La oficina federal se encontraba a poco más de media hora a pie desde la casa de Lucas. El edificio, situado en la calle Kew Gardens, era el típico rascacielos norteamericano. Infinidad de pisos llenos de personas trabajando sin descanso.
Las oficinas centrales del FBI están ubicadas en el distrito de Columbia. Hay más de cincuenta oficinas locales ubicadas en las principales ciudades de los Estados Unidos, así como más de cuatrocientos organismos residentes en pequeñas ciudades y pueblos en toda la nación, aparte, las más de cincuenta oficinas internacionales, llamadas diplomancias legales, en embajadas de Estados Unidos en varios países.
Por tanto, Lucas se encontraba en una de las oficinas locales, donde entrenaba, y se preparaba para su trabajo que comenzaría en dos días.
Por lo poco que tenía permitido ver, le resultaba un trabajo agotador; los agentes que allí trabajaban iban y venían, investigaban asesinatos y robos… Pero sobre todo, el factor que en esos momentos más unía a cada uno de aquellos agentes, era pronunciar el nombre de Baltazar Ivanov. Por lo que Lucas sabía, menos de cinco personas conocían la misión que tenía pendiente, pero estaba claro que aquel criminal estaba en la cuidad, todos lo sabían, y por mucho que lo deseaban no podían arrestarlo por qué nunca conseguían sola prueba.
El agente Arrow se encontraba en la entrada, fumando un cigarrillo mientras miraba al horizonte. Su habitual expresión seria e imponente había desaparecido, en su lugar ante los del joven Lucas había un hombre apagado, cuyos recuerdos parecían atormentarlo más allá de la comprensión del chico.
—Buenos días. —Saludó por cortesía Lucas, aunque seguía sin ser capaz de ver a aquél hombre como una buena persona.
—Lucas, espera. —suplicó mientras el joven abría la puerta de cristal—. Necesito hablar contigo.
No le apetecía tener una conversación con aquél hombre, debía empezar su nueva rutina de entrenamiento, aunque quería dejar de ser dependiente de ellas, no podía evitar ponerse nervioso si su horario se veía alterado.
—Sabes que tengo mucho que hacer. —excusó el chico
—Solo serán cinco minutos. Por favor. —suplicaba desesperado.
Decidió aceptar de mala gana, pero Lucas no tenía la intención de hablar con él, acaso que fuera estrictamente necesario.
Se alejaron del edificio y entraron a un pequeño café situado a un par de calles. Jake pidió un café solo y, al ver que Lucas no quería nada, se sentaron en una mesa cubierta de un mantel de papel y un servilletero medio vacío, junto al enorme escaparate que les dejaba ver la calle.
—La última vez que estuve en ese café, fue hace nueve años. Justo en aquella mesa de allí. —dijo señalando una pequeña mesa cerca de los baños—. Vine con mi esposa para planear la misión.
Lucas pensaba en silencio tras oír aquello, se sabe que el FBI no puede ir contando su trabajo con nadie, pues siempre es confidencial. Acaso, claro, que ella también fuera agente.
—¿La misión era para los dos?. La única respuesta que veo a tus palabras es que trabajaran juntos.
Jake le dio un buen sorbo a su café, miró por la ventana y comenzó a hablar mientras unos niños corrían calle abajo para no llegar tarde a la escuela.
—Ella fue la mejor agente que el cuerpo federal ha tenido en muchos años. Trabajaba como agente de narcóticos, deteniendo camellos e infiltrándose en los cárteles para desmantelarlo desde dentro. Después de eso, pasó a formar parte de un cuerpo de élite secreto, donde realizaban las misiones más peligrosas que pudieran aparecer, como terrorismo, por ejemplo. En ese mismo cuerpo especial, entré yo para ser el apoyo entre ellos y la base central. La conocí allí, y nos acabamos enamorando.
Tras una pausa necesaria para controlar su estado de voz, continuó su relato comenzando en aquella mañana de septiembre, hacia nueve años.
... …. …
La puerta de la cafetería se abrió, sacando a aquel hombre de la fuerte lluvia que caía sobre la ciudad. Jake Arrow, un hombre de veintiocho años de edad, cuerpo atlético y un cabello alborotado, buscaba con la vista a la mujer de sus sueños, a aquella que dos meses antes había aceptado casarse con él, y sin ningún reparo, lo hicieron una noche de luna llena, en una pequeña capilla. No hubo invitados, ni banquete, pues dado sus trabajos, cuanto menos tiempo y menos personas hubieran a su alrededor, más se aseguraban de que nadie saliera herido por causa de algún criminal que fuera tras ellos.
Una hermosa mujer de cabello castaño, piel blanquecina y ojos verdes esperaba sentada en la única mesa libre de aquél local. Vestía un largo vestido azul, con la espalda descubierta y un escote que partiría más de un cuello, y, Jake Arrow, vistiendo un simple traje gris, se sentó a su lado.
—Siento mucho el retraso, cielo. —dijo Jake mientras llamaba a la camarera con un gesto de mano—. Tuve que terminar un informe para los de arriba.
—Ya te dije que no me llames así en público, nunca sabemos quién puede estar escuchando. —Miraba a todas partes mientras hablaban.
Su desconfianza hacia todo lo que le rodeaba la había mantenido viva todos esos años, en un trabajo como el suyo, que la persona equivocada te vea en el lugar menos esperado podría significar morir, o ser descubierto en el mejor de los casos.
—Lo lamento Valentina. Los jefes me dijeron que tenías información que darme sobre la misión actual.
El agente Arrow, llevaba varias semanas fingiendo ser un simple matón de poca monta, esperando que su presa picara el anzuelo y le acogiera en su banda. Sólo salía de aquellas calles de mala muerte para entregar los informes periódicos a sus jefes, y de vez en cuando, quedaba con su esposa para ponerse al día rápidamente.
—Sigo pensando que ha sido mala idea. El equipo lo forman seis personas, no sólo tú. —reprochó preocupada
—Sería sospechoso, además esta misión no tiene ninguna complicación. Son solo matones que se creen los dueños de las calles, pero son tan idiotas como para caminar a cara descubierta y atracar cualquier negocio. Gracias a eso, y a mi identificación, ya detuvimos a seis. Solo queda que el jefe se fije en mí, y pueda demostrar sus delitos.
—Jake, hay rumores nuevos. El tipo en cuestión se llama Enzo Vallieti. Para ti solo es jefe de una simple banda de matones, pero cabe la posibilidad de que aquello que esté planeando acabe con la vida de miles de personas.
—¡Eso es imposible!. —Jake no pudo controlar su voz, y varias personas de las mesas cercanas se giraron hacia él—. Si planeara algo tan gordo como eso, ten por seguro que ya habría oído rumores.
Una camarera atendió a la demanda de Jake y Valentina, y una vez les hubo servido sus cafés, continuaron hablando.
—Mira, Jake. Se supone que eres un simple matón en busca de gloria, nadie te va a confiar tal información. Necesitas hacerte ver, que se fijen en tí de manera más agresiva, entonces será cuando Enzo te busque.
Jake no era capaz de asimilar aquello, un simple matón de barrio no puede formar parte de un ataque de terrorismo tan grande. Las calles oyen todo lo que ocurre, nadie está a salvo del oído indiscreto… Y sin embargo había un rumor que no había oído, y con todas sus fuerzas deseaba que fuera falso no solo para que su misión siga siendo sencilla, sino para no pensar en la catástrofe en la que todo aquello se podría convertir.
—Sigo pensando que no es cierto, pero si te doy la razón en que ya va siendo hora de que consiga trabajar para él. Sé perfectamente que haré para conseguir su atención… Pero desde ahora debemos dejar de vernos pues estaré más vigilado. Comprobarán que no sea policía y todas esas cosas que ya conoces muy bien.
La hermosa chica sonrió triunfante, y se levantó al tiempo que le lanzaba un rápido beso con la mano.
—Espero que acabes pronto tu misión, mi cama últimamente está muy vacía. —dijo Valentina guiñando un ojo.
—Cuando esto termine, nos tomaremos unas vacaciones y celebraremos nuestra luna de miel donde quieras. —prometió el agente Arrow.
—Lo estoy deseando. —añadió mientras se dirigía hacia la puerta, caminando como toda una mujer de armas.
Estaba acostumbrada a que todos los hombres se quedaran mirando su hermosa figura, pero poco le importaba; si alguno se atrevía a pasar de esa línea, acabaría en el hospital con un brazo roto y sin ningún diente.
Unas horas más tarde, el agente Arrow se encontraba de nuevo en las calles. Se había vestido con una camiseta blanca sin mangas, dejando a la vista unos brazos musculosos que serían la envidia de muchos, y unos vaqueros ceñidos a juego con las botas de cuero oscuro que le daban un aire de tipo peligroso. Las gafas de sol lo convertían en el disfraz perfecto, intimidante, y justo el tipo de persona que Enzo buscaría.
Se encontraba frente a la casa del recién nombrado jefe de los matones, y en unos minutos acabaría trabajando para él… Si todo salía bien.
Saltó la enorme verja de la mansión con gran agilidad y se dirigió rápido a dos guardias que, entre el asombro y el desconcierto, sacaban sus armas para detener a aquel intruso. Rápidamente les noqueó y desarmó, y siguió su camino hacia la casa.
—¡Enzo! —gritó—. Si llego hasta tí me dejarás trabajar contigo. No quiero ser el matón de un simple camello, quiero demostrar mi valía y capacidad y trabajar para el mejor.
Sabía que lo había oído, donde quisiera que estuviera, era un hombre precavido y no le habrá faltado tiempo para prestar atención al intruso una vez entró a su propiedad.
Llegó a la puerta al tiempo que otro de sus guardias salía a gran velocidad. Antes de que este reaccionara, Jake le dio una patada en la mandíbula y lo dejó inconsciente.
Continúo avanzando, esquivando balas, derribando guardias y a los hombres de Enzo, y disparando a aquél al que no pudiera acercarse. No los mataba, les disparaba en la pierna y aprovechaba los segundos en los que caía para golpearle.
En diez minutos, había noqueado a trece personas, y se encontraba ante una puerta de caoba posiblemente blindada por el otro lado. Jake tenía el presentimiento que el hombre al que buscaba estaría ahí detrás, fue donde encontró más guardias en aquella mansión de tres pisos de alto.
—Señor Enzo, ya estoy aquí. Permítame trabajar para usted por favor.
Su voz sonaba desesperada por trabajo pero orgullosa e intimidante. Tenía que conseguir convencerlo y descubrir qué planes traía entre manos.
La puerta de abrió, y al otro lado, se encontraban una decena de hombres apuntando sus armas hacia él. Tras aquella barrera, una tos indicó que había alguien sentado al otro lado de la mesa que conseguía ver con cierta dificultad.
—¿Quién eres? —habló aquel hombre.
Tenía una voz poderosa e intimidante. Era Enzo sin duda, con su notable acento italiano se había convertido en esa voz que sabías que si escuchabas, sería por que ibas a morir.
—Soy Kevin Brown, un simple pandillero en busca de gloria y dinero. Sé qué a su lado conseguiré todo eso.
La barrera que separaba a ambos se abrió dejando un pequeño pasillo. Allí, sentado tras la mesa, con las manos entrelazadas y su cabeza apoyada en ellas, se encontraba Enzo Vallieti; pelo canoso, y una barba bien cuidada y recortada. Sus ojos, de un azul eléctrico examinaban al agente sin pestañear. Era esos hombres de cincuenta años que siguen teniendo un enorme atractivo y porte.
Por unos momentos Jake se sentía confuso. Pensaba que realmente aquel hombre era un simple camello, pero ese traje tan caro, y esa presencia tán intimidante dictaban mucho de lo que él había imaginado.
—Así que te llamas Kevin. Admito que tienes mucho valor de entrar así a mi hogar. Estos tipos que trabajan para mí son todos unos cobardes que sin un arma encima no se atreven siquiera a robar a una simple abuelita.
Esas palabras hirieron el orgullo de los presentes, pero tenían más miedo que orgullo, por lo que no dijeron nada.
—Señor, quiero ganar mucho dinero. No me importa a quién deba atacar para ello, nací para vivir la vida con los bolsillos llenos.
—Eso está muy bien. —Sonrió misteriosamente—. Resulta que hay una cosa que tengo pendiente, pero antes necesito completar todos los pasos. ¿Quieres que te ponga a prueba?
Jake sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo. En esa prueba comprobaría su lealtad, mientras comprobaban si era policía. No podía dudar, y asentir a todo lo que le dijera con los ojos llenos de emoción.
—Por supuesto señor, estoy deseoso de comenzar.
—Muy bien. En ese caso, mis chicos se encargarán de llevarte y explicarte que debes hacer. Tal vez debas disparar… Pero eso no será problema, ¿Verdad? —Lo miraba detenidamente, esperando ver cualquier reacción sospechosa.
—No lo será, dispararé a quien sea necesario. —dijo con toda la seguridad que pudo reunir.
Mientras se alejaba con dos de aquellos hombres, no se percató de la sonrisa malvada de Enzo a su espalda. Jake desconocía que una persona en especial, estaba en el punto de mira. Y aún menos sabía, cómo acabaría…
Un Audi negro esperaba en la puerta de la enorme mansión cuando Jake y tres de los hombres de Enzo salieron por la entrada. Sin mediar palabra, lo metieron dentro y una vez todos habían subido, el coche arrancó hacia algún lugar desconocido.Jake intentaba mantenerse sereno, pero comenzaba a pensar que su forma de actuar había sido precipitada. Si le obligan a disparar a gente inocente no se sentiría capaz de hacerlo, pero si atacaba a los tres criminales que iban en el vehículo con él, la misión no tendría futuro.—¿A dónde vamos? —preguntó para tantear el terreno, y comprobar si podía sacar algo de información.—Eso no te importa. Tú solo haz lo que te mandemos y saldrás con vida de esta.Era evidente que no conseguiría nada, así que calló y esperó, con el corazón en un puño, hasta llegar a su destino.El coche había salido de las carreteras principales y pasaba a gran velocidad por un camino de tierra. Las casas y edificios que minutos antes pod
La conversación con Jake el día anterior no le había dejado dormir. Por algún motivo, recordaba a Karen, que había sido asesinada meses atrás. Los hombres de Baltazar la habían , según le confirmo días atrás Jake y aún no sabía el por qué. Tampoco recuperó su pendrive, aunque no lo recordaba hasta ese momento.Seguramente el caso haya avanzado lo suficiente para tener respuestas.Miró por la ventana de su habitación, intentando imaginar la cara de su amiga aquella última noche. Estaba molesta y enojada ante el rechazo de tener relaciones con ella. Para una persona normal, Karen sería la típica chica con la que tendrías cientos de fantasías, en ella se interesó por Lucas, un chico que no tiene ningún interés en dicho acto. Y eso, empezó a rondar su cabeza. «¿Que estaría buscando en realidad?, ella sabría perfectamente que no tendría ningún interés». Esas preguntas no tenían una respuesta clara, pero quería resolverlas de alguna manera. «Sería más fácil si los m
La mansión de Baltazar tenía todo lo necesario para ser un castillo de película, donde la dulce e inocente doncella bajaría las enormes escaleras de mármol en forma de media luna, y a sus pies, el príncipe la vería hermosa, posado sobre una enorme alfombra roja que cubría todo aquél recibidor. Pero, era claro que arriba de las escaleras no habría ninguna princesa esperando, más bien, información secreta, delictiva, y peligrosa. Justo lo que él necesitaba buscar.A la derecha, desde el centro del recibidor, una puerta en forma de arco se abría, dejando salir a Baltazar y dos hombres fornidos, que Lucas reconoció de verles en la reunión de la pasada noche custodiando las escaleras.—Hijo mío, has llegado al fin. Pensé que al final cambiarías de idea, y desaparecerías de nuevo —dijo con media sonrisa.Le dio un rápido abrazo a Lucas, y con una mano indicó a Edyl que llevase las maletas a su habitación. Ambos, padre e hijo, comenzaron a andar por la puerta por donde
Baltazar Ivanov paseaba por los jardines de su enorme mansión a las afueras de la ciudad. Estaba preocupado por la llamada que había recibido minutos atrás; Los federales estaban metiendo las narices en sus negocios. No sería la primera vez, ya que durante treinta años los había burlado y se reía en sus caras. Ya sea por falta de indicios y pruebas, o por que sabía que el dinero les compraba con la misma facilidad que comprarías una botella de agua para escapar del bochorno del verano, siempre se libraba de todo. El dinero era su mayor arma, con él, estaría a salvo, pero no podía sentirse mejor con esa idea. No todos pierden su dignidad por unos miles de dólares, y que la misión sea tan secreta significaría que las personas implicadas no iban a ceder a sus ofrecimientos económicos. Se detuvo ante una de sus estatuas favoritas, situada en el ala norte, a la derecha de la casa. El enorme caballo de mármol, con sus dos patas delanteras alzadas al cielo, le hacía sentir tranqu
Había transcurrido una hora desde que Lucas y Edyl habían llegado a la casa donde permanecerían escondidos hasta la noche. El hambre empezaba a hacer acto de presencia una vez que la adrenalina y el nerviosismo del momento habían ido disminuyendo hasta casi evaporarse.—Edyl, creo haber visto una pequeña tienda cuando veníamos hacia aquí. Está a final de la calle, ¿Llevas dinero para acercarme y comprar algo? Me muero de hambre.—Si, yo también estoy hambriento, y estoy aburrido de estar aquí sentado sin hacer nada —Le tendió un billete de cincuenta dólares y se tumbó en el polvoriento sofá—. Avísame cuando vuelvas, y trae cerveza. Me muero por una.Salió de la casa mirando a cada pequeña esquina donde pudieran estar observando. Edyl podría tener razón y allí estarían a salvo, al menos de la policía, pero no por ello podía permitirse bajar la guardia ni un solo segundo.Caminó despacio, sin prisa. No había nadie en la calle, y eso le tranquilizó. Después
La oscura madrugada se cernía sobre la mansión sin más luz que la de alguna ventana despistada en cuyo interior, su ocupantes, disfrutaban de algún festival de placeres carnales o simplemente de un sueño reparador, y no repararon en apagarla.El rumor de algún coche lejano perdido en aquellos caminos desolados a las afueras y el sonido del aire creando grotescas melodías al soplar entre los árboles y los recovecos de la fachada acompañaban a Lucas, frente a Baltazar en su despacho. El joven no era capaz de desentrañar el significado que los ojos de Ivanov mostraban.—Hijo, estaba hablando con Edyl cuando me enteré de tu actuación. Dijiste a Kevin, bueno más exactamente le ordenaste, que no disparase a aquella pareja de ancianos que tranquilamente estaban disfrutando de una cena. Malas horas para cenar añadiré.Su voz no sonaba acusadora, ni comprensible. Usaba un tono tan neutral que Lucas no sabía por dónde abordarlo. —¿Vas a castigarme por mi acción?
Un vehículo negro totalmente blindado les esperaba en la puerta de la mansión cuando Lucas, tras vestirse, llegó hacia el recibidor. Había optado por una camisa blanca de seda, y un traje azul marino, completando su atuendo con unos mocasines de cuero marrón. Al joven le resultaba curioso, pero al parecer incluso compartía la misma talla de pie con el Félix auténtico.Baltazar le esperaba de pie, vistiendo un traje negro que lucía muy caro, y un abrigo largo del mismo color. Al verle, se acercó con una media sonrisa al joven y abrió sus brazos en señal de saludo.—Ya estaba deseando que llegara la hora hijo mío. Reservé mesa en uno de mis locales favoritos de la ciudad. Hay música en directo, y un ambiente relajado e íntimo —Poniendo su mano sobre el hombro de Lucas, le indicó con la cabeza que comenzaran a caminar—. Podríamos hablar de tus vivencias en estos cinco años, tus amores… No sé, esas cosas que un joven nunca le cuenta a su padre.—No creo que contarte
La suite presidencial de ese hotel situada en la última planta abarcaba casi el mismo espacio que su apartamento. El cuarto de baño, era un espacio cerrado donde la bañera del tamaño de una piscina pequeña daba a una terraza privada, con grandes ventanales que podían abrirse como una puerta corredera, dando una vista de toda la ciudad, con las luces de los autos y las señales lumínicas brillando como pequeñas luciérnagas hasta perderse en el horizonte.La cama, de un tamaño considerable y cubierta de una suave sábana roja de seda, era el lugar perfecto para Selena, que tras quitarse los enormes tacones se tumbó con los brazos estirados, y sin ningún pudor por mantener oculta su ropa interior bajo el vestido. Lucas desvío instintivamente la mirada, trayéndole de nuevo a la mente el recuerdo de su piel desnuda contra la suya.Cerca de la cama, como si fuese todo un apartamento más que una habitación de hotel, había una puerta que daba a un salón enorme, lleno de sofás, una