Los días transcurrían lentamente para Margaret, absorbida por la rutina del trabajo en la oficina y el tiempo en casa con su familia. La vida seguía su curso monótono, mientras ella se sumergía en documentos, reuniones y decisiones empresariales. Las responsabilidades la mantenían ocupada y al mismo tiempo la alejaban de los pensamientos que intentaban penetrar su mente.Una tarde, en medio de un mar de papeles y pantallas, la puerta de su oficina se abrió silenciosamente. Leandro entró y se quedó parado en el umbral, observándola. A pesar del tiempo y las dificultades, aún conservaba ese rostro angelical y esa belleza inocente que la había cautivado desde el primer momento. Sin embargo, ahora sus ojos reflejaban una mente en constante tormento.Jazmín levantó la vista y, al verlo, le regaló una sonrisa que iluminó la habitación. Para ella, Leandro seguía siendo su hombre perfecto, tan guapo y a la vez intimidante ante los demás. Era un verdadero monstruo en los negocios, capaz de dob
Cuando abrió la puerta, la primera en verla fue su tía, quien prácticamente se arrastró hasta sus pies.— Sobrina... Jazmín, sácanos de aquí — suplicó su tía con voz temblorosa —. Por favor, por las veces que te hemos cuidado. Si no fuera por nosotros, no serías la mujer que eres hoy en día.Jazmín no dijo nada, pero enfocó su vista en su tío, quien la miraba fijamente sin decir una sola palabra. Su tía continuó suplicando, su voz desesperada llenando la habitación.— Sobrina, por favor... nos lo debes...De repente, su tío gruñó con fuerza, sorprendiendo a su esposa.— ¡Cállate de una maldita vez! — gritó, con una autoridad que hizo eco en las paredes.Jazmín arqueó una ceja, sorprendida por la reacción de su tío.— Ella no viene a sentir pena por nosotros — dijo su tío, mirando a su esposa con desprecio —. Viene a buscar respuestas. Pregunta lo que quieres saber, Jazmín.Jazmín tomó un respiro profundo, tratando de calmar los nervios que le revolvían el estómago. Sabía que este era
Jazmín salió del almacén, su mente hecha un torbellino tras la confrontación con sus tíos. La revelación de la verdad y las circunstancias que rodeaban a su madre la habían dejado con una mezcla de emociones intensas. Oliver, siempre atento a sus necesidades, la esperaba junto al coche.— Al hotel, Oliver — ordenó Jazmín, su voz firme.— Sí, señora — respondió Oliver, abriendo la puerta del coche para ella.Una vez que se pusieron en marcha, Jazmín se sumergió en sus pensamientos. El trayecto al hotel transcurrió en silencio, pero su semblante se endurecía con cada kilómetro recorrido. Recordó el único recuerdo tangible que tenía de su madre, un sencillo collar con un pétalo de una flor, y lo sostuvo en su mano, encontrando en él una mezcla de consuelo y desesperanza.Al llegar al hotel, Jazmín salió del coche con determinación. Todos los empleados bajaban la cabeza al verla pasar, pero ese día, no tenía intenciones de decirles que no lo hicieran. Estaba enfocada en su objetivo.— ¿Le
Julieta se quedó helada ante las palabras de Jazmín, la sorpresa evidente en su rostro. Tratando de disimular, intentó fingir que no entendía de qué estaba hablando.— No entiendo, ¿quién es Julieta? — preguntó, intentando sonar inocente.Jazmín se acercó al ventanal y sonrió mientras bebía su whisky. La ciudad se extendía ante ella, un paisaje de luces y sombras que reflejaba el tumulto de sus pensamientos.— Julieta es una hija de puta que ha intentado matarme. Lo consiguió en una ocasión, pero... sigo sin entender por qué — dijo, girándose para mirar a la mujer frente a ella —. No tienes que fingir conmigo, he estudiado bastante de ella. Sin embargo, me sorprende que hayas renacido en el cuerpo de mi madre y no en el tuyo propio. ¿Cuántas veces has muerto?Julieta la miró horrorizada, su mente en caos. De repente, un fuerte dolor de cabeza la invadió, y su subconsciente quedó en blanco. Una voz amortiguada parecía burlarse de ella, diciéndole que era una tonta. Negó con la cabeza,
Julieta miró a Jazmín con una mezcla de resentimiento y confusión. La sinceridad en sus palabras, aunque envuelta en veneno, parecía genuina.— No tengo idea de nada, Jazmín — dijo finalmente, su voz llena de frustración —. La primera vez que te vi, me resultaste... familiar. No sabía cómo hasta que supe que eras la florecilla de Don Belmont. Ese anciano te amaba y envidiaba tu posición, pese a que vivías como una pordiosera.Jazmín alzó una ceja, sorprendida por la confesión de Julieta. No dijo nada, permitiendo que continuara.— La segunda vez... fue cuando quise conquistar a Roberto, pero el tipo te amaba. — Julieta hizo una pausa, observando la reacción de Jazmín.— ¿Roberto? — murmuró Jazmín, recordando a su antiguo amor, pero decidió no interrumpir.— La tercera vez fue cuando conocí a Leandro, pero maldita sea, tuve un accidente... — Julieta se detuvo, su mirada se oscureció con recuerdos dolorosos.Jazmín, uniendo las piezas del rompecabezas, completó la frase por ella.— Lame
Julieta permanecía en la habitación del hotel, sintiendo una mezcla de frustración y desesperación. Aunque odiaba a Jazmín y a todos los Belmont, no podía negar que había algo extraño en todo lo que estaban viviendo. Despertar en el cuerpo de otra persona, especialmente en el de la madre de su mayor enemiga, era una situación que desafiaba toda lógica.— ¿Dónde está mi cuerpo? — se preguntaba Julieta en voz baja, presionando sus sienes con más fuerza.La voz burlona en su mente no la dejaba en paz, y la incertidumbre sobre su verdadera identidad la atormentaba. Mientras tanto, Jazmín había salido del hotel, dejando a Julieta sola con sus pensamientos caóticos.En el coche, Jazmín se sentó en silencio, sintiendo la presencia de Oliver detrás de ella. El hombre, siempre atento, abrió la puerta para ella y luego se puso en marcha.— Oliver — llamó Jazmín desde el asiento trasero, mirando al hombre a través del retrovisor.Oliver la miró, tenso pero dispuesto a escuchar.— Lo que escuchas
La noche del encuentro, Jazmín vestía un elegante traje negro, su mirada fija y decidida. Oliver, siempre a su lado, la seguía de cerca mientras entraban en el club. La música alta y las luces brillantes creaban un ambiente casi surrealista, pero Jazmín no se dejó distraer.Leandro a su lado.— ¿Estás segura de hacerlo? — preguntó. El magnate realmente se mostraba preocupado.— Tengo que hacerlo, además, tú estarás a mi lado, pero necesito que me permitas hablar. Debo hacer esto — respondió y pidió.— Bien — dijo, sin tener opción.— Recuerda, Oliver, mantente alerta. No sabemos a qué nos enfrentamos — dijo Jazmín, su voz apenas audible sobre el ruido.— Sí, señora — respondió Oliver, su mano descansando sobre su pistola oculta.Jazmín avanzó entre la multitud, sus ojos buscando a Samuel. Finalmente, lo vio, sentado en una mesa en la esquina del club, rodeado de guardaespaldas. Sus ojos se encontraron, y Jazmín sintió un escalofrío recorrer su espalda.— ¿Samuel? — dijo, acercándose a
Jazmín entró a la habitación de su casa, con Leandro siguiéndola de cerca. La tensión en el ambiente era palpable, y ambos sentían el peso de las revelaciones recientes. Sin decir una palabra, Jazmín comenzó a quitarse la ropa, dejando caer cada prenda al suelo antes de dirigirse al baño. Leandro, sin dudarlo, la siguió.El vapor llenaba el espacio mientras el agua caliente caía sobre ellos. Jazmín cerró los ojos, dejando que el agua lavara no solo el sudor y la suciedad del día, sino también la tensión acumulada. Sentía los brazos de Leandro rodeándola, su presencia sólida y tranquilizadora.— Vamos a solucionarlo, belleza — dijo Leandro, apartándose un poco y dándole la vuelta para que quedaran frente a frente —. Siempre lo hacemos.Jazmín asintió, su mirada fija en la de su marido.— Fue difícil mirarla — confesó, refiriéndose a su madre —. Fue muy difícil no abrazarla y saber que no era ella.Leandro comprendía ese sentimiento. Su esposa había sufrido bastante, y ahora, lo que fue