Julieta permanecía en la habitación del hotel, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. Aunque odiaba a Jazmín y a todos los Belmont, no podía negar que había algo extraño en todo lo que estaban viviendo. Despertar en el cuerpo de otra persona, especialmente en el de la madre de su mayor enemiga, era una situación que desafiaba toda lógica.— ¿Dónde está mi cuerpo? — se preguntaba Julieta en voz baja, presionando sus sienes con más fuerza.La voz burlona en su mente no la dejaba en paz, y la incertidumbre sobre su verdadera identidad la atormentaba. Mientras tanto, Jazmín había salido del hotel, dejando a Julieta sola con sus pensamientos caóticos.En el coche, Jazmín se sentó en silencio, sintiendo la presencia de Oliver detrás de ella. El hombre, siempre atento, abrió la puerta para ella y luego se puso en marcha.— Oliver — llamó Jazmín desde el asiento trasero, mirando al hombre a través del retrovisor.Oliver la miró, tenso pero dispuesto a escuchar.— Lo que escuchas
La noche del encuentro, Jazmín vestía un elegante traje negro, su mirada fija y decidida. Oliver, siempre a su lado, la seguía de cerca mientras entraban en el club. La música alta y las luces brillantes creaban un ambiente casi surrealista, pero Jazmín no se dejó distraer.Leandro a su lado.— ¿Estás segura de hacerlo? — preguntó. El magnate realmente se mostraba preocupado.— Tengo que hacerlo, además, tú estarás a mi lado, pero necesito que me permitas hablar. Debo hacer esto — respondió y pidió.— Bien — dijo, sin tener opción.— Recuerda, Oliver, mantente alerta. No sabemos a qué nos enfrentamos — dijo Jazmín, su voz apenas audible sobre el ruido.— Sí, señora — respondió Oliver, su mano descansando sobre su pistola oculta.Jazmín avanzó entre la multitud, sus ojos buscando a Samuel. Finalmente, lo vio, sentado en una mesa en la esquina del club, rodeado de guardaespaldas. Sus ojos se encontraron, y Jazmín sintió un escalofrío recorrer su espalda.— ¿Samuel? — dijo, acercándose a
Jazmín entró a la habitación de su casa, con Leandro siguiéndola de cerca. La tensión en el ambiente era palpable, y ambos sentían el peso de las revelaciones recientes. Sin decir una palabra, Jazmín comenzó a quitarse la ropa, dejando caer cada prenda al suelo antes de dirigirse al baño. Leandro, sin dudarlo, la siguió.El vapor llenaba el espacio mientras el agua caliente caía sobre ellos. Jazmín cerró los ojos, dejando que el agua lavara no solo el sudor y la suciedad del día, sino también la tensión acumulada. Sentía los brazos de Leandro rodeándola, su presencia sólida y tranquilizadora.— Vamos a solucionarlo, belleza — dijo Leandro, apartándose un poco y dándole la vuelta para que quedaran frente a frente —. Siempre lo hacemos.Jazmín asintió, su mirada fija en la de su marido.— Fue difícil mirarla — confesó, refiriéndose a su madre —. Fue muy difícil no abrazarla y saber que no era ella.Leandro comprendía ese sentimiento. Su esposa había sufrido bastante, y ahora, lo que fue
Jazmín y Leandro llegaron al hotel donde se encontraba Julieta. La tensión se podía cortar con un cuchillo mientras subían en el ascensor, ambos conscientes de la confrontación que se avecinaba. Sin llamar, ingresaron a la habitación. Julieta, vestida de manera provocativa y con un maquillaje exagerado, los recibió con una sonrisa que intentaba ser seductora.Leandro no pudo evitar reírse ante la escena.— Definitivamente no es tu madre, belleza — dijo con un toque de humor en su voz.Julieta miró a Leandro con una sonrisa forzada.— Hola, Leandro... Tanto tiempo, cariño — dijo, intentando sonar coqueta.— ¡Ay, por favor! — exclamó Leandro con asco —. No hagas eso. Te ves ridícula. Estoy seguro que mi suegra es más decente.Los ojos de Julieta se llenaron de vergüenza, volviéndose rojos, pero no se atrevió a demostrarlo. Se puso de pie y se acercó a ellos con una mirada desafiante.— ¿Qué quieren? — preguntó, intentando mantener la compostura.Jazmín la miró fríamente, con una determi
Cuando todo terminó, Julieta volvió a respirar con dificultad, sintiendo una opresión en el pecho que nunca había experimentado antes. Miró a Jazmín con miedo, un miedo profundo que se reflejaba en sus ojos. Se acercó a ella, tomando su mano con fuerza.— No vuelvas a pedirme algo así, Jazmín. Te suplico. No vuelvas a hacerlo — rogó la mujer, poniéndose de pie y saliendo de la habitación con pasos tambaleantes.Lo que Julieta había visto era negro, un lugar oscuro y sin vida. ¿Sería la muerte? ¿Será que cuando todo termine, ella no volverá? ¿Y si realmente muere? Estos pensamientos la atormentaban mientras se alejaba de la habitación. La experiencia había sido más aterradora de lo que podía expresar, un recordatorio constante de su mortalidad y de la incertidumbre que la rodeaba.La voz de Jazmín la trajo de vuelta al mundo de los vivos, una vez más.— Tengo una idea de dónde puede estar ese artefacto — dijo Jazmín, su voz firme y decidida.Julieta se detuvo en seco, girándose lentame
Jazmín tomó la mano de Julieta con fuerza, y al instante, todo se volvió negro a su alrededor. Era como si el mundo se hubiera desvanecido, dejándolas suspendidas en un vacío insondable. Sentían una sensación de vértigo, como si estuvieran cayendo por un túnel interminable. Luego, de repente, la oscuridad cedió y se encontraron en un paisaje completamente diferente.Estaban en una gran casa, con decoraciones antiguas y un aire de elegancia que recordaba a épocas pasadas. Jazmín miró a su alrededor, tratando de comprender dónde estaban. Entonces vio a dos mujeres, una de ellas sosteniendo a una niña pequeña en brazos. La niña tenía el cabello rojo y rizos que enmarcaban su cara angelical.— Esa soy yo... — dijo Julieta, mirando a la niña en brazos de la mujer —, con tu madre.La mujer que sostenía a la niña, la madre de Jazmín, era una hermosa pelirroja, y a su lado había otra niña, más pequeña.— Y esa soy yo... no te recuerdo — dijo Jazmín, observando a la pequeña niña que jugaba a l
Mientras Jazmín, Leandro y Julieta estaban inmersos en la revelación del medallón y la oscura historia de sus familias, el celular de Leandro comenzó a sonar. La vibración y el tono familiar rompieron el tenso silencio de la mansión. Leandro miró la pantalla y vio que era Daniel, su mejor amigo y abogado. Contestó la llamada, tratando de mantener su voz firme y calmada.— ¡Daniel! ¿Cómo estás? — preguntó Leandro, esforzándose por sonar normal.— Leandro, amigo. Estoy a punto de tomar un vuelo. Viajaré fuera del país para ver a mi familia — respondió Daniel, su voz animada —. Luna y yo vamos a pasar unas semanas allí. Quería informarte antes de irme.Leandro escuchaba a su amigo, tratando de mantener la compostura. Daniel no tenía idea de lo que estaba pasando con la familia Belmont. A sus ojos, todos seguían su camino, ajenos a la maldición y los conflictos internos que los azotaban.— Me alegra escuchar eso, Daniel. Disfruta del viaje y cuida mucho de Luna — respondió Leandro, sus oj
Jazmín y Leandro despertaron desorientados cuando alguien tocó la puerta de su habitación. Leandro fue el primero en ponerse de pie, con el rostro confuso y el corazón acelerado. Se precipitó a abrir la puerta, creyendo que podría haber alguna acción de Julieta en contra de su hijo. Al abrir, vio a Oliver— Perdón por la hora, señor. Encontramos a la señora Ju… madre de la señora intentando huir de la mansión — dijo Oliver, con la voz grisJazmín se sorprendió y salió de la habitación rápidamente, bajando las escaleras a toda prisa. Al llegar al vestíbulo, vio a su madre — o más bien, a Julieta en el cuerpo de su madre — sujeta por dos hombres de seguridad.— ¡Suéltenla! — gruñó Jazmín con autoridad, sorprendiendo a los guardias e incluso a Julieta. A pesar de la sorpresa, Jazmín descartó cualquier posibilidad de mostrar cariño después de todo lo que habían pasado.Julieta, sintiéndose humillada y derrotada, miró a Jazmín con resentimiento. La tensión en el aire era palpable, pero alg