Para sorpresa de Lucas, su idea de pedir directamente el teléfono sirvió mejor de lo que pensaba. Sin Selena y Jake de por medio, que eran parte de la desconfianza de Baltazar por el acercamiento que ésta tenía con su hijo, imaginó que Baltazar ya no vería peligro inminente y le diera un poco más de libertad. Lucas también estaba seguro de que su supuesto padre no dejaba nada al azar, y aunque ya pudiera confiar más en él, haría algo para asegurarse de que no le daba un mal uso al teléfono, por lo que estaba seguro de que pondrían algún programa en él, que monitorizaria sus movimientos pero ya tendría tiempo de evitarlo y eliminarlo sin dejar pistas.Lo siguiente que estaba en su lista de objetivos era conseguir el ordenador, y poder reparar con calma el programa que desde que todo comenzó, seguía sin avances.Tras unas horas de espera, sumido en el más alto de los aburrimientos, bajó a la cocina. La chica que en la mañana había visto allí, estaba sirviendo platos a los comensales que
Baltazar caminaba pensativo, seguido de Lucas. A esas horas, el centro comercial estaba abarrotado de gente, y generalmente no se expondría de esa forma sin ninguna protección. Algo le pasaba, el joven estaba seguro, pero no vio oportuno entrar en el tema de nuevo.Entraron a una tienda de telefonía, y el mafioso se acercó hasta el mostrador vacío.—Buenas tardes, quiero un teléfono para mí hijo aquí presente. Deme el más caro que tenga.El señor tras el mostrador, observaba a Lucas y Baltazar, seguramente intentando encontrarles el más mínimo parecido.—Muy bien señor, en un momento lo tiene, solo necesito la identificación del titular de la línea.Baltazar asintió y se giró hacia su hijo, a la espera de que avanzara y entregase la identificación, pero Lucas se sentía en problemas. Llevaba tiempo junto a Baltazar, pero pasaron tantas cosas que ni recordaba si disponía de uno falso con el nombre de Félix o no. Intentaba hacer memoria, saber si Jake se lo había entregado, pero no era c
Lucas estaba sentado sobre su cama, observando por milésima vez en ese día todo lo que el día anterior le había comprado Baltazar. Desde que regresaron a la mansión, no había visto de nuevo a aquél hombre, y no sabía si seguiría decaído y frágil o por el contrario, volvía a ser el mismo hombre intimidante.Con cuidado, tomó la caja del ordenador portátil y la abrió, sacando el plástico de seguridad y el aparato. Era negro, y el logo en rojo sangre de la empresa le daba un aspecto bastante moderno. Lo llevó hacia el escritorio de la habitación frente a la cama, Tras colocarlo sobre la mesa y abrirlo, le retiró la última protección que constaba de un fino papel plástico que separaba el teclado de la pantalla, lo conectó a la corriente y lo prendió.Mirando aquel encendido por primera ves, recordó su vida antes de todo eso. Recordó el levantarse cada día a la misma hora e ir a trabajar a la oficina del señor Norris. Su esfuerzo no fue valorado, pero él tampoco había hecho nada por integ
Frente a las puertas de las oficinas de la DEA, un taxi se detenía, dejando bajar de su interior a un joven mirando su reloj. Éste, marcaba que eran las doce del mediodía.Había recibido una llamada importante acerca de un conocido mafioso del cuál hasta ahora no había tenido que intervenir; Baltazar Ivanov.Por lo poco que se podía saber de ese individuo, mucha gente influyente estaba bajo sus órdenes, y era imposible por el momento saber quién. Apuntar con el dedo y desconfiar de aquellos que te rodean era la peor decisión que podían tomar, dado que sólo acabarían debilitándose, y por consiguiente, dándole más poder al enemigo.tras avanzar unos pasos, varios marines del ejército de los Estados Unidos se personaron frente a él, saludándole con la mano en la frente. Este devolvió el saludo moviendo levemente la cabeza, y ambos hombres le escoltaron hacia el interior del edificio.—Es un placer tenerlo aquí señor, es de sobra conocida su fama, señor —dijo uno de los marines, más joven
Habían transcurrido varias horas desde que Baltazar le dijo sobre el trabajo que tendrían esa noche. Lucas continuaba trabajando, arreglando el programa que parecía tener más errores de lo que pensó en un principio.“Malditas prisas" maldecía mentalmente mientras continuaba con su labor.La espalda le dolía como nunca antes, y tenía los hombros y el cuello tan cargados que decidió, veinte minutos después, darse un descanso. Se animó a encender la televisión que días atrás le habían puesto en su habitación para que pudiera tener una estancia más llevadera, pero después de tanto tiempo sin ver una, no le había nacido la necesidad de prenderla. Lo primero que salió fue el canal nacional de noticias, y allí se quedó unos minutos, escuchando unos debates políticos que no le interesaban, pero le ayudaba a desconectar un poco de todo.Su mente, más centrada en el desarrollo de sus planes a futuro, le provocaba dolor de cabeza. No podía desconectar realmente por mucho que lo intentara. Frust
Como habían planeado, los tres camiones ya se encontraban en marcha rumbo hacia la mansión donde dejarían la mercancía. El trayecto sería largo, pero Lucas, al volante y centrado en no golpear a ningún coche en esa carretera, estaba bastante seguro de que podrían llegar sin problemas. De reojo, observó a Katie jugando con su teléfono o entrando a las redes sociales. Su actitud parecía muy diferente, más sería que cuando casi llorando le pidió trabajo. "Debe estar enfadada conmigo por negarme" pensaba el joven, pero a fin de hacer más ameno el viaje, decidió salir de dudas.—Oye, Katie. No dejo de pensar que tú actitud es tan diferente a la que tenías en la mansión que casi pareciera que eres otra persona. Creo que estás enfadada por no haber accedido a tu petición, pero sigo pensando que estarías más segura allí que no aquí.La joven levantó levemente la vista del teléfono, y puso las piernas sobre el sillón, abrazándose a ellas:—Señor Félix, estoy muerta de miedo. Quiero aparentar
«La bolsa vuelve a tener enormes pérdidas en esta jornada de martes. ¡Qué gran noticia para empezar el día queridos oyentes!.El partido de anoche fue una mejor noticia para todos los seguidores de los locales, que consiguieron un enorme triunfo sobre…».Con un gesto casi mecánico y tan habitual en el joven que aparcaba su coche en la plaza habitual como cada día, apagó la radio y resopló para darse ánimos, como cada día. Así daba inicio a un nuevo día de trabajo.Era un chico de costumbres, que no solía variar nunca; Levantarse exactamente a las seis de la mañana en punto, una ducha rápida mientras hacía el café y una tostada de mantequilla y mermelada una vez salía. Luego cepillarse los dientes mientras ojeaba las noticias más destacadas del día en la prensa online, coger el coche rápidamente y tras darle tres golpes al capó se dirigía al trabajo.Usaba siempre la misma ruta, oía la misma emisora y aparcaba en el mismo aparcamiento una y otra vez.El
Las horas siguientes se centró únicamente en preparar todo lo necesario para perpetuar su ataque; su ordenador portátil, y un pendrive que guardaba en su interior el programa que usaría.Había trabajado en el durante años, pues era el responsable de asumir si era tan poderoso para romper las defensas y, de hacerlo, sabía que debía mejorar aún más el cortafuegos.Sabía que en la versión actual, su virus no podría hacer nada pues días antes había creado una nueva barrera para impedir su acceso, por lo que estaba añadiendo nuevas funciones y códigos que le ayudasen en su cometido.Sabía que no sería fácil, no solo iba a atacar lo que con tanto cariño había creado, sino que el riesgo era enorme; cualquier fallo significaría acabar posiblemente en la cárcel, y perder para siempre la oportunidad de que volvieran de rodillas suplicando su ayuda.El reloj de muñeca, que como cada día, dejaba en la misma repisa de su dormitorio, marcaban las ocho de la noche. El c