MIA
Solo caí rendida cuando mi cabeza tocó la almohada, y justo cuando abrí mis ojos lo único que pude pensar fue en lo que sucedió anoche en la cocina. Aún podía sentir cómo Mikel se restregaba en mi trasero para que sintiera todo su poder. La tentación de aceptar su oferta me consumía; el placer era tan vívido y tan carnal que sentía que si le daba una oportunidad más, caería rendida sin remedio. Sin embargo, había algo que me lo impedía, una barrera invisible pero insuperable. Mis pensamientos volvieron a la escena una y otra vez. La cocina iluminada tenuemente por la luz de la cocina, sus manos firmes en mi cintura, su respiración agitada en mi oído. Cada detalle estaba grabado en mi mente con una claridad que me perturbaba. ¿Qué era lo que realmente me detenía? Tal vez era el miedo a lo desconocido, a lo que podría significar entregarme completamente a ese deseo. O quizá, había algo más profundo, algo que no estaba lista para enfrentar. Me levanté lentamente, tratando de sacudirme la sensación de sus manos y el eco de sus palabras. No podía evitar preguntarme si él también había pasado la noche pensando en lo mismo, si en su mente también rondaba la intensidad de ese momento. ¿Qué habría pasado si hubiera cedido? ¿Si hubiera permitido que el deseo tomara el control? Me dirigí a la cocina, donde todo había sucedido. Cada rincón parecía guardar una sombra del encuentro de anoche. Me apoyé en la encimera y cerré los ojos, intentando ordenar mis pensamientos. No podía darle lo que él quería, no mientras esa barrera invisible siguiera ahí, protegiéndome o quizás aprisionándome. Respiré hondo y me prometí a mí misma que encontraría una manera de entender lo que realmente sentía. Mikel había despertado algo en mí, algo que no podía simplemente ignorar. Pero hasta que no supiera exactamente qué era y por qué estaba allí, debía mantenerme firme. — Buenos días. — Nika entra a la cocina con una sonrisa en el rostro. — ¿Dormiste bien? — Si. — miento igualmente con una sonrisa. — Dormí como un bebé toda la noche. — ¡Excelente! Porque muchas chicas que han dormido en mi habitación dicen que suelo roncar mucho. — No te escuché, lo más probable es que estuviese muy cansada. — Por favor no me abandones, me caiste muy bien y se que podemos llegar a ser amigas. — Nika recuesta su cabeza en mi hombro y hace un puchero con su labio inferior. — Está bien, podemos ser amigas, pero debo decirte que no voy a durar mucho tiempo aquí. — No importa, nuestra amistad puede trascender fronteras. — Buenos días señoritas. — Gloria entra a la cocina con su “imponente grandeza” — Nika y nueva, hoy arriban a casa dos buenos amigos del señor Scopla, necesito que los traten con mucho respeto, y atenderlos en lo que sea que necesiten. Nika, atenderas las peticiones del señor Scopola y nueva la de sus amigos ¿Quedó claro? — Sí señora. — Respondemos Nika y yo al mismo tiempo. — Bien, vayan a la oficina y les preguntan que van a desayunar. Gloria sale de nuestro Campo de visión y rápidamente colocó los ojos en blanco, aquella mujer me pone los nervios de punta. — Te daré un consejo. — Nika me mira. — No dejes que ellos te toquen, suelen ser muy… eufóricos. — Ok, lo tendré en cuenta. — le agradezco. — Mejor hagamos nuestro trabajo. Nika y yo nos dirigimos hacia la oficina de Mikel, siento como mis mejillas se van calentando con tan solo recordar lo que hice. Inhale fuerte para alejar todos los nervios y tocó la puerta. — Adelante. — Escucho su voz desde adentro de la oficina. — Hablo enserio Mía, no dejes que te toquen. — Me advierte Nika por última vez antes de abrir la puerta de la oficina. Un fuerte aroma a masculinidad impacta sobre mis fosas nasales, olía exquisitamente a hombres muy poderosos, no podía ver a los hombres que estaban viendo a Mikel de frente, pero cuando su mirada se posa sobre la mía pude sentir como una fuerte corriente de excitación me lleno. Mikel no apartó su mirada de mi en ningún segundo, incluso sentí que su oficina se hizo tan extensa que no alcanzaba a llegar a esos otros hombres. Sin embargo un silbido me sacó de la mirada de Mikel para dirigirla a un hombre vestido de trabaje, su cabello está perfectamente peinado y su mirada esmeralda me hacía sentir como una m*****a adolescente. ¿Qué clase de Adonis es este? — Mucho gusto hermosa, soy Maximiliano Weller ¿Tu nombre cuál es? — No te interesa su nombre. — Interviene Mikel y sus amigos de inmediato comienzan a murmurar entre ellos. — ¿Por qué te enojas? — dice el hombre que estaba al lado de Maximiliano. — hemos compartido todo desde que éramos unos niños ¿que cambió ahora? Mikel me mira de una forma muy… extraña, es como si estuviera tratando de escudriñar en mi alma y tratar de sacar mis entrañas. — Simplemente no quiero. — se encoge de hombros. — Supongo que eso es mio. — señala la bandeja que tengo en mi mano. — No… señor, es para sus invitados. Los dos hombres lanzan una carcajada. las fosas nasales de Mikel se ensanchan como las de un toro enojado. — Este es el de usted señor Scopola. — Nika coloca la bandeja en frente de Mikel para luego alejarse unos cuantos centímetros de él. La imito y colocó la bandeja en frente de los dos hombres. — Carlo si sigues viéndole el culo a mi sirvienta y te romperé la cara. — El hombre lanza una fuerte carcajada. — No te enojes amigo, tienes una chica muy linda aquí. — Dice Carlo sin dejarme de ver. Rápidamente evité seguir mirándolo y vi hacia mis pies, sin embargo, eso no tardó en cambiar, porque Mikel me tomó del brazo y me sacó a rastras de su oficina. Caminamos por un largo pasillo hasta llegar a una habitación completamente vacía. En ese momento, no podía dejar de preguntarme qué había hecho mal, qué había desencadenado esa reacción en él. Mis pensamientos eran un torbellino de incertidumbre y miedo. La presión de su mano en mi brazo era firme, casi dolorosa, y cada paso que dábamos resonaba en el eco del pasillo desierto. Mi corazón latía con fuerza, y la frialdad de la habitación vacía solo intensificaba mi sensación de vulnerabilidad. Cuando finalmente llegamos, Mikel soltó mi brazo bruscamente, y me quedé allí, de pie, intentando recuperar el aliento y la compostura. Observé a Mikel mientras él cerraba la puerta detrás de nosotros. Su rostro estaba serio, tenso, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos. — ¿Qué rayos pasa contigo? — Suelta Mikel. — ¿Qué? — Pregunto confundida. — Justamente hoy tuviste que ponerte este maldito uniforme. — Señala mi uniforme. — Ve a tu cuarto ahora mismo y quitatelo. — No. — Me cruzo de brazos. — Este es el uniforme que tu empleada me dio, no es mi culpa tu y tus amigos no puedan ver a una mujer sin comersela con la mirada. — Mia. — Mikel se acerca de forma amenazadora a mi, hasta el punto de acorralarme contra la pared. — Vas a ir a tu habitación., te quitaras este maldito trapo y te pondrás ropa que te cubra desde el cuello hasta los tobillos ¿Entendiste? Suelto una carcajada escandalosa. — Eres muy chistoso Mikel, pero sabes, yo no soy de tu propiedad, yo puedo hacer lo que se me da la gana. — ¿Eso crees? — Estoy muy convencida de eso. Una sonrisa extraña se dibuja en el rostro de Mikel, y de inmediato mi piel comienza a erizarse, algo me decía que lo que iba a hacer o decir no iba a ser nada bueno.MIKEL.— Hagamos una apuesta. — Hablo alejándome un poco de ella. El simple hecho de tenerla cerca, provocaba que mi pene se endureciera dentro de mis pantalones, y es que al verla con ese uniforme, y con esa falda corta… lo único que único que quería hacer era empotrarla y follármela hasta que me rouegue que pare.— No puedo hacer una apuesta contigo. — Dice Mia, ella se acomoda un mechón de cabello que caía a un lado de su rostro. — Dame una buena razón. — Tu… eres como el diablo. — Mia comienza a caminar a mi alrededor. — Eres maravillosamente hermoso, puedes seducir a cualquier persona de este mundo sin importar su sexualidad. Y gracias a eso harás que acepten tu propuesta. — Acarició el cuello de mi camisa. — Estoy segura de que habrá una letra menuda de la cual no mencionaras, y si acepto lo más probable es que me este condenando a ti. “Está chica definitivamente es una caja de sorpresas” — Cariño, conmigo no hay letras menudas.— Eso es lo que tú haces creer, pero te colo
MIA— ¿¡Porque hiciste eso!? — Exclamé completamente consternada por lo que acabo de escuchar. — No tuve otra opción. — Respondió mi padre sin verme al rostro. — Vendrá por ti dentro de una hora, necesito que tengas tus maletas preparadas. — ¡Papá, no puedes hacerme esto! — Las lágrimas bajan por mis mejillas como cascada. — ¡Mamá! La miro. Ella estaba hecha todo un mar de lágrimas, tanto que ni siquiera podía hablar, las palabras quedaban atoradas en su garganta y simplemente negaba con su cabeza. Mi padre tuvo la brillante idea de pedirle prestado a uno de los mafiosos más peligrosos de todo el país entero, y todo porque la ferretería, una pequeña empresa familiar se iba a la quiebra por su mala administración. Y no le bastó con asegurar que podía devolver el dinero en un mes, si no que me dio como una garantía. Ahora ha pasado un mes y aquel hombre está por entrar a la casa por mi. — No pienso irme con ese hombre. — Respondo con temple. — tengo 23 años y yo soy dueña de mis pr
MIKELDesde que Tony Johnson prometió pagarme todo el dinero que le preste en un solo mes, supe que de inmediato que me iba a causar problemas, así que investigue a toda su familia, y desde el momento en el que vi a su única hija, supe que podría usarla como carnada y el no dudo en aceptarlo. He de decir que es una chica hermosa, con su cabello azabache que cubre toda su espalda, sus ojos marrones que te miran con inocencia, y sobre todo su cuerpo esbelto y curvilíneo. Tengo que admitir que puedo tenerla como mi juguete personal. — Llévala al auto. — Le ordenó. — ¡No, suéltame, maldito orangután! — Exclamaba mientras que la sacaban de la casa de sus padres a rastras.Me giré para verlos y pude notar que estaban consternados, pero en cuestiones de negocios soy cruel y despiadado.— Puedes recuperar a tu hija, cuando me pagues todo el dinero que me debes. — Le hablo a Tony. — Si no me pagas ella sufrirá las consecuencias, yo no bromeo, yo cumplo con mis promesas. Y sin más nada que
MIA— Gloria, ella es Mía Johnson, es una invitada del señor Scopola. Una mujer de mediana edad se encontraba sentada detrás de un escritorio tecleando en su computador. Y al escuchar al hombre a mi lado levanta su mirada y me escanea de arriba a abajo. — ¿Cuál es tu talla? — pregunta ella levantándose de su asiento para acercarse a mí. — Tu cintura es pequeña, pero tienes caderas y muslos grandes, no creo que nuestro uniforme te quede acorde, si te agachas o te estiras mucho se te verá el trasero. — ¿De qué habla? — Pregunto confundida. — Si el señor Scopola te envió conmigo es porque vas a ser parte del personal de limpieza. — Responde ella, mientras rebusca en un estante y saca lo que estaba buscando. — Ten, pruebate esté uniforme. — No, no, no, no, yo no voy a ser parte del personal de limpieza. La mujer mira al grandullón a mi lado. — Escúchame bien niña, no eres la primera ni la última, toma esto. — la mujer coloca las cosas sobre mi pecho. — póntelo y comienza a trabajar
MIKEL. La vi, por supuesto que la vi tocarse sola hasta llegar al orgasmo y eso me impulsó a mi a terminar de una vez por todas con aquella mujer de la cual no recuerdo su nombre. — Vístete. — Dije separándome de ella. — Dijiste que íbamos a dormir juntos. — Ella se levanta de mi escritorio y comienza a acariciar mi pecho. — Cambie de opinión. — quito su mano de mi pecho de un manotón y con cara de asco. En mi subconsciente solamente estaba Mia con las mejillas sonrojadas, con su respiración entrecortada. Quería probarla, saborear cada centímetro de su piel pálida, dejar mis manos marcadas sobre un culo. Sobre todo por ese berrinche que me hizo en la entrada de la casa, quería castigarla, dejarla atada en mi cama mientras que disfruto de su coño. Salí de mis pensamientos cuando la puerta de mi oficina se cerró en un portazo. Suelto un bufido y comienzo a subirme los pantalones dispuesto a salir y buscar a Mia para que resolviera el problema dentro de mis pantalones. Y justo cu