La mansión de Baltazar tenía todo lo necesario para ser un castillo de película, donde la dulce e inocente doncella bajaría las enormes escaleras de mármol en forma de media luna, y a sus pies, el príncipe la vería hermosa, posado sobre una enorme alfombra roja que cubría todo aquél recibidor. Pero, era claro que arriba de las escaleras no habría ninguna princesa esperando, más bien, información secreta, delictiva, y peligrosa. Justo lo que él necesitaba buscar.
A la derecha, desde el centro del recibidor, una puerta en forma de arco se abría, dejando salir a Baltazar y dos hombres fornidos, que Lucas reconoció de verles en la reunión de la pasada noche custodiando las escaleras.
—Hijo mío, has llegado al fin. Pensé que al final cambiarías de idea, y desaparecerías de nuevo —dijo con media sonrisa.
Le dio un rápido abrazo a Lucas, y con una mano indicó a Edyl que llevase las maletas a su habitación. Ambos, padre e hijo, comenzaron a andar por la puerta por donde
Baltazar Ivanov paseaba por los jardines de su enorme mansión a las afueras de la ciudad. Estaba preocupado por la llamada que había recibido minutos atrás; Los federales estaban metiendo las narices en sus negocios. No sería la primera vez, ya que durante treinta años los había burlado y se reía en sus caras. Ya sea por falta de indicios y pruebas, o por que sabía que el dinero les compraba con la misma facilidad que comprarías una botella de agua para escapar del bochorno del verano, siempre se libraba de todo. El dinero era su mayor arma, con él, estaría a salvo, pero no podía sentirse mejor con esa idea. No todos pierden su dignidad por unos miles de dólares, y que la misión sea tan secreta significaría que las personas implicadas no iban a ceder a sus ofrecimientos económicos. Se detuvo ante una de sus estatuas favoritas, situada en el ala norte, a la derecha de la casa. El enorme caballo de mármol, con sus dos patas delanteras alzadas al cielo, le hacía sentir tranqu
Había transcurrido una hora desde que Lucas y Edyl habían llegado a la casa donde permanecerían escondidos hasta la noche. El hambre empezaba a hacer acto de presencia una vez que la adrenalina y el nerviosismo del momento habían ido disminuyendo hasta casi evaporarse.—Edyl, creo haber visto una pequeña tienda cuando veníamos hacia aquí. Está a final de la calle, ¿Llevas dinero para acercarme y comprar algo? Me muero de hambre.—Si, yo también estoy hambriento, y estoy aburrido de estar aquí sentado sin hacer nada —Le tendió un billete de cincuenta dólares y se tumbó en el polvoriento sofá—. Avísame cuando vuelvas, y trae cerveza. Me muero por una.Salió de la casa mirando a cada pequeña esquina donde pudieran estar observando. Edyl podría tener razón y allí estarían a salvo, al menos de la policía, pero no por ello podía permitirse bajar la guardia ni un solo segundo.Caminó despacio, sin prisa. No había nadie en la calle, y eso le tranquilizó. Después
La oscura madrugada se cernía sobre la mansión sin más luz que la de alguna ventana despistada en cuyo interior, su ocupantes, disfrutaban de algún festival de placeres carnales o simplemente de un sueño reparador, y no repararon en apagarla.El rumor de algún coche lejano perdido en aquellos caminos desolados a las afueras y el sonido del aire creando grotescas melodías al soplar entre los árboles y los recovecos de la fachada acompañaban a Lucas, frente a Baltazar en su despacho. El joven no era capaz de desentrañar el significado que los ojos de Ivanov mostraban.—Hijo, estaba hablando con Edyl cuando me enteré de tu actuación. Dijiste a Kevin, bueno más exactamente le ordenaste, que no disparase a aquella pareja de ancianos que tranquilamente estaban disfrutando de una cena. Malas horas para cenar añadiré.Su voz no sonaba acusadora, ni comprensible. Usaba un tono tan neutral que Lucas no sabía por dónde abordarlo. —¿Vas a castigarme por mi acción?
Un vehículo negro totalmente blindado les esperaba en la puerta de la mansión cuando Lucas, tras vestirse, llegó hacia el recibidor. Había optado por una camisa blanca de seda, y un traje azul marino, completando su atuendo con unos mocasines de cuero marrón. Al joven le resultaba curioso, pero al parecer incluso compartía la misma talla de pie con el Félix auténtico.Baltazar le esperaba de pie, vistiendo un traje negro que lucía muy caro, y un abrigo largo del mismo color. Al verle, se acercó con una media sonrisa al joven y abrió sus brazos en señal de saludo.—Ya estaba deseando que llegara la hora hijo mío. Reservé mesa en uno de mis locales favoritos de la ciudad. Hay música en directo, y un ambiente relajado e íntimo —Poniendo su mano sobre el hombro de Lucas, le indicó con la cabeza que comenzaran a caminar—. Podríamos hablar de tus vivencias en estos cinco años, tus amores… No sé, esas cosas que un joven nunca le cuenta a su padre.—No creo que contarte
La suite presidencial de ese hotel situada en la última planta abarcaba casi el mismo espacio que su apartamento. El cuarto de baño, era un espacio cerrado donde la bañera del tamaño de una piscina pequeña daba a una terraza privada, con grandes ventanales que podían abrirse como una puerta corredera, dando una vista de toda la ciudad, con las luces de los autos y las señales lumínicas brillando como pequeñas luciérnagas hasta perderse en el horizonte.La cama, de un tamaño considerable y cubierta de una suave sábana roja de seda, era el lugar perfecto para Selena, que tras quitarse los enormes tacones se tumbó con los brazos estirados, y sin ningún pudor por mantener oculta su ropa interior bajo el vestido. Lucas desvío instintivamente la mirada, trayéndole de nuevo a la mente el recuerdo de su piel desnuda contra la suya.Cerca de la cama, como si fuese todo un apartamento más que una habitación de hotel, había una puerta que daba a un salón enorme, lleno de sofás, una
Jake contemplaba a Selena, medio desnuda y enfurruñada en el sillón, y luego pasaba su vista hacia Lucas, totalmente empapado. Su cerebro debería estar trabajando a mil por hora buscando encontrar una respuesta a aquella situación. Tras un minuto, carraspeó incómodo, y añadió:—Oye, Félix… Eso de jugar con una chica como me dijiste por teléfono, no iría enserio, ¿No?—¡Claro que no! Ella es Selena… Ella es así, solo ignórala —Tras una pausa, añadió—. Por cierto, ella es la chica que sabe quién soy. —¿¡Esa es la chica que sabe quién eres tú!? —Se mostraba impaciente en obtener todas las respuestas en segundos. Miraba a ambos jóvenes sin saber con quién hablar primero.Selena acomodó un poco su postura, para poder observar al agente más cómodamente, mirándolo de arriba abajo analizándolo.—Si estás pensando en preguntarme algo, no te molestes. No diré nada. —dijo evitando de raíz preguntas de su parte—. Por cierto, ¿Quién eres?—Es un amigo
La situación en la que el joven Lucas se encontraba había puesto en máxima alerta su cuerpo y mente. Allí, rodeado de seis personas peligrosas sin nadie alrededor y en la oscuridad de la noche, ponía su integridad en graves apuros. Intentar solucionar el problema con el diálogo no era una opción, y no llevaba encima el arma que Edyl le dió, pues la había dejado en la mansión. Se sentía como un minúsculo ratón cayendo en las garras de unos gatos hambrientos. Su vida dependía de las acciones y decisiones de ellos, aunque ya tenían claras las intenciones esa noche.El primero que había hablado, frente a él y portando un largo y oxidado tuvo de acero, dio un paso hacia delante levantando el arma para golpearle en la cabeza. Intentó cubrirse con las manos, pero la violencia del golpe hizo sentir como sus huesos crujían tras impactar en sus brazos.
La entrada del verano ya comenzaba a transformar la ciudad en un inmenso horno. A parte del aumento de las temperaturas, los grandes edificios metálicos y las escasas zonas verdes, provocaban un asfixiante efecto de culo de botella que impedían sentir la más mínima brisa de aire fresco.Lucas se despertó bañado en sudor y mareado a causa de la deshidratación que su cuerpo estaba experimentando. Como pudo y sin hacer esfuerzos con su brazo izquierdo, aún escayolado tras más de un mes de regreso a casa, se incorporó y se dirigió a la ducha. Pensativo y en silencio, recordó la causa y origen de sus heridas. Aunque intentaba no pensar en ello para no verse más afectado mentalmente, esas experiencias en el que estás al borde de la muerte no son fáciles de olvidar, y el joven Lucas lo sabía.Tras meter el brazo en una bolsa de plástico para evitar que se moj