Habían pasado tres años desde aquel memorable cumpleaños en el que Jazmín y Leandro se reencontraron. Ahora, la casa estaba llena de vida y risas mientras celebraban el baby shower de su primer bebé. La felicidad irradiaba de todos los rincones, y Jazmín, con su vientre abultado, no podía contener la alegría que sentía al estar rodeada de tanta gente que la amaba. En su vida anterior, nunca había experimentado un amor tan abundante.La fiesta estaba en pleno apogeo. Amigos y familiares se movían por la sala, disfrutando de la música, los juegos y la deliciosa comida. Leandro estaba a su lado, su mano apoyada protectora sobre su vientre. Ambos compartían miradas llenas de amor y complicidad, soñando con el futuro que les aguardaba como padres.En ese momento, Oliver, se acercó con una caja de regalo envuelta en un papel dorado.Leandro miró la caja con cierta desconfianza y, con un gesto protector, pidió a Oliver que la abriera. Oliver asintió y, con cuidado, desató el lazo y levantó l
Pasaron varios años desde que Jazmín y Leandro decidieron unir sus vidas y formar una familia. Ahora, con un hijo corriendo por los pasillos de su espaciosa casa y otro en camino, la vida les sonreía con la calidez de una tarde de primavera. Jazmín, la heredera de una casa de renombre, y Leandro, el dueño del conglomerado Belmont, habían encontrado en su hogar el refugio perfecto para sus sueños y esperanzas.Roberto, había tomado las riendas de la presidencia de su ciudad natal. Con su prometida a su lado, se había convertido en un líder querido y respetado. Mientras tanto, Daniel seguía disfrutando de su soltería con la misma intensidad con la que vivía cada momento. Jazmín recordaba con cariño que Daniel había conocido a una hermosa enfermera en el pasado, quien había atendido a Leandro durante uno de sus episodios más críticos. Aunque el destino no los había unido, la imagen de aquella mujer seguía rondando en su mente.— Quizás podríamos ayudar. Daniel en esa vida, había presentad
Luego de ese peculiar accidente con ese galante hombre, Guissel volvió a su trabajo.— ¿Qué te pasó? Te ves un desastre — dijo su compañero.— Ni me lo recuerdes — respondió —. Un pequeño accidente que me llevó a una gran situación.Su compañero la miró un tanto sorprendido y curioso, pero luego simplemente negó.— Tú y tu forma rara de ver la vida. Mejor cámbiate. El jefe pronto llegará — advirtió, y el cuerpo de la joven se tensó.Se puso a trabajar, haciendo todo lo que se le era encargado, hasta que la hora del café con el hombre que podría salvarla había llegado. Rápidamente se cambió de ropa y se puso a trabajar, porque la casa estaba llena. Gissel había estado planeando salir temprano esa tarde. Después de una jornada agotadora en la cafetería, ansiaba un momento de paz y quizás una charla tranquila con Fabio, el único hombre que alguna vez había intentado ayudarla en su vida pasada. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta, una voz familiar la hizo deten
Guissell y Fabio estaban sentados, la conversación fluyendo de manera más íntima y personal que nunca. Fabio la miraba con curiosidad, interesado en conocer más sobre ella.— Entonces, ¿te dedicas a preparar y servir cafés hace más de cinco años? — preguntó Fabio, con un tono que denotaba interés genuino —. ¿Nunca has aspirado a algo más?Guissell quería decirle que sí, que claro que había soñado con algo más, pero no podía. No podía porque estaba atrapada, marcada por un tatuaje que era como un contrato de sangre que la obligaron a firmar. Soltó un suspiro, tratando de mantener la compostura.— Para personas como nosotros no hay un futuro... — susurró, la voz cargada de resignación.Fabio la miró con una mezcla de compasión y curiosidad, pero antes de que pudiera decir algo, Guissell miró su celular. Vio un mensaje de su asqueroso jefe y forzó una sonrisa.— El deber llama — dijo, levantándose lentamente.— ¿Tienes que irte ya? Apenas serán las ocho — preguntó Fabio, notando la ho
Guissell sintió cómo su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. La mirada de Fabio, intensa y cargada de emociones conflictivas, la mantenía atada a ese momento. Sabía que sus palabras eran sinceras, pero también que conllevaban un peso que ella aún no estaba lista para sostener por completo. A pesar de todo, asintió con la cabeza, confirmando lo que Fabio decía. No podía culparlo por estar herido. Después de todo, ella le había mentido, y eso era algo que no podía cambiar.“No le has mentido. No podías decirle la verdad sin conocerlo.”La habitación a su alrededor se sentía más pequeña, el aire más denso. Fabio estaba allí, no para tomar sus servicios, sino porque había algo más, algo que había cambiado desde que ella había renacido. Desde aquel día en que su vida había tomado un giro inesperado, se había sentido atrapada, sin poder hablar con libertad.Con cada movimiento, Guissell comenzó a desvestirse lentamente, sintiendo la vulnerabilidad que la inundab
Fabio ayudó a Guisselle a bajar del auto con una mirada distante, pero intensa, como si estuviera buscando algo más allá de su rostro sereno. No pronunció palabra alguna mientras ella se acomodaba la ropa, ni cuando la guio hacia la puerta principal de su imponente mansión. La mansión era una estructura majestuosa, con una fachada de mármol blanco que brillaba bajo la luz de la luna. Los jardines eran tan perfectos que parecían irreales, con fuentes que burbujeaban suavemente y flores dispuestas en patrones geométricos. Pero todo ese esplendor no parecía afectar a Guisselle, quien mantenía su expresión neutral, casi vacía.Al contrario de todo lo que debería hacerla feliz, ella repudiaba las flores, los jardines y ni hablar de los jardineros. Odiaba las mariposas. Todo ello le recordaba su vida.Entraron en la mansión, y el silencio se hizo más denso a medida que caminaban por los pasillos decorados con arte clásico y muebles antiguos. Fabio la condujo directamente a su oficina, una h
Jazmín se encontraba en la oficina de su esposo, Leandro, dando vueltas al asunto que la tenía tan inquieta. La imagen de Guisselle persistía en su mente, pero no lograba recordar de dónde le era familiar. Leandro estaba sentado en su escritorio, concentrado en unos papeles, mientras que Gabriel, su asistente, permanecía de pie junto a la puerta, con una expresión de preocupación.— Quizás es un rostro difícil de olvidar — dijo Leandro sin levantar la vista de su trabajo.Jazmín miró a Gabriel con impaciencia.— ¿Qué obtuviste de ella, además de su nombre? — preguntó.Gabriel, que había estado investigando a fondo, comenzó a hablar mientras sacaba unos papeles de su carpeta.— Como dijo que preparaba café, busqué a todas las Guisselles que trabajen en una cafetería y… no existe ninguna Guisselle.Leandro dejó de observar el documento frente a él y miró a Gabriel con una mezcla de curiosidad y preocupación.— ¿Qué quieres decir? — preguntó Leandro.Gabriel asintió lentamente.— Sin emb
La mañana se adentraba lentamente en la gran mansión Rymer, bañando con una luz dorada los lujosos interiores. Guisselle se encontraba en su habitación, mirando por la ventana mientras la cálida brisa jugaba con las cortinas. El silencio de la mansión le resultaba asfixiante, una jaula dorada donde se sentía cada vez más atrapada. Fabio ya se había marchado al trabajo, como solía hacerlo, y la había dejado sola una vez más. Desde que la trajo a vivir aquí, no habían salido juntos ni una sola vez. Esa soledad, combinada con el tedio de estar siempre vigilada, estaba empezando a afectarla.Se levantó de la cama, decidida a romper la monotonía. Abrió su armario, seleccionando un vestido sencillo, y se preparó rápidamente. Necesitaba salir, sentir el aire fresco en su rostro y perderse por un rato en sus propios pensamientos, lejos de la opresión de las paredes de la mansión.Mientras bajaba las escaleras, sintió la mirada de los guardias que siempre estaban presentes, aunque intentaban s