Jazmín estaba sentada en el jardín de su mansión, absorta en los papeles que tenía frente a ella, acompañada de su esposo, cuando la puerta se abrió de golpe. Un sirviente apareció en el umbral, su rostro pálido y perturbado.— Señora Jazmín, sus tíos están aquí — anunció con voz temblorosa.Jazmín se puso de pie de un salto, el corazón latiéndole con fuerza. Miró a su esposo Leandro, buscando respuestas en su mirada, pero él parecía tan sorprendido como ella. Era obvio que no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Después de tanto tiempo de ausencia y de haber dejado las cosas claras, ¿por qué aparecían ahora sus tíos?— Puedes decirle que se marchen — dice Leandro. Jazmín negó.— Puede ser importante — respondió, mirando al empleado y asintiendo.Ambos se dirigieron hacia la sala para esperarlos.Escucharon los pasos acercándose, el eco resonando en las paredes de mármol del amplio pasillo. Jazmín tomó la mano de Leandro con nerviosismo, sintiendo cómo su pulso se aceleraba. Cuando
Leandro, que había estado en silencio observando la escena, dio un paso adelante y puso una mano reconfortante en el hombro de Jazmín. Caminó detrás de ella hasta la habitación. La vio dirigirse hacia la gran ventana, donde se pudo visualizar a la mujer saliendo de la propiedad.— Deberíamos investigarlo — sugirió su esposo —. Si realmente es tu madre, debemos saberlo con certeza.Jazmín asintió lentamente, su mente aun luchando por procesar todo lo que había sucedido.— De acuerdo — dijo finalmente —. Llévenla a una de las habitaciones de hotel. Asegúrense de que esté cómoda. Necesito tiempo para pensar… o sea, ¿puedes decirle a uno de los hombres?Leandro la abrazó con fuerza, su presencia calmante en medio del caos.— Primero, debemos verificar su historia — dijo con firmeza —. Luego, decidiremos qué hacer. Pero no estás sola en esto, Jazmín. Lo enfrentaremos juntos.Jazmín asintió, sintiendo una oleada de gratitud por tener a Leandro a su lado. Pero mientras se apartaba de su abra
— Definitivamente, ella no parece ser una madre — murmuró para sí mismo mientras cerraba la puerta tras de sí.La mente de Leandro estaba en un torbellino. No podía evitar sentirse escéptico ante las palabras de esa mujer. Había algo en su actitud que no cuadraba con la imagen de una madre desesperada por reencontrarse con su hija. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podían ignorar la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad.De vuelta a la mansión, Jazmín seguía sumida en sus pensamientos. Cuando Leandro regresó, ella lo miró con ojos llenos de interrogantes.— ¿Qué opinas? — preguntó Jazmín, su voz un hilo.Leandro se sentó a su lado, tomando su mano en un gesto de apoyo.— No lo sé, Jazmín — respondió con sinceridad —. Algo en su historia no me convence. Pero necesitamos pruebas. No podemos actuar sólo basándonos en nuestras sospechas.Jazmín asintió, su mente aun luchando por encontrar una solución.— Tienes razón — dijo finalmente —. Debemos averiguar la verdad. Pero, ¿cóm
Los días transcurrían lentamente para Margaret, absorbida por la rutina del trabajo en la oficina y el tiempo en casa con su familia. La vida seguía su curso monótono, mientras ella se sumergía en documentos, reuniones y decisiones empresariales. Las responsabilidades la mantenían ocupada y al mismo tiempo la alejaban de los pensamientos que intentaban penetrar su mente.Una tarde, en medio de un mar de papeles y pantallas, la puerta de su oficina se abrió silenciosamente. Leandro entró y se quedó parado en el umbral, observándola. A pesar del tiempo y las dificultades, aún conservaba ese rostro angelical y esa belleza inocente que la había cautivado desde el primer momento. Sin embargo, ahora sus ojos reflejaban una mente en constante tormento.Jazmín levantó la vista y, al verlo, le regaló una sonrisa que iluminó la habitación. Para ella, Leandro seguía siendo su hombre perfecto, tan guapo y a la vez intimidante ante los demás. Era un verdadero monstruo en los negocios, capaz de dob
Cuando abrió la puerta, la primera en verla fue su tía, quien prácticamente se arrastró hasta sus pies.— Sobrina... Jazmín, sácanos de aquí — suplicó su tía con voz temblorosa —. Por favor, por las veces que te hemos cuidado. Si no fuera por nosotros, no serías la mujer que eres hoy en día.Jazmín no dijo nada, pero enfocó su vista en su tío, quien la miraba fijamente sin decir una sola palabra. Su tía continuó suplicando, su voz desesperada llenando la habitación.— Sobrina, por favor... nos lo debes...De repente, su tío gruñó con fuerza, sorprendiendo a su esposa.— ¡Cállate de una maldita vez! — gritó, con una autoridad que hizo eco en las paredes.Jazmín arqueó una ceja, sorprendida por la reacción de su tío.— Ella no viene a sentir pena por nosotros — dijo su tío, mirando a su esposa con desprecio —. Viene a buscar respuestas. Pregunta lo que quieres saber, Jazmín.Jazmín tomó un respiro profundo, tratando de calmar los nervios que le revolvían el estómago. Sabía que este era
Jazmín salió del almacén, su mente hecha un torbellino tras la confrontación con sus tíos. La revelación de la verdad y las circunstancias que rodeaban a su madre la habían dejado con una mezcla de emociones intensas. Oliver, siempre atento a sus necesidades, la esperaba junto al coche.— Al hotel, Oliver — ordenó Jazmín, su voz firme.— Sí, señora — respondió Oliver, abriendo la puerta del coche para ella.Una vez que se pusieron en marcha, Jazmín se sumergió en sus pensamientos. El trayecto al hotel transcurrió en silencio, pero su semblante se endurecía con cada kilómetro recorrido. Recordó el único recuerdo tangible que tenía de su madre, un sencillo collar con un pétalo de una flor, y lo sostuvo en su mano, encontrando en él una mezcla de consuelo y desesperanza.Al llegar al hotel, Jazmín salió del coche con determinación. Todos los empleados bajaban la cabeza al verla pasar, pero ese día, no tenía intenciones de decirles que no lo hicieran. Estaba enfocada en su objetivo.— ¿Le
Julieta se quedó helada ante las palabras de Jazmín, la sorpresa evidente en su rostro. Tratando de disimular, intentó fingir que no entendía de qué estaba hablando.— No entiendo, ¿quién es Julieta? — preguntó, intentando sonar inocente.Jazmín se acercó al ventanal y sonrió mientras bebía su whisky. La ciudad se extendía ante ella, un paisaje de luces y sombras que reflejaba el tumulto de sus pensamientos.— Julieta es una hija de puta que ha intentado matarme. Lo consiguió en una ocasión, pero... sigo sin entender por qué — dijo, girándose para mirar a la mujer frente a ella —. No tienes que fingir conmigo, he estudiado bastante de ella. Sin embargo, me sorprende que hayas renacido en el cuerpo de mi madre y no en el tuyo propio. ¿Cuántas veces has muerto?Julieta la miró horrorizada, su mente en caos. De repente, un fuerte dolor de cabeza la invadió, y su subconsciente quedó en blanco. Una voz amortiguada parecía burlarse de ella, diciéndole que era una tonta. Negó con la cabeza,
Julieta miró a Jazmín con una mezcla de resentimiento y confusión. La sinceridad en sus palabras, aunque envuelta en veneno, parecía genuina.— No tengo idea de nada, Jazmín — dijo finalmente, su voz llena de frustración —. La primera vez que te vi, me resultaste... familiar. No sabía cómo hasta que supe que eras la florecilla de Don Belmont. Ese anciano te amaba y envidiaba tu posición, pese a que vivías como una pordiosera.Jazmín alzó una ceja, sorprendida por la confesión de Julieta. No dijo nada, permitiendo que continuara.— La segunda vez... fue cuando quise conquistar a Roberto, pero el tipo te amaba. — Julieta hizo una pausa, observando la reacción de Jazmín.— ¿Roberto? — murmuró Jazmín, recordando a su antiguo amor, pero decidió no interrumpir.— La tercera vez fue cuando conocí a Leandro, pero maldita sea, tuve un accidente... — Julieta se detuvo, su mirada se oscureció con recuerdos dolorosos.Jazmín, uniendo las piezas del rompecabezas, completó la frase por ella.— Lame