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Capítulo 7 Enfrentar sentimientos

 

   Rebeka le dio acceso y abrió la puerta de su departamento, se sentía aliviada de que Diego la acompañara, él entró con bolsas y un contenedor con tres vasos, fue directo a la barra y le dio un vaso.

   —Es café, seguro no has preparado —Rebeka negó con la cabeza muy seria sin pronunciar palabra y Diego la vio triste, quizás fue brusco, pero nunca había tratado con consentidas millonarias—; también traje desayuno, y unos dulces buenísimos, los carbohidratos ayudarán a Victoria, aunque es modelo y seguro no come carbohidratos.

   A Rebeka se le aguaron los ojos y miró a otra parte limpiando con cuidado el borde de sus ojos.

   —A ella le encantan los dulces, muchas gracias por venir, eres muy considerado y yo no sé qué hacer, nunca la había visto así.

   Un sollozo trancó la voz de Rebeka y lloró con hipidos, al tratar de no llorar solo consiguió privarse del llanto. 

   —Hey, cálmate, ¿tan malo fue? —Rebeka no podía contestar, sentía un nudo en la garganta y trataba de evitar llorar, pero las lágrimas salían como una llave mal cerrada.

   —No fue tan malo, pero ella sufre y apenas acaba de quedarse dormida —Rebeka seguía llorando y pasaba la manga de su suéter por los ojos, que ahora se veían rojos y cansados.

  —¿Pudiste dormir? —preguntó él calmado.

   —No he dormido.

   —Pues desde la noche del viernes que tuviste que dormir unas horas en una fría banca de estación, no has dormido, es lógico que te sientas agotada.

   —No sé cómo ayudarla, esto es muy fuerte para mí.

   Diego le puso el cabello detrás de las orejas y levantó su rostro.

   —Claro que puedes con todo Rebeka, eres más fuerte de lo que crees, yo te vi enfrentarte con una mujer con experiencia pugilística, no te amilanas, fuiste por ella y le diste una paliza —Rebeka rió un poco—, esa es la chica que conozco, a la que nadie puede decirle no…

   —Sabemos que eso no es cierto.

   El teléfono celular de Rebeka sonó en sus manos, Rebeka dio un respingo y dio un paso atrás, el identificador de pantalla indicaba Luciano De Luca.

   Rebeka fue a la terraza a contestar la llamada.

   —Aló…

   —Rebeka, mio amore, sé que no te he dado el tiempo que quisiera, pero no es porque no quiera.

   —Entiendo, es tu trabajo.

   —Lo hago por nosotros, es mi oportunidad de demostrarle a mi padre mi valía, pero ahora te puedo ir a buscar.

   —Hoy soy yo la que no puedo, ni esta semana.

   —Rebeka, deseas castigarme.

   —No se trata de eso, Victoria está enferma y la estoy cuidando y tengo mucho trabajo en el hotel.

   —Rebeka, dame la oportunidad, yo puedo darte espacio, pero no termines conmigo.

   Rebeka mordió su labio inferior, la verdad, no quería a Luciano cerca de Victoria, pero él no había hecho nada malo, trabajar duro para un futuro donde la incluía a ella, no como Diego que solo quería follar y ya tenía día de partida.

   —Me precipité, tú estás ocupado y ahora yo también, pero si haces planes conmigo, debes estar seguro que puedes estar conmigo, Luciano.

   —Te lo prometo, no volveré a fallarte, te daré espacio y tiempo para tu amiga y tu trabajo, mientras yo también hago tiempo para nosotros, pero no olvides que te amo.

   Rebeka regresó a la cocina y Diego había servido en dos platos los sandwich que trajo que olían muy bien. Ella sonrió y se sentó en el taburete junto a Diego, tenía mucha hambre y de una vez tomó el de ella, Diego estaba masticando su primer bocado y dio un trago a su café.

   —Mmhm…, pensé que habías terminado con el florista —dijo Diego sin dejar de comer.    

   Rebeka no respondió nada, miró a Diego de reojo, ocultaba sus brazos debajo de un sueter, pero eran visibles sus tatuajes en el dorso de las manos, comía de su pan a grandes mordiscos, era un hombre sencillo, ella sonrió, él siempre le parecería un hombre sexi, pero no era de los que se entregaban, sin embargo, en este momento prefería estar con él y no con Luciano que era tan formal, educado y correcto, sonrió porque ellos se parecían un poco, aunque fueran tan distintos, ambos con cabello oscuro y sonrisa pícara, mordió su sándwich derramando salsa y Diego le dio una servilleta de papel y siguió comiendo sin prestarle atención.

   En cuanto Victoria despertó empezó de nuevo la lucha con ella, pero en cuanto Diego tuvo confianza con Victoria, Rebeka pudo dormir, se despertó de golpe, era de madrugada, ella fue con Victoria que de nuevo tenía insomnio y Diego durmió en el sofá unas horas.

   —Quién lo diría bruja, después de tanto tiempo tienes a tu crush en tu casa y yo te lo hice posible ¡yey!... —dijo Victoria en tono lastimero y burla hacía su propia situación.

   —Él no está aquí por mí, bruja, te ayuda porque es su compromiso con el programa de narcóticos anónimos.

   —Sí, lo sé, me habló del programa, lo voy hacer, no quiero morir, ni tampoco pasar por esto de nuevo —Rebeka la abrazó, complacida y muy agradecida con Diego—, aún te gusta ¿cierto? —le preguntó Victoria mostrando una sonrisita.

   —No…, cómo crees, estoy enamorada de Luciano, Diego es solo un amigo.

   —Aja…, ¿entonces no te importa que salga con él?

   Rebeka se sintió molesta con su amiga, no le gustó, pero ocultó su mirada de Victoria y después de un rato pudo decir:

   —Supongo que no debería importarme.

   —Pero te importa —Victoria sonrió—, tranquila, tú y yo jamás hemos tenido los mismos gustos. Solo quería distraerme en otra cosa, así que quise que te enfrentaras a tus sentimientos.

   Al día siguiente en la mañana, Rebeka se sorprendió al ver llegar a Michael; el amigo de Diego, quien había venido para cuidar a Victoria ya que tanto Diego como Rebeka tenían que trabajar, Rebeka regresó después del almuerzo a relevar a Michael y él feliz devoró la comida del mejor restaurante del hotel que le llevó Rebeka. Diego llegó después de la cena, a eso de las 10.00 Pm. 

   —Te guardé comida —le dijo Rebeka en cuanto Diego llegó y se sentó en el sofá y cerró los ojos, había tenido un día duro, metió aparatos de audio y video que le dio el detective Alonzo, escondidos en la oficina de Halcón y por poco lo descubren, tuvo que escapar por una ducteria en el techo, menos mal acostumbra siempre lleva una navaja multiusos, dejó el extractor por donde salió solo puesto por si acaso, rodó y cayó en el estacionamiento, ahora tenía la espalda golpeada y con una cortada que se hizo con un filo, estaba cansado y adolorido, no respondió, Rebeka hizo silencio y regresó con Victoria.

   A medianoche Rebeka despertó de golpe con el sonido de la televisión encendida, Victoria estaba dormida, ella salió con cuidado y regresó a la sala, Diego seguía dormido, pero muy incomodo, estaba sentado, le dolería el cuello y la espalda, Rebeka no soportó y con cuidado se acercó a él, tomó sus piernas y las levantó un poco para acomodarlo y que se acostara y Diego despertó dando un quejido y con el puño cerrado para golpear a quien le había hecho daño.

   —Soy yo… —dijo Rebeka poniendo ambas manos en alto cubriendo su rostro—. Es que te vi incómodo.

   —Rebeka, perdón, me quedé dormido, es que me duele la espalda.

   —No te preocupes, Victoria está dormida, seguro te duele la espalda por dormir en ese sofá incómodo, ve a dormir a mi cama.

   —Princesita, en tu cama no dormiré, pero te acepto la invitación.

   —Atrevido, yo dormiré con Victoria.

   Diego arrugó la nariz y Rebeka se echó a reír.

   —¿Tienes hambre? —preguntó Rebeka incomoda.

   —Mucha —Diego la miraba con deseo de comérsela a ella.

   Rebeka se movió muy rápido a la cocina y metió la comida de Diego en el microondas, Diego se sentó en el taburete, Rebeka le puso el plato al frente y una botella de agua mineral embotellada, tomó una ella y bebió, él la miró y sonrió por la atención de Rebeka, seguro que es lo más doméstico que ha hecho en su vida.

   —Gracias cariño, me acostumbraré a que me atiendas al llegar del trabajo.

   —No podrás, te vas a ir ¿recuerdas? —Rebeka quiso decirlo bromeando, pero se escuchó triste, para que negarlo, le entristecía que él se fuera, creía que lo había olvidado, pero si él le dijera que se quedaba.

   —Ven acá —la llamó Diego y Rebeka lo miró desconfiada—, no me veas así, solo quiero que veas mi espalda, Diego se quitó la camisa y a Rebeka se saltó un latido, ella se acercó a su espalda y se impresionó con la cortada que tenía.

   —Diego, ¿cómo te hiciste eso?

  —Larga historia, me duele un infierno, no puedo verla bien, podrías ayudarme y ponerme una gasa después de bañarme.

   —Hay que limpiarla también, tiene sangre seca.

   —Puedes limpiarme la espalda si entras conmigo a la ducha.

   —No me tentaras, come y bañate, iré a buscar el botiquín de primeros auxilios —, Diego fue a la habitación de Rebeka, ya bañado y con un pantalón de algodón, ella veía televisión, él se sentó en su cama mientras ella trajo el botiquín, fue meticulosa limpiando la herida y le puso unos puntos de adhesivo, luego puso una gasa y la fijó en su espalda—. No tienes tatuajes en tu espalda —dijo Rebeka.

   —Hasta ahora, en cualquier momento me haré algunos.

   —Me gustan, pero le temo a las agujas y el sonido de la máquina de tatuajes me da escalofríos —Diego no respondió nada y ella tomó todo para guardarlo—, ¿puedes tomar ibuprofeno para el dolor? —Diego afirmó en silencio y ella fue por otra botella de agua y las pastilla.

   —Gracias princesita, hoy no te ayudé en nada, has sido tú la que me ha atendido.

   —Quizás así concideras no irte.

   —Ojalá pudiera quedarme —Rebeka estiró su mano con dos comprimidos y él tomó su mano y la atrajo a él, tomó las pastillas sin agua y la abrazó, recostando su cabeza en el abdomen plano de Rebeka.

   Ella puso sus manos en su cabeza y él miró hacia arriba mientras ella miraba hacia abajo, él la apretó y la atrajo hacia él, Rebeka se acercó y lo besó, Diego no perdió tiempo y la atrajo a la cama. Se pusieron de lado para que Diego no se acostara encima de la herida y él metió la mano por debajo de la blusa de ella y palpó sus pechos, ella levantó una pierna y la puso en su cadera para estar más cómoda y sentir la dureza de su hombría, Diego se puso encima de ella y subió su blusa y metió su cara entre sus pechos mientras con la otra mano acariciaba su feminidad.

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