CAPÍTULO 105. Una búsqueda desesperadaEl corazón de Samuel probablemente latía con más fuerza que el de un caballo de tiro. Escuchar a Rosy gritar que se le había perdido, que Naiara se le había perdido, quizás no era tan difícil como oír la forma en que una de las dependientas de la cafetería gritaba su nombre.—¡El período de la señora Bravo! ¿¡Señora Bravo? ¡El pedido de...!Samuel entró corriendo a la cafetería dándose cuenta que ni eso había alcanzado a llevarse y miró alrededor, a quienes todavía estaban esperando sus órdenes cerca del mostrador.—¡Naiara Bravo! —gritó llamando la atención de todos, y de inmediato las miradas de las personas alrededor se concentraron en él—. Naiara Bravo estaba justo aquí hace unos minutos, ¿alguien puede decirme a dónde fue? ¿Alguien la vio?A su lado Sergio, que tenía solo la cabeza un poco más fría, sacó su teléfono con una foto que les había tomado a Naiara y a Samuel pocos días antes y se le enseñó a la gente.—Es ella ¿alguien la ha visto
CAPÍTULO 106. ConfabulaciónPara el momento en que Naiara volvió a abrir los ojos, el dolor de cabeza que tenía era atroz, y el sol estaba ya lo suficientemente alto en el cielo como para que en aquel sitio hubiera demasiado calor.Apenas logró enfocar la vista se dio cuenta de que estaba en el asiento trasero de un auto, presumiblemente ese contra el que Justin había hecho rebotar su cabeza.Y no pudo evitar que su mente se regodeara en aquel primer pensamiento.“Samuel lo va a matar”.Sin embargo aunque estaba mareada, le fue del todo imposible llevarse una mano hacia aquel lado de su frente donde se había golpeado, y solo entonces se dio cuenta de que tenía las manos atadas. No solo las manos, sus piernas también estaban atadas y estaba encogida casi en posición fetal en aquel asiento trasero.En un segundo el corazón se le disparó en el pecho, pero apenas sintió unas voces acercándose, tuvo buen cuidado de volver a cerrar los ojos y tratar de parecer tan desmayada como hasta hacía
CAPÍTULO 107. Un hombre descartable—¡Honestamente no sé quién está más loco o es más idiota! —rugió Francisco por lo bajo mirando a Rafael—. ¿De verdad vas a dejar que este imbécil se lleve a tu hija a Estados Unidos?El hombre frente a él frunció el ceño en un segundo y lo miró como si estuviera demasiado escaso de moral como para hacerle aquel reclamo.—¿Y a ti desde cuándo te importa la seguridad de mi hija? —escupió con molestia.—¡No, si es que a mí la seguridad de tu hija me importa un cuerno, lo que me importa es tener a la maldit@ policía en la puerta de mi casa buscándola, y puedo asegurarte que Samuel es un perro de presa cuando se trata de ella, y que no va a descansar hasta encontrarla!Los ánimos estaban sobradamente caldeados, pero eso no significaba que Francisco Leal fuera tonto como para tomar malas decisiones. Después de todo, había logrado evadir la justicia durante quince años, y jamás había pagado por ninguno de sus crímenes, que eran bastantes y ninguno pequeño.
CAPÍTULO 108. Un hombre peligrosoAlgo tenía metido en el cuerpo, y definitivamente no algo bueno, porque Javier se movía de un lado al otro de aquella pequeña casucha, inquieto, mientras una amplia sudoración se dibujaba en el borde de su frente.—Esto no está bien... ¡Maldición, esto no está bien, no está bien! —exclamó cerrando los dedos en su cabello con tanta fuerza que por un segundo Naiara creyó que se los iba a arrancar.Miró alrededor, tratando de acostumbrar la vista a aquella penumbra, porque la casucha solo tenía una ventana y estaba cerrada. La única luz entraba por la puerta abierta y tampoco era mucha.—Por supuesto que está mal, Javier, tú lo sabes también como yo —dijo Naiara intentando controlar las lágrimas que tenía en el borde de los ojos, porque su padre y Francisco eran un par de desgraciados, Justin era un sinvergüenza de lo peor, pero el hombre que tenía frente a ella en aquel momento estaba simplemente drogado, y eso lo hacía en extremo inestable y peligroso.
CAPÍTULO 109. Sobreviviendo al infiernoAquella era la peor versión posible del tipo borracho llamando a las tres de la madrugada a la mujer que lo había abandonado. Solo que este tipo borracho en particular tenía que haber perdido la cabeza por completo, o tener algún delirio de poder como para imaginar que podía secuestrarla, subirla a un avión, hacerla cruzar todo el océano, para luego casarse con ella frente a toda su familia, como si solo con el simple hecho de estar de regreso en América, fuera a conseguir que Naiara lo perdonara y accediera a casarse de nuevo con él.La muchacha lo miró aturdida, pero se cuidó mucho de recordarle que ella ya estaba casada con otra persona, porque en aquel estado en que estaba Justin, se podía razonar con él mucho menos que con el yonqui que estaba afuera.—¡Maldición! ¿No me vas a decir nada? —gruñó su ex después de algunos minutos de silencio, desesperándose.—¿Y qué quieres que te diga? —replicó Naiara con incomodidad.—¡Pues lo que piensas!
Quizás había un momento especial para que un hombre perdiera la razón, o quizás no había que perder la razón para tomar malas decisiones, porque con el respaldo de unas cuantas botellas de alcohol, o con una abstinencia de él, era demasiado fácil que el cerebro dejara de funcionar claramente.Sin embargo aunque aquella cuatrimoto había regresado a la casa a toda prisa, traqueteando por el camino de tierra y amenazando con volcarse de cuando en cuando en las curvas, Justin llegó diez minutos después de la casa, solo para encontrarse con el terrible espectáculo de tres patrullas de policía.¿¡Cómo se le había ocurrido a Francisco Leal mandarlo a llamar cuando era evidente que la policía estaba en la casa buscando a Naiara!?Sin embargo ya no le daba tiempo de volver a encender la cuatrimoto y largarse de allí, porque el ruido enseguida atraería la atención de la gente, así que se ocultó lo más rápido que pudo en la pequeña caseta de la piscina en el fondo de la propiedad, y aun así era
CAPÍTULO 111. Un hombre desesperadoY no era precisamente una metáfora. Francisco Leal abrió los ojos desmesuradamente en el mismo momento en que el capitán de la policía le hizo un gesto a uno de sus hombres, y de una de las camionetas vio que bajaba la patrulla canina con tres animales.—Tenemos perros —confirmó el jefe de la policía, al que Francisco solo había conseguido terminar de exasperar con aquella amenaza de que conseguiría que lo despidieran de su puesto—. Y debo decir que la patrulla canina es el orgullo de la policía de Villahermosa, expertos sobre todo en encontrar personas perdidas en estos cerros, así que no les será nada difícil rastrear el olor nauseabundo que dejó Justin Baker en algunas prendas de su habitación de alquiler.Francisco retrocedió vivamente mientras el corazón comenzaba a latirle con fuerza, porque el hecho de que rastrearan a Justin Baker era lo mismo que rastrear a la puñetera hija de Rafael Bravo dentro de su propiedad. Pero antes de que pudiera d
CAPÍTULO 112. EscapandoPodía temblar, suplicar y llorar, pero aun así nada de eso cambiaría la situación tan terrible en la que estaba. Naiara sentía el cuerpo absolutamente débil, y no tenía idea de si era por el golpe que se había dado en la cabeza, por la tensión que estaba pasando, o simplemente por el asco que la había hecho vomitar lo poco que había comido ese día.Y la verdad era que por desgracia todo dependía de un hombre que no estaba en sus cinco sentidos, y que miraba aquel teléfono medio espantado y medio decidido, mientras permanecía arrodillado frente a ella.—¡Javier, escúchame! ¡Ahora estamos en peligro los dos! ¡Estamos en peligro ¿entiendes?! —le reclamó Naiara una vez más, intentando llamar su atención lo suficiente como para que reaccionara—. ¡Mírame a los ojos! ¡Mírame! —Y contuvo el aliento en el mismo momento en que los ojos enrojecidos de su cuñado se clavaron en ella—. ¡Todavía estamos a tiempo, todavía estamos a tiempo de que seas el héroe en esta historia,