MIA
— ¿¡Porque hiciste eso!? — Exclamé completamente consternada por lo que acabo de escuchar. — No tuve otra opción. — Respondió mi padre sin verme al rostro. — Vendrá por ti dentro de una hora, necesito que tengas tus maletas preparadas. — ¡Papá, no puedes hacerme esto! — Las lágrimas bajan por mis mejillas como cascada. — ¡Mamá! La miro. Ella estaba hecha todo un mar de lágrimas, tanto que ni siquiera podía hablar, las palabras quedaban atoradas en su garganta y simplemente negaba con su cabeza. Mi padre tuvo la brillante idea de pedirle prestado a uno de los mafiosos más peligrosos de todo el país entero, y todo porque la ferretería, una pequeña empresa familiar se iba a la quiebra por su mala administración. Y no le bastó con asegurar que podía devolver el dinero en un mes, si no que me dio como una garantía. Ahora ha pasado un mes y aquel hombre está por entrar a la casa por mi. — No pienso irme con ese hombre. — Respondo con temple. — tengo 23 años y yo soy dueña de mis propias decisiones, tú eres quien debe responder ante tus actos ¡No lo debo hacer yo! — Exclamó al final. — ¡Me largo de aquí! — Corro directamente a las escaleras para ir a mi habitación. — ¡Mia! — Escucho gritar a mi padre desde el piso de abajo. — ¡No puedes dejar a tu familia en medio de la tormenta! Bufo. Es irónico que diga eso, cuando literalmente vendió a su hija hace un mes atrás a un hombre que probablemente pueda matarme cuando se le dé la gana, o peor… abuse de mi, o quizás me convierta en una vendedora de drogas… ¡Dios! Llevó las manos a mi rostro completamente enojada y triste, pero aun así no me deje vencer, comencé a empacar toda mi ropa en una gran maleta sin importar el orden, lo unico que tenia en mente ahora mismo es salir de mi casa y más nunca volver a este lugar. No me interesaba que le pasara a mis padres, solo quería salir y olvidarme de los dos, no me importaba meter toda mi vida en una maleta y dedicarme a viajar por todo el mundo. Dentro de mi habitación gurado un pequeño secreto y es que durante años he ahorrado dinero, con el que podría sobrevivir dos meses, mientras encuentre un trabajo. Nunca nadie me encontrará, sere un completo enigma para todos. El timbre de la casa suena y por una extraña razón siento como todo a mi alrededor comienza a ir más lento, puedo sentir como la sangre recorre todo mi cuerpo sin detenerse, una corriente fría recorre cada milímetro de mi piel y erizandola en el camino. — ¡Mia! — gritó mi padre desde el primer piso. — M****a. — murmuró y llevó las manos hacia mi cabello peinandolo hacia atrás. — No pienso dejar que me lleven. Abro la ventana de mi habitación y miró hacia abajo, la altura no era tanta, si me lanzaba, el máximo daño que podría hacerme es unos cuantos rasguños. Así que tomo la maleta y la lanzó al pasto. — ¡Mia! — La puerta de mi habitación se abre de golpe. Mi padre estaba notablemente furioso, pero me daba igual. Rápidamente saque mi cuerpo por la ventana y sin temor, brinque, nuevamente podía sentir como la sangre circulaba por todo mi cuerpo está vez con mucha fuerza, porque mi corazón latía rápido y frenético. Mi golpe fue amortiguado por la maleta, pero aún así todo dentro de mi comenzó a doler, pero me daba igual, debía huir de aquí lo más pronto posible. Me levanto y tomo mi maleta para comenzar a correr. — ¡Allá va! — Escucho como alguien grita detrás de mí. Aquella voz no la conocía. Giro ligeramente mi cabeza hacia atrás y noto que varios hombres vestidos de traje corren detrás de mí. Suelto un chillido y trato de correr lo más rápido que pueda, pero mi piernas no parecían responder, porque justo uno de esos hombre me atrapó. — ¡Suéltame! — Comienzo a forcejear. — ¡Suéltame maldito gorila! ¡Ayuda, me están secuestrando! — Grito lo más fuerte posible para que todos mis vecinos salieran a socorrerme, pero nadie salió de su casa. — ¡Ayy…! No terminé de gritar cuando aquel hombre colocó su mano sobre mi boca amortiguando el sonido. Las lágrimas volvieron a bajar por mis mejillas al entrar de nuevo a la casa, la cual estaba repleta de hombre perfectamente vestidos, pero uno de ellos llamó mi atención, porque entre todos los hombres vestidos de traje, el suyo era más excéntrico y se notaba que era costoso. Levantó su mirada y pude apreciar unos ojos color esmeralda, su rostro estaba adornado con una barba perfectamente tupida y su cabello largo peinado a cada lado de su cara. Es un hombre muy guapo, pero cuando sabes de quién se trata y todo el daño que ha hecho la percepción cambia. — Mía. — Su voz suena ronca y varonil. Se acerca a mí con su imponente altura. — ¿Por qué quieres escapar de mí? — extiende su mano y acaricia mi mejilla. Mi cuerpo de inmediato se tensa y trato de zafarme, pero su gorila aún me sujeta. — No me toques. — escupo llena de ira. — no pienso irme contigo. Lo veo sonreír con malicia. — ¿Estás segura de eso? — Escaparé una y otra vez, no podrás luchar contra mi. — ¿En serio? — pregunta con incredulidad. — ¿Y si hago esto? En un movimiento rápido lo veo sacar un arma de la parte trasera del pantalón y apuntarle directamente a mi madre. Ella de inmediato comienza a llorar y titiritar. — ¿Quieres ver morir a tu madre? — El me mira. Miro a mi madre la cual no deja de temblar, es tanto su miedo que sus pantalones se comenzaron a humedecer. — No. — respondo con las lágrimas al borde. — Está será la única y última advertencia. — Él baja su arma y pude ver cómo mi madre cayó de rodillas al suelo sobre su propia orina. — Soy Mikel Scopola, y tú serás mi mascota de ahora en adelante.MIKELDesde que Tony Johnson prometió pagarme todo el dinero que le preste en un solo mes, supe que de inmediato que me iba a causar problemas, así que investigue a toda su familia, y desde el momento en el que vi a su única hija, supe que podría usarla como carnada y el no dudo en aceptarlo. He de decir que es una chica hermosa, con su cabello azabache que cubre toda su espalda, sus ojos marrones que te miran con inocencia, y sobre todo su cuerpo esbelto y curvilíneo. Tengo que admitir que puedo tenerla como mi juguete personal. — Llévala al auto. — Le ordenó. — ¡No, suéltame, maldito orangután! — Exclamaba mientras que la sacaban de la casa de sus padres a rastras.Me giré para verlos y pude notar que estaban consternados, pero en cuestiones de negocios soy cruel y despiadado.— Puedes recuperar a tu hija, cuando me pagues todo el dinero que me debes. — Le hablo a Tony. — Si no me pagas ella sufrirá las consecuencias, yo no bromeo, yo cumplo con mis promesas. Y sin más nada que
MIA— Gloria, ella es Mía Johnson, es una invitada del señor Scopola. Una mujer de mediana edad se encontraba sentada detrás de un escritorio tecleando en su computador. Y al escuchar al hombre a mi lado levanta su mirada y me escanea de arriba a abajo. — ¿Cuál es tu talla? — pregunta ella levantándose de su asiento para acercarse a mí. — Tu cintura es pequeña, pero tienes caderas y muslos grandes, no creo que nuestro uniforme te quede acorde, si te agachas o te estiras mucho se te verá el trasero. — ¿De qué habla? — Pregunto confundida. — Si el señor Scopola te envió conmigo es porque vas a ser parte del personal de limpieza. — Responde ella, mientras rebusca en un estante y saca lo que estaba buscando. — Ten, pruebate esté uniforme. — No, no, no, no, yo no voy a ser parte del personal de limpieza. La mujer mira al grandullón a mi lado. — Escúchame bien niña, no eres la primera ni la última, toma esto. — la mujer coloca las cosas sobre mi pecho. — póntelo y comienza a trabajar
MIKEL. La vi, por supuesto que la vi tocarse sola hasta llegar al orgasmo y eso me impulsó a mi a terminar de una vez por todas con aquella mujer de la cual no recuerdo su nombre. — Vístete. — Dije separándome de ella. — Dijiste que íbamos a dormir juntos. — Ella se levanta de mi escritorio y comienza a acariciar mi pecho. — Cambie de opinión. — quito su mano de mi pecho de un manotón y con cara de asco. En mi subconsciente solamente estaba Mia con las mejillas sonrojadas, con su respiración entrecortada. Quería probarla, saborear cada centímetro de su piel pálida, dejar mis manos marcadas sobre un culo. Sobre todo por ese berrinche que me hizo en la entrada de la casa, quería castigarla, dejarla atada en mi cama mientras que disfruto de su coño. Salí de mis pensamientos cuando la puerta de mi oficina se cerró en un portazo. Suelto un bufido y comienzo a subirme los pantalones dispuesto a salir y buscar a Mia para que resolviera el problema dentro de mis pantalones. Y justo cu
MIASolo caí rendida cuando mi cabeza tocó la almohada, y justo cuando abrí mis ojos lo único que pude pensar fue en lo que sucedió anoche en la cocina. Aún podía sentir cómo Mikel se restregaba en mi trasero para que sintiera todo su poder. La tentación de aceptar su oferta me consumía; el placer era tan vívido y tan carnal que sentía que si le daba una oportunidad más, caería rendida sin remedio. Sin embargo, había algo que me lo impedía, una barrera invisible pero insuperable.Mis pensamientos volvieron a la escena una y otra vez. La cocina iluminada tenuemente por la luz de la cocina, sus manos firmes en mi cintura, su respiración agitada en mi oído. Cada detalle estaba grabado en mi mente con una claridad que me perturbaba. ¿Qué era lo que realmente me detenía? Tal vez era el miedo a lo desconocido, a lo que podría significar entregarme completamente a ese deseo. O quizá, había algo más profundo, algo que no estaba lista para enfrentar.Me levanté lentamente, tratando de sacudirm
MIKEL.— Hagamos una apuesta. — Hablo alejándome un poco de ella. El simple hecho de tenerla cerca, provocaba que mi pene se endureciera dentro de mis pantalones, y es que al verla con ese uniforme, y con esa falda corta… lo único que único que quería hacer era empotrarla y follármela hasta que me rouegue que pare.— No puedo hacer una apuesta contigo. — Dice Mia, ella se acomoda un mechón de cabello que caía a un lado de su rostro. — Dame una buena razón. — Tu… eres como el diablo. — Mia comienza a caminar a mi alrededor. — Eres maravillosamente hermoso, puedes seducir a cualquier persona de este mundo sin importar su sexualidad. Y gracias a eso harás que acepten tu propuesta. — Acarició el cuello de mi camisa. — Estoy segura de que habrá una letra menuda de la cual no mencionaras, y si acepto lo más probable es que me este condenando a ti. “Está chica definitivamente es una caja de sorpresas” — Cariño, conmigo no hay letras menudas.— Eso es lo que tú haces creer, pero te colo