La claridad y el frío hacen que Gil abra los ojos. Sigue desnuda, en medio de la nada, rodeada de nieve y vegetación. Todo a su alrededor se ha vestido de blanco, parece que nevó muy fuerte en la noche, si no llega a ser por el lobo de seguro estuviera congelada, ¿dónde está? ¿Sería cierto o no? Observa a su alrededor, y no ve ninguna señal de que haya estado un lobo allí, no existe una sola huella. Durmió al lado de un montículo de tierra que impidió que el aire, la lluvia y la nieve la dañaran más. El Alfa Aren a corrido a verla al sentir que se despertó, se pasó toda la noche reforzando el link para sentirla en cada momento. La ve mirar para todas partes incrédula, tienes muchas heridas por todas partes y sigue asustada. Gil gira la cabeza y lo sabe, ella lo está buscando por lo que camina hasta colocarse en un lugar dónde lo pueda ver, pero no se asuste. Gil casi se convence a sí misma, de que soñó al lobo. Unos ruidos en el bosque, hacen que dirija su mirada allá asustada. Y
Nos giramos despacio al ver que estamos rodeados por un aura de luz amarilla, para encontrarnos de lleno con nuestra madre Luna. Nos arrodillamos inclinando nuestras cabezas.—Alfa Aren, has proyectado tu Divinidad Suprema. Lo cual ha hecho que todos se fijen en ti —habla con una voz muy pausada y melodiosa. Luego se dirige al hermano de Aren. —Beta Enril, eres el encargado de mantener la balanza. Deberán proteger por encima de todo a mi hija, fue robada de mí y escondida en el vientre de la Arconte menor. —¿Robada? ¿Qué quiere decir con eso madre?—Su esencia fue robada de mí y introducida en el bebé que iba a tener una Arconte Menor, deben cuidar de ella con sus vidas. —Sí, madre. Se lo prometemos —contestan los dos al mismo tiempo.—Ella tiene un largo recorrido por delante. Tienen que protegerla o vendré personalmente a llevarla conmigo —ahora su tono de voz dejó de ser dulce para volverse duro, frío y amenazante. — Alfa Aren, debes dominar a tu Arconte Mayor o el mal te domina
Enril mira a su alrededor en lo que hace que Aren lo siga. No quiere que nadie sepa que regresó, al esconderse, vuelva a preguntar.—¿Qué haces aquí Aren? ¿Dónde está tu Luna?—Necesito ropa para Gil, comida.—Ven conmigo. Se dirigieron raudos a la habitación de una de las tantas chicas que habitaban el castillo tomando un juego de dormir. Luego a la cocina donde tomaron sopa y un pan. Se los puso todo en un bolso en el hocico del lobo, que desapareció al instante. Al llegar a la cabaña, el Alfa Aren colocó todo al lado de la chimenea y esperó escondido pacientemente que ella despertara. Gil abrió los ojos mirando todo a su alrededor, todavía estaba frente a la chimenea cubierta por una colcha y no había aparecido el dueño del lugar. Mira hacia afuera y ve que llueve aún torrencialmente. Comienza a llorar asustada sin saber qué hacer ni qué pensar. La voz de Lúa en su cabeza le dice que se calme, que todo va a estar bien.—¿Dónde estamos Lúa?—No lo sé, pero él vino por nosotras.
Gil no sale de su asombro, se pasea por la habitación mirando todo con los ojos muy abiertos. ¡Nunca en sus cortos años, había visto tanta opulencia! Le parece que está en un castillo de cuentos de hadas, todo es como lo describen. La cama es enorme vestida de sábanas extremadamente blancas, se ve muy mullida, rodeada de hermosas cortinas brocadas con hilo dorado. Pasa su manos por encima de ella sintiendo la suavidad de la tela. Muere por dejarse caer en ella, pero se mira tan sucia y la cama tan limpia que no lo hace. Un juego de sillones, están delante de una gran chimenea de un estilo muy rebuscados, también son dorados con arabescos impresionante, se dirige allá con deseos de acurrucarse en uno de ellos.. Todo es tan impresionante limpio que teme ensuciarlo.—¿Es tu casa? —Vuelve a preguntarle al lobo. Este en respuesta tira de su abrigo. Ella entiende y rápidamente se lo quita, también las botas, dándose cuenta de que ha dejado un reguero de lodo por la estancia. Lo mira apena
El Alfa Aren se mantiene ocultando a su Luna de su hermano que se mueve de un lugar a otro con sus ojos lanzando dos rayos azules de energía. Enril al darse cuenta de lo que hace, se detiene y observa como los ojos de su hermano son dorados y está rodeado de una energía del mismo color, lo cual le dice que su Arconte Mayor está presente y pendiente de lo que él hace. Suelta todo su aire y trata como siempre de ser razonable.—Aren, sé lo que significa ella para ti —le dice muy bajito poniendo su mano en el hombro de su hermano que lo mira ansioso, lo comprende, claro que lo hace por ello le dice. —Está bien, investigaremos en secreto todo de nuevo.—Gracias mi hermano, sabía que podía contar contigo. Si se prueba que fueron ellos, no podré presentarla al consejo como mi Luna. Sin embargo, no la rechazaré porque sabes lo que me costaría, pero no la proclamaré nunca mi Luna, la mantendré prisionera una eternidad. ¿De acuerdo? —Le dice para tranquilizarlo, porque no se le escapan las m
El Alfa Aren todavía convertido en Arconte, observa la increíble mujer en que se ha convertido su pequeña y adorable humana Gil. Es de una extraordinaria belleza. Su pelo blanco resplandece como la luz de la luna llena. Encima de su cabeza, tiene un aro dorado, con una media luna resplandece. Su cuerpo ya no es el de una jovencita casi mujer. Es el de una hermosa mujer, con formas voluptuosas. Sus redondos senos resaltan encima de su estrecha cintura. Sus exuberantes curvas están apenas cubiertas por una hermosa túnica casi transparente que también resplandece de color plateado. Todo el cuerpo de Gil está rodeado de un aura que asemeja la luz de la Luna. Grandes botas blancas adornadas con arabescos dorados llegan hasta la mitad de sus muslos. Pero lo más sorprendente, es que está sentada en una media luna blanca adornada de dorado, con alas de plumas blancas, que levita delante de Aren que no sabe cómo comportarse ante esa hermosa mujer. Sus ojos se abren despacio para observar al
—Ya, veo que todavía no han hablado —dice Enril de pronto y cambia de tema para no decirle. — ¿Cómo te sientes?—Mejor, aunque me duele mucho todo mi cuerpo —respondió Gil aún un poco temerosa y sin poder creer que ese extraño en verdad fuera hermano de su lobo. Enril dejó de observarla ante la mirada roja que le dedicó Oto, y se puso a sacar de la cesta todo lo que había llevado y acomodarlo en la mesa que existía en una esquina ante la mirada de Gil, que no se movía de su lugar sentada en la cama, detrás de Oto, que ronroneaba al sentir como ella no dejaba de pasar su mano por detrás de una de sus orejas cosa que le gustaba mucho. —Te traje unos calmantes y esa sopa —habló Enril mostrando lo que decía. — Debes comerla ahora, es mejor si te la tomas caliente. No vayas a salir de aquí, come y duerme todo lo que puedas para que sanes más rápido. Y no te preocupes, estoy seguro de que tu lobo Oto, no dejará que nadie se acerque a ti, ni te haga nada. —¿Dónde estamos? Preguntó Gil
Oto se esfuerza para dejar salir a Aren, pero no lo logra y no comprende el por qué. ¿Qué sucede? Se pregunta asustado mientras insiste una y otra vez. Hasta que se acuerda que Aren solo se ha convertido en humano, cuando Gil lo mira con sus ojos dorados. Y comprende todo, es su Luna quien hace que se convierta en humano, no ellos. La maldición no deja que ellos lo hagan por ellos mismos. Se acerca despacio a donde Gil, lee el libro junto a la chimenea. Se sienta a su lado en espera que llegue a la parte en que explica lo de las mitades. Resopla sacudiendo su cabeza lo cual hace que Gil salte asustada.—¡Ay me asustaste Oto! —Lo mira y se comienza a reír, al ver que sigue como lobo y tiene cara de frustración. —Ja, ja, ja…, ¿qué pasó mi lobo? ¿Por qué no te convertiste en humano? ¿No me acabas de asegurar que podrías hacerlo? ¡Vamos, no seas malo! Quiero verlo con mis propios ojos. Ja, ja, ja… Deja de tomarme el pelo, lo sabía que no podías ser verdad, ja, ja, ja… Sigue riendo Gil