No tenía fuerzas para detenerse. Hasan había jurado hasta ese momento que era un hombre con una buena dosis de autocontrol, pero aquella mujer le despertaba tantas sensaciones que parecía simplemente que su cuerpo ardía debajo de la túnica.Su boca se encontró con la de Giulia en un beso tórrido, desesperado, tan caliente que parecía que su cuerpo se derretía contra él.Mil sentimientos encontrados se agolpaban en su pecho, pero había uno contra el que simplemente no se podía pelear y era el hecho de que la deseaba: la deseaba tanto que le dolía y Giulia jadeó de anticipación cuando él la envolvió en sus brazos y sintió aquella erección contra su vientre.—¡Maldición, he estado tratando de evitar esto! ¡Juro que he estado tratando de evitarlo! —masculló él, abriendo cada botón y cada lazo de aquel vestido hasta que cada una de aquellas prendas fueron cayendo sobre el suelo.De su pecho salía algo que a Giulia se le antojó como el ronroneo de un depredador, uno que aumentaba a medida q
Era difícil no darse cuenta de que aquella mujer no era perfecta. Era testaruda, contestona; a veces la dulzura se le iba como si fuera vapor en el desierto, y aun así seguía siendo perfecta para él. Hasan ni siquiera lograba explicarlo; quizás fueran simplemente aquellos sentimientos que no se iban. Sabía que Giulia no esperaba nada de él, y sin embargo, cada vez que la veía sumergirse en aquel proyecto, dar órdenes, pedir ayuda o resolver problemas, no podía evitar que aquellos sentimientos siguieran creciendo dentro de él. Era más que desearla; era mucho más que eso. Era buscarla con desesperación cuando nadie los veía, era arrastrarla hacia alguna solitaria carpa para poder besarla cuando sentía que ya no podía respirar sin su boca. Era colarse en la pequeña casa o en alguna tienda que hubieran puesto para ella y cubrir su boca solo para ahogar aquellos gemidos mientras le hacía el amor como un poseso cada madrugada. Giulia Rossi cada día se convertía en algo más para él, algo
Sobra decir que la rabia de Hasan Nhasir superaba por mucho a ninguna que hubiera sentido jamás, con la única excepción, quizás, de la que lo había llevado a hacer justicia contra su propio padre. La diferencia era que ahora aquella gente no solo había puesto en peligro un proyecto noble, sino a todas las personas que estaban apoyándolo, incluida Giulia.—No puedes permitir esto, Hasan. Ese tipo vino a aquí con exigencias, y según me contó Mustafá, también fueron atacados en el desierto —gruñó Karim furioso.—¿Cómo están los trabajadores? —preguntó el rey antes de responderle.—Vivos, pero bastante lastimados. Los que están mejor dice que sabotearon todo.—Y eso no es lo peor —siseó Hasan molesto—. ¡Estoy seguro de que fueron ellos los que mandaron a atacar la caravana donde íbamos, Karim! ¿¡Tienes idea de lo que pudo haber pasado!? ¡Maldición! ¡Giulia estaba conmigo! ¿¡Tienes idea de lo asustada que estaba?!Karim frunció el ceño y carraspeó.—¡Ejem…! ¿Giulia? ¿Mi hermana?—¡Sí, Kari
No había palabras, solo una certeza insoportable de que todo lo que había estado tratando de evitar hasta ese momento, absolutamente todo, estaba a punto de suceder.Una guerra. Ni siquiera su padre, a quién él consideraba un tirano, había puesto a su país al borde de algo tan terrible como una guerra.Ni siquiera se inmutó cuando Yusuf Al-Amir salió de su oficina, y su regreso al palacio fue tan silencioso que Karim llegó al punto de la desesperación y la impaciencia.—¡No puedes hacer esto! —sentenció cerrando la puerta del despacho real mientras Hasan se dejaba caer en uno de los divanes con la cabeza entre las manos—. ¡Esto es solo una absurda maniobra política para conseguir tu poder, lo sabes muy bien! ¡No puedes darle ese gusto, Hasan! ¡No puedes permitir que gente que te atacó venga a chantajearte y simplemente tomen lo que quieren de ti!—Tiene rehenes —murmuró el rey y Karim abrió mucho los ojos mientras su corazón se aceleraba.—¿Qué…? ¿De qué hablas? —espetó nervioso.—De
Hasan frunció el ceño. Sabía que aquellas palabras habían salido de su boca en más de una ocasión, pero no recordaba en qué momento las había pronunciado delante de Giulia.Ni siquiera pudo evitar que aquellas lágrimas rodaron por sus mejillas, porque no quería imaginar que la estaba lastimando, pero en el fondo sabía que aquella cosa extraña y dulce que habían tenido en las últimas semanas no podía simplemente olvidarse sin lastimar a nadie, no podía solo terminar como un imposible sin que a ninguno de los dos le doliera.—¡Lo siento tanto! ¡Lo siento, Giulia, lo siento! —susurró con el corazón destrozado porque entendía muy bien el largo camino que a partir de ese momento tenía por delante—. Pero tengo que hacer esto.—Lo sé —replicó ella—. Y sé que tendrás que hacerlo tres veces más. Sé que la ley que para otros es opcional, para ti es obligatoria. Siempre lo he sabido.—¿Entonces por qué...?¿Por qué había accedido a estar con él? ¿Por qué simplemente no lo había rechazado? ¿Por q
Estaba destrozado de tantas maneras que ni siquiera sabía cómo era que se mantenía en pie. La negociación de paz había resultado en firmas que no valdrían nada fuera del papel, porque mientras las Doce Tribus mantuvieran aquel ejército, jamás habría tranquilidad para Hasan.Ni siquiera se dio cuenta de qué era lo que hacía hasta que aquella puerta frente a la que había caminado decenas de veces se abrió y una mano tiró de él hacia adentro.—Si vas a volverte loco, no dejes que nadie te vea —murmuró ella con tristeza, apoyando la espalda en la puerta; y Hasan sintió que solo por un instante su corazón volvía a latir.—Sé que no tengo derecho pero… quería verte antes de… —respondió pero ni siquiera fue capaz de completar aquella frase.—Antes de que te cases mañana —suspiró ella y salvó los escasos pasos que había entre los dos para abrazarlo.—Eres un rey fuerte, eres un buen rey, saldrás de esto —le aseguró y sintió el corazón de Hasan desbocado contra su pecho.Giulia levantó la mira
Sentía la cabeza pesada, como si el poco vino que había tomado en la celebración le hubiera hecho demasiado efecto, pero en un solo instante comprendió lo que estaba sucediendo y la sobriedad le volvió como un golpe.Hasan rugió como el animal herido que era, sacando aquella daga de su costado y enfrentando a Fadila, que retrocedió apretando los dientes y empezó a gritar. Un instante después Hasan escuchó los disparos afuera, los gritos, la locura de las personas corriendo, tropezándose y atropellándose en un intento por escapar y nadie tuvo que decirle de quiénes.¡Había sido una trampa! ¡Toda la parafernalia de la boda solo había sido una maldita trampa para acercarse lo suficientemente a él!—¿¡Eres parte de esto, maldit@ traidora!? —escupió en dirección a Fadila sosteniéndose aquella herida por la que no dejaba de manar la sangre.—¡Tú no tienes derecho a ser nuestro rey! —replicó la mujer quitándose el velo—. ¡Este país le pertenece a las Doce Tribus y vamos a tomar lo que es nue
Cuando el avión despegó, con el corazón destrozado, Hasan pudo ver cómo allá abajo quedaba la revuelta y cómo de varias habitaciones de palacio el fuego escalaba. Pero por suerte o por desgracia no pudo verlo durante demasiado tiempo, porque la pérdida de sangre y la debilidad lo dejaron inconsciente pocos minutos después.En las siguientes horas apenas fue capaz de abrir los ojos, solo sentía cómo manipulaban sobre su cuerpo y las voces de una azafata y uno de los pilotos.—No podemos hacer más…—Ni siquiera tengo con qué coser aquí…—Nadie imaginó que esto pudiera pasar…—¿Has llamado a tu familia?—Mi esposa y mi hija están en Medina por una celebración familiar…Hasan sentía la presión sobre su costado, pero no fue hasta varias horas después que por fin abrió los ojos con una mueca de dolor. Frente a él uno de los pilotos lo miraba con expresión preocupada y enseguida le acercaron una botella de agua.—Su Majestad… ¿se siente mejor? —le preguntó y Hasan apretó los labios, asintien