Un Audi negro esperaba en la puerta de la enorme mansión cuando Jake y tres de los hombres de Enzo salieron por la entrada. Sin mediar palabra, lo metieron dentro y una vez todos habían subido, el coche arrancó hacia algún lugar desconocido.
Jake intentaba mantenerse sereno, pero comenzaba a pensar que su forma de actuar había sido precipitada. Si le obligan a disparar a gente inocente no se sentiría capaz de hacerlo, pero si atacaba a los tres criminales que iban en el vehículo con él, la misión no tendría futuro.
—¿A dónde vamos? —preguntó para tantear el terreno, y comprobar si podía sacar algo de información.
—Eso no te importa. Tú solo haz lo que te mandemos y saldrás con vida de esta.
Era evidente que no conseguiría nada, así que calló y esperó, con el corazón en un puño, hasta llegar a su destino.
El coche había salido de las carreteras principales y pasaba a gran velocidad por un camino de tierra. Las casas y edificios que minutos antes podía divisar desde el asiento de atrás se habían convertido en árboles frondosos. Se alejaban de la ciudad, y por lo que veía, imaginaba que su destino era una vieja cabaña en el corazón del bosque donde nadie la había reclamado desde que su anterior propietario había muerto veinte años atrás.
Efectivamente, diez minutos después el Audi paró frente a esa cabaña, totalmente destartalada, la madera podrida y una parte del techo, había cedido y se sostenía peligrosamente de alguna forma sobre sus cabezas, aunque iba cayendo tablones negruzcos de vez en cuando.
Empujaron a Jake al interior de la casa, y el interior era aún peor que el exterior; el suelo se había convertido en un juego de azar donde si pisabas mal se tragaría tu pie, y las escaleras estaban totalmente venidas abajo, por lo que el acceso a la segunda planta era imposible.
Tras varios minutos caminando paso a paso, lentos para evitar accidentes, llegaron a la habitación contigua, que no resultó ser otra cosa que la cocina. Allí, otro hombre de Enzo vigilaba a tres chicas atadas y completamente desnudas tiradas en el suelo, como vulgares bolsas de basura.
Sus cuerpos estaban llenos de contusiones, magulladuras y sangre seca, las habían golpeado, y seguramente les habrían hecho más cosas. Sintió asco de esos hombres y una rabia inmensa, pero debía centrarse en su objetivo.
—Esas putas van a morir hoy. Aunque es divertido follarlas de vez en cuando, ya no son necesarias.
Todos reían, mientras Jake deseaba partirle cada diente y tirar sus cuerpos a los cerdos. Las volvió a mirar, allí atadas, indefensas ante todo lo que les haya podido pasar. Enzo no era la clase de persona que imaginaba, tal vez su opción más rápida fuese avisar a Valentina, ahí tenían una prueba que podrían utilizar contra Enzo.
Mirándolas bien, reconoció que las jóvenes eran tres chicas que habían desaparecido en el último mes, chicas de dieciséis años viéndose ahí... No podía reprimirse. Tenía que intentar salvarlas de alguna forma.
—Bueno, ya las has mirado suficiente, si quieres mojar el churro lo siento pero para tí no hay permiso. —Las risas hicieron rabiar más a Jake—. Lo que sí vas a hacer ahora mismo es meterle un tiro en la cabeza a cada una.
—¿Por qué? —No pudo evitar la pregunta, y buscó corriendo una escusa—. Quiero decir que por qué habéis raptado a tres chicas comunes, que no tienen nada que ver con Enzo.
—Es fácil, simplemente es divertido ver el miedo en sus ojos. —Mientras hablaba se acercó a una de las chicas, que comenzó a patalear y llorar desconsolada—. Tú serás la primera.
La agarró fuertemente del pelo, y pasó su dedo sobre sus labios, que instintivamente cerraba con fuerza.
Sacó de su bolsillo un pequeño bisturí de cirujano y una sonrisa malévola hizo llorar más fuerte a la joven, que desesperada intentaba escapar de aquello.
—Dime, novato. ¿Alguna vez has visto cómo de fácil es sacar un ojo? —Acercaba el bisturí hacia su ojo rojo de tanto llorar—. Es un momento excitante. Admito que me la pone dura.
Le apretó fuertemente la cara, girándola hacía él, solo para disfrutar más de la tortura previa al momento de matarla mirándola directamente a los ojos.
—¡Por favor no!... Por favor solo quiero volver a casa. Quiero ver a mi mamá y a mi hermana... Por favor... —suplicaba la joven desesperada.
Apenas tenía voz, pero Jake se sentía como una mierda. Iban a matar a esas chicas cuya vida debería haber sido larga. Debía hacer algo, y rápido. Aunque sabía que eso mismo es lo que estaban esperando. Seguramente fuera de la cabaña hubieran más hombres esperando el momento de entrar en caso de que Jake demostrara ser un poli. «¿Qué debía hacer». Ni el mismo lo sabía.
Un grito de dolor tan agudo que le dolieron los oídos le sacó de sus pensamientos. Aquella chica sangraba abundantemente, y el bisturí se levantaba en el aire con un ojo, que de un fuerte tirón había arrancado los nervios que lo conectaba a ella.
Las otras dos chicas, intentaban gritar entre la furia y el miedo, mientras aquel tipo reía como un completo loco.
Aquella escena provocó en Jake una sensación de inmensa impotencia y asco. Tenía ganas de gritar y golpear a todos aquellos tipos, le daba igual su misión, pero no iba a ser testigo, y mucho menos partícipe, de aquella cruel escena de asesinato a tres chicas menores de edad.
En ese instante, decidió su jugada. Ante todo era agente del FBI, y debía salvar esas vidas inocentes.
Oculto tras los gritos de la joven, y las risas psicópatas de los hombres de Enzo, Jake introdujo su mano en el bolsillo, y en un rápido movimiento escribió un mensaje en el teléfono, sin necesidad de mirarlo. «S.O.S.».
Valentina lo vería y seguiría el rastreador GPS hasta aquél lugar, detendría a los malos, y se inventaría luego que la policía había encontrado ese sitio de pura casualidad.
—Vamos novato, juega con nosotros. —gritaba el hombre que había sacado el ojo de la joven, agarrándolo del brazo y poniéndole frente a ella—. Dispara de una vez.
Los llantos iban en aumento. Tenían miedo, pues sabían qué sus vidas estaban por llegar a su fin, por hacer enfadar a Enzo, un hombre cuya amenaza e influencia era mucho más alta de lo que había llegado a pensar en un principio.
Un contacto frío, procedente de la punta de una pistola descansaba en la nunca de Jake, otro de los hombres de Enzo le había sorprendido por detrás.
—Dispara a esa zorra, o yo te disparo a ti. —ordenó aquél tipo sin bajar el arma.
—Baja el arma de mi nunca idiota... O la bala te la meteré a tí por la garganta. —Sin saber cómo ganar tiempo hasta que llegaran los refuerzos, recurrió a provocar una discusión
Tras esas palabras, los otros tres hombres sacaron sus armas esperando algún movimiento de Jake para abrir fuego.
—¿Eres muy valiente, o demasiado idiota? —preguntó molesto el tipo que sostenía el arma sobre la nunca del agente.
Estaba en una situación a la que no había esperado llegar. Poco a poco levantaba el arma hacia la joven, cuyo ojo sano suplicaba seguir viviendo. Si Valentina no llegaba en los siguientes cinco segundos, tendría que elegir entre disparar, o morir.
Y, en el silencio absoluto donde sólo se oía la respiración de todos los presentes, algo más se apreciaba. Un coche sonaba en la lejanía y se iba acercando. Tal vez la misión haya sido expuesta, pero ante todo, estaba su deber como agente federal.
—Antes de disparar, necesito saber una cosa. —En su intento por ganar unos segundos más empezó a hablar tranquilamente—. ¿Enzo pagará bien?. Si estoy aquí es por qué quiero dinero. No mato gratuitamente.
Los individuos se miraban entre ellos perplejos.
—¿Acaso crees que serás importante para el?. Ganarás dinero conforme hagas trabajos para él. Cuanto más hagas, más recibirás. Pero seguramente no dures mucho.
Tras aquellas palabras, el sonido de una bala cortó el aire hasta atravesar la cabeza de la joven que Jake debía disparar. Su mirada, apagándose en un segundo, y el sonido seco que su cuerpo produjo al caer sobre el suelo, lo dejó todo en silencio. Durante un segundo, nadie sabía qué había pasado hasta que miraron la puerta principal, y vieron a cinco personas llegando hacia su posición arrastrando a una chica malherida.
Enzo había aparecido sosteniendo a Valentina con un brazo, tirándola violentamente contra el suelo, y con la otra guardando el arma que acababa de usar
—Esta preciosidad estaba rondando la casa intentando entrar. Es una lástima que nosotros estuviéramos aquí. —Mientras hablaba, pisaba su cabeza fuertemente contra el suelo—. Es agente federal, y sólo se me ocurren dos motivos por los que pueda estar aquí.
Todas las miradas, incluyendo a Enzo y los cinco hombres más que venían con él, se posaron en Jake, que apenas podía mantener la compostura y no comenzar a disparar a todos esos tipos.
—¿Por qué me estáis mirando a mí?. —Intentaba mantenerse sereno, aunque sabía que apenas lo lograba. Ante él, se encontraba el amor de su vida. La mujer por la que daría la mismísima vida.
—O eres un federal, o estaba aquí por alguna casualidad del destino. Y realmente, la segunda opción me parece casi imposible. —cavilaba Enzo sin dejar de mirar a Jake.
Las dos chicas que contemplaron la muerte de su amiga, intentaron correr, aún malheridas y encadenadas en la pared, tiraban con todas sus fuerzas. Sabían que su vida estaba por terminar, que no tendrían un mañana, que todo lo que habían pospuesto, todo lo que quisieran hacer jamás ocurriría. Enzo las miraba con obsesiva diversión en los ojos. Disfrutaba del miedo y la desesperación de esas chicas.
Jake, cuyo sudor frío cubría su rostro, sabía que estaba perdido. Habían demasiados hombres de Enzo para intentar hacer nada. No conseguiría salir vivo de aquél lugar.
—Mi nombre es Valentina, agente federal. Estáis todos arrestados. —Comenzó a gritar—. Matar a un federal se paga muy caro. Así que, ¿Quién tiene los huevos de matarme?.
Esas últimas palabras las dijo mirando a Jake, suplicando con su mirada que no jodiera la misión, y disparase ya.
«no puedo hacerlo» se repetía mentalmente una y otra vez. Matar a la chica que le hizo enamorarse, desear un futuro y una familia yacía indefensa entre él y ocho enemigos. Desearía agarrarla y salir corriendo pero el joven sabía perfectamente que sería imposible. O moría con ella, o salvaba la misión y protegía cientos de vidas.
Dos disparos más hicieron temblar los tímpanos de Jake. Y los llantos y gritos que hasta hacía segundos se oían, callaron.
—Así las próximas putas aprenderán a no querer robarme. —Enzo hablaba con una voz tan fría que helaría la sangre a cualquiera—. Y ahora, nuevo recluta, mata a esta maldita federal para que podamos seguir con nuestro trabajo.
Uno de los hombres la agarró del pelo y la sentó violentamente en el suelo. La agarraba para que no pudiera escapar, y esperaban a Jake, que se acercó varios pasos hacia ella. A cada paso, millones de recuerdos invadían su cabeza. Momentos de felicidad o tristeza. Discusiones y risas. Y el futuro. Aquel futuro del que hablaban tanto, y que jamás llegaría. El joven federal deseaba llorar con todas sus fuerzas y morir por ella. Empezar a disparar hasta que su última gota de vida abandonara su cuerpo, sin embargo, ante todo era agente del FBI. Valentina siempre le decía que es mejor salvar cien vidas a salvar sólouna, siempre le decía que su trabajo es duro, pero por salvar vidas no hay que dudar. Y ahora, es sus ojos, leía claramente lo que ella esperaba que hiciera.
Lentamente, Jake levantaba el arma hacia su frente, si debía hacerlo sería rápido. Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de la joven, magullada y herida.
Y, camuflado en el sonido del disparo, un mensaje quedaría grabado para siempre en la mente de Jake. Las últimas palabras de Valentina; «te amo».
....... ..... ......
Lucas escuchaba en silencio, aún siendo una persona casi carente de empatía, no pudo evitar sentirse mal. Nunca había pensado realmente en que el futuro que día a día uno espera, tal vez no llegue. Y, tener que matar a la persona que amas debe ser más duro de lo que él jamás entenderá. Sintió un gran respeto por Jake en ese momento, y una enorme pena, que no le importó sentir.
Jake lloraba disimuladamente mientras en aquella cafetería terminaba de contarle la historia:
—Seis meses después, conseguimos reunir las pruebas suficientes y acabar con Enzo y su banda. La misión se llamó «misión Valentina» en su honor tiempo después. Y, no recibí ningún tipo de castigo por qué ella, había dejado escrito en su casa una nota, donde decía que para la misión, iba a ofrecerse como sacrificio. No sé cómo llegó a pensar en esa posibilidad... Tal vez, cuando le pedí ayuda, supo que nunca más volvería.
—Te conocía... Sabría que si no aparecía acabarías echándolo todo a perder por salvar a esas tres chicas. Si algún día me veo en esa situación, no tendría el valor de disparar, pero... Tal vez hay que verse en la situación. Creo que, realmente llego a entenderte. Debe ser un gran peso y castigo para tí.
—Lo es, Lucas. Pero esta misión saldrá bien, sé que serás capaz de conseguir todo lo que necesitamos para que Baltazar Ivanov acabe entre rejas. Será difícil, pero sé que puedo confiar en tí. —animaba Jake al joven.
—Siendo yo mismo no conseguiré nada. Por eso debo ser dos personas. A veces me confunde como ideas en mi cabeza se contradicen en un segundo. Ya no sé quién soy en cada momento. Pero eso significa que me estoy metiendo en el papel, ¿no?. —Sonrió levemente y se marchó de la cafetería, camino a su entrenamiento.
Jake, lo observaba salir. Tenía la esperanza de que a partir de ese momento, Lucas pueda confiar en él.
Tras pagar el café, se marchó, saliendo a la fría mañana, y dando un enorme suspiro mirando al cielo.
«Valentina, este será mi último trabajo. Dame fuerzas y protege al joven... Para que no deba marcar su vida con el dolor». Se dijo mentalmente.
La conversación con Jake el día anterior no le había dejado dormir. Por algún motivo, recordaba a Karen, que había sido asesinada meses atrás. Los hombres de Baltazar la habían , según le confirmo días atrás Jake y aún no sabía el por qué. Tampoco recuperó su pendrive, aunque no lo recordaba hasta ese momento.Seguramente el caso haya avanzado lo suficiente para tener respuestas.Miró por la ventana de su habitación, intentando imaginar la cara de su amiga aquella última noche. Estaba molesta y enojada ante el rechazo de tener relaciones con ella. Para una persona normal, Karen sería la típica chica con la que tendrías cientos de fantasías, en ella se interesó por Lucas, un chico que no tiene ningún interés en dicho acto. Y eso, empezó a rondar su cabeza. «¿Que estaría buscando en realidad?, ella sabría perfectamente que no tendría ningún interés». Esas preguntas no tenían una respuesta clara, pero quería resolverlas de alguna manera. «Sería más fácil si los m
La mansión de Baltazar tenía todo lo necesario para ser un castillo de película, donde la dulce e inocente doncella bajaría las enormes escaleras de mármol en forma de media luna, y a sus pies, el príncipe la vería hermosa, posado sobre una enorme alfombra roja que cubría todo aquél recibidor. Pero, era claro que arriba de las escaleras no habría ninguna princesa esperando, más bien, información secreta, delictiva, y peligrosa. Justo lo que él necesitaba buscar.A la derecha, desde el centro del recibidor, una puerta en forma de arco se abría, dejando salir a Baltazar y dos hombres fornidos, que Lucas reconoció de verles en la reunión de la pasada noche custodiando las escaleras.—Hijo mío, has llegado al fin. Pensé que al final cambiarías de idea, y desaparecerías de nuevo —dijo con media sonrisa.Le dio un rápido abrazo a Lucas, y con una mano indicó a Edyl que llevase las maletas a su habitación. Ambos, padre e hijo, comenzaron a andar por la puerta por donde
Baltazar Ivanov paseaba por los jardines de su enorme mansión a las afueras de la ciudad. Estaba preocupado por la llamada que había recibido minutos atrás; Los federales estaban metiendo las narices en sus negocios. No sería la primera vez, ya que durante treinta años los había burlado y se reía en sus caras. Ya sea por falta de indicios y pruebas, o por que sabía que el dinero les compraba con la misma facilidad que comprarías una botella de agua para escapar del bochorno del verano, siempre se libraba de todo. El dinero era su mayor arma, con él, estaría a salvo, pero no podía sentirse mejor con esa idea. No todos pierden su dignidad por unos miles de dólares, y que la misión sea tan secreta significaría que las personas implicadas no iban a ceder a sus ofrecimientos económicos. Se detuvo ante una de sus estatuas favoritas, situada en el ala norte, a la derecha de la casa. El enorme caballo de mármol, con sus dos patas delanteras alzadas al cielo, le hacía sentir tranqu
Había transcurrido una hora desde que Lucas y Edyl habían llegado a la casa donde permanecerían escondidos hasta la noche. El hambre empezaba a hacer acto de presencia una vez que la adrenalina y el nerviosismo del momento habían ido disminuyendo hasta casi evaporarse.—Edyl, creo haber visto una pequeña tienda cuando veníamos hacia aquí. Está a final de la calle, ¿Llevas dinero para acercarme y comprar algo? Me muero de hambre.—Si, yo también estoy hambriento, y estoy aburrido de estar aquí sentado sin hacer nada —Le tendió un billete de cincuenta dólares y se tumbó en el polvoriento sofá—. Avísame cuando vuelvas, y trae cerveza. Me muero por una.Salió de la casa mirando a cada pequeña esquina donde pudieran estar observando. Edyl podría tener razón y allí estarían a salvo, al menos de la policía, pero no por ello podía permitirse bajar la guardia ni un solo segundo.Caminó despacio, sin prisa. No había nadie en la calle, y eso le tranquilizó. Después
La oscura madrugada se cernía sobre la mansión sin más luz que la de alguna ventana despistada en cuyo interior, su ocupantes, disfrutaban de algún festival de placeres carnales o simplemente de un sueño reparador, y no repararon en apagarla.El rumor de algún coche lejano perdido en aquellos caminos desolados a las afueras y el sonido del aire creando grotescas melodías al soplar entre los árboles y los recovecos de la fachada acompañaban a Lucas, frente a Baltazar en su despacho. El joven no era capaz de desentrañar el significado que los ojos de Ivanov mostraban.—Hijo, estaba hablando con Edyl cuando me enteré de tu actuación. Dijiste a Kevin, bueno más exactamente le ordenaste, que no disparase a aquella pareja de ancianos que tranquilamente estaban disfrutando de una cena. Malas horas para cenar añadiré.Su voz no sonaba acusadora, ni comprensible. Usaba un tono tan neutral que Lucas no sabía por dónde abordarlo. —¿Vas a castigarme por mi acción?
Un vehículo negro totalmente blindado les esperaba en la puerta de la mansión cuando Lucas, tras vestirse, llegó hacia el recibidor. Había optado por una camisa blanca de seda, y un traje azul marino, completando su atuendo con unos mocasines de cuero marrón. Al joven le resultaba curioso, pero al parecer incluso compartía la misma talla de pie con el Félix auténtico.Baltazar le esperaba de pie, vistiendo un traje negro que lucía muy caro, y un abrigo largo del mismo color. Al verle, se acercó con una media sonrisa al joven y abrió sus brazos en señal de saludo.—Ya estaba deseando que llegara la hora hijo mío. Reservé mesa en uno de mis locales favoritos de la ciudad. Hay música en directo, y un ambiente relajado e íntimo —Poniendo su mano sobre el hombro de Lucas, le indicó con la cabeza que comenzaran a caminar—. Podríamos hablar de tus vivencias en estos cinco años, tus amores… No sé, esas cosas que un joven nunca le cuenta a su padre.—No creo que contarte
La suite presidencial de ese hotel situada en la última planta abarcaba casi el mismo espacio que su apartamento. El cuarto de baño, era un espacio cerrado donde la bañera del tamaño de una piscina pequeña daba a una terraza privada, con grandes ventanales que podían abrirse como una puerta corredera, dando una vista de toda la ciudad, con las luces de los autos y las señales lumínicas brillando como pequeñas luciérnagas hasta perderse en el horizonte.La cama, de un tamaño considerable y cubierta de una suave sábana roja de seda, era el lugar perfecto para Selena, que tras quitarse los enormes tacones se tumbó con los brazos estirados, y sin ningún pudor por mantener oculta su ropa interior bajo el vestido. Lucas desvío instintivamente la mirada, trayéndole de nuevo a la mente el recuerdo de su piel desnuda contra la suya.Cerca de la cama, como si fuese todo un apartamento más que una habitación de hotel, había una puerta que daba a un salón enorme, lleno de sofás, una
Jake contemplaba a Selena, medio desnuda y enfurruñada en el sillón, y luego pasaba su vista hacia Lucas, totalmente empapado. Su cerebro debería estar trabajando a mil por hora buscando encontrar una respuesta a aquella situación. Tras un minuto, carraspeó incómodo, y añadió:—Oye, Félix… Eso de jugar con una chica como me dijiste por teléfono, no iría enserio, ¿No?—¡Claro que no! Ella es Selena… Ella es así, solo ignórala —Tras una pausa, añadió—. Por cierto, ella es la chica que sabe quién soy. —¿¡Esa es la chica que sabe quién eres tú!? —Se mostraba impaciente en obtener todas las respuestas en segundos. Miraba a ambos jóvenes sin saber con quién hablar primero.Selena acomodó un poco su postura, para poder observar al agente más cómodamente, mirándolo de arriba abajo analizándolo.—Si estás pensando en preguntarme algo, no te molestes. No diré nada. —dijo evitando de raíz preguntas de su parte—. Por cierto, ¿Quién eres?—Es un amigo