Durante todo el trayecto nos dedicamos a no hablar el uno con el otro, y no porque hubiera una tensión que impidiera hacerlo, más bien se trataba de una preocupación que cualquier ser humano tiene.Los anillos de compromiso…Si hablaba de mi parte estaba la regla de Gerald en aquel contrato donde no permitida casarte con él. Ah raíz de esta cláusula tenía mis dudas sobre aquella idea de comprar uno. Mi padre nunca fue partidario de las mentiras y esto solo era para tapar ese hueco que Gerald dejo cuando fue a mi casa.—¿Estás bien? —pregunta Gerald con su mano rozando mi mejilla—. Te vez algo preocupada.Un suspiro escapo de mí, uno de molestia incapaz de disimular los sentimientos que fluían sin parar en el pecho.—Solo estoy pensando…—¿Pensando en qué? —pregunta aferrándose al volante del auto, parecía no querer abandonarlo. —En esto… el contrato, la cláusula, el anillo y mis padres.—Deja de darle tantas vueltas, Mili —respondió de mala gana poniendo los ojos en blanco—.
—¡Nunca tuviste una correa, ni tú ni ninguna de las mujeres que estuvo conmigo!La rabia me carcomía, realmente quería irme y dejarlo allí con todos sus problemas, con su hijo, con sus recuerdos de ella y devolverme a dónde había estado en un inicio… en mí casa con mi padres y haciendo lo que más me gustaba. Enseñar… —Quiero irme, ábreme la puerta —dicte enojada.—No iras a ningún lado, Mili. —suspiro y el fastidió en él se hizo evidente—. Hablemos de lo que esta sucediendo, esto no es algo que se deba de quedar en donde está.—Para mí si se puede quedar en donde está —me encogí de hombros—. El contrato esta por terminar y tú estás negado totalmente a que vuelva a enseñar.—¿Tienes idea de la cantidad de hombres que te ven cuando enseñas? ¿Cuando te das la vuelta para escribir algo en el pizarrón y dejas ver toda tu figura a ellos?Efectivamente había notado el problema de ll que estaba sucediendo, así como entendía que sus celos no eran mas que ganas de posesión. —Deja de
Mis mejillas ardían de solo escuchar las palabras que Gerald estaba diciendo en ese momento. Estaba siendo posesivo y celoso, me gustaba, me gustaba demasiado y estaba más que claro.Dejó su mano en mi pierna haciéndome girar para ver un gesto que no encajaba con sus palabras hasta que pronto dejó escapar un suspiro y volvió hacia mí esa mirada que reflejaba algún tipo de esperanza en él.—Mili... ¿podemos buscar ese anillo? —Me pregunto con un puchero como si fuera un niño—. No quiero llegar a casa de tus padres sin ese anillo en tú dedo… ¿Qué dirá tu madre? Me mirará con decepción.—¿Mi madre…?Me quedé boquiabierta ante sus palabras. Podría haber jurado que diría «tu padre», pero en cambio estaba pensando en mi madre sin tener en cuenta a mi padre. Lo vi asentir y poner una mano en su cabello para mecerlo con frustración.—No quiero que me vea mal, como si solo quisiera jugar contigo —comento, llevándose ahora las manos a la cara, dejando escapar un suspiro de frustración—. Puedo s
Después de media hora probándome anillos de todo tipo, modelos y colores, por fin di con el elegido, se veía precioso con un adorno en forma de corazón y una piedra esmeralda, aunque para ser sincera, Gerald sería quien elegiría la piedra. Repitió durante ese medio tiempo que estuvo a mi lado, que tenía un significado especial para él y así quedó.—Si te parece bien y todavía estás cansada, puedes volver al auto como te dije antes —Gerald sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y, tomándolas del llavero, las colocó frente a mí—. Todo tuyo mi reina, puedes hacer con mi auto lo que quieras.Mis ojos casi se salen de mis órbitas ante sus palabras. Y verlo allí parado con su rostro serio, reflejando su absoluta confianza, solo me dejó aún más perpleja. Gerald siempre había sido muy cuidadoso con su auto, nunca dejaba que nadie lo tocara y siempre veía que lo tenía mejor arreglado que hasta Carlos, su hijo.—¿Estás bromeando? Porque te aseguro que no me gustan las bromas, Gerald Green.
Saqué de la bolsa la cajita negra que tanto me emocionaba. La verdad estaba nerviosa, al ver su contenido, demasiadas preguntas pasaban por mi cabeza en ese momento: ¿Cómo sería? ¿Qué gustos tuvo Gerald para elegir el color de esa piedra? ¿Qué significaba esa piedra para él? ¿Por qué la había elegido para mí? Y fue entonces cuando todas esas dudas se desvanecieron al momento de ver el contenido de la cajita.—¡No puede ser! Gerald, no puedes hablar en serio.—¿Te gusta? —Pregunto emocionado como un niño pequeño—. Tiene muchos significados y, por supuesto, se quedó con el diseño que más te gustó.—Me encantó... muchas gracias, Gerald. —Le agradecí con lágrimas en los ojos.—¿Quieres saber su significado? —Pregunto con un tono de entusiasmo—. Es muy bonito y te queda perfecto.—¡Sí! —Grité emocionada, observando ese anillo en detalle—. Lo siento, es que me encantó, tenía mucha curiosidad por la piedra.Gerald sonrió sutilmente acariciando mi hombro, él estaba feliz y yo también, tenía m
Al rato Carlos bajó la mirada al anillo e hizo un óvalo con la boca, se sorprendió, había un anillo en mi dedo y eso para él solo podía significar una cosa.—¡Te vas a casar! ¿Con quién? ¿Por qué lo harás? ¿Nos vas a dejar? —Tenía las mejillas rojas y la misma expresión seria que tenía Gerald cuando se enfadaba por alguna situación.El increíble aluvión de preguntas nos dejó a todos perplejos. Era mucho más parecido a Gerald de lo que todos pensábamos. En unos años más, el parecido con su padre sería increíble y, por supuesto, quería estar allí para presenciarlo.Gerald inclinó una sonrisa victoriosa, palmeó a su hijo en el hombro y dijo:—Adelante, Mili, dinos, ¿con quién te vas a casar?Entrecerré los ojos ante su pregunta, sabía con plena certeza que ni siquiera me había pedido que me casara con él, solo había comprado el anillo, pero ahí sería donde lo tomaría por sorpresa.—No sé de qué estás hablando. —Sonreí juguetonamente—. Nadie me ha propuesto matrimonio que yo sepa.Mi cara
Tomé la mano de Gerald, aferrándome suavemente a su cuerpo, acaricié su brazo y volteé mis ojos hacia Carlos que tenía una cara de completa culpa por cómo me había hablado.Sonreí y estiré mi mano a su pequeña mejilla sonrojada, se veía tan lindo y aunque había crecido un poco más, todavía lo veía como ese niño que conocí hace años.—Lo siento Mili...—¿Crees que tu papá sigue siendo el mismo? —Pregunté directamente sin dejar de lado mi sonrisa e interrumpiendo su aparente disculpa por el error que cometió.El pequeño, en vez de responderme con un sí o un no, se limitaba a mover la cabeza negando continuamente sin quitarme los ojos de encima.—Entonces sabrás que no quiere lastimarte, no lo volverá a hacer porque aprendió lo que es ser un buen padre.—Me parece que contigo aprendió a las malas, siempre me has defendido y apoyado en todo —murmuró el pequeño con los ojos vidriosos—. Creo que le ofreciste un severo castigo si me lastimaba.Una risita escapó de mi boca, esa inocenc
Mi padre lo miró desconcertado; Gerald se veía atractivo, rozagante, me tomaba de la mano y tenía una hermosa sonrisa como si hubiera vivido el sueño más hermoso. Luego se vuelve hacia mí, inspeccionándome de arriba a abajo como si hubiera visto una diosa o una reina.—Te ves hermosa hija mía… ¿y ese cambio de apariencia? —Pregunto sorprendido sin quitarme los ojos de encima.—Gerald me llevó de compras, entre los dos elegimos mi ropa y lo admito. —Me encogí de hombros—. Tiene mejor gusto que yo.Tanto él como Gerald se rieron de mi comentario, pero la atención de mi padre estaba enfocada solo en un objeto cuando levanté la mano tratando de evitar que se rieran aún más de mí.El anillo en mi dedo brillaba sin parar, llamando por completo la atención de mi padre, quien mejor miró fijamente por un momento hasta que se puso serio y finalmente hizo la pregunta que tanto temía.—¿Ese anillo es falso o realmente te pidió que fueras su esposa? —Dijo en un tono más serio que de costumbre