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Feram Lupus
Feram Lupus
Por: Laura A.
Tormenta Interna

RECORDATORIO

Este relato pertenece a la cuarta y última entrega de la saga Fábulas Licantrópicas. Sigue a las novelas ya publicas Nigra Lupus, Ámica Lupus y Rapax Lupus aunque como siempre, puede leerse por separado. Sin embargo, quizás aparezcan situaciones que hagan referencia a sucesos previos ocurridos en las novelas anteriores, y éstas, puedan despistar al lector.

Quisiera recordar nuevamente que esta historia no pretende seguir ninguno de los cánones que ya se conocen sobre los licántropos para discernir entre clases sociales y tampoco está basado en un universo omegaverse.

Aparecerán palabras como alfa, beta y omega con el siguiente significado:

Alfa: primero al mando, líder, se encarga de la manada. La manada lo elige. No se nace alfa, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en alfa.

Beta: segundo al mando, consejero. Tiene poder de decidir sobre la manada en nombre del alfa. También es elegido por la manada. No se nace beta, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en beta.

Omega: tercer al mando, consejero. También tiene el poder de decidir en nombre del alfa. La manada lo elige. No se nace omega, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en omega y no tiene nada que ver con ser sumiso.

Las tres figuras son necesarias e imprescindibles parar guiar a la manada y decidir sobre su bienestar.

Gracias por leer. Espero que esta información os sirva.

******

NINA

La beta de la manada de Montigraus abre la puerta y aguarda unos segundos hasta comprobar que el más absoluto y gratificante silencio reinaba en la casa. No quería ser una estrecha, pero lo cierto es que no estaba de humor para oír a su hermano mayor teniendo relaciones íntimas con su recién reclamada Amara.

Quería a Donovan con locura y estaba feliz por su enlazamiento más allá de lo decible, pero su relación de hermanos tenía un límite y ese era uno de ellos. Por eso mismo, y porque veía que los dos lo necesitaban, Nina Santiago, siendo muy considera, había decidido estar toda la tarde, y casi parte de la noche, deambulando por ahí y así darles un poco de espacio.

Lentamente, y sintiéndose bastante agotada por todo lo que había sucedido ese día, sube los escalones paso a paso y con sigilo para no molestar a los tortolitos. No obstante, cuando ya está subiendo el último escalón de las escaleras que llevaban a los dormitorios, la profunda y dormida voz de su hermano le llama la atención y la beta se pone en alerta.

—Meggy, Meggy… —gimotea el alfa con evidente angustia—. ¿Dónde estás...? ¿Dónde te encuentras…? —pregunta con sufrimiento.

Un peso grande como una losa de piedra se posa en su estómago y un sudor frío le recorre por la espalda.

«¡Oh no, otra vez no!», exclama la beta con terror.

Y como ya venía siendo costumbre, Nina cambia de dirección de inmediato y pone su mano en el pomo de cobre dispuesta a abrir la puerta para despertar a Donovan de su infierno y su penitencia. Sin embargo, la dulce voz de la ahora compañera de su hermano mayor se cuela a través de la puerta tomando cartas en el asunto.

—Shhh… estoy aquí… estoy contigo… —oye murmura a Megan muy bajito para tranquilizar al alfa de la manada.

La beta, nerviosa, aguarda expectante por si acaso pero los lamentos de su hermano mayor cesan como si nunca hubiera ocurrido y Nina, por fin, suspira de puro alivio. El enlazamiento había funcionado.

«Gracias, gracias Meggy», le agradece cerrando los ojos con fuerza, apoyando su frente contra la puerta y en silencio.

Le aterraba que las horribles pesadillas de Donovan continuaran repitiéndose aún el reclamo pero por suerte, parecían haberse suavizado. Ver a su hermano mayor petrificado, incapaz de reaccionar y preso de esas espantosas imágenes, había sido terrible y la impotencia que le creaba, también. Además, ella no había podido hacer nada para ayudarle. Nada de nada.

«Ella cuidar de hermano ahora», le dice la loba interior para que se tranquilizara, pero ese era un mensaje que iba para las dos en realidad.

Su otra mitad también se lo pasaba bastante mal cuando Donovan se ponía así de histérico. Era una imagen que a poder ser, quería borrar por completo de su memoria.

«Así es. Megan cuidará de él y sé que hará un trabajo excelente», confirma Nina teniendo fe ciega en ella.

Al fin y al cabo, Robin era la persona más fuerte que conocía y no se le ocurría nadie más adecuado que ella para permanecer al lado de su hermano.

Así pues, Nina suelta el frío pomo despacio sabiendo que nunca más iba a necesitar despertarle, y guía sus agotados pasos hacia su propio dormitorio para cerrar la puerta detrás de su espalda.

La oscuridad de la estancia y un denso silencio la reciben y la loba se queda de pie mirando por unos segundos a su taciturno dormitorio. Si tenía que ser completamente sincera consigo misma, había tardado más de la cuenta en volver porqué no le apetecía lo más mínimo acostarse.

¿La razón?

Un sueño. Un sueño en el cual no deseaba volver a caer.

A diferencia de su hermano, el suyo no era nada perturbador ni triste, sino más bien todo lo contrario. Era el más agradable, sensual, erótico, caliente y magnético que nunca antes había tenido. Pero justamente por eso, todas las mañanas se despertaba con el pulso acelerado, ardiendo en llamas y deseando algo que no tenía. La beta de Montigraus llevaba con ese sueño húmedo y recurrente dos largos meses y la intensidad no hacía más que aumentar día a día. Además, otro pequeño problema se había añadido a la mezcla y es que ahora, aquella maravillosa criatura que la seducía en sueños noche tras noche, y que hasta el momento había restado en anonimato y sin rostro, había adquirido una identidad. Una identidad que no quería admitir y que la tenía en vilo.

Pocas habían sido las veces que el rostro se había tomado forma, pero en cada una de ellas, su cuerpo se había incendiado más que nunca. No obstante, Nina lo había achacado al 'incidente' de hacía dos días atrás, pero ahora, empezaba a dudarlo muy fuertemente.

¿Y si significaba otra cosa? ¿Esa que tan siquiera se atrevía a mencionar?

Demasiadas casualidad se amontonaban a su alrededor y estaba empezando a asustarse de verdad. Algo gordo se estaba cociendo… su hermano Donovan y su abuela Angélica ya habían tenido sus pertinentes visiones relacionadas con 'el tema', más la suya propia, y con eso, ya sumaban tres sueños premonitorios recientes y encadenados del clan Santiago. Y según su experiencia acumulada tras los años, eso era malo. Malo para ella, claro.

«No ser malo, yo gustar mucho del sueño», resuena la voz de su loba mandando las imágenes de sus fuertes manos sobre su cuerpo, de su piel calentado la suya y de sus deliciosos labios torturándola.

«Sí, claro. Tú siempre te vas a donde no conviene», le retrae Nina chasqueando la lengua con indignación y parando de cuajo la excitación que su otra mitad estaba iniciando.

Ahí restaba el segundo problema, el real y el más preocupante. La beta quería olvidarse y alejarse de todo eso pero la loba interior no. Ella cada vez deseaba acercarse más y más y descubrir la verdad que se escondía detrás de todos esos acertijos y de su extraña acción de aquella noche.

Nina intentaba encontrarle una explicación a la situación pero no la tenía. Su instinto seguía confuso y medio adormilado y no se podía fiar de él pues los estragos provocados por el licor de Jade, aún no habían desaparecido del todo en su sistema.

De repente, una punzada de dolor sacude su bajo vientre y Nina se ve forzada a aguantar la respiración por unos segundos y a echarse hacia delante para aplacar la intensa sensación.

«¡Maldición! », exclama en su mente y apretando los dientes.

Eso era algo nuevo que le ocurría desde el 'incidente' y que no sabía cómo interpretar.

«Ya decirte la solución a este problema, varias veces además», murmura la loba volviendo a insistir e intentado convencerla de lo imposible.

Nina ríe por dentro con sarcasmo y zarandea la cabeza. ¡Ni muerta iba a lograr que cambiara de opinión!

«Ya te lo he dicho, querida loba, no pienso hacer nada de eso. Jamás de los jamases», le recuerda Nina que se incorpora despacio y da esa conversación por terminada.

Cansada de estar todo el día dándole vueltas a lo mismo, y de que las palabras de su hermano y de su abuela la persiguieran como un fantasma, la beta se dispone a desvestirse e intentar descansar.

Con pereza, cambia su atuendo de calle por una camiseta holgada y unas braguitas limpias pues era ya muy tarde para ducharse, y se mete debajo de las sábanas cerrando los ojos.

«Por favor, por favor, por favor, que no aparezca esta vez… que vuelva la imagen de antes…», suplica a su mente esperando con un poco de miedo a que el sueño la venciera.

«No, que se quede, esta versión ser mucho mejor…», ronronea la loba dispuesta a disfrutar al máximo de lo que estaba por venir.

«Loba pervertida…», le retrae Nina casi fuera de combate.

Estaba mucho más agotada de lo que pensaba.

«Ser una cobarde… esconderte no servirte de nada», le devuelve la otra riendo por dentro ante su reacción.

Cobarde, eh… sí, quizás la loba estaba en lo cierto y Nina estaba siendo una miedica… nunca antes lo había sido, no hasta que él hizo eso. Últimamente, estar cerca de su persona la intimidaba y la ponía en alerta. ¿Pero por qué? ¿Por qué ahora después de tanto tiempo?

Él sólo le había hecho una broma, una muy inusual viniendo de su persona pero una broma al fin y al cabo. El problema había sido su exagerada y alterada respuesta, hasta ella misma se había sorprendido por sus actos.

No, no era verdad, se negaba a aceptar que algo tan estúpido pudiera darle tantos problemas y poner su mundo patas arriba. Todo era culpa suya. ¡Él lo había estropeado todo y creado esta maldita confusión en su mente!

Nina le maldecía una y otra vez, maldecía a Noah desde esa noche. Así es, el adorado omega Noah Rogers, el tercer cargo de Montigraus, ¡él era el causante de su desazón y de su desdicha!

Y ahora, encima, no sólo se lo encontraba constantemente en el trabajo sino que también soñaba con él.

«¡Maldito, maldito Rogers!», se queja en su mente con molestia por enésima vez en ese día.

Cada vez que oía o veía su nombre, era como si le dieran una descarga eléctrica.

«Aceptar que tú sentir algo por él», murmura la loba volviendo a incendiar sus sentimientos.

«Sí, ¡enfado!», le responde Nina negándolo todo y en modo obtuso.

«Mentir. Ser algo más, tú saberlo», recalca su otra mitad sin darse por vencida.

«Te estás dejando engatusar por su atractivo», le repite la beta que no quería indagar en el torbellino que sentía por dentro. «¿Aún no has aprendido que los chicos guapos sólo traen problemas?», inquiere con molestia mal disimulada.

Desde bien jovencita, Nina había aprendido a alejarse de ese tipo de individuos que únicamente aportaban dolores de cabeza. Sí, era cierto que Rogers tenía un carácter la mar de simple, agradable y atento, no era nada pretencioso ni tampoco presumido, pero por lo que a ella concernía, él también estaba incluido en la lista de 'lobos que mejor mantener a raya'.

¡Que eran compañeros de trabajo, maldita sea!

«Pero es que él serlo. Omega ser muy atractivo. Como su olor, como su calor, como seguramente también su tacto y sus atributos… yo no importar ese tipo de problemas…», gruñe la loba con placer y quien se moría de ganas de descubrir los encantos que el prudente Noah escondía y que muy pocos conocían.

«¡Basta, no quiero ir por ahí, no quiero pensar en él!», le suplica Nina haciéndose un ovillo dentro de la cama en un vano intento de bloquear todos los pensamientos sobre el misterioso omega de Montigraus.

«Yo sí quererlo, no poder olvidar sus palabras… no poder olvidar su mirada…», murmura la otra con misticismo y sin resistirse a sus encantos.

«¡Sólo es Noah!», grita con impotencia en su mente.

Lo conocía desde hacía tres años. Había pasado un montón de horas a su lado y nunca había ocurrido nada. Entonces… ¿¡qué demonios había cambiado ahora!?

«Sí, sólo ser Noah…», susurra la loba saboreando su nombre con inmenso gusto.

Y mientras el sueño le gana la batalla por goleada, la beta recuerda sin querer otra vez el fatídico y acalorado incidente de dos noches atrás mientras patrullaban. Ese que había desencadenado todos los acontecimientos posteriores con el omega de Montigraus y que la tenían tanto a ella como a la loba desbordadas.

¿Por qué? ¿Por qué Noah había hecho eso tan innecesario?

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