CAPÍTULO 145. Un intruso en El MiradorLos perros estaban ladrando, y si a Naiara la hubiera despertado el llanto del bebé, se habría asustado menos. Pero los mastines solo tenían un objetivo y era cuidar de la propiedad, así que el hecho de que estuvieran desquiciados solo podía significar que alguien había traspasado los límites de la finca.—Samuel... —Su nombre salió de sus labios como una súplica, pero para ese momento él ya se estaba vistiendo.—Tranquila, renacuajo, solo iré a ver qué los tiene así —intentó tranquilizarla pero eso era imposible porque no había nada que ver más que un intruso.—Zazu, los perros no se ponen así por un conejo —murmuró ella y él alcanzó su boca con un beso suave.—Por eso me llevo algo más potente que para cazar solo conejos —sentenció él y apenas atravesó la puerta dela habitación cuando ya el abuelo Félix estaba en la sala y le lanzaba una escopeta de cacería perfectamente cargada y lista.Y aunque Samuel era definitivamente el hombre más joven y
CAPÍTULO 148. La maldición más bonitaA Naiara le dolía el corazón, le dolía el alma, le dolía todo. El jefe de la estación de bomberos la dejaba estar ahí, cerca de él, porque sabía que la incertidumbre podía hacerle mucho peor que la conciencia del peligro.Así que ella estaba allí mientras todos se desesperaban porque comprendían la situación. El agua que descargaba el avión no era un simple rocío, eran miles de litros de agua y tenían peso, mucho peso que si se descargaban sobre solo punto podían matar a una persona en un instante.—El camión tiene que ser protección suficiente —murmuró el jefe como si hablara para sí mismo—. Ellos saben lo que hacen, están bien entrenados...—¿Por favor, puedo…? —A Naiara se le quebró la voz, pero se obligó ir adelante y extendió la mano hacia el capitán—. Por favor ¿puedo hablar con él...? Solo será un segundo.El hombre pasó a saliva pero no podía negarse a aquellas lágrimas que salían de los ojos de la muchacha.Sabía que estaba embarazada y s
A lo mejor era muy masoquista de su parte, o a lo mejor solo era muy valiente, lo cierto fue que Naiara Bravo no pudo cerrar los ojos en el mismo momento en que vio pasar aquel avión. Su corazón se detuvo por un instante, ese en el que vio las compuertas abrirse y aquella masa de agua enorme descender en medio del fuego y la oscuridad de la noche.Más de cinco mil litros de agua, más de doce mil libras de peso, que apagarían un área considerable alrededor del sitio en el que fueran lanzados.No se escuchaba más sonido que las hélices del avión, el crepitar violento y feroz del fuego, y las respiraciones pesadas e intermitentes de todos los que estaban alrededor, rezando para que lograran salir vivos del incendio.La masa de agua cayó e incluso en la distancia pudo sentirse aquella brisa húmeda que levantaba a pesar de todo el fuego alrededor. Sólo un segundo después del capitán de bomberos estaba dando órdenes y alguien concentraba las mangueras en un solo lugar, el más cercano al sit
CAPÍTULO 150. La voz de la experiencia.Era triste ver cómo un lugar por el que indudablemente habían trabajado y se habían esforzado tanto quedaba reducido a cenizas por segunda vez en quince años. El abuelo Félix no podía evitar preguntarse si aquel definitivamente no era el destino de su descendencia. Naiara apoyó la cabeza en uno de sus hombros y lo miró con preocupación, porque era imposible no notar lo mucho que aquello le afectaba.—Abuelo, no te pongas triste. Te prometo que volveremos a reconstruir todo —murmuró Naiara, porque en verdad estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario y más para que su familia volviera a ser feliz en aquella finca.Sin embargo algo en los ojos del señor Félix era diferente esta vez, como si hubiera tenido una revelación, como si acabara de darse cuenta de que ni todos los recuerdos de su familia, ni ese pedazo de tierra que valía millones y donde había muerto su esposa, era tan importante como el futuro que estaban poniendo en riesgo.—Hija, s
CAPÍTULO 151. Una hipótesis impensableEl capitán de la estación de bomberos lo miró como si creyera que todavía estaba en shock o algo así.—¿Los mastines? ¿De qué hablas, Samuel? —le preguntó sentándose a su lado—. Simba está bien.—No te estoy hablando de Simba, te estoy hablando de los mastines, tres mastines que viven dentro de la propiedad de El Mirador, son de la casa, ellos fueron los que nos despertaron a tiempo —le explicó Samuel—. Ellos fueron los que se dieron cuenta del intruso y avisaron.—¡Maldición, pues ojalá se hubieran dado cuenta antes, porque a quien hizo esto hasta le dio tiempo a regar la maldit@ gasolina por todos lados! —gruñó su jefe con un tono lleno de impotencia y de rabia, porque sabía muy bien el infierno que significaba morir en un incendio, como para siquiera imaginar que una persona podía ser tan despiadada como para intentar quemar a propósito no solo a toda una finca sino también a toda una familia.—Créeme, de no ser por esos animales no habríamos
Samuel se levantó como un resorte porque obviamente era algo muy importante, y tanto él como el capitán de la policía lo sabían. La patrulla salió delante de la camioneta, y Samuel no era capaz de explicar lo que iba sintiendo por el camino, apresurándose hasta que la enorme estación pintada de rojo apareció en su campo de visión.Bastó solo que Samuel estacionara y abriera la puerta de su auto para que los tres perros, que estaban echados a la sombra en una esquina de la edificación, cerca de donde se estacionaban los camiones cisterna, salieran corriendo desesperados a encontrarse con él.—¡Calma, muchachos, vamos a calmarnos, vamos, vamos! —intentó tranquilizarlos él, palmeándoles los lomos con gestos cariñosos, y abrazándolos por turnos hasta que logró que se sentaran.—He estado mandando a los chicos a revisar lo que quedó de la casa —le dijo al jefe de los bomberos—. Y hace solo quince minutos que aparecieron por allí, estaban bastante débiles así que no fue difícil que se dejar
CAPÍTULO 153. Una persona despreciablePor desgracia la expresión de sorpresa, consternación y azoro en la cara de aquella mujer le dijeron en un solo instante a Samuel que ella no tenía idea de lo que estaba hablándole. Y si tenía idea, porque el suceso había salido por supuesto en algunos noticieros locales, entonces lo que la tenía estupefacta era el hecho de que alguien pudiera culparla a ella del incendio.—¡No no no no no no no no no no no no! ¡No, claro que no! ¡Maldición, por supuesto que no yo no estoy tan loca! —exclamó golpeando la mesa frente a ella y mirándolos como si fueran un par de aliens.—¿Y me quiere decir que está escapando por nada? —espetó el jefe de la policía y ella le puso los ojos en blanco, prácticamente chasqueando los dedos en su cara como si con eso hiciera que el policía se espabilara.—¡Ay, por favor, usted está ahí en el epicentro de todo el escándalo y el desastre que está viviendo la familia Bravo! —escupió ella con evidente sorna—. Ustedes saben mu
CAPÍTULO 154. Una mujer inteligenteLa gente pensaba que ella era estúpida, lo habían pensado desde el mismo momento en que se había convertido en una niña hermosa. Y la verdad era que Nadia era impulsiva, sí, pero estaba muy lejos de ser idiota.La mitad de su vida la había pasado calculando, y la otra mitad haciendo hasta lo imposible para demostrar que era la más inteligente, la más capaz, la más astuta y por eso se merecía lo mejor. Sabía que era buena en demasiadas cosas, pero al parecer caerle bien a los malditos perros no era una de ellas.Apenas si había visto venir a los animales, los malditos ni siquiera habían ladrado, en lugar de eso lo primero y lo último que había escuchado habían sido aquellas pisadas veloces, demasiado cerca como para que pudiera escapar.El primer grito había llegado cuando la mandíbula de uno de los mastines se había cerrado ferozmente sobre una de sus pantorrillas. Su primera y única reacción había sido lanzar contra él el bidón de gasolina que tení