación que a él le invadió, le hizo doler su palpitante erección, con un infernal deseo de reemplazar sus dedos, por su hombría. La hizo soltar varias lágrimas de puro placer, uno que la arrastró haciendo que se perdiera mientras Diego recibía ese elixir de su feminidad. 

—Diego, no te vayas, es cierto, quería verte de nuevo porque nunca te olvidé, yo te am…. — el cerebro de Rebeka hizo clic y detuvo sus propias palabras que salían entre gemidos y aun con el cuerpo tembloroso y los ojos llenos de lágrimas, Diego se incorporó, volvió a tomar su boca y la hizo sentir su propio sabor, y luego sin apartar la mirada lamió de manera sensual sus dedos llenos de fluidos. 

—Estos fue por mí, y solo para mí —toco los pechos de Rebeka sobre el sostén—las haré añorar  mi lengua, sentirán tanto celos de tu entrepierna como mi hombría ahora siente por mis dedos— volvió a darle un beso, pero esta vez en la frente y cuando se apartó, Rebeka quiso hablar, pero él no la dejó—. No, princesita, sobran las palabras, fue nuestra despedida —Diego mordió su propio labio con esa sonrisa pícara tan de él y le hizo un guiño—, asegurate de que el florista dé todo por ti. Adiós princesita.

   Rebeka tuvo que pestañear par de veces para reaccionar y darse cuenta de lo que ha pasado, se miró a sí misma viendo su camisa abierta, su falda en el piso, aún sus piernas abiertas y la pose de oficinista erótica, más con los zapatos de tacón que Diego no le quitó. 

—Nada más me faltan los lentes — bromeó de sí misma y sus mejillas sonrojadas se calentaron más. 

Se bajó del escritorio y empezó a buscar con la mirada su ropa interior la cual no encontró por más que busco. 

—Ah Diego, te llevaste mi tanga…

   Diego esperaba en el camerino de peleadores, estaba nervioso pero no por la pelea, esperaba que el detective Alonzo Costa cumpliera el plan acordado, él no tenía comunicación en este momento con él, no había donde ocultar un comunicador, solo llevaba el short negro de licra, ni siquiera zapatos, solo el batín de seda dorada con forro verde que llevaría por el pasillo. El plan consistía de esta manera: Halcón había dicho que asistirá al evento acompañado de nuevos inversionistas y asociados, esto quería decir, mafiosos y millonarios que querían de su amplia gama de servicios, drogas, mujeres y armas, la redada sería brutal y la policía conseguiría el arresto más grande desde hacía mucho, todo gracias a Diego que con el equipo que espiaba a Halcón sabían de todas las operaciones para la noche. Aquello sería una emboscada, al finalizar la pelea de Diego, con la algarabía del público cobrando las apuestas era el mejor momento para sorprender y meter a la cárcel a todo el círculo de Halcón.

  —Con ustedes el peleador de la noche, invicto en Estados Unidos, ahora para el deleite en el casino Fortuna, el dios del engaño, Loky…

   Un reflector iluminó a Diego dejándolo encandilado mientras caminó por el pasillo, el público gritaba emocionado, Diego entró a la jaula y quedó parcialmente oscuro porque de nuevo las luces de colores parpadeantes hacía ver la jaula psicodélica, anunciaron al retador, al que por supuesto Diego no conocía, ambos se saludaron y todo se iluminó, Diego dio un vistazo hacia la primera fila buscando a Halcón, allí estaba, Diego sintió subir un frío por su espina dorsal, al lado de Halcón, estaba Rebeka.

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