―¡Seis malditos meses, y Madison sigue sin aparecer! ―gritó Simón a su detective ―. No me importa si tienes que contratar a los Blackwater [1]para rastrear todo el país, pero necesito encontrar a mi esposa.Marga escuchó a Simón gritar y se encogió en su asiento, no había día en el que no se culpara por la desaparición de su hermana.―Mírame, Margaret ―Pidió Max con suavidad para sacarla de sus pensamientos dañinos.Durante esos seis meses había tenido que ir a terapia porque la culpa se la estaba consumiendo. Dejó de comer porque no sabía si Madison tenía lo suficiente para hacerlo, ni siquiera sabía si estaba viva.Marga perdió tanto peso que los huesos se le marcaban, se comía las uñas y llegó a arañarse y pellizcarse debajo de la ropa para aliviar su dolor.Al ser su guardaespaldas principal, Max fue el primero en darse cuenta de lo que estaba pasado, y se lo dijo a Simón, por lo que Meredith, Lucía y Simón la habían convencido de recibir tratamiento psiquiátrico.Aunque estaba mu
Después de tomar la decisión de volver a casa, Madison quiso compartir la noticia con los únicos amigos que tenía en el pueblo. Ese día el restaurante donde trabajaba no abría sus puertas por lo que tenía el día libre.Al despertar llamó a su amigo el cocinero para decirle que iba a ir a su casa porque necesitaba hablar con él.―Tome la decisión de volver a casa, Johnny ―dijo cuando estuvo sentada en la mesa de la cocina de su amigo tomando un té.En los últimos meses el cocinero y ella se habían vuelto buenos amigos, fue entonces que Madison descubrió que Johnny era la pareja de Henry, el dueño del restaurante.Fueron las únicas personas que supieron quién era realmente Mary Ann. Johnny le ayudó en todo lo que pudo para hacer su vida más fácil, incluso le ofreció que se mudara con ellos mientras estaba embarazada y tenía a su bebé. Madison se negó, no quería abusar de su amabilidad, entonces le recomendó volver a casa para aclarar su situación legal con Simón y pedir el divorcio―Aun
Simón estaba parado fuera de la guardería de la empresa mirando a los niños de uno y dos años jugar. Su sueño de tener hijos se había desvanecido junto con su esposa.No fue hasta después de que Madison desapareciera, que se dio cuenta cuanto deseaba a ese bebé que quería tener solo para complacer a su abuelaPasaba casi todos los días a ver a los chiquillos de la guardería porque le recordaban a Madison. Sus trabajadores estaban muy agradecidos con su esposa por crear la guardería y se lamentaban que no hubiese regresado a la empresa.Y el no podía decirles que la mujer que vivía en su casa no era su esposa, y que esta no estaba interesada en sus problemas, ni en los de nadie, que suficiente tenía con los suyos.Con el remordimiento de conciencia.Simón había desistido de obligar a Margaret a tomar el lugar de Madison en actos sociales y eventos, no tenía ganas de verla a la cara y pensar que por el estúpido plan de su cuñada, su esposa estaba muerta.Porque no había otra razón para
Madison pegó un grito del susto de encontrarse a su esposo, la bebida que llevaba en la mano cayó sobre el cojín del asiento, el vaso se abrió y el té caliente salpicó el costoso abrigo de Simón.―¡Maldita sea, Simón! Me asustaste ―gritó Madison atrayendo la mirada de sus amigos.Con rapidez tomó una de las mantas y comenzó a limpiar el cojín de coche que afortunadamente eran de cuero.―¿Este es Simón Barton? ¿Tu esposo? ―cuestionó Henry mirando a Simón.Su amigo se había volteado completamente para inspeccionar a Simón.«Sí. Definitivamente es más guapo en persona» pensó Henry.―Sí, él es el hombre de hielo, Simón Barton ―respondió Maddy dándole una mirada de rabia a su esposo.―¿Quieres que lo eche, cariño? ―preguntó Johnny mirándola por el espejo retrovisor.―No, es necesario, solo vine a llevarme a mi esposa ―respondió Simón indiferente ante la amenaza.―Me quedaré con mis amigos, así que puedes marcharte ―señaló Madison.«Aún no estoy preparada para lidiar contigo, me duele demas
Madison lo miró con rabia, ¿cómo se atrevía a dudar de la paternidad de su hija? Eso no se lo perdonaría jamás. Con toda la dignidad que pudo reunir en su barato camisón, caminó hacia su maleta y sacó la carpeta con los análisis e informes que su médico le dio para entregar al doctor que la atendería en Corpus Christy. Se acercó a Simón y con rabia los puso en sus manos.―Lo único que responderé a tu odiosa pregunta es que tengo veintiocho semanas de embarazo, como dice mi informe médico, si sabes contar echa tus números, Simón, porque yo no tengo ningún interés en responderme o justificarme ante ti. Quiero que salgas de la habitación, mires el informe del médico, lo dejes en la mesa de afuera y te vayas, estoy cansada y quiero dormir.Simón tomó la carpeta y se marchó a la sala de la suite como le ordenó su esposa, necesita luz para ver la historia clínica que el doctor le entregó a Madison. Necesitaba leer todo lo que allí había.Sacó la cuenta y su cálculo le confirmó que Madison
Madison sabía que debía levantarse, pero no podía abrir los ojos, quería seguir durmiendo un par de horas más, pero a través de sus párpados podía sentir la luz de la mañana. Había dejado la cortina descorrida la noche anterior porque sabía que era la única forma de despertar.―Buenos días, Madison, ¿qué te gustaría desayunar? ―preguntó Simón parado en la puerta de la habitación.―¿Qué demonios haces en mi habitación, Simón? ―dijo Madison tratando de abrir los ojos.―Vine a preguntarte lo que quieres comer, así lo pido mientras te duchas ―respondió él con calma. Tenía rato parado en la puerta viéndola dormir, no se atrevía a despertarla así salieran a mediodía, cuando le pareció que estaba despierta fue que se atrevió a hablarle―¿Cómo entraste? ―cuestionó ella ―. ¡No me digas que dormiste aquí! ―exclamó sin darle tiempo de responder y fulminándolo con la mirada. Simón la miró y le pareció que estaba más bonita que nunca, la había extrañado mucho, Madison se había convertido en la lu
Simón empujó a Madison dentro del baño, cerró la puerta y la guio hasta meterse en el cubículo del medio. Él entró detrás de ella y cerró la puerta del metal de este. Ayudó a Madison a subirse al borde del inodoro, ella se recostó a la pared para darle espacio para que él se subiera de esa manera si alguien entraba al baño y miraba por debajo de la puerta del cubículo no los verían .Los oídos le pitaban por el estruendo de la explosión, la adrenalina corría libre por sus cuerpo ante el peligro inminente. Solo habían pasado unos segundo, pero el tiempo se ralentizo para ellos.―¿Qué fue eso? ¿Qué ocurre? ―preguntó Madison en un susurró a Simón.Él mas que escucharla le leyó los labios.―No lo sé ―dijo en voz muy baja aunque era probable que los escucharan por los disparos que aún sonaban.Ella también tuvo que mirar sus labios para entenderlo, estaban muy cerca, frente a frente, Simón le hizo una rápida caricia en el rostro antes de hablar:―¿Dónde está tu teléfono?Ella lo sacó de su
Madison vio con horror como el delincuente disparó contra Simón impactando contra su pecho y tumbándolo de nuevo al piso. Buscó sus ojos, él la estaba mirando, el grito que brotó de su garganta resonó en todo el lugar.Madison pudo ver en la mirada vidriosa de Simón que él quería despedirse, imagino mil cosas que decirle ante de que se fuera para siempre.Cuando el pistolero levantó su arma para rematarlo Madison intentó levantarse para lanzarse encima de su esposo y cubrir su cuerpo con el suyo, tenía que evitar que ese hombre le hiciera más daño, pero él la apuntó con su arma.Madison tuvo que elegir entre salvar a su hija o a su esposo, gritó con desesperación porque sabía que debía proteger a ese ser inocente que crecía dentro de su cuerpo, era lo que Simón querría.Al ver que ella desistió el delincuente apuntó de nuevo a Simón, antes de que pudiera disparar la puerta se abrió con un estruendo y el jefe de seguridad disparó a la cabeza del secuestrador matándolo en el acto.Más g