CAPÍTULO 144. Un enemigo débilNaiara sentía que el corazón se le iba a salir del pecho mientras escucha la retahíla de maldiciones que se escapaban de la boca de su suegro. Ya no le quedaba ninguna duda, y lo mejor o lo peor del caso era que a nadie en aquella sala le quedaban dudas tampoco.Sin embargo no era la única impactada, porque se daba cuenta perfectamente de que aquella revelación también había sido un shock para su padre. Rafael Bravo parecía al borde del colapso, sin embargo quizás por la rabia o quizás por la conciencia de que abrir la boca solo lo ensuciaría más, fue que se metió la cabeza entre las manos y no pronunció ni una sola palabra, rumiando su odio en el más absoluto silencio.Finalmente el juez se cansó de golpear con su mazo sobre la madera sin que Francisco Leal le hiciera ni el más mínimo caso, así que lo declaró en desacato, y lo mandó a una celda por las próximas cuarenta y ocho horas.—Eso es todo —murmuró el fiscal acercándose a Samuel y a Naiara en el
CAPÍTULO 146. El sacrificio de un hombreY no era tan simple como girar una palanca y dejar que el agua saliera, Samuel lo sabía, porque mientras no había ningún tipo de acelerante el fuego era más o menos controlable, pero con gasolina de por medio la historia era distinta. Así que lo primero era redirigir las reservas de agua hacia donde más se necesitaba y eso no era precisamente sobre los campos de olivas, sino sobre la casa. Sobre la casa, sobre y alrededor del camino por el que Naiara tenía que salir, sobre cualquier espacio que pudiera ponerla a salvo. De cuando en cuando miraba a un costado y podía ver la linterna del señor Baker, moviéndose de prisa en dirección a la casa, mientras él corría hacia el sitio donde estaban las conexiones de los regadíos.Maldijo por lo bajo al darse cuenta de que no había llevado su celular, pero confió ciegamente en que al percatarse del fuego Naiara hubiera llamado de inmediato a los bomberos.Y en efecto, al ver aquella línea de fuego recor
CAPÍTULO 147. Sin salidaAquel camión cisterna, por suerte, ya se conocía el camino de tierra que llevaba hacia la casa vieja, eso quería decir que podía soportar perfectamente los enormes baches que se habían hecho con el tiempo por la falta de uso de aquel carril. Alrededor el fuego se hacía más intenso cada vez, pero lo mismo Sergio que los compañeros que iban con él, estaban decididos a sacar a Samuel a toda costa.—¡Vamos con el viento en el costado derecho! —gritó uno de los otros bomberos, avisándole.—Y vamos a rezar para que no cambie —sentenció Sergio—. Porque con la forma en que este maldito incendio se está expandiendo, si nos quedamos atrapados vamos a pasar un muy mal trago.Condujo tan rápido como pudo, viendo con desesperación cómo los aspersores de los campos estaban abiertos a todo lo que daba y aun así era imposible controlar el fuego. Cinco minutos más en que ya le preocupaba todo, porque el humo también era denso, y cuando ya el camión no pudo avanzar más Sergio
CAPÍTULO 145. Un intruso en El MiradorLos perros estaban ladrando, y si a Naiara la hubiera despertado el llanto del bebé, se habría asustado menos. Pero los mastines solo tenían un objetivo y era cuidar de la propiedad, así que el hecho de que estuvieran desquiciados solo podía significar que alguien había traspasado los límites de la finca.—Samuel... —Su nombre salió de sus labios como una súplica, pero para ese momento él ya se estaba vistiendo.—Tranquila, renacuajo, solo iré a ver qué los tiene así —intentó tranquilizarla pero eso era imposible porque no había nada que ver más que un intruso.—Zazu, los perros no se ponen así por un conejo —murmuró ella y él alcanzó su boca con un beso suave.—Por eso me llevo algo más potente que para cazar solo conejos —sentenció él y apenas atravesó la puerta dela habitación cuando ya el abuelo Félix estaba en la sala y le lanzaba una escopeta de cacería perfectamente cargada y lista.Y aunque Samuel era definitivamente el hombre más joven y
CAPÍTULO 148. La maldición más bonitaA Naiara le dolía el corazón, le dolía el alma, le dolía todo. El jefe de la estación de bomberos la dejaba estar ahí, cerca de él, porque sabía que la incertidumbre podía hacerle mucho peor que la conciencia del peligro.Así que ella estaba allí mientras todos se desesperaban porque comprendían la situación. El agua que descargaba el avión no era un simple rocío, eran miles de litros de agua y tenían peso, mucho peso que si se descargaban sobre solo punto podían matar a una persona en un instante.—El camión tiene que ser protección suficiente —murmuró el jefe como si hablara para sí mismo—. Ellos saben lo que hacen, están bien entrenados...—¿Por favor, puedo…? —A Naiara se le quebró la voz, pero se obligó ir adelante y extendió la mano hacia el capitán—. Por favor ¿puedo hablar con él...? Solo será un segundo.El hombre pasó a saliva pero no podía negarse a aquellas lágrimas que salían de los ojos de la muchacha.Sabía que estaba embarazada y s
A lo mejor era muy masoquista de su parte, o a lo mejor solo era muy valiente, lo cierto fue que Naiara Bravo no pudo cerrar los ojos en el mismo momento en que vio pasar aquel avión. Su corazón se detuvo por un instante, ese en el que vio las compuertas abrirse y aquella masa de agua enorme descender en medio del fuego y la oscuridad de la noche.Más de cinco mil litros de agua, más de doce mil libras de peso, que apagarían un área considerable alrededor del sitio en el que fueran lanzados.No se escuchaba más sonido que las hélices del avión, el crepitar violento y feroz del fuego, y las respiraciones pesadas e intermitentes de todos los que estaban alrededor, rezando para que lograran salir vivos del incendio.La masa de agua cayó e incluso en la distancia pudo sentirse aquella brisa húmeda que levantaba a pesar de todo el fuego alrededor. Sólo un segundo después del capitán de bomberos estaba dando órdenes y alguien concentraba las mangueras en un solo lugar, el más cercano al sit
CAPÍTULO 150. La voz de la experiencia.Era triste ver cómo un lugar por el que indudablemente habían trabajado y se habían esforzado tanto quedaba reducido a cenizas por segunda vez en quince años. El abuelo Félix no podía evitar preguntarse si aquel definitivamente no era el destino de su descendencia. Naiara apoyó la cabeza en uno de sus hombros y lo miró con preocupación, porque era imposible no notar lo mucho que aquello le afectaba.—Abuelo, no te pongas triste. Te prometo que volveremos a reconstruir todo —murmuró Naiara, porque en verdad estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario y más para que su familia volviera a ser feliz en aquella finca.Sin embargo algo en los ojos del señor Félix era diferente esta vez, como si hubiera tenido una revelación, como si acabara de darse cuenta de que ni todos los recuerdos de su familia, ni ese pedazo de tierra que valía millones y donde había muerto su esposa, era tan importante como el futuro que estaban poniendo en riesgo.—Hija, s
CAPÍTULO 151. Una hipótesis impensableEl capitán de la estación de bomberos lo miró como si creyera que todavía estaba en shock o algo así.—¿Los mastines? ¿De qué hablas, Samuel? —le preguntó sentándose a su lado—. Simba está bien.—No te estoy hablando de Simba, te estoy hablando de los mastines, tres mastines que viven dentro de la propiedad de El Mirador, son de la casa, ellos fueron los que nos despertaron a tiempo —le explicó Samuel—. Ellos fueron los que se dieron cuenta del intruso y avisaron.—¡Maldición, pues ojalá se hubieran dado cuenta antes, porque a quien hizo esto hasta le dio tiempo a regar la maldit@ gasolina por todos lados! —gruñó su jefe con un tono lleno de impotencia y de rabia, porque sabía muy bien el infierno que significaba morir en un incendio, como para siquiera imaginar que una persona podía ser tan despiadada como para intentar quemar a propósito no solo a toda una finca sino también a toda una familia.—Créeme, de no ser por esos animales no habríamos