La voz apremiante de su loba Lúa resonando en su cabeza, envuelta en un tono de urgencia y determinación aterran aún más a Gil. Sin opción alguna, siente cómo la hija de la luna comienza a tomar el control, arrebatándole su ser y convirtiéndose en el Arconte Mayor.La agonía se apodera de Gil mientras es testigo impotente de la transformación que ocurre dentro de ella. Su cuerpo se retuerce y sus músculos se tensan, sometidos a la voluntad de la hija de la diosa que ahora domina su existencia. Una mezcla de dolor y miedo la consume, sintiendo cómo su propia identidad se desvanece frente a la poderosa entidad que la reclama.La risa malévola e inquietante resuena en su mente, la voz de la hija de la luna que se regocija en su victoria.
Las revelaciones de Aren causan un silencio tenso entre los presentes. El peligro que representa la intervención de Lúa y su posible alianza con fuerzas oscuras se hace evidente. Los Desuellamentes y los Drider son enemigos ancestrales, cuya maldad y sed de poder amenazan la estabilidad y la paz. La situación se vuelve más complicada y urgente. Deben sacar y devolver a Lúa a su lugar legítimo antes de que cause daños mayores. Todos comprenden que deben encontrar una manera de hacer que ella salga de dentro de la loba Lúa de Gil, antes de que se desate un desastre inimaginable—También lo creo, Serafín. Mientras estábamos en el salón, pude percatarme de que ella se estaba conectando con la bruja de la manada, Nanutet —comenta Aren, con un tono preocupado.—Tenemos que convocar a la madre Luna para que nos ayude —concuerda Serafín—. Pero, mi Alfa, hay algo más importante que debes hacer primero.—¿A qué te refieres, Serafín? —pregunta Aren, confundido.—Aunque hayas marcado a tu Luna
Gil caminaba al lado de Oto, quien se empeñaba en mostrarle la manada y mantenerla ocupada para evitar sus constantes muestras de cariño. Enril, estaba ocupado con el consejo de la manada, convocado para discutir el incidente provocado por la manada Nanutet, que atacó a otras manadas en busca de la supuesta Luna del Alfa, la cual resultó ser falsa. Gil intentaba disimular su desilusión, ya que deseaba pasar tiempo con el humano Aren, a quien no lograba hacer aparecer a pesar de sus llamados. Cada vez que intentaba que tomara el control del lobo y se convirtiera en Aren, Oto cerraba los ojos y no lo dejaba. Frustrada, decidió preguntarle.—Oto, ¿por qué no vas a ayudar a tu hermano con eso del consejo? Parecía que era importante.—¿Qué harás mientras tanto? —averiguó Oto.—Me sentaré junto a Leía y esperaré por ti —respondió Gil.—Está bien vamos, pero recuerda que no puedes mirarme ni sonreírme. Será mejor que le des el control a Lúa.—¿A mi loba? ¿Por qué? —preguntó Gil.—Porque ell
Habían avanzado hasta la entrada del imponente salón del trono que era donde se celebraban todas las importantes reuniones. Oto se disponía explicarle a Lúa como debía comportarse, pero ante de que lo hiciera, Jan se adelantó.—Sí, señora, pero no creo que la dejen pasar —intervino Jan en lugar de Oto, cuyos ojos volvieron a teñirse de rojo—. Será mejor que espere aquí.—Solo vengo a ver a Leía —explicó Gil, con una pizca de esperanza en su voz—. Me dijo que me mostraría la manada cuando terminara con sus tareas.—Puedo hacerlo yo si me lo permite —ofreció Jan, deseando ayudarla.—Jan, te agradezco mucho tu amabilidad, pero sabes que eso no es posible —respondió Gil, con una sonrisa amigable—. Creo que mi esposo se pondría celoso si me ve contigo. Eres muy apuesto y no quiero causar problemas.Con esas palabras, Gil se despidió de Jan con cordialidad y se dirigió hacia el lugar donde se encontraba Le emocionaba ante la oportunidad de aprender más sobre la manada y fortalecer su víncu
Leía termina de organizar todo y de colocar los papeles de Enril en su lugar. Toma la mano de Gil, quien la ha estado ayudando, cuando son interceptadas por el Antiguo Mayor.—¿Puedes presentarme a tu amiga, Leía? —pregunta el Antiguo Mayor.—Sí, por supuesto, señor. Ella es Gil, la amiga de Enril, el beta, quien se ha refugiado en nuestra manada después de que la suya fuera destruida. Gil, él es el Antiguo Mayor de la manada Honoré y también es el padre de Jan.El Antiguo Mayor se adelantó y ofreció su mano a Gil. Sin embargo, ella siente algo extraño en él y decide no tomarla. En cambio, se arrodilla y se inclina hasta el suelo.—Es un honor para esta humilde loba conocer a un Antiguo Mayor. Mi nombre es Gil y estoy aquí con mi esposo Luc, mis padres Arce y Neri. Agradezco profundamente el honor que me otorga. Leía interviene rápidamente al ver la reacción de Gil.—¿Qué estás haciendo, Gil? No se saluda así aquí —le dice Leía, tratando de que se levante.—Sí, señora. Levántese y déj
Gil mira fijamente a los ojos de Aren, su corazón golpeando en su pecho con fuerza. El dolor de la posible traición y la angustia por el temor de perderlo todo se mezclan en su interior, desatando una tormenta de emociones que amenazan con aplastarla. Por un momento, se siente como si estuviera perdiendo el control de sí misma.—¡No puedo soportarlo! —exclama con la voz entrecortada, luchando por mantener la compostura mientras las lágrimas amenazan con brotar de sus ojos—. Es mi Arconte, mi compañero, mi lobo. No quiero que nadie más se acerque a él. ¡No quiero!Sus manos se cierran en puños, las uñas hundiéndose en sus palmas mientras lucha por contener la tormenta emocional que la embarga. Aunque sabe que su reacción es irracional, no puede evitar sentirse consumida por los celos y la posesividad. Todos guardan silencio ante el arrebato de furia provocado por los celos y la posesividad de la loba en ella.—Cálmate mi Luna, encontraremos otra solución, jamás te traicionaría con otr
El Alfa Aren miró a su hermano menor comprendiendo de que debía de explicar todo, pues Enril era muy pequeño para tener memorias de lo que sucedió como él. Aunque siente que todavía no tiene toda la sabiduría de los arcontes, y está consciente que no es muy bueno en eso de explicar, aunque hace el intento.—Cuando papá murió, trataron de extraer toda su energía vital y poderes. Pero su Arconte Mayor los envió a mí, lo recuerdo muy bien, porque yo lo dividí con tu Arconte Enril. Que por cierto, no entiendo por qué no ha hablado ni te ha enseñado algo.—Esperen un momento chicos, todo eso que dice el Arconte Mayor es de una manera muy simplificada y creo que Gil, Enril y hasta Leía pueden llevarse una idea equivocada, por ello si&eacut
Éramos muy jóvenes, no teníamos casi experiencia. Vivíamos en la ciudad celestial. Éramos felices, los dioses se llevaban bien con los Arcontes. Nuestra vida transcurría pacíficamente, cumpliendo nuestra misión en la vida.—¿Qué misión?—Hija, como les dije la vez anterior que les hablé de los Arcontes, somos seres pacíficos que solo hacemos el bien, y ayudamos a los humanos. En aquel entonces ya casi dominaba el poder de mi Arconte, pero todavía no era súbdito de nadie. Es decir, no había encontrado un Arconte Mayor que se hiciera responsable de mí.—¿Qué quieres decir con eso? ¿No eras el beta de papá? —pregunta Gil que encuentra la historia fascinante por ser la primera vez que ellos le hablaban en verdad de quiénes eran y de sus vidas.—No Gil, en aquel entonces tu padre era uno de los Arcontes más poderosos y de la alta sociedad, tenía muchos jóvenes beta mejores que yo para escoger, porque eran ellos quienes escogían a sus discípulos que podían ser más de uno.—Entiendo, ¿y cóm