SIRVIENTA

MIA

— Gloria, ella es Mía Johnson, es una invitada del señor Scopola. 

Una mujer de mediana edad se encontraba sentada detrás de un escritorio tecleando en su computador. Y al escuchar al hombre a mi lado levanta su mirada y me escanea de arriba a abajo. 

— ¿Cuál es tu talla? — pregunta ella levantándose de su asiento para acercarse a mí. — Tu cintura es pequeña, pero tienes caderas y muslos grandes, no creo que nuestro uniforme te quede acorde, si te agachas o te estiras mucho se te verá el trasero. 

— ¿De qué habla? — Pregunto confundida. 

— Si el señor Scopola te envió conmigo es porque vas a ser parte del personal de limpieza. — Responde ella, mientras rebusca en un estante y saca lo que estaba buscando. — Ten, pruebate esté uniforme. 

— No, no, no, no, yo no voy a ser parte del personal de limpieza. 

La mujer mira al grandullón a mi lado. 

— Escúchame bien niña, no eres la primera ni la última, toma esto. — la mujer coloca las cosas sobre mi pecho. — póntelo y comienza a trabajar, hay muchas cosas que hacer en esta casa.

Tomo lo que puso sobre mi pecho y es ahí cuando noto que se trata de un uniforme tradicional del personal de servicio, es de colo negro con blanco. Hago una mueca de fastidio, colocando mis ojos en blanco 

¿Acaso se quedaron en el pasado? Este tipo de vestuario es completamente denigrante. Pero aún así para evitar más altercados asiento con mi cabeza. 

— No me voy a quitar la ropa enfrente de ustedes. — Les digo. 

— Puedes entrar en el baño y cambiarte. — Hablo Gloria, mientras me señala la puerta.

Asiento con mi cabeza y entro en el pequeño cubículo. Me despojo de toda mi ropa y tomo ese espantoso atuendo. Cada pieza me recuerda lo humillante que es esta situación. Aprieto los dientes y me obligo a respirar hondo. Esto es solo un obstáculo más. 

El atuendo de sirvienta se ajusta perfectamente a mi silueta sobre todo en mi cintura y caderas, pude notar la razón que tuvo Gloria, si me agachaba o me estiraba podía ver cómo una pequeña parte de mi trasero se veía. 

Sin más nada que hacer salgo del baño y pude notar que el orangután ya no estaba, solo Gloria  y yo.

— Te queda ajustado. — Dice ella al verme. — Debes adelgazar un poco. 

— No reflejes tus inseguridades en mí. — respondo con coraje.

Gloria esboza una sonrisa casi que siniestra. 

— Te daré un dato que debes saber de mí. — Se acerca de forma amenazadora, hasta que quedamos frente a frente. — Puedo hacerte la vida imposible con tan solo chasquear mis dedos, en este mundo nadie es bueno, así que te recomiendo que le bajes a tus agallas si no quieres que algo malo te pase.

Justo en ese instante alguien abre la puerta.

— Lo siento. — Me giro y logró ver a una chica, vestía el mismo uniforme denigrante. 

— No te preocupes Nika. — Gloria quita su mirada de mí y la pone sobre Nika. — Aprovechando que estás aquí, quiero presentarte a Mia, estará acompañandonos durante un tiempo, necesito que le enseñes todo lo que necesita saber para sobrevivir en esta casa. 

— Está bien. — Nika me mira y sonríe con los labios cerrados. — Vamos, te mostraré toda la casa. 

Salí de aquella oficina con los nervios de punta, sin decir una sola palabra. A cada paso, sentía la opresión de la situación, como si un yugo invisible se cerniera sobre mis hombros. 

Esa mujer, Gloria, tenía razón: no sabía cómo era la dinámica en la casa de un mafioso. Cada pared de esta lujosa prisión escondía secretos y peligros que aún no comprendía. Sin embargo, ceder mi poder, mi autonomía, a otra persona, era casi inconcebible.

 La idea de someterme y aceptar sin cuestionar iba en contra de todo lo que siempre había creído. No podía simplemente resignarme y aceptar este destino sin pelear, sin al menos intentar mantener algo de control sobre mi vida. Pero al mismo tiempo, sabía que la resistencia abierta podría traer consecuencias aún peores. La clave sería encontrar un equilibrio, aprender las reglas del juego mientras buscaba una forma de escapar de esta pesadilla.

— Hola, disculpa que nos hayamos conocido de esta manera. — Hablo Nika con una sonrisa en el rostro. — Soy Nika Reed.— Me tiende su mano.

— Mia Johnson. — Tomo su mano. — ¿Ella siempre esta de mal humor? 

— Gloria es una mujer dificil, para que tu estadía sea más amena solo acta sus órdenes y listo. 

— No soy esa tipica chica que sigue ordenes. 

— Pues deberías acostumbrarte, porque nuestro jefe es el doble de mal humorado que Gloria. 

— Ya lo sé. — Hago una mueca. — Ya tuve el grato privilegio de conocerlo. — digo con sarcasmo. 

— Es un gran tipo, solo que debes tenerle un poco de paciencia. 

— No creo que lo sea, sobre todo si intentó dispararme una hora atrás, como sea, no hablemos de él. Mejor enséñame que es lo que debo hacer. — Hago un intento de sonrisa. 

— Está bien, vamos. 

Nika comenzó a enseñarme cada uno de los rincones de aquella lujosa mansión. El vestíbulo principal era impresionante, con suelos de mármol blanco y una gran escalera de caracol que se alzaba majestuosamente hacia el segundo piso. Un enorme candelabro de cristal colgaba del techo, proyectando destellos de luz por todo el espacio.

Pasamos al salón, una sala amplia con techos altos y ventanales que iban del suelo al techo, ofreciendo una vista panorámica de los jardines exteriores. Los muebles eran de estilo clásico, con sofás de terciopelo y mesas de caoba pulida. En las paredes colgaban cuadros de artistas renombrados y espejos dorados que reflejaban la luz natural.

La biblioteca era un refugio de conocimiento, con estanterías de madera oscura repletas de libros antiguos y modernos. Unos cómodos sillones y lámparas de pie proporcionaban el ambiente perfecto para la lectura. 

El comedor era igualmente impresionante, con una larga mesa de madera maciza rodeada de sillas tapizadas en terciopelo. Una segunda araña de cristal colgaba del techo, iluminando la mesa con una luz cálida. En un extremo de la sala, un aparador exhibía vajilla fina y cubertería de plata.

Recorrimos también la cocina, equipada con los electrodomésticos más modernos y superficies de granito. Los armarios de madera clara y los utensilios de cobre colgaban ordenadamente, listos para su uso. Un pequeño comedor adyacente, más informal que el principal, ofrecía un lugar acogedor para comidas rápidas.

En la planta superior, los pasillos estaban alfombrados con moqueta suave, y las puertas de las habitaciones eran de madera maciza con herrajes dorados. Me mostró una de las suites, decorada con elegancia, con una cama king-size, vestidor y un baño privado de lujo, con una bañera de hidromasaje y una ducha de mármol.

Finalmente, salimos al jardín trasero, un espacio amplio y bien cuidado con senderos de piedra, fuentes y una gran piscina. Los jardines estaban llenos de flores de colores vibrantes y arbustos perfectamente podados, creando un oasis de tranquilidad.

La mansión era una obra maestra de lujo y buen gusto, cada rincón cuidadosamente diseñado para impresionar y proporcionar comodidad.

Definitivamente Mikel Scopola tiene un buen gusto para decorar su hogar. 

La noche cayó y consigo la nostalgia y la furia, aun no podía creer que había sido privada de mi libertad por algo que yo no hice, estaba muy resentida con mi padre por haberme vendido de esta forma. Y ahora debía servirle a un hombre peligroso y con una noche incierta, afortunadamente pude olvidarme un poco de todo gracias a Nika, pero ahora mi conciencia estaba despierta. 

Nika tuvo la decencia de mostrarme dónde dormiré y va a ser junto a ella en un camarote. 

Ahora mismo me encontraba dentro de la cocina tomando un poco de agua, cuando escuchó un fuerte gemido. rápidamente me pongo alerta, pero la curiosidad pudo más conmigo. 

Dejó el vaso con agua a un lado y sigo la fuente del sonido y justo me detengo enfrente de una puerta que recuerdo perfectamente, porque Nika me dijo que era la oficina de Mikel. 

Estando muy cerca pude descifrar que la voz que salía dentro de la oficina era la de una mujer. 

Pensé lo peor, así que abrí la puerta un poco, tratando de no hacer ruido, y lo que vi me sorprendió. Sobre el escritorio había una mujer completamente desnuda, con las piernas abiertas, y en medio de sus piernas se encontraba Mikel. Su rostro estaba sudado y su expresión era de puro placer.

Una fuerte corriente recorrió mi cuerpo, una mezcla de shock, vergüenza y algo más que no podía identificar del todo. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y sentí mis mejillas arder. La escena era tan íntima y cruda que no podía apartar la mirada de inmediato.

Pero aun así estaba la necesidad de llevar mi mano hacia mi zona, lentamente comencé a mover mis dedos en aquel botón tan delicado y frágil, solté un leve gemido y justo en ese instante Mikel levanta su mirada conectando directamente con la mía. 

Se movía, y se movía, y su mirada no se despegaba de la mía. Llevó sus manos al cuello de aquella chica y se movía aún más rápido. Mi mano también se comenzó a mover con más fuerza, erizando con cada roce los vellos de toda mi piel. Podía sentir cómo el tan apreciado éxtasis llegaba a mí como una ola apresurada, incontrolable.

Mis respiraciones se entrecortaban y mi corazón latía desbocado. La imagen de Mikel, con sus ojos fijos en los míos mientras controlaba cada movimiento, me provocaba una mezcla de repulsión y una extraña fascinación. Era como si estuviera atrapada en un vórtice del que no podía escapar, y cada vez me sentía más consumida por la intensidad del momento.

Mi mente intentaba procesar la escena, encontrar sentido a mis emociones. ¿Cómo había llegado a esto? La vulnerabilidad y la brutalidad de la situación se mezclaban en un cóctel de sensaciones que me abrumaban. Sentía el calor acumulándose en mi vientre, creciendo con cada segundo que pasaba.

El clímax llegó con una intensidad abrumadora, y por un breve instante, todo lo demás desapareció. Mis pensamientos se apagaron, y solo quedó la pura sensación, el éxtasis que me envolvía. Pero en cuanto pasó, la realidad volvió a golpearme con fuerza. Me aparté bruscamente, el corazón todavía latiendo con fuerza, y me obligué a respirar profundamente para recuperar la compostura.

¿Qué había hecho? La vergüenza y la confusión me invadieron, y me di cuenta de que necesitaba mantener la cabeza fría y no dejarme arrastrar por estos momentos de debilidad. Tenía que recordar por qué estaba aquí y encontrar una manera de salir de esta pesadilla.

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