El sol se filtraba a través de las hojas de las vides, creando un mosaico de sombras danzantes sobre el suelo de piedra del viñedo de Don Emiliano. El aroma tentador de la barbacoa impregnaba el aire, mezclándose con el perfume dulce de las uvas maduras. Era un día perfecto para una reunión al aire libre, y la familia se había congregado para disfrutar de la compañía y la comida en medio de este paisaje idílico.Jazmín se paseaba entre los invitados, con una sonrisa radiante en el rostro, disfrutando de la animada conversación y las risas que resonaban alrededor de ella. Llevaba puesto un vestido ligero y vaporoso, adecuado para el cálido clima de la tarde, y su cabello estaba recogido en un elegante moño que dejaba al descubierto su rostro iluminado por la felicidad. A su lado, Leandro caminaba con una bandeja de comida en la mano, ofreciendo a los invitados los suculentos manjares que había preparado en la parrilla. Su mirada se deslizaba de vez en cuando hacia Jazmín, observándola
Luego de ese día alegre, fueron a la casa a continuar, Jazmín se reía con sus amigos y familiares. Pero, la felicidad y la calma no dudaría eternamente. Al otro lado de la ciudad, en las sombras frías de un hospital psiquiátrico, una mente torturada planeaba su escape. La madre de Roberto, se paseaba inquieta por la pequeña habitación acolchada que se había convertido en su prisión. Sus ojos, antes llenos de dulzura y amor maternal falso, ahora ardían con un fuego oscuro de venganza. Desde que Roberto se había entregado a la justicia, la mujer se sentía traicionada y abandonada. Ella culpaba a una persona por sobre todas: Jazmín. En su mente perturbada, Jazmín era la responsable de que Roberto hubiera tomado la decisión de rendirse, dejándola sola y sin protección. La mujer se acercó a la ventana con barrotes y miró al exterior con una mezcla de odio y desesperación. — No puedo quedarme aquí — se repetía —. Ellos me hicieron esto. Jazmín me hizo esto. Sus pensamientos eran un
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Jessica, apartándolo de su boca, pese a querer seguir besándolo.— Pequeña rebelde, ¿puedo hablar contigo un momento? — pidió, su voz firme, pero con un matiz de vulnerabilidad que Jessica no pudo ignorar.Jessica lo miró, sus ojos llenos de preguntas.— ¿Qué pasa, Santiago? No puedes entrar aquí y simplemente besarme como si nosotros… como si fuésemos algo.— Necesito saber algo — comenzó él, luchando por mantener la calma —. ¿Realmente no hay ninguna posibilidad para nosotros? Porque verte con Daniel... me hace darme cuenta de cuánto me importa.Jessica se quedó en silencio, sorprendida por la franqueza de Santiago. Sentía el peso de sus propias decisiones y la atracción que había tratado de reprimir.— Pensé que las cosas ya estaban claras entre nosotros dos. Pensé que dejé las cosas claras, Santiago.— Entonces… — El hombre pegó el cuerpo de la mujer con el suyo, y dejó un sutil beso sobre la comisura de su boca. Jessica no puso resistencia —, ¿po
La noche en la ciudad estaba cubierta por una capa de neblina ligera, difuminando las luces y siluetas de los edificios y creando un ambiente inquietante. En las sombras, María avanzaba con pasos rápidos y decididos. Había logrado escapar del hospital psiquiátrico, su mente aferrada a un único propósito: venganza. Pero ahora, mientras huía por las calles desiertas, otro pensamiento comenzó a tomar forma. Necesitaba un lugar seguro para esconderse, un lugar donde nadie pensaría en buscarla. La mansión Belmont, donde vivían sus hijos, parecía el escondite perfecto.La madre de Roberto conoció la mansión como la palma de su mano. Vivió en ese lugar por muchos años. Sabía de pasadizos secretos y habitaciones olvidadas, lugares que ni siquiera sus propios hijos recordaban. Decidida, se dirigió hacia allí, sus ojos brillando con una mezcla de locura y determinación.— Ese es el único lugar donde puedo ir. Estar bajo sus propias narices — susurraba mientras caminaba.Al otro lado de la ciuda
En la mansión de Jazmín y Leandro, la tensión era palpable. Santiago, había llegado rápidamente tras recibir la llamada. Daniel también estaba allí, e incluido Erick.— ¿Qué sabemos hasta ahora? — preguntó Daniel, con los ojos fijos en Leandro.— Solo que María logró escapar del hospital — respondió Leandro —. No tienen idea de cómo lo hizo ni a donde pudo haber ido. La vieja mansión Belmont está resguardada a estas alturas. Ya le he hecho el aviso.Jazmín se frotó las sienes, tratando de mantener la calma.— Esa mujer me culpa de todo lo que le ha pasado. Si está libre, vendrá por mí. Y no es que le tema, pero temo por mi familia — susurró —. No quiero que nadie más salga herido por mí.— No estás sola, belleza. Vamos a protegerte — aseguró Leandro —. Nadie hace nada que no quiera hacer, a excepción de los hombres que pago.Santiago asintiendo.— Voy a reforzar la seguridad de la casa. Nadie entra ni sale sin mi permiso o el de ustedes — manifestó —, y tampoco de la vieja mansión. Ma
La mañana era fría y gris cuando Jazmín y su esposo se subieron a su automóvil, listos para emprender el viaje hacia la ciudad donde Roberto estaba preso. La reciente noticia de la huida de su madre había hecho que el ex esposo de la joven Machado, solicitara una reunión urgente. Aunque Leandro había estado reacio a salir de la mansión debido a la amenaza latente, sabía que esta reunión era crucial. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de peligro que lo acompañaba. Leandro encendió el motor y miró a Jazmín, quien estaba abrochándose el cinturón de seguridad con manos temblorosas. — Todo saldrá bien — dijo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. Jazmín asintió, forzando una sonrisa. Mientras conducían por las calles desiertas, Leandro no podía evitar mirar constantemente por el retrovisor. Notó un vehículo negro que parecía mantener una distancia constante. Al principio, pensó que podía ser uno de sus hombres, pero algo en la forma en que el coche se acercaba y
Roberto asintió, pasándose una mano por el cabello con frustración.— Mi madre es impredecible, y su odio por ti es profundo. Estoy seguro de que intentará hacer algo terrible.Jazmín sintió un escalofrío recorrer su espalda.— ¿Qué podemos hacer por ti?— Nada, solo quiero que protejan a mis hermanos pequeños — dijo Roberto —. Aunque me duela, ellos son los favoritos de ella, por lo que si mamá está en esa casa, estoy seguro que estarán en peligro.— Los llevaremos lejos.Roberto asintió, su expresión grave.— Voy a colaborar en todo lo que pueda. También quiero que sepas que he estado trabajando con las autoridades para tratar de rastrear sus movimientos. Pero María es astuta y tiene recursos que ni siquiera yo conocía — respondió —. Tengo mis secretos aquí y algo de influencia.La reunión continuó con Roberto proporcionando detalles sobre los contactos de su madre y posibles lugares donde podría esconderse. A medida que hablaba, Jazmín no podía evitar sentir una creciente sensación
Jazmín n podía creer que estuviera pasando por eso. Solo deseaba vivir en paz, pero al parecer, la felicidad no estaba destinada para ellos dos. Siempre ocurría algo que los separaba.— Jessica, necesito verlo. No puedo seguir esperando aquí sin saber cómo está — suplicó Jazmín, sus ojos llenos de lágrimas.Jessica asintió, sabiendo que Jazmín no podría calmarse hasta que tuviera alguna certeza.— Te acompañaré. Ven conmigo — le dijo Jessica, tomando la mano de Jazmín y guiándola hacia una habitación privada con un gran ventanal.La habitación estaba destinada a los familiares de los pacientes en estado crítico. Desde allí, podían ver a Leandro a través del ventanal, aunque no podían entrar a la sala por razones médicas.Cuando llegaron, Jazmín se quedó paralizada al ver a su esposo postrado en la cama. Estaba pálido, con tubos y cables conectados a su cuerpo, y sin ningún signo de conciencia. La imagen era devastadora.— Dios mío... — murmuró Jazmín, sintiendo como si su alma se desg