Había transcurrido una hora desde que Lucas y Edyl habían llegado a la casa donde permanecerían escondidos hasta la noche. El hambre empezaba a hacer acto de presencia una vez que la adrenalina y el nerviosismo del momento habían ido disminuyendo hasta casi evaporarse.
—Edyl, creo haber visto una pequeña tienda cuando veníamos hacia aquí. Está a final de la calle, ¿Llevas dinero para acercarme y comprar algo? Me muero de hambre.
—Si, yo también estoy hambriento, y estoy aburrido de estar aquí sentado sin hacer nada —Le tendió un billete de cincuenta dólares y se tumbó en el polvoriento sofá—. Avísame cuando vuelvas, y trae cerveza. Me muero por una.
Salió de la casa mirando a cada pequeña esquina donde pudieran estar observando. Edyl podría tener razón y allí estarían a salvo, al menos de la policía, pero no por ello podía permitirse bajar la guardia ni un solo segundo.
Caminó despacio, sin prisa. No había nadie en la calle, y eso le tranquilizó. Después
La oscura madrugada se cernía sobre la mansión sin más luz que la de alguna ventana despistada en cuyo interior, su ocupantes, disfrutaban de algún festival de placeres carnales o simplemente de un sueño reparador, y no repararon en apagarla.El rumor de algún coche lejano perdido en aquellos caminos desolados a las afueras y el sonido del aire creando grotescas melodías al soplar entre los árboles y los recovecos de la fachada acompañaban a Lucas, frente a Baltazar en su despacho. El joven no era capaz de desentrañar el significado que los ojos de Ivanov mostraban.—Hijo, estaba hablando con Edyl cuando me enteré de tu actuación. Dijiste a Kevin, bueno más exactamente le ordenaste, que no disparase a aquella pareja de ancianos que tranquilamente estaban disfrutando de una cena. Malas horas para cenar añadiré.Su voz no sonaba acusadora, ni comprensible. Usaba un tono tan neutral que Lucas no sabía por dónde abordarlo. —¿Vas a castigarme por mi acción?
Un vehículo negro totalmente blindado les esperaba en la puerta de la mansión cuando Lucas, tras vestirse, llegó hacia el recibidor. Había optado por una camisa blanca de seda, y un traje azul marino, completando su atuendo con unos mocasines de cuero marrón. Al joven le resultaba curioso, pero al parecer incluso compartía la misma talla de pie con el Félix auténtico.Baltazar le esperaba de pie, vistiendo un traje negro que lucía muy caro, y un abrigo largo del mismo color. Al verle, se acercó con una media sonrisa al joven y abrió sus brazos en señal de saludo.—Ya estaba deseando que llegara la hora hijo mío. Reservé mesa en uno de mis locales favoritos de la ciudad. Hay música en directo, y un ambiente relajado e íntimo —Poniendo su mano sobre el hombro de Lucas, le indicó con la cabeza que comenzaran a caminar—. Podríamos hablar de tus vivencias en estos cinco años, tus amores… No sé, esas cosas que un joven nunca le cuenta a su padre.—No creo que contarte
La suite presidencial de ese hotel situada en la última planta abarcaba casi el mismo espacio que su apartamento. El cuarto de baño, era un espacio cerrado donde la bañera del tamaño de una piscina pequeña daba a una terraza privada, con grandes ventanales que podían abrirse como una puerta corredera, dando una vista de toda la ciudad, con las luces de los autos y las señales lumínicas brillando como pequeñas luciérnagas hasta perderse en el horizonte.La cama, de un tamaño considerable y cubierta de una suave sábana roja de seda, era el lugar perfecto para Selena, que tras quitarse los enormes tacones se tumbó con los brazos estirados, y sin ningún pudor por mantener oculta su ropa interior bajo el vestido. Lucas desvío instintivamente la mirada, trayéndole de nuevo a la mente el recuerdo de su piel desnuda contra la suya.Cerca de la cama, como si fuese todo un apartamento más que una habitación de hotel, había una puerta que daba a un salón enorme, lleno de sofás, una
Jake contemplaba a Selena, medio desnuda y enfurruñada en el sillón, y luego pasaba su vista hacia Lucas, totalmente empapado. Su cerebro debería estar trabajando a mil por hora buscando encontrar una respuesta a aquella situación. Tras un minuto, carraspeó incómodo, y añadió:—Oye, Félix… Eso de jugar con una chica como me dijiste por teléfono, no iría enserio, ¿No?—¡Claro que no! Ella es Selena… Ella es así, solo ignórala —Tras una pausa, añadió—. Por cierto, ella es la chica que sabe quién soy. —¿¡Esa es la chica que sabe quién eres tú!? —Se mostraba impaciente en obtener todas las respuestas en segundos. Miraba a ambos jóvenes sin saber con quién hablar primero.Selena acomodó un poco su postura, para poder observar al agente más cómodamente, mirándolo de arriba abajo analizándolo.—Si estás pensando en preguntarme algo, no te molestes. No diré nada. —dijo evitando de raíz preguntas de su parte—. Por cierto, ¿Quién eres?—Es un amigo
La situación en la que el joven Lucas se encontraba había puesto en máxima alerta su cuerpo y mente. Allí, rodeado de seis personas peligrosas sin nadie alrededor y en la oscuridad de la noche, ponía su integridad en graves apuros. Intentar solucionar el problema con el diálogo no era una opción, y no llevaba encima el arma que Edyl le dió, pues la había dejado en la mansión. Se sentía como un minúsculo ratón cayendo en las garras de unos gatos hambrientos. Su vida dependía de las acciones y decisiones de ellos, aunque ya tenían claras las intenciones esa noche.El primero que había hablado, frente a él y portando un largo y oxidado tuvo de acero, dio un paso hacia delante levantando el arma para golpearle en la cabeza. Intentó cubrirse con las manos, pero la violencia del golpe hizo sentir como sus huesos crujían tras impactar en sus brazos.
La entrada del verano ya comenzaba a transformar la ciudad en un inmenso horno. A parte del aumento de las temperaturas, los grandes edificios metálicos y las escasas zonas verdes, provocaban un asfixiante efecto de culo de botella que impedían sentir la más mínima brisa de aire fresco.Lucas se despertó bañado en sudor y mareado a causa de la deshidratación que su cuerpo estaba experimentando. Como pudo y sin hacer esfuerzos con su brazo izquierdo, aún escayolado tras más de un mes de regreso a casa, se incorporó y se dirigió a la ducha. Pensativo y en silencio, recordó la causa y origen de sus heridas. Aunque intentaba no pensar en ello para no verse más afectado mentalmente, esas experiencias en el que estás al borde de la muerte no son fáciles de olvidar, y el joven Lucas lo sabía.Tras meter el brazo en una bolsa de plástico para evitar que se moj
Dos individuos caminaban entre las sombras de aquél oculto callejón. Su objetivo era entrar en un pequeño bar de mala muerte donde esperaban poder resolver de una vez por todas sus dudas.Baltazar Ivanov, un hombre frío cuyo único objetivo es ganar dinero mientras el resto del mundo teme su nombre, arrogante y muy inteligente, nunca había estado en una situación similar donde su inteligencia quedaba a la altura de un simple crio.—Jefe, Selena puede que esté ahí simplemente para beber, ¿Estás seguro que vas a disparar una vez la localices? —Edyl se encontraba incómodo ante la idea de que ocurriese semejante acto, pues indicaría que Baltazar realmente estaba enojado y podría pagar con él esa rabia.—Dime Edyl, ¿Alguna vez pensaste en traicionarme? Tal vez te resultara más sencillo qué seguir mis órdenes.—¡Claro que no!. Jamás pensaría algo así. Llevo muchos años a su lado y jamás le di razones para dudar.—Tampoco me las había dado ella, y ahora estoy aquí personalmente para descubri
El despacho de Aquél hombre se sentía tan frío cómo el interior más profundo de una cueva, la tensión acumulada y el miedo de no poder cumplir su papel perfectamente estaban logrando poner a Lucas en un estado casi al borde del colapso, sin embargo, con todas su fuerzas, mantenía la compostura.Observaba cómo el café recién servido sobre su escritorio humeaba en su taza, y sentía la fría y analítica mirada de Baltazar, perforando y escudriñando cada rasgo, cada movimiento y cada reacción de “su hijo”.—Bien, ¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó el hombre al otro lado del escritorio, apoyando su brazo sobre su lujoso y caro sillón de cuero negro.—No realmente. No entiendo por qué dudas de mí así… Desde que llegué no te he sentido como un padre, casi parece que te molesta que esté aquí. —Hizo una pequeña pausa para asegurarse de seguir controlando su voz—. Sabes que no recuerdo apenas nada de mí pasado, ¿Tienes idea de lo duro que es eso? No creo siquiera que lo sepas, y sin e