—¡Claro que confío en ti! No entiendo qué pasó, ¿cómo vinimos a estar aquí arriba? ¿Por qué no puedo recordar nada?—Pon tu mente en blanco mi Luna, yo haré todo.—¡No, no, no confíes en él! Grita en la cabeza de Gil la hija de la Luna, que logró salir de donde la habían ubicado y comunicarse de nuevo con la débil humana, que al no saber absolutamente nada, no sabe controlarla.—¿Qué fue eso? —pregunta girando la cabeza, tratando de ver si hay alguien más y no ha aparecido alguien en su cabeza. —¿Quién grita en mi cabeza que no no confíe en ti, mi Alfa? ¿Es mi loba Lúa? ¿Por qué no puedo recordar nada?—¿Confías en mí, mi Luna? Repite le pregunta el Arconte Mayor comenzando a brillar de nuevo. Y con mucho amor le dice que luego le explicará mejor su falta de memoria, que no se preocupe, que es normal que experimente lagunas después de una transformación tan profunda. Su mente está adaptándose a su nueva identidad y poderes. Con el tiempo, podrá recordar y comprender más claramente
La luna sonríe, continúa lo que ha iniciado. Aren y Enril gritan con toda su alma sintiendo como si los estuviera rompiendo en dos. Gruesas lágrimas ruedan por sus mejillas, sin dejar de hacerlo. Una vez que la extracción se ha completado, sus hijos se desmayan, mientras la antigua Luna sostiene las almas de Arcontes en sus manos temblorosas, emitiendo una luz suave y resplandeciente. Su expresión refleja una mezcla de dolor y resignación, pero también de determinación.—Perdón mis hijos, perdón — murmura —es la única manera de protegerlos.—¡Vamos, ponla en nosotros! —la apremia el Antiguo Mayor avanzando hacia la Luna, que abre los brazos y comienza su alma a salir de su cuerpo y a fundirse con la de sus hijos.—¡¿Qué haces?! ¡Deténganla, deténganla! —ordena el Antiguo Mayor, pero ya es tarde, ella se eleva en su forma etérea y los mira con desprecio.—¡Jamás tendrán el poder milenario del Arconte Mayor! ¡Jamás! Con una mirada penetrante hacia sus hijos, la antigua Luna se des
Luego de que Oto saliera del salón del trono seguido por Gil y Leía, la joven Luna se voltea hacia Enril. Está realmente desesperada porque cada vez se ve más lejos de su objetivo, el de pertenecer a esta manada, y apoderarse de los grandes poderes que poseen así como de la llave aunque abre la puerta a la ciudad celestial que ansía su padre. Se queda observando al Beta Enril que sonríe por cómo Leía le guiñó el ojo y le pidió que se apurara, que lo esperaba para seguir con su cita de novios y algo más. Si no le sirve el Alfa, se conforma con el beta, se dice a sí misma. Por lo tanto, decide hablarle a la bruja a través del enlace.—¡Haz que el beta sea mi mitad! —le ordena a la bruja.—No puedo hacer eso, señorita Luna. La fuerza espiritual que sentí se ha ido junto con la otra que usted sabe —respondió la bruja.—¡Hazlo! —insiste Luna.—¿Por qué no utiliza su belleza?—sugiere la bruja. — Él nunca ha tenido novia. Es inexperto en eso y a usted ningún lobo se le resiste. Enril, aj
El Arconte de Enril se suelta con delicadeza de la joven Luna, con su toque ha podido comprobar que sus sospechas son ciertas, que a través de ella, hay alguien más. Y le impresiona saber quién es, por lo que se aleja inmediatamente. Se inclina haciendo la reverencia de despedida, le hace una señal a Leía que lo siga, y a otros de los guardias que los acompañen a la puerta. Al salir, Serafín que ha desaparecido lo llama urgente, toma a Leía y se aparece en la habitación del ala de su madre, para ver a Aren casi desmayado. Serafín le explica todo lo que ha sucedido y Enril lo guía a la fuente de su madre, donde recuperan su otra mitad del alma del Arconte. Después que al fin reúnen sus energías y se completan, al enterarse de lo que hizo Aren con la hija de la luna. Los interrumpe asustado.—Serafín, mi Alfa, es terrible lo que acabo de descubrir, bueno lo que acaba de descubrir mi Arconte.—¿A qué te refieres?—¡Tanto el Alfa Tobías, como su hija Luna y la bruja, están bajo el domi
La voz apremiante de su loba Lúa resonando en su cabeza, envuelta en un tono de urgencia y determinación aterran aún más a Gil. Sin opción alguna, siente cómo la hija de la luna comienza a tomar el control, arrebatándole su ser y convirtiéndose en el Arconte Mayor.La agonía se apodera de Gil mientras es testigo impotente de la transformación que ocurre dentro de ella. Su cuerpo se retuerce y sus músculos se tensan, sometidos a la voluntad de la hija de la diosa que ahora domina su existencia. Una mezcla de dolor y miedo la consume, sintiendo cómo su propia identidad se desvanece frente a la poderosa entidad que la reclama.La risa malévola e inquietante resuena en su mente, la voz de la hija de la luna que se regocija en su victoria.
Las revelaciones de Aren causan un silencio tenso entre los presentes. El peligro que representa la intervención de Lúa y su posible alianza con fuerzas oscuras se hace evidente. Los Desuellamentes y los Drider son enemigos ancestrales, cuya maldad y sed de poder amenazan la estabilidad y la paz. La situación se vuelve más complicada y urgente. Deben sacar y devolver a Lúa a su lugar legítimo antes de que cause daños mayores. Todos comprenden que deben encontrar una manera de hacer que ella salga de dentro de la loba Lúa de Gil, antes de que se desate un desastre inimaginable—También lo creo, Serafín. Mientras estábamos en el salón, pude percatarme de que ella se estaba conectando con la bruja de la manada, Nanutet —comenta Aren, con un tono preocupado.—Tenemos que convocar a la madre Luna para que nos ayude —concuerda Serafín—. Pero, mi Alfa, hay algo más importante que debes hacer primero.—¿A qué te refieres, Serafín? —pregunta Aren, confundido.—Aunque hayas marcado a tu Luna
Gil caminaba al lado de Oto, quien se empeñaba en mostrarle la manada y mantenerla ocupada para evitar sus constantes muestras de cariño. Enril, estaba ocupado con el consejo de la manada, convocado para discutir el incidente provocado por la manada Nanutet, que atacó a otras manadas en busca de la supuesta Luna del Alfa, la cual resultó ser falsa. Gil intentaba disimular su desilusión, ya que deseaba pasar tiempo con el humano Aren, a quien no lograba hacer aparecer a pesar de sus llamados. Cada vez que intentaba que tomara el control del lobo y se convirtiera en Aren, Oto cerraba los ojos y no lo dejaba. Frustrada, decidió preguntarle.—Oto, ¿por qué no vas a ayudar a tu hermano con eso del consejo? Parecía que era importante.—¿Qué harás mientras tanto? —averiguó Oto.—Me sentaré junto a Leía y esperaré por ti —respondió Gil.—Está bien vamos, pero recuerda que no puedes mirarme ni sonreírme. Será mejor que le des el control a Lúa.—¿A mi loba? ¿Por qué? —preguntó Gil.—Porque ell
Habían avanzado hasta la entrada del imponente salón del trono que era donde se celebraban todas las importantes reuniones. Oto se disponía explicarle a Lúa como debía comportarse, pero ante de que lo hiciera, Jan se adelantó.—Sí, señora, pero no creo que la dejen pasar —intervino Jan en lugar de Oto, cuyos ojos volvieron a teñirse de rojo—. Será mejor que espere aquí.—Solo vengo a ver a Leía —explicó Gil, con una pizca de esperanza en su voz—. Me dijo que me mostraría la manada cuando terminara con sus tareas.—Puedo hacerlo yo si me lo permite —ofreció Jan, deseando ayudarla.—Jan, te agradezco mucho tu amabilidad, pero sabes que eso no es posible —respondió Gil, con una sonrisa amigable—. Creo que mi esposo se pondría celoso si me ve contigo. Eres muy apuesto y no quiero causar problemas.Con esas palabras, Gil se despidió de Jan con cordialidad y se dirigió hacia el lugar donde se encontraba Le emocionaba ante la oportunidad de aprender más sobre la manada y fortalecer su víncu