Diego corrió y la enorme puerta del galpón estaba abierta y a Luciano lo estaban montando en un automóvil, no habían menos de cien hombres y habían matado a los más de treinta que cubrían el lugar, Diego disparó, pero fue inutil, el auto era blindado, fue por Massimo y Michael, este último se levantó. —Estoy bien… —¿Estás seguro? —preguntó Diego y Michael se quitó la camisa, llevaba chaleco antibalas, Diego se arrodilló junto a Massimo. —Papá… —dijo sin pensarlo— ¿tienes chaleco?, dime que tienes chaleco, por favor, el miedo fue terrible cuando a pesar de sentir el chaleco había sangre. —Duele, no recordaba que doliera tanto —Diego rompió la camisa y justo debajo del chaleco había un agujero de bala. —Debo sacarlos de aquí, Michael ayudame… Entre los dos iban a cargar a Massimo, pero este no dejó y solo pidió que lo ayudaran a ponerse de pie, Diego notó que Michael también sangraba en el muslo. —Tienes un balazo en la pierna —dijo Diego—, maldito Luciano, ¿qué f
—¿No te importa que prefiera a Rebeka? —Dice Guadalupe para distraer a Rossana —Callate mocosa, seguro te acercaste a esta para sacarle dinero y ahora pasarás un infierno por lame botas. Rossana se acercó para agarrar a Rebeka y ella le dio un golpe directo a la garganta, Rossana no lo esperaba y Rebeka aprovechó para hacerle una llave que le inmovilizó los brazos y arremetió con ella contra la pared, pegando la cabeza al duro material iba hacerlo de nuevo pero Rossana se zafó, lanzó una patada y Rebeka echó atrás para defender su vientre, ese era el objetivo de Rossana y la embistió y la hizo caer con ella encima, Rebeka le metió los dedos en los ojos y la hizo retirarse lo suficiente para darle un golpe y entró Luciano. —Pero es que siempre debes dar pelea, amore mio —Luciano chasqueó la lengua y estuvo entre ambas mujeres y le dio una bofetada a Rebeka y quitó a Rossana—. Suficiente, ni estando esposada y embarazada puedes someterla. —Imbécil, se había soltado. —Buen
Rebeka tomó aire y se sumergió de nuevo, lo vio yendo hacia el fondo del mar lo tomó del brazo y lo haló hacía arriba, emergió de nuevo y lo abrazó para sacarlo. —Diego, no me hagas esto, no se te ocurra hacerme esto ¡Ayuda!, ¡auxilio! —gritó y Guadalupe reaccionó y también gritó, la lancha apareció y las ayudaron a subir, allí Rebeka acostó a Diego y comenzó la resucitación. —Guadalupe busca mantas, el agua está muy fría… Guadalupe no perdió tiempo y fue dentro del pequeño camarote donde los muchachos de seguridad la atendieron. —Vamos Diego, no me hagas esto, respira, vamos, regresa, mi amor, no se te ocurra dejarme —Rebeka insuflaba aire en sus pulmones y empezó a llorar al ver que Diego no reacciona, hasta que su alma regresó al cuerpo en cuanto Diego empezó a toser y botar el agua que tragó. —Gracias Dios mío —dijo Rebeka y lo abrazó—, no vuelvas a hacerme esto Diego, vivirás cien años recuerdas —Diego no paraba de toser y Michael llegó y detrás de él los Larsso
8 meses después.“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Repitieron todos los integrantes de la sala de reunión de narcóticos anónimos, estaban en Milán y Diego fue con su padrino Fabricio, el día de hoy recibían a varios nuevos, razón por la cual la reunión la hicieron un poco más formal con un púlpito y era el turno de Diego. Buenas noches, mi nombre es Diego y soy adicto —los presentes lo saludaron—. Señores no les diré que la sobriedad es fácil, pero todos aquí hemos tenido una vida dificil, el solo hecho de luchar contra esta terrible enfermedad ya es una tragedia, pero es cierto, sí podemos superarla un día a la vez, un minuto a la vez, un segundo a la vez, en mi caso me hice adicto siendo un niño y me repetía que no era mi culpa, y pues quizas no lo era, pero recaí siendo adulto, tratando de soportar la tentación comencé a jugar en casinos y resulta q
«Aire, no puedo respirar» ese fue el primer pensamiento de Victoria al ser del todo consciente de lo que pasaba, pero aunque otras veces ha sentido estar en un viaje extraordinario y no siempre bonito al drogarse, esta vez era cierto. Estaba dentro de un auto; bajo el mar. Victoria abrió la puerta, a duras penas empujando con todas sus fuerzas, al salir de la trampa de metal que se convirtió el automóvil. Victoria alcanzó la superficie en busca del anhelado oxígeno. El mar estaba frío, los pulmones le ardían y su garganta quemaba de tanto toser por el efecto de la sal y siente que alguien la hala con apremio, nadaron a tierra firme, el hombre era un rubio desconocido que la zarandeaba sin piedad y es primera vez que lo ve en su vida. Victoria trastabillaba en la arena, tenía una sandalia con un tacón de aguja con el que era imposible caminar, o mucho menos correr, el otro pie descalzo, el sonido de otros autos se escuchó en la carretera sobre ellos, pero Victoria no puede gritar, el
New York. —Diego por favor reconsidera, hermano —suplicó en español Michael mientras Diego iba a paso decidido a la jaula de lucha. —Que me maten, Mickey, el mundo no se perderá de mucho, solo de verme pelear de nuevo —dijo resignado y miró a su pupilo quién no estaba conforme, pero no le llevaría la contraria, para Diego él siempre sería un niño, el pequeño Mickey. Diego entró a la jaula y alzó las manos mirando a su público, se permitió disfrutar de esto, quizás fuera la última vez que lo tendría, si debía irse de este mundo lo haría feliz, haciendo lo que le gusta y en lo único que era realmente bueno. Pelear; él era profesional de artes marciales mixtas, y las peleas callejeras eran iguales en casi el cien por ciento y por eso se le daba tan bien, aquí dentro de la jaula pocas eran las reglas a respetar, puños, patadas y llaves eran permitidas, el error era creer que un luchador de peleas callejera tiene la técnica de enfrentarse a un atleta de artes marciales mixtas, por
“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia”. Reinhold Niebuhr (1951) 9 meses después Milán. Diego como gerente del Gym Warriors del hotel Larsson Milán tenía años, ganaba muy bien, tenía un departamento en una buena zona, incluso había participado en torneos que le dejan buen dinero, lo que nunca imaginó es que sería víctima de sus antiguos demonios, pensó que un trago de vez en cuando no era nada, en cuanto la tentación por otras sustancias se hizo más fuerte, comenzó a apostar en casinos para distraerse, pronto también se hizo una necesidad y ambas hicieron de su vida un desastre que terminó con él siendo explotado en New York. Su única amiga en el mundo, también era su jefa y dejó todos sus compromisos por ir a buscarlo, le devolvió su empleo y aquí estaba de nuevo en Milán, tratando de vivir un día a la vez. El teléfono celular suena dentro de su bolsillo y D
Diego era bueno ocultando sus emociones, en realidad se sentía cansado y triste, eso era una mala combinación para él, era de noche, pero aun no tan tarde, pensó en llamar a alguna amiga, pero desestimo la idea, aunque quizas el sexo sin compromiso, lo apartaría así sea por unas horas la soledad y vacío interno, aun dudoso miraba su celular mientras caminaba a unas calles de su departamento y dos hombres lo interceptaron, dos más venían detrás de él, Diego no tuvo escapatoria, se preparó para pelear, pero no era un asalto, eran profesionales, un auto sedan de lujo paró junto a él en la calle, un hombre bajó la ventanilla. —Dejaste algunas cosas pendientes en Estados Unidos, Loky… —el hombre chasqueó la lengua—, tranquilo, solo deseo hablar contigo, tengo interés en ti. —No me gustan los hombres —respondió Diego burlón, sabía que aquí podrían matarlo sin problema, sería noticia de como un triste extrangero fue asesinado en la vía pública, eso si no lo lanzaban al lago de Como y