CAPÍTULO 22. Un detonador

CAPÍTULO 22. Un detonador

Había algo en él que no la dejaba respirar. Naiara no sabía si eran aquellos ojos, o el sudor que le perlaba el pecho, o los músculos en terrible tensión, o gruñidos de cazador hambriento que le salían entre los dientes apretados, o si solo era aquella sensación de calor intenso que él provocaba masajeando sobre su clítoris con fuerza.

Lo único que sabía era que estaba perdida con él, que no le alcanzaba, que podía sentir aquella invasión abriéndola, sometiéndola, haciéndola estallar en pedazos y aun así no quería parar, no podía parar…

—Eso, nena, despacio… shshshs… despacio…. Así… ¡ah!... así está bien… —Samuel se mordía el labio mientras sentía cómo entraba centímetro a centímetro.

Un pequeño hilo de sangre corría hasta la hierba suave debajo de ellos, pero de la garganta de Naiara solo salían gemidos de placer, y él sintió que pecho se le hinchaba con el maldito orgullo de que lo peor había pasado y ella ni siquiera se había enterado.

—¿Quieres un poquito
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