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CAPITULO 5. VERDADES

La autoridad y el tono en la voz de Samantha tomaron a todos por sorpresa, aunado al hecho de que creían que dormía y, en cambio, había escuchado todo. Por un momento quedaron como congelados en el tiempo.

Enrique se sujetaba el corazón temiendo que éste se le saliera del pecho. Elia había dejado caer de forma estruendosa una serie de objetos que Samantha alcanzó a identificar como las campanillas de viento que escuchó. Thaly reprimió un grito llevando sus manos a la boca y fuera de esos gestos, ninguno se movió.

—¡¿Y bien?! —gritó otra vez mientras se sentaba en la mesa y se arrimaba al borde para bajarse.

El piso estaba frío bajo sus pies descalzos, pero le aportó frescura al calor de la rabia que la invadía. Estaba despierta y bien atenta mirando a su alrededor con los ojos como platos. Había velas amontonadas en una esquina que aún humeaban un poco, eran de distintos tamaños, formas y colores. Su abuelo sostenía una caja rectangular de madera desgastada y agrietada en sus manos, tenía un candado otrora dorado asegurando lo que estuviese adentro que, a juzgar por el esfuerzo que hacía Enrique, podían ser las piedras. Su abuela llevaba un libro grande y grueso con los bordes de las hojas comidos y amarillentos. Aún a las sombras de la noche se podía ver que era muy antiguo.

Las luces estaban apagadas, solo el resplandor de luna se filtraba por las ventanas y un par de velas casi extintas daban una débil iluminación. Samantha se acercó a la pared y encendió los bombillos de la cocina, la luz le hirió la vista y tuvo que parpadear varias veces achicando la vista para que dejara de doler. Aún tenía con ella un leve dolor de cabeza disimulado detrás de la adrenalina.

Con la iluminación vio que la mesa estaba recubierta con una tablilla de madera fina que tenía grabada frases en latín, así como líneas que formaban patrones nunca antes vistos. La imagen secó su boca con rapidez y tuvo que sostenerse a la pared para no caerse. Todo eso era mucho más de lo que había podido imaginar. Se volteó otra vez hacia su congelada familia y retomando la rabia donde la había dejado antes de encender la luz, gritó fuera de sí:

–¡¿Y entonces?!

Ya no podía contenerse, la furia se había adueñado de ella. Sus sentimientos hacían un escándalo en su cabeza y las palabras le salieron a trompicones, sin orden, con fuerza.

—¡¿Cómo me trajeron hasta aquí?! ¿Qué es esto?, ¿Cuántas veces ha pasado?... Porque ha pasado varias veces, eso dijeron, los escuché, ya ni se atrevan a mentirme de nuevo –sentenció apuntándolos con su dedo y comenzó a pasearse por la cocina a grandes zancadas, murmurando y gritando— ¿Cuántas veces?, ¿Por cuánto tiempo? —insistió hasta que la comprensión cayó sobre ella.

—Mis pesadillas nunca fueron… ¡Era esto! –balbuceó mirándolos con indignación.

Cuando se detuvo a ver la cara de sus abuelos su rabia se quebró, estaban tan temerosos que tuvo que retroceder hasta la silla más cercana y se dejó caer con el peso de todo lo que sentía. Luego se percató también que Thaly tenía sus mejillas empapadas de lágrimas.

—Necesito que me expliquen —susurró Samantha dejando caer las primeras lágrimas.

Enrique y Elia miraron a Samantha y luego a Thaly, esta última era la que tenía la responsabilidad de explicar, era ella quien tomaba todas las decisiones desde hacía mucho tiempo. Entendiendo lo que vendría, Thaly se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y tomó una silla para sentarse al lado de Samantha. Enrique y Elia avanzaron a su retaguardia como una formación defensiva, y en parte lo era, pero más bien indicaban su posición de cómplices, era una forma de afrontar la propia responsabilidad.

—Cuéntale todo hija, es el momento –afirmó Enrique posando su mano sobre el hombro de Thaly—, debe escucharlo de ti.

Después de un gran suspiro mientras contemplaba la mirada enrojecida y llena de lágrimas de su hija, temiendo su rechazo, fue tan sincera como habia sido con todas las demás cosas y sin preámbulos fue al grano.

—Sami es el momento de recordar que el mundo entero y todo lo que en él se encuentra está compuesto por energía y que la energía puede ser manipulada por algunos, tú puedes manipular la energía –dijo Thaly con sencillez deseando tomale las manos.

Thaly esperó una reacción inicial en Samantha, quizás un nuevo arrebato de lágrimas, una risa histérica o un desmayo. Se lo había imaginado muchas veces en miles de formas distintas. Sin embargo cuando ésta tomó aire y abrió su boca para refutar con palabras y preguntas, Thaly alzó su mano para pedir silencio y se masajeó el puente de la nariz tratando de buscar las palabras correctas para explicarse. Se sintió atrapada en la ironia de no poder recordar esas palabras que había practicado por años al imaginar este momento, aunque era cierto que la escena exacta jamás había pasado por su mente.

La convivencia con la energía habia empezado desde que Thaly era pequeña, sus papás conversaron con ella desde muy chiquita y le explicaron que no podía hacer ciertas cosas en público o que no podía comentar ciertos sucesos con extraños. Cuando tenía 10 años y empezó a mostrar indicios de su energía sus papás hablaron con ella pero no le revelaron un nuevo mundo, solo aclararon algunas dudas que surgieron y le dieron una perspectiva distinta a su futuro hablandole sobre las cargas, las reglas y las normas de La Asamblea y sobre la responsabilidad de mantener el secreto de los energéticos. No cambiaron su mundo, solo lo reglamentaron; pero Thaly en cambio estaba destruyendo el mundo que conocía Samantha por completo y presentándole uno muy distinto, por eso las palabras debían de ser las adecuadas.

—Será mejor que nos sentemo que esto va para largo –dijo Enrique rompiendo el silencio incómodo.

De la mano, los abuelos  de Samantha se sentaron en las restantes sillas vacías del comedor quedando posicionado uno en cada lado.

—No sé… no sé cómo… —murmuró Thaly cerrando los ojos y tragando las lágrimas que amenazaban con salir.

Las palabras se formaban en su cabeza pero no lograban llegar hasta su boca de forma ordenada, por ello no las permitia pasar evitando un torbellino de frases angustiantes. Bastó la mirada suplicante de Samantha para que diera inicio a la larga explicación.

—Debes prometer que guardarás silencio hasta que termine de explicarte y también debes mantener tu mente abierta a todo tipo de información —introdujo Thaly percibiendo un intento de Samantha por decir algo, pero ella continuó—. No te olvides de todo lo que sabes del mundo tal como lo conoces hoy, solo inclúyele todo lo que te diré. Por el silencio que te pido mientras te explico prometo, a cambio, responder todas tus preguntas, incluso las más difíciles y complejas. Después de que nos escuches —y miró a sus padres buscando un apoyo desesperado— prometo que serás tú quien decidirá cómo serán las cosas de hoy en adelante. ¿De acuerdo?

Thaly no esperó que Samantha respondiera y Samantha tampoco tenía intenciones de hacerlo. Sentía una profunda curiosidad por lo que le iban a contar y ese sentimiento era el que predominaba en ella: Curiosidad por encima de la rabia, de la frustración, del miedo y de la tristeza.

—¿Tienes sed? –le preguntó Thaly a Samantha.

Samantha asintió un poco extrañada por la pregunta, pensó que su mamá comenzaría sin más dilaciones con las explicaciones pero estaba sedienta así que no podía negarse.

Thaly sonrió con timidez y miró hacia la nevera. Samantha notó cuando la puerta de la nevera se abrió y de ella salió flotando con delicadeza la jarra de jugo, pasó delante de su cara dejando una pequeña estela de calor que contrastaba con el frio que emanaba la jarra  y aterrizó en la mesa con suavidad sin derramarse.

Mientras Samantha observaba impresionada el aterrizaje perfecto de la jarra, algo más llamó su atención: en el fondo de la cocina el gabinete se abría y cuatro vasos flotaron con gracia hasta la mesa. Esta vez era Enrique, quien le sonreía sin pudor y con una pequeña inclinación de cabeza le señaló los vasos haciéndole saber que era él quien los movía. El sonido de las galletas al abrirse evitó que Samantha comenzara a preguntarle a su abuelo y a su mamá cómo era posible aquello. Cuando giró la cabeza, sus galletas favoritas estaban posándose en la mesa junto a un plato que no había notado de dónde había salido.

Elia le dedicó una pequeña sonrisa antes de que la Jarra de jugo distribuyera su contenido en cada uno de los vasos sin desperdiciar ni una sola gota y sin ayuda. Los vasos se deslizaron por la superficie de la mesa a cada uno de sus dueños y el plato de galletas se colocó delante de Samantha.

Thaly, Enrique y Elia reprimían la culpa y mostraban complicidad. Samantha los miraba a todos por turno y volvía a contemplar los vasos sobre la mesa. Incluso se atrevió a alzar su vaso y revisar que no tuviese ningún truco. Cuando volvió a posar el vaso en la mesa, los demás comenzaron a tomar su jugo y por turnos tomaron una galleta. Estaba claro que esos movimientos se le hacían naturales pero también estaban disfrutando mucho la cara de Samantha cuando los vio, como cuando el mago adivina una carta y el invitado no entiende cómo.

Samantha tenía la boca abierta, su mandíbula podía caer hasta el piso y su lengua rodar por kilómetros a lo largo como las caricaturas. Tomó el vaso otra vez con miedo y ante la mirada atenta de su familia sorbió, el jugo obró maravillas para su creciente calor y cansancio, sintió que la refrescaba como un baño de agua fría interno pero descartó comerse las galletas, después de verlas volar por si solas estaba segura de que no serían más sus favoritas.

Notó las sonrisas de su familia escapándose con más facilidad pero ya no queria seguir esperando las explicaciones asi que miró demandante a su madre a los ojos, cumpliendo su palabra de no hablar.

—Era más fácil que vieras, antes de explicarte todo —explicó Thaly con una floritura de su mano señalando los objetos sobre la mesa —¿Cómo crees que hicimos eso? –le preguntó.

—Con… ¿la mente? —respondió dudosa Samantha.

—En parte sí. Como te dije todo está compuesto por energía, incluso las personas, pero las personas como nosotros tenemos más energía de lo normal… Esa energía podemos canalizarla a través de la mente a nuestra voluntad y manipular la energía de los objetos. A esas personas con niveles normales de energía y que no pueden canalizarla los llamamos Noides. Ellos que no comprendían ni comprenden lo que hacemos a nuestras acciones le dieron un rango antinatural y con el tiempo esto –señaló a la jarra, los vasos y las galletas— lo llamaron magia y así se quedó. Somos Energéticos o Enérgicos, como te guste más.

—Yo siempre he preferido Enérgicos… —interrumpió Enri— pero ya hablaremos… continúa hija —le dijo avergonzado a Thaly que lo reprendió con la mirada.

Samantha seguía perpleja, pero Thaly no dio tregua y aún rebuscando las palabras en su mente prosiguió.

—¿Recuerdas las historias de las persecuciones de brujas?, ¿Las brujas de Salem? –preguntó y en cuanto Samantha asintió prosiguió— Bueno, todas son ciertas. Claro, tú has conocido la versión histórica contada por los Noides pero en sí son ciertas. Por ejemplo, en Salem nunca hubo brujas, y esta palabra es bastante ofensiva dentro de nosotros —agregó un poco más bajo antes de proseguir—, pero sí hubo una energética y su hija. Los Noides nunca vieron magia negra ni rituales satánicos como describen, lo que con seguridad los pueblerinos vieron fue como la pequeña manipuló la energía y entraron en pánico; la mamá y la niña lograron escapar pero el resto de la historia es más o menos como la conoces. Quiero que entiendas es que los energéticos siempre hemos existido y los Noides no entienden lo que hacemos ni lo reconocen como posible, por eso han llenado su historia de distintas versiones, explicaciones bíblicas y científicas para su entendimiento.

Thaly volvió a tomar un poco de jugo para calmar su garganta seca y Samantha se vio obligada a agarrar una galleta porque el hambre comenzaba a despertarse en ella, no sin antes revisarla por todos sus lados y olisquearla para confirmar su normalidad y devorarla.

—Algo que se repite en la historia es que cuando un Noide se entera de lo que podemos hacer, algo sale mal. Por eso Samantha y esto es muy importante que lo sepas, los Energéticos —«Enérgicos» murmuró Enri— vivimos en secreto dentro de los Noides por seguridad.

—Pero ahora somos más, no diría que somos mayoría, ni tampoco la mitad, pero los últimos reportes de La Asamblea indican que somos un 30% de la población mundial —se apresuró a decir Enrique con orgullo— si seguimos así llegará la era donde no tengamos que ocultarnos, o quizás, donde todos seamos enérgicos.

Samantha lo miró sin poder quitar su expresión de sorpresa por toda la información que estaba procesando, empezaba a temer que su cara se quedara en esa forma para el resto de su vida.

—Eso es importante papá: La Asamblea –señaló Thaly agradecida por la intervención de Enri—. Los Energéticos tenemos un sistema de gobierno con nuestras propias leyes, es bueno que lo sepas. Pero no te imagines un ministro o presidente, en realidad nos dirige una Asamblea que fue escogida en algún momento por la población de Energé… Enérgicos —se corrigió rápido mirando a Enrique antes de que la interrumpiera otra vez— y cada miembro de la asamblea nombra a su sucesor que no puede ser su familiar. Es un sistema bastante obsoleto en mi opinión, porque deberíamos ser más democráticos. Es ridículo que consideramos a los Noides como seres inferiores y ellos si logran tener gobiernos por elecciones libres…

Enrique carraspeó con fuerza mientras extendía la mano sobre la mesa para tomar la de Thaly y hacerla calmar. La política era un tema que siempre apasionaba a cualquier Energético, sobre todos aquellos que como Thaly que no se sentían conformes ni representados por la Asamblea.

—Perdón, divagué —se disculpó Thaly—. Bueno, nuestra Asamblea establece las reglas a seguir con los Noides y velan por su aplicación y cumplimiento. En fin, en líneas generales y trogloditas es como una Asamblea Noide, pero energética y con otras leyes. Ya te tocará aprender más sobre las leyes, lo que quiero es que tengas una perspectiva general… —hizo una pausa y siguió— Para que tengas una idea, los energéticos estamos en todos los ámbitos de la vida de los Noides, tenemos reglas sobre la intervención directa e indirecta, y nuestra Asamblea vigila esas intervenciones. Tenemos nuestra propia policía –Thaly utilizó sus manos para colocar las comillas en policía, mientras Elia soltaba un bufido y volteaba los ojos— y nuestro propio sistema de estudios y…. creo que con eso ya te haces una idea de todo.

Thaly soltó un largo suspiro de resignación y se recostó de la silla. Ya había llegado la hora de la ronda de preguntas y no se sentía preparada para las recriminaciones que pudiera surgir pero no le faltaría la palabra a su hija.

—¿Quieres hacer alguna pregunta? —le dijo nerviosa.

Samantha sopesó todo lo que acaba de escuchar, iba procesando la información en la medida de que su mamá la daba, pensaba: «¿una Asamblea como gobierno paralelo?, ¿30% de la población mundial?, ¿Energéticos?, ¿Energía?, ¿Asamblea?, ¿Nuevas Leyes?, ¿Nuevos estudios?, ¡¿Magia?!». Creyó que iba a colapsar entre tanta información y preguntas, quería hacerlas todas y que no se olvidara de ninguna por lo que se lamentó no tener una libreta para ir anotando sus dudas mientras su mamá hablaba para luego categorizarlas por orden de prioridad, pero entonces un nombre surgió desde lo más profundo de su ser…

—¿Dilas sabía? —arrojo sabiendo lo compleja que era su pregunta.

Thaly lo había estado esperando pero jamás se imaginó que sería lo primero que tuviese que responder. Sin embargo, el entendimiento flotó entre ellas y comenzó a hablar.

—Los Enérgicos recibimos estudios de la educación Noide regular y al mismo tiempo, en casa, los conocimientos propios de los Enérgicos. Cuando un Noide tiene un Enérgico existe un personal especializado que conversa con este niño y sus padres, si se demuestran receptivos, le dan entrenamiento de forma secreta para lograr que se integre a ambas sociedades con más facilidad y sin incidentes. Cuando un niño Noide termina la secundaria puede elegir ir a la universidad; los Enérgicos también podemos asistir a la de ellos pero es indispensable que primero estudiemos en nuestra universidad para profundizar en nuestros poderes, su control y su aplicación sobre las distintas carreras Noides y Enérgicas. Yo no fui a ninguna de las dos universidades, quería un año sabático de los estudios que nunca fueron lo mío. El Enérgico durante toda su vida cursa estudios paralelos y es bastante agotador por eso muchos nos tomamos un descanso antes de ir a la universidad… pero en ese año de descanso conocí a tu papá —afirmó Thaly sonriendo con el recuerdo y después de unos segundos retomó su largo discurso—. Conocí a tu papá en un supermercado, lo había visto en distintas oportunidades pero a la tercera vez él se me acercó, conversamos y terminamos tomando un café. Me contó que era nuevo en la ciudad, que no conocía a nadie, que vino por una transferencia desde su trabajo y yo sólo como imaginaras, solo pude comentarle que estaba esperando para ingresar en la Universidad. Con el tiempo nos enamoramos y decidimos vivir juntos sin casarnos, por eso no pude decirle que era Energética, hay una ley al respecto —aclaró Thaly—,pero no pensé que eso sería un problema pues me encantaba vivir la vida como Noide… Ya te darás cuenta por qué —le dijo a Samantha generando incomodidad en Elia.

Thaly continuó.

—Cuando naciste tú la Ley sí me permitía contarle todo a Dilas y quería hacerlo antes de que un representante de La Asamblea lo hiciera, pero cuando intenté tocar el tema él fue tan escéptico, tan poco creyente que le di largas a la situación, hasta que un día tú te enfermaste, Sami, y ningún médico Noide ni Enérgico sabía lo que tenías —la voz de Thaly se quebró ante el doloroso recuerdo—. Estábamos desesperados, Dilas… tu papá estaba desconsolado y los médicos nos dijeron que no había nada que hacer solo esperar y  y que nos preparáramos para lo peor.

Las lágrimas se empezaron a asomar de nuevo en los ojos de Thaly pero nadie la interrumpió. Tomó una bocanada de aire y siguió adelante con su explicación.

—Vivíamos en el hospital, nunca te dejábamos sola. Tu papá se negaba a apartarse de ti, peleaba con todos los médicos y enfermeras, exigía que te hicieran más exámenes. Llegaba a la habitación cargado con infinidad de libros de medicina Noide tratando de encontrar lo que tenías para poder curarte, íbamos a perderte Samantha y nos perderíamos contigo. Así que mi papá… —hizo una pausa y con la mirada le pidió a Enrique que retomara el relato mientras ella se limpiaba las lágrimas.

Samantha los miraba con compasión, la llama de ira que sintió se había apagado.

—Bueno —dijo Enrique con una risa nerviosa—, no fui corredor de carros —aclaró antes, como si esa mentira lo hubiese estado persiguiendo desde hace tiempo—, trabajaba en la sección Judicial de La Asamblea, conocía muchos secretos gubernamentales que en ese momento eran verdaderos secretos, y sabía que en la sección de Investigación estaba realizando trabajos experimentales con la sección de Sanidad en algunos de sus laboratorios…

Elia decidió continuar la historia.

—Y tu tío Ánthon trabajaba en uno de esos laboratorios… Teníamos mucho tiempo sin vernos y hablábamos poco, pero esa noche lo llamé y le rogué que te ayudara. Así fue como él vino al día siguiente, entró al hospital como si fuese el dueño, te examinó y exigió tu expediente médico con autoridad. Revisó todos los informes y aunque no dio con un diagnóstico, dijo que podría ayudarte —señaló Elia con esperanza en su voz—. Enrique, Thaly y yo nos reunimos con él sin decirle nada a Dilas, pues debíamos saber primero qué podía hacer por ti. Entonces él nos dijo que no podía revelar nada pero que donde él estaba trabajando había ciertas medidas que podían mejorarte. Eso nos alegró muchísimo, era todo lo que queríamos escuchar, fue entonces cuando Thaly preguntó por las medidas…

Una Thaly más recompuesta interrumpió diciendo:

—Me dijo que eran experimentos aún, que no habían sido probadas en ninguna persona, pero que… se esperaban resultados muy favorecedores. No quiso revelar nada más y me aseguró que, en el peor de los casos, si no te curaba tampoco te empeoraría y en el mejor de los casos te sanaría. No necesité escuchar más para aceptar, pero tenía que contarle a Dilas… Me reuní con él, no tenía tiempo para explicarle todo lo de nuestro mundo que él aún se negaba a aceptar, así que solo le dije que Ánthon trabajaba en un laboratorio, que hacían experimentos y que podía hacer algo por ti. Dilas tampoco dudó porque deseaba verte curada y tu cada vez estabas más débil, la fiebre te hacia delirar, no respirabas bien —le contaba Thaly tomando la mano de Samantha y estrechándola con fuerza entre las suyas—…  Sin perder tiempo esa misma noche te sacamos del hospital. Al llegar a casa Ánthon apareció con un maletín, nos pidió que saliéramos de la habitación y se quedó solo contigo. A los 30 minutos el salió contigo caminando agarrados de la mano, con tus cachetes rosados, los ojos vivos y despiertos. Tú me dijiste: «mami, tengo hambre» y todos nos pusimos a llorar mientras te abrazábamos por turnos.

Las lágrimas ahora reinaban en aquella mesa de comedor. Samantha no pudo evitar contagiarse y sentirse emocionada por la historia, eso terminó por apagar la rabia que había sentido horas antes.

***

—No supimos qué te había hecho mi hermano y él insistía que era mejor no saberlo, pero tu mejoría era diaria, a la semana ya estabas radiante y recuperando todo el peso perdido. Yo estuve atenta a cualquier efecto secundario, pero no podía notar ninguno a leguas. Pero al mes…

Thaly bajó la cara y se la cubrió con la mano, entonces Enrique retomó el cuento mientras Elia consolaba a su hija.

—Al mes La Asamblea descubrió que las secciones Investigación y Sanitaria estaban realizando experimentos ilegales, no especificaron qué clase de experimentos, solo indicaron que las especies que consiguieron fueron sacrificadas por humanidad, todo lo demás fue destruido y los culpables que intentaron escapar habían sido perseguidos y encarcelados. Exigieron que todo aquel que tuviese algún tipo de información la entregara. Nosotros estábamos asustados y no sabíamos que hacer —explicó Enrique con la respiración agitada—.

—Tu tío Ánthon fue uno de los científicos que logró darse a la fuga —intervino Thaly—, un día me llamó, la llamada fue corta y creo que estaban siguiéndolo, sólo me dijo: «no entregues a Samantha». Esa fue la última vez que lo escuché, luego La Asamblea informó que habían encontrado su cuerpo, se había suicidado… pero la muerte de mi hermano es un tema arduo de superar. No es porque fuera joven, aunque también eso nos pesa, sino porque nunca sentimos que nos dieran una respuesta sensata de lo que pasó. Él había cambiado y se alejó de la familia pero aún así no lo creí capaz de suicidarse. Si tal vez supiéramos con certeza lo que pasó esa noche o si tuviéramos un cuerpo que sepultar, quizás solo así podríamos vivir un duelo normal y empezar a curarnos. Mientras no tengamos respuestas, las dudas nos seguirán atormentando.

Ante la cara de terror que se filtraba en Samantha, Thaly la intentó tranquilizar tomando sus manos con fuerza. Elia lloraba en silencio, el recuerdo de la pérdida de uno de sus hijos resultaba tan doloroso como lo había sido el primer día. Enrique también se secó sus lágrimas sin ningún tipo de disimulo.

—Yo no sabía que el tío Ánthon… es decir… ustedes me dijeron… bueno, nunca me dijeron cómo… —balbuceaba Samantha apenada—, siento que debería haber estado mas agradecida todo este tiempo con él.

Thaly negó con la cabeza para restarle importancia, al fin y al cabo, si Samantha no sabía las verdaderas circunstancias de la muerte de Anthón era por culpa de ellos. Después de unos segundos continuó.

—Jamás te hubiésemos entregado, ni muertos. Pero la súplica de Ánthon nos hizo pensar que quizás, solo quizás, tú fuiste parte de esos experimentos que La Asamblea catalogó como grotescos. Pero nunca lo sabríamos a ciencia cierta, así que decidimos callarnos. A todos nos investigaron, exceptuando a Dilas, y no consiguieron nada, Ánthon se había apartado de la familia hacía mucho tiempo y salvo algunas llamadas no sabíamos mucho sobre él. Era algo que todos sabían, como si él hubiese planeado una coartada.

Thaly acariciaba las manos de sus padres ahora unidas sobre la mesa. Recordar aquella historia era doloroso desde cualquier ángulo.

—Pero… —titubeó Samantha—. ¿Y los efectos secundarios? —Dejó la pregunta en el aire pues no estaba clara de cómo formularla.

—Bueno —tomó la palabra Elia un tanto divertida—, de eso nos dimos cuenta un día, mucho después de todo, estabas ayudándome a limpiar la casa y el polvo te hizo estornudar, con cada estornudo destrozabas la vajilla —Enrique y Elia rieron contagiando a Samantha, Thaly en cambio permanecía inmutable—. No vimos efectos secundarios como la Asamblea describía en los boletines informativos, pero los niveles de tu energía eran muy altos para tu edad, de hecho, de cualquiera para edad adolescente.

—Hubo algo más —interrumpió Thaly con una sombra en la voz— después del problema de los laboratorios muchas personas acudieron a dar información tal como lo pidió la Asamblea, algunas de esas personas nunca aparecieron y eso fue lo que nos hizo temer que si algún día descubrían tus niveles de energía tan altos como son, pudieran relacionarnos una vez más con Ánthon y… —Thaly calló de forma abrupta, no era una idea en la que quisiera pensar.

Todos guardaron silencio y quedaron muy atentos a cualquier expresión o movimiento que pudiera hacer Samantha. Mientras tanto ella comía otra galleta sin darse cuenta y se terminaba el jugo que había en su vaso tratando de digerir la información poco a poco. Por increíble que pareciera el relato ya no sonaba tan ridículo en su cabeza, pero en definitiva había mucho que procesar, tenía muchas preguntas que hacer, muchas dudas, y ninguna por dónde empezar, ninguna que pudiera decir que era prioritaria sobre otra. Le empezó a doler la cabeza. Cuando alzó la vista y encontró todos los ojos puestos en ella decidió hacer la más obvia de las preguntas.

—¿Qué estaban haciendo esta noche?

Su abuelo se removió incomodo en la silla percibiendo el tono enojado de su voz y acomodó su camisa con manos nerviosas antes de responder.

—Como te dije, trabajé en la sección Judicial de La Asamblea, los enérgicos que infringen la ley son sancionados, tenemos una cárcel, pero no tiene sentido encerrar a alguien que con su poder puede escapar; así que le atan los poderes mediante un ritual que lo deja tan Noide como es posible. Eso era lo que hacíamos esta noche contigo, atamos tus poderes.

—¡¿Qué?! —gritó Samantha y Enrique se encogió de culpa.

Samantha se sorprendió a si misma sintiéndose tan alterada, no pensó que significaran tanto para ella sus recién descubiertos poderes que jamás imaginó tener, pero que en el fondo de su ser quería conocer.

—No es para siempre, es solo momentáneo —dijo Thaly.

—¿Por cuánto tiempo? —Preguntó Samantha.

—No… no lo sabemos —respondió Enrique tartamudeando por los nervios—. Verás, mientras más fuerte es el Enérgico, más difícil es atar sus poderes, la energía se va regenerando y por ende su poder. Con la atadura quitas la energía sobrante y colocas ciertos impedimentos para su rápida reproducción. Un ritual de atadura puede durar dos años, pero en tu caso, con tu poder, no hemos podido hacer que dure más de seis meses.

La muchacha sopesó la respuesta unos segundos.

—Entonces en seis meses debería… tener poder —concluyó Samantha.

—Si, en seis meses tu energía debería estar restituida y los impedimentos para usarla caerán —explicó Thaly–. Pero no puedes usarla  aún, tienes dieciséis años, pero con la energía de una persona de veintiún  años o más, y eso en definitiva no es normal... —antes de que Samantha comenzara a reprochar, agregó con rapidez alzando las manos— Pero, más adelante aunque tu energía haya crecido incluso más que ahora, podremos atribuírselo a un desarrollo tardío de poderes; eso es viable. –Thaly asentía con entusiasmo y con voz desesperada, como si intentara convencerse de sus propias palabras.

—No entiendo mamá. ¿Cómo van a saber de mi energía? ¿Acaso la sienten? ¿Pueden no decírselo?

—¿Recuerdas al Sr. André? ¿El amigo de tu abuelo? —preguntaba Thaly mientras Samantha asentía— Bueno, él es uno de los muchos enérgicos que están encargados de revisar y supervisar las ondas de energías de los chicos como tú. Existe un registro de los hijos de los Energéticos para que estos sean sometidos a revisiones periódicas de energía, de educación energética y de cumplimiento de las leyes —finalizó volteando los ojos y agitando su mano en el aire pues consideraba que era un procedimiento burocrático, inservible y fastidioso.

—André viene la semana siguiente y tu registro energético debe ser el de un Noide —aclaró Enrique—, por eso tuvimos que atarte los poderes hoy. La última vez, con lo de tu supuesta gripe, creemos que pudo sospechar que algo no estaba del todo bien.

Samantha se comió muchas galletas por la ansiedad de la noticia mientras su familia aguardaba por otra pregunta. Enrique y Elia susurraban en privado y Samantha logró escuchar el nombre de su tío Ánthon pero no quiso saber de qué se trataba esa conversación tan íntima. Thaly, por su parte, buscaba y eliminaba pelusas imaginarias de su ropa con mucha concentración.

La mente de Samantha comenzó a repasar una vez más los acontecimientos de la última hora y todo lo que su mamá le había explicado. Las preguntas en su cabeza se comenzaban a reducir, pero seguían siendo demasiadas. Se empezó a sentir abrumada y muy agotada. «Así que tenía energía y podía manejar esa energía a voluntad» se repitió para sí misma. El pensamiento de ser Enérgica, y una muy poderosa, la absorbió hasta que preguntó por el futuro.

—Ok, esperaremos seis meses y entonces ¿qué? —dijo— Aún tendré dieciséis años.

—Tendrá que ser suficiente. Creo que ya no tendríamos que seguir atándolos –expuso Enri— en cambio, podríamos concentrarnos en que aprendas a controlarlos, para que en una próxima visita puedas generar unas ondas adecuadas a tu edad.

—Quizás esté a tiempo de ingresar en la universidad —agregó Elia con alegría.

Esperaron su respuesta pero seguía sin saber qué decir. Se limitó a sonreír, porque a pesar de todo lo explicado y lo confundida que se sentía, no podía evitar sentirse complacida por todo lo descubierto.

Enrique sonrió, fue evidente que era lo que deseaba desde un principio, lo que esperaba que  Thaly hubiese hecho. Se sentía victorioso de que al final no existieran más secretos en la casa, un enorme peso había desaparecido de sus hombros. Por primera vez en mucho tiempo dormiría libre de mentiras, aunque sabía que aún quedaban muchos secretos por descubrir.

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