Tenía que mirar hacia otro lado. De verdad se suponía que tenía que atender a la boda o algo así, simplemente Hasan no era capaz de concentrarse. Sus ojos seguían volviendo una y otra vez hacia Giulia Rossi, como si hubiera algo en ella que lo llamara.La muchacha tenía una belleza excepcional que no había sido capaz de apreciar jamás en una fotografía, y en las pocas ocasiones en que sus miradas se habían cruzado, Hasan literalmente había sentido que dejaba de respirar.La ceremonia de boda entre su hermano Karim y su novia Rose había sido preciosa, y luego se había extendido la fiesta al más puro estilo árabe, perdiéndose en la noche hasta bien avanzada la madrugada.En la mesa familiar Amira por primera vez parecía cómoda y feliz, como si Arabia ya no le doliera, y Giulia procuraba disfrutar mientras escapaba de los ojos insistentes del príncipe heredero.Lo que nadie entendía hasta aquel momento era que una boda real como aquella, además de la alegría de sus súbditos, también iba
El corazón de Giulia latía furiosamente en su pecho mientras sentía las manos de Hasan acariciando su palma, intentando descubrir qué había detrás de aquella cicatriz. Solo tuvo un segundo para reaccionar, pero por suerte ya estaba acostumbrada a eso. Levantó la otra palma y se la miró con curiosidad.—¿Qué? ¿Qué le pasa a mis manos? —preguntó, mostrándole las dos, y Hasan pudo ver la misma marca que tenía en la otra mano, casi idéntica.Por un instante, su instinto intentó mantener aquella duda, pero luego sintió como si estuviera buscando aquel fantasma donde no existía, porque, que él supiera, la mujer que había sustituido a Rania solo tenía una cicatriz: la que se había hecho por él.—¿Aquí… qué te pasó? —preguntó con tono inquieto, y Giulia le sonrió.—¡Ah, ¿esto?! Me lo hice montando bicicleta cuando era niña —le respondió encogiéndose de hombros como si no fuera importante—. Mi madre siempre me decía que tuviera más cuidado, pero adivina, yo jamás escuchaba.Hasan pasó saliva
Iba lista para matar, eso era seguro, pero en su defensa ella siempre estaba lista para eso. No había ni un solo motivo para que el rey la lanzara de la cama a aquella hora del amanecer a menos que fuera algo urgente, así que cuando se lo encontró con el cabello alborotado, y rodeado de tazas de café, comprendió que ella había madrugado, pero él se había pasado la noche sin dormir.—¡Por Dios, Hasan! —lo regañó atravesando la puerta pero un quejido indignado de la mujer a su lado la hizo volverse—. Digo, este… perdón… ¿Su Majestad…? —murmuró inclinándose torpemente antes de que a la doncella le diera un ictus.Pero él simplemente le hizo un gesto apurado de que no era necesario tanto formalismo.—Tú puedes llamarme Hasan, la reverencia es con el otro pie y con el trasero para atrás… déjalo, igual no te queda hacer reverencias… ¡Y no me regañes! ¡Perdí una apuesta y yo siempre cumplo mi palabra!Otro gesto suyo y la doncella se fue. Bastó que se cerrara la puerta para que Giulia se apr
Volver al desierto siempre era algo hermoso para Hasan. Los mejores momentos de su infancia los había pasado con su madre lejos de palacio, acampando en aquellas dunas y descubriendo cada uno de los más recónditos oasis. Quizás esos recuerdos eran tan preciosos para él porque en ninguno de ellos aparecía la figura de su padre.Así que él estaba feliz, y sobraba decir que Malika lo estaba aún más. Durante el día la caravana se movía siguiendo el recorrido de la ruta de los pozos que los expertos de Giulia habían trazado, y en las tardes, cuando el sol bajaba, Hasan liberaba a la yegua para que corriera a sus anchas por el desierto alrededor de ellos.Sin embargo, parecía que ellos dos eran los únicos que estaban contentos con el viaje, porque los demás hombres de la caravana se notaban nerviosos y demasiado inquietos a veces. Por supuesto que nadie iba a molestar al rey con lo que estaba pasando, pero cuando llegaba la noche, los mismos guardias hacían pequeñas hogueras alrededor del c
Cada músculo de Hasan Nhasir estaba tenso mientras envolvía a aquella mujer en un abrazo apretado y sentía su calor contra la piel. Giulia era un pequeño volcán, uno que podía hacerlo estallar en cualquier instante, al punto de que el rey estaba bastante seguro de que el agua de aquel oasis empezaría a burbujear de un momento a otro como si fuera un maldito jacuzzi.Giulia lo vio apretar los labios y tratar de que toda su expresión fuera de regaño y reproche.—¿¡Pero te volviste loca, Giulia?! ¿Cómo se te ocurrió colarte en esta expedición? —gruñó Hasan, respirando pesadamente a solo unos pocos centímetros de su boca.Olía tan delicioso que Giulia no tuvo otro remedio que recurrir al sarcasmo o de lo contrario haría algo muy impropio de la damita que el rey creía que era.—Mi locura está perfectamente diagnosticada y es transitoria, pero tú tienes muy mala seguridad. ¿No te has dado cuenta en cinco días? Si no hubiera corregido tu ruta en ese mapa aún estarías yendo por el camino equi
Afuera seguían resonando los disparos, pero apenas Giulia escuchó los pasos de Hasan dejando la tienda, bufó con fastidio, se apartó un mechón del rostro y levantó la tapa de aquel arcón para salir de él.Hasan era un guerrero, pero finalmente el rey también tenía un alma noble, y eso hacía que tuviera más enemigos que si hubiera sido un déspota, tirano y dictador.Así que si él no estaba esperando ser atacado en un simple recorrido donde pretendía ayudar a su pueblo a mejorar sus condiciones de vida... Bueno, Giulia sí lo había esperado.Durante meses había escuchado cada rumor, cada descontento, cada queja de aquellos ciudadanos a los que no les bastaba con que fuera un rey noble y justo. Por eso sabía muy bien que cuanto mejor trabajo realizara, más expuesto estaría a los ataques y a la traición.Levantó el borde trasero de la carpa y se escurrió debajo, rodó sobre su cuerpo y corrió luego en silencio hacia la caravana de Malika. Por supuesto, el pobre animal estaba más que alterad
Lo único que había más recio que el cuerpo de Hasan Nhasir, era su determinación. El corazón le palpitaba más fuerte que el de un caballo de carreras mientras abrazaba a aquella mujer y aceptaba el sentido de pertenencia y de protección que tenía con ella.—Esta era una de las razones por las que no quería que vinieras —admitió acariciando su cabello mientras Giulia apoyaba una mejilla en su pecho—. Una mujer como tú no debería estar viendo masacres como esta —aseguró con tristeza y la muchacha no pudo evitar preguntarse qué pensaría él si supiera que la causante de toda aquella masacre había sido precisamente ella.—Créeme, no soy una chica débil —le advirtió Giulia—. Solo haz lo que tengas que hacer y punto.Salió detrás de él de aquella tienda y se sentó frente a una de las hogueras que ya se iban extinguiendo cerca del amanecer. Vio a Hasan dar órdenes y, por una vez, se alegró de que el rey y el estratega predominaran sobre el noble corazón del hombre.—Déjenlos aquí, que el desi
Fue un impacto, eso era innegable. Llegar a aquella aldea al día siguiente, un pequeño reguero de casitas con no más de cincuenta personas y ver las manadas de cientos de caballos alrededor era un espectáculo digno de ver.—Jamás había visto algo tan hermoso —murmuró mientras frente a ellos los niños de nueve o diez años azuzaban a las manadas para separarlas o unirlas.—Yo sí —replicó Hasan mirándola de reojo y sonriendo para sus adentros—. Esta es la aldea donde nació Malika —le contó—. La mayoría de los caballos que salen de aquí son de exhibición, son tan salvajes que no toleran la silla, pero también son los más hermosos.Giulia lo miró con picardía mientras se bajaban de la camioneta, y después de las presentaciones y la comida formal y amena con los ancianos, la muchacha se escabulló hasta la caravana de Malika.—Vamos a hacer un trato tú y yo —murmuró sacando a la yegua de su transporte—. Voy a dejarte aquí por un rato, así que ve a pasear con tus amigos, pórtate mal, no dejes