―Madison está a salvo y no podrás verla hasta que escuches lo que tengo que decirte ―respondió Margaret sin una pizca de humildad.―No me interesa escuchar nada de lo que digas, Margaret, lo único que me interesa saber es donde está mi esposa ―dijo Simón mirando furiosos a su cuñada.El silencio de la habitación le dijo que no se lo dirían de buena gana, así que se decantó por el eslabón más débil―Meredith, necesito que me digas dónde está Madison ―Pidió acercándose a su suegra para clavar sus ojos en ella.Meredith se removió incomoda ante la fuerza de su mirada, apretó las manos lo que evidenciaba lo nerviosa que estaba.―Ordenaste que la encerraran a la fuerza si era necesario, Simón, ―señaló Meredith sin responder a la pregunta ―. Por ningún motivo íbamos a permitir que abusaras de Madison, puede ser que ella no te contara la verdad sobre cómo sucedieron las cosas, pero firmaste para casarte con una mujer llamada Madison y con ella te casaste.―No fue la mujer que entrevisté para
Madison durmió esa noche de puro agotamiento, sus sueños estuvieron plagados de pesadilla donde todas las personas a su alrededor la perseguían. Se despertó muy temprano, aun agotada del viaje del día anterior por lo que se quedó en la cama mirando el techo. Esperaría que amaneciera para continuar su camino hacia el interior del estado.Apenas el sol hizo su aparición en el horizonte, salió de la habitación para entregar su llave en la recepción para seguir su camino, la chica que la atendió la noche anterior estaba saliendo de su turno.―Hola, soy Angelina y quería preguntarte una cosa.Madison la miró con sospecha.―¿Estas huyendo de algún hombre?―No, pelee con mi hermana y voy camino a quedarme con una amiga.―Yo... por aquí llegan muchos inmigrantes indocumentados, si necesitas papeles nuevos sé quién puede conseguirte, si ella te está buscando y no quieres que te encuentres es el modo más seguro para buscar trabajo.―No tengo mucho dinero, no me puedo permitir pagar algo así ―re
―¡Seis malditos meses, y Madison sigue sin aparecer! ―gritó Simón a su detective ―. No me importa si tienes que contratar a los Blackwater [1]para rastrear todo el país, pero necesito encontrar a mi esposa.Marga escuchó a Simón gritar y se encogió en su asiento, no había día en el que no se culpara por la desaparición de su hermana.―Mírame, Margaret ―Pidió Max con suavidad para sacarla de sus pensamientos dañinos.Durante esos seis meses había tenido que ir a terapia porque la culpa se la estaba consumiendo. Dejó de comer porque no sabía si Madison tenía lo suficiente para hacerlo, ni siquiera sabía si estaba viva.Marga perdió tanto peso que los huesos se le marcaban, se comía las uñas y llegó a arañarse y pellizcarse debajo de la ropa para aliviar su dolor.Al ser su guardaespaldas principal, Max fue el primero en darse cuenta de lo que estaba pasado, y se lo dijo a Simón, por lo que Meredith, Lucía y Simón la habían convencido de recibir tratamiento psiquiátrico.Aunque estaba mu
Después de tomar la decisión de volver a casa, Madison quiso compartir la noticia con los únicos amigos que tenía en el pueblo. Ese día el restaurante donde trabajaba no abría sus puertas por lo que tenía el día libre.Al despertar llamó a su amigo el cocinero para decirle que iba a ir a su casa porque necesitaba hablar con él.―Tome la decisión de volver a casa, Johnny ―dijo cuando estuvo sentada en la mesa de la cocina de su amigo tomando un té.En los últimos meses el cocinero y ella se habían vuelto buenos amigos, fue entonces que Madison descubrió que Johnny era la pareja de Henry, el dueño del restaurante.Fueron las únicas personas que supieron quién era realmente Mary Ann. Johnny le ayudó en todo lo que pudo para hacer su vida más fácil, incluso le ofreció que se mudara con ellos mientras estaba embarazada y tenía a su bebé. Madison se negó, no quería abusar de su amabilidad, entonces le recomendó volver a casa para aclarar su situación legal con Simón y pedir el divorcio―Aun
Simón estaba parado fuera de la guardería de la empresa mirando a los niños de uno y dos años jugar. Su sueño de tener hijos se había desvanecido junto con su esposa.No fue hasta después de que Madison desapareciera, que se dio cuenta cuanto deseaba a ese bebé que quería tener solo para complacer a su abuelaPasaba casi todos los días a ver a los chiquillos de la guardería porque le recordaban a Madison. Sus trabajadores estaban muy agradecidos con su esposa por crear la guardería y se lamentaban que no hubiese regresado a la empresa.Y el no podía decirles que la mujer que vivía en su casa no era su esposa, y que esta no estaba interesada en sus problemas, ni en los de nadie, que suficiente tenía con los suyos.Con el remordimiento de conciencia.Simón había desistido de obligar a Margaret a tomar el lugar de Madison en actos sociales y eventos, no tenía ganas de verla a la cara y pensar que por el estúpido plan de su cuñada, su esposa estaba muerta.Porque no había otra razón para
Madison pegó un grito del susto de encontrarse a su esposo, la bebida que llevaba en la mano cayó sobre el cojín del asiento, el vaso se abrió y el té caliente salpicó el costoso abrigo de Simón.―¡Maldita sea, Simón! Me asustaste ―gritó Madison atrayendo la mirada de sus amigos.Con rapidez tomó una de las mantas y comenzó a limpiar el cojín de coche que afortunadamente eran de cuero.―¿Este es Simón Barton? ¿Tu esposo? ―cuestionó Henry mirando a Simón.Su amigo se había volteado completamente para inspeccionar a Simón.«Sí. Definitivamente es más guapo en persona» pensó Henry.―Sí, él es el hombre de hielo, Simón Barton ―respondió Maddy dándole una mirada de rabia a su esposo.―¿Quieres que lo eche, cariño? ―preguntó Johnny mirándola por el espejo retrovisor.―No, es necesario, solo vine a llevarme a mi esposa ―respondió Simón indiferente ante la amenaza.―Me quedaré con mis amigos, así que puedes marcharte ―señaló Madison.«Aún no estoy preparada para lidiar contigo, me duele demas
Madison lo miró con rabia, ¿cómo se atrevía a dudar de la paternidad de su hija? Eso no se lo perdonaría jamás. Con toda la dignidad que pudo reunir en su barato camisón, caminó hacia su maleta y sacó la carpeta con los análisis e informes que su médico le dio para entregar al doctor que la atendería en Corpus Christy. Se acercó a Simón y con rabia los puso en sus manos.―Lo único que responderé a tu odiosa pregunta es que tengo veintiocho semanas de embarazo, como dice mi informe médico, si sabes contar echa tus números, Simón, porque yo no tengo ningún interés en responderme o justificarme ante ti. Quiero que salgas de la habitación, mires el informe del médico, lo dejes en la mesa de afuera y te vayas, estoy cansada y quiero dormir.Simón tomó la carpeta y se marchó a la sala de la suite como le ordenó su esposa, necesita luz para ver la historia clínica que el doctor le entregó a Madison. Necesitaba leer todo lo que allí había.Sacó la cuenta y su cálculo le confirmó que Madison
Madison sabía que debía levantarse, pero no podía abrir los ojos, quería seguir durmiendo un par de horas más, pero a través de sus párpados podía sentir la luz de la mañana. Había dejado la cortina descorrida la noche anterior porque sabía que era la única forma de despertar.―Buenos días, Madison, ¿qué te gustaría desayunar? ―preguntó Simón parado en la puerta de la habitación.―¿Qué demonios haces en mi habitación, Simón? ―dijo Madison tratando de abrir los ojos.―Vine a preguntarte lo que quieres comer, así lo pido mientras te duchas ―respondió él con calma. Tenía rato parado en la puerta viéndola dormir, no se atrevía a despertarla así salieran a mediodía, cuando le pareció que estaba despierta fue que se atrevió a hablarle―¿Cómo entraste? ―cuestionó ella ―. ¡No me digas que dormiste aquí! ―exclamó sin darle tiempo de responder y fulminándolo con la mirada. Simón la miró y le pareció que estaba más bonita que nunca, la había extrañado mucho, Madison se había convertido en la lu