CAPÍTULO 133. ArroganciaLa arrogancia en el rostro de Francisco desapareció en una fracción de segundo y miró al fiscal con ojos llenos de impresión.Samuel bajó la cabeza y apretó los labios con un gesto de mudo alivio, porque se lo había recalcado al fiscal muchas veces: la mayor debilidad de su padre era que se creía más inteligente que todos y por lo tanto, intocable; así que mientras creyera que podía demostrar esa superioridad, terminaría soltando la lengua tarde o temprano.—¡Objeción! ¡Esa fue una pregunta capciosa! —exclamó el abogado defensor y el fiscal se giró hacia él con un gesto de satisfacción.—Eso no es motivo de objeción, las preguntas capciosas están destinadas a que los interrogados hablen, y si el suyo acaba de confesar que en efecto estaba en medio de una situación de secuestro entre un hombre que ya se declaró culpable y otro de sus cómplices… Bueno, ese es su problema, abogado, no el mío.Y el juez pareció respaldas aquel argumento porque un segundo después s
CAPÍTULO 134. Un bebé en peligroY aunque su hermana estuviera lo suficientemente ofuscada como para darse cuenta de lo que Naiara estaba haciendo, aquella pregunta no le pasó desapercibida a algunas personas entre el público de la sala a las que Nadia no había visto.—¿Lo dejaste con mamá o lo dejaste en el hospital? —gruñó la muchacha y Nadia se acercó a ella con expresión furiosa.—¡Eres una maldit@ entrometida y no es tu puto problema dónde esté mi hijo! —exclamó Nadia—. ¡Tú siempre dándotelas de Santa Naiara, preocupada por todos, la noble, la buena, la perfecta Santa Naiara! ¡Pero tú y yo sabemos que solo eres una estúpida que jamás me llegó ni a los talones y jamás pudiste tragarte eso! Así que si no vas a hacer nada para liberar a mi padre, mejor atente a las consecuencias, te lo advierto.Pasó a su lado como un huracán para ir a sentarse cerca de su padre y los ojos de Naiara buscaron automáticamente a aquella pareja que permanecía en alerta entre las personas sentadas en el
CAPÍTULO 135. Un espacio para el deseoSamuel no se detuvo a preguntar qué era lo que el señor Baker padre tenía que lo hacía sentir tan seguro, pero no se detuvo a preguntarlo porque su prioridad era cuidar de su esposa y de su hijo, y la de aquel abuelo asegurarse de que su nieto estuviera a salvo. Así que antes de que la sesión del juicio se reanudara, vio al señor Baker y su esposa acercarse al banquillo de los acusados y hablar con su hijo en un susurro antes de salir de la sala, dejándolo solo con su abogado.Por un segundo y sin que nadie lo notara, los ojos de Justin se fijaron en Samuel y le hizo un mudo gesto de asentimiento, como si le reconociera lo que acababa de hacer y se lo agradeciera.Sin embargo con aquella mano de Naiara entre las suyas a él le bastaba para saber que había hecho lo correcto. Ella era todo lo que le importaba en el mundo, ella y su hijo era todo lo que amaba y si en aquel mismo momento estaban librando aquella batalla en un juzgado era precisamente
CAPÍTULO 136. Un hombre diferente.Era dulce y coqueta. Era su renacuajo dulce y coqueto y Samuel estaba tan condenadamente enamorado de ella, que se derretía solo de pensar que la mujer que amaba estaba a punto de darle la felicidad más grande que un hombre podía tener.—Tienes que aprovecharme ahora, Zazu, porque en unos meses estaré tan redonda y ya no podrás hacer esto conmigo —susurró Naiara cerrando las piernas a su alrededor mientras un suspiro suave emergía de su boca.—¡¿Estás bromeando, renacuajo?! ¿Olvidas que tu esposo es bombero? Lo mismo puedo levantar un tronco que a un hombre más pesado que yo. ¿Cómo se te ocurre que no podría contigo? —le coqueteó Samuel mientras besaba su vientre, y aquellos gruñidos bajos terminaron por descontrolarlos a los dos.Fue solo cuestión de pocos segundos para que Naiara le abriera aquella camisa sin importarle qué botón saltara, mientras Samuel subía los bordes de su vestido con desesperación, acariciando sus muslos y tirando de su cuerpo
CAPÍTULO 137. Un interrogatorio difícil Javier respiró profundo mientras se acercaba al estrado de los testigos, y al mirar a Justin, a Rafael Bravo y a su propio padre sentados en el banquillo de los acusados, no pudo evitar aquel escalofrío, o el pensamiento de que solo por pocos minutos él había podido estar en esa misma posición.Unos pocos minutos, unas de las escasas decisiones medio conscientes que había tomado en su vida, lo habían separado de pasar la siguiente mitad de ella en la cárcel, para en cambio estar recuperándose de una de las peores adicciones que el ser humano podía tener.Pasó saliva mientras ocupaba el asiento que le indicaban y trató por todos los medios de no cruzar la mirada con su hermano, porque ya el fiscal le había advertido de cualquier cosa se agarrarían los abogados defensores, y el hecho de que podía estar en complicidad para mentir junto a Samuel sería una de ellas.Se ajustó el saco con serenidad, juró sobre la biblia y ni bien había acabado de pro
CAPÍTULO 138. El instintoSamuel se despidió de su hermano y le prometió ir de nuevo a verlo ese fin de semana. Nadie podía negar que Javier había aprovechado la oportunidad esta vez, así que en los próximos cuatro meses Samuel esperaba que su hermano saliera de aquella clínica totalmente recuperado. ¿Qué haría después? Eso dependería mucho de qué hubiera pasado con su padre en ese tiempo, pero ciertamente siempre habría un sitio para él en su vida y en la de su familia.Por suerte ese día el juez decidió cerrar la sesión temprano y dejar el resto de los interrogatorios para dentro de dos días, sin embargo antes de que pudieran salir por la puerta del juzgado, uno de los abogados de Justin se acercó a ellos para darles un mensaje.—Quiere hablar con ustedes —les dijo—. Ya sé que puede resultar incómodo, pero pidió hablar con ustedes, o al menos con el señor Samuel —advirtió el abogado.Durante un segundo él y Naiara se miraron, pero los dos estaban de acuerdo en que a pesar de todo lo
CAPÍTULO 139. Una búsqueda desesperadaSamuel confiaba en ella, confiaba en ella con todo su corazón, porque Naiara era el amor de su vida, precisamente por eso sentía tanto miedo de que algo pudiera pasarle a ella o a su bebé. Sin embargo era verdad que la vida a veces ponía a las personas en medio de situaciones que no se habían buscado, y no quedaba más remedio que lidiar con ellas con todo el coraje posible.—Está bien, ven conmigo, pero prométeme que vas a hacer absolutamente todo lo que yo te diga, ¿de acuerdo? —le pidió besando sus nudillos y la muchacha asintió de inmediato mientras él ponía en marcha la camioneta otra vez. Ir a la casa de alquiler donde se estaban quedando los Baker no era el problema, el problema era que según la casera habían salido temprano y parecían demasiado apurados. No le habían pagado nada pero tampoco se habían llevado sus maletas.—Oye Samuel... mira no es que yo sea chismosa, de verdad —dijo la mujer pasando saliva—. Pero bueno...—Suéltalo, Rocí
CAPÍTULO 140. Una mentira desvergonzadaLos gritos se escuchaban incluso desde afuera del edificio de la comisaría. Gritos de mujer cuya voz tanto Naiara como Samuel conocían perfectamente, y que no eran de nadie más que Nadia, reclamando entre maldiciones que le devolvieran a su hijo. Del otro lado de la estancia estaban los señores Baker, evidentemente aquella era una buena razón para que se perdieran el juicio, pero se les veía completamente desesperados. Y en medio de todo estaban el capitán de la policía y una mujer de unos cincuenta años, de aspecto severo y actitud completamente rígida.—¡Señora Bravo, por favor, se tiene que calmar! —sentenció el capitán y aquello por supuesto que sonaba más a orden que a petición.—¡No me da la gana! ¡El niño es mío! —vociferaba Nadia fuera de sí—. ¡Lo estuve cargando nueve meses! ¡Yo lo parí! ¡¿Cómo se le ocurre que a esta hora me lo van a quitar?!—Nadie se lo está quitando, señora Bravo —replicó la trabajadora social con voz neutra y calm