Marga bajó del avión acompañada por Max, su guardaespaldas y antiguo amigo había mantenido silencio durante las tres horas y cuarenta minutos que duró el vuelo entre Houston y Nueva York. Se había comportado de esa manera desde el día siguiente a la noche en que Viviana casi las asesina.Marga estaba harta de su actitud infantil y tenía muchas ganas de mandarlo a la mierda, así que cuando llegaron al apartamento de Simón, ella cerró la puerta y se recostó sobre ella.―Ahora que no hay manera que puedas huir quiero que me digas que diablo te pasa, Max, te considero mi amigo, te quiero como tal, pero estoy cansada de que te comportes como un imbécil conmigo.Max se quedó mirándola con intensidad, hasta que un suspiro de resignación brotó de sus labios.―Estoy malditamente celoso, Margaret, no sé si te has dado cuenta y me ignoras, pero estoy enamorado de ti. Aunque sé que tú nunca me has hecho caso, me molesta que conociste a Peter Barton y cinco minutos después te estaba besando, y al
6 meses después.A pesar de la insistencia de Simón de que todo estaría bien, Madison aún se sentía un poco nerviosa por ir a México para el bautizo de Miranda. Durante los meses anteriores, Simón fue en un par de ocasiones para supervisar la construcción de la nueva casa y todo estaba tranquilo en el pueblo.Los Zetas habían desaparecido sin dejar rastro y nadie sabía que había ocurrido con ellos. Algunas personas especulaban que se había unido a otros cárteles de la zona y otros que había sido exterminados.La casa que su Simón había mandado a construir en el pueblo estuvo lista un par de meses atrás. Era bonita, grande, y sencilla. Aunque no era ostentosa como su casa de Houston, sí era cómoda. Tenía suficientes habitaciones como para alojar a toda su familia. Madison solo la había visto por fotos y le había encantado.Habían salido de Houston esa mañana temprano para viajar a México en uno de los aviones privado de la compañía BartonSimón, Max y el jefe de seguridad hablaban en v
―Me muestra su identificación, por favor ―Pidió el jefe de seguridad.―No sé quién sea usted, pero no entorpezca la acción de la policía, si no se quita de inmediato me lo llevaré a la cárcel junto al señor Barton.―Soy el jefe de seguridad del señor Barton, y si me meto es porque debo asegurarme de que usted pertenece a la policía y no sea una trampa para secuestrarlo, como usted debe saber mi cliente es un hombre muy rico e influyente que ha recibido amenazas de grupos delictivos.A regañadientes el hombre mostró su identificación, el jefe de seguridad memorizó el hombre. Aunque sabía que uno de sus hombres estaba grabando la situación y la cara de cada uno de los policías.―Madison llama a mi abogado en Houston, que se comunique con mis abogados en México ―ordenó Simón con voz calmada al tiempo que un policía lo esposaba.―Sí, mi amor ―Madison intentó acercarse a Simón, pero otro de los policías le bloqueó el paso.―¿Qué significa esto? ¿Qué está pasando? ―preguntó Lucía con preocu
Peter y Patrick estaban pidiendo habitación en el hotel donde se alojaba la familia de Simón cuando vieron entrar a su hermano. Madison había hablado por teléfono con sus cuñados al salir del aeropuerto y le contó lo sucedido.Los hermanos Barton llegaron a Ciudad Victoria unas horas después y se dirigieron al hotel.―Simón, ¿Qué ocurrió? ―preguntó Peter cuando llegó a su lado.―Supuestamente hubo un sobreviviente en el campamento arrasado de Los Zetas que asegura que quienes los atacaron dijeron que era por orden mía.Patrick meneó la cabeza casi imperceptiblemente. Simón asintió en respuesta para darle a entender que había comprendido su señal.―¿Te dijeron que hallaron un campamento arrasado? ―preguntó Patrick con los ojos entrecerrados.―No, es lo que asumí, a mi abogado le dijeron que hubo un sobreviviente, no pregunté nada.―No, es preferible que te mantengas a oscuras ―afirmó su hermano menor.―¿Pidieron habitaciones en este hotel? ―preguntó Simón.―Sí, nos alojaremos aquí al m
La noticia de que Simón había sido detenido y lo estaban culpando por la muerte de Los Zetas, llegó al pueblo en la noche. A la mañana siguiente, muy temprano, los habitantes se congregaron en la plaza en protesta por lo que consideraban una injusticia. Pedían a gritos la liberación de Simón, sin saber que este había sido liberado.―Simón fue puesto en libertad, no hay cargos en su contra ―aseguró el alcalde del pueblo a través de un megáfono. El sonido del helicóptero enmudeció a la enardecida multitud, cuando el aparato sobrevoló la plaza y pudieron ver que se trataba del helicóptero de Simón, hubo gritos de alegría. La mayoría corrió hasta los alrededores del helipuerto para verlo llegar.Cuando Simón se bajó de la aeronave se sorprendió al ver a la gente congregada en los alrededores. Tomó a Miranda en sus brazos para que Madison pudiera bajar.Simón levantó la mano y saludó a la multitud, aunque no pudo oír los gritos de buenos deseos por el sonido del helicóptero, supo ver sus
Era de madrugada cuando al fin Madison y Simón pudieron poner la cabeza en la almohada. Después de la proyección del video en la pantalla la policía se había llevado preso al alcalde. El jefe de la policía pidió hablar con Simón para esclarecer los hechos. Madison había dormido solo un par de horas cuando el llanto de Miranda la despertó, su testaruda hija no quería la leche en el biberón que su niñera quería darle sino directamente de la fuente, por lo que sin reparo ni remordimiento su madre la metió en la cama, en medio de Simón y ella para darle el pecho.La bebé estaba feliz porque estaba tomando leche del pecho de su madre y porque tenía a ambos padres a su alcance.―¡Dios mío! Cuando comenzará a despertarse tarde ―protestó Simón muerto de sueño.Era imposible volver a dormir con Miranda dando pataditas de contenta o tratando de abrir sus ojos metiendo los deditos en los parpados cerrados de su padre.―Creo que en la adolescencia se levantan tarde, pero nos desvelaremos esperan
―Después de lo de anoche, estoy seguro de que Simón querrá marcharse de inmediato del pueblo ―dijo Peter a Marga, era de madrugada, pronto amanecería y aunque durmieron poco porque pasaron la noche haciendo el amor, ninguno de los dos tenía sueño.―Sí, me lo imagino, pero no sé si podrá dejar el país ―especuló Marga. ―Quizás deba quedarse un tiempo en Ciudad Victoria. Si es así me quedaré a acompañar a Madison el tiempo que pueda.―Simón no es el imputado, él podrá ir a los Estados Unidos y volver cuando se fije la audiencia. Así que no tendrás excusa para quedarte. ¿Y si vas conmigo a conocer el rancho? Quizás te sorprenda cuando lo veas.―No creo que pueda, Peter, en dos semanas me voy a París por unos meses y tengo muchas cosas que hacer antes de mi viaje, además no quiero que las cosas se compliquen entre nosotros, quedamos que lo nuestro sería sin compromiso.―Entiendo, entonces es mejor que no perdamos el tiempo, Marga, quizás está sea nuestra última vez por lo que quiero que se
Era de noche cuando Simón llegó a la casa Fulton, se bajó de la camioneta y entró corriendo a la casa, le había pedido a Madison que le esperara allí. Fred el gerente de la posada estaba en el vestíbulo recibiendo a unos huéspedes que estaban llegando en ese momento. ―Madison está en el último piso ―dijo el gerente señalando el ascensor. A Simón le extrañó que su esposa no saliera a recibirlo, se dirigió al ascensor y marcó el único botón que había en el tablero y que llevaba al último piso de la casa. Al abrirse las puertas se dio cuenta de que todo el piso había sido diseñado como un gran apartamento de concepto abierto. Había escuchado que ese espacio se arregló y remodeló para que lo ocupara Marga al casarse con Roy. Sus ojos volaron a la alfombra donde su esposa estaba sentada, su hija en pijamas y lista para ir a la cama gateaba por el piso con varios juguetes esparcidos a su alrededor. ―¡Simón! ―exclamó Madison al verlo poniéndose de pie de inmediato. ―¡Papá! ―grito Mirand