Iba lista para matar, eso era seguro, pero en su defensa ella siempre estaba lista para eso. No había ni un solo motivo para que el rey la lanzara de la cama a aquella hora del amanecer a menos que fuera algo urgente, así que cuando se lo encontró con el cabello alborotado, y rodeado de tazas de café, comprendió que ella había madrugado, pero él se había pasado la noche sin dormir.—¡Por Dios, Hasan! —lo regañó atravesando la puerta pero un quejido indignado de la mujer a su lado la hizo volverse—. Digo, este… perdón… ¿Su Majestad…? —murmuró inclinándose torpemente antes de que a la doncella le diera un ictus.Pero él simplemente le hizo un gesto apurado de que no era necesario tanto formalismo.—Tú puedes llamarme Hasan, la reverencia es con el otro pie y con el trasero para atrás… déjalo, igual no te queda hacer reverencias… ¡Y no me regañes! ¡Perdí una apuesta y yo siempre cumplo mi palabra!Otro gesto suyo y la doncella se fue. Bastó que se cerrara la puerta para que Giulia se apr
Volver al desierto siempre era algo hermoso para Hasan. Los mejores momentos de su infancia los había pasado con su madre lejos de palacio, acampando en aquellas dunas y descubriendo cada uno de los más recónditos oasis. Quizás esos recuerdos eran tan preciosos para él porque en ninguno de ellos aparecía la figura de su padre.Así que él estaba feliz, y sobraba decir que Malika lo estaba aún más. Durante el día la caravana se movía siguiendo el recorrido de la ruta de los pozos que los expertos de Giulia habían trazado, y en las tardes, cuando el sol bajaba, Hasan liberaba a la yegua para que corriera a sus anchas por el desierto alrededor de ellos.Sin embargo, parecía que ellos dos eran los únicos que estaban contentos con el viaje, porque los demás hombres de la caravana se notaban nerviosos y demasiado inquietos a veces. Por supuesto que nadie iba a molestar al rey con lo que estaba pasando, pero cuando llegaba la noche, los mismos guardias hacían pequeñas hogueras alrededor del c
Cada músculo de Hasan Nhasir estaba tenso mientras envolvía a aquella mujer en un abrazo apretado y sentía su calor contra la piel. Giulia era un pequeño volcán, uno que podía hacerlo estallar en cualquier instante, al punto de que el rey estaba bastante seguro de que el agua de aquel oasis empezaría a burbujear de un momento a otro como si fuera un maldito jacuzzi.Giulia lo vio apretar los labios y tratar de que toda su expresión fuera de regaño y reproche.—¿¡Pero te volviste loca, Giulia?! ¿Cómo se te ocurrió colarte en esta expedición? —gruñó Hasan, respirando pesadamente a solo unos pocos centímetros de su boca.Olía tan delicioso que Giulia no tuvo otro remedio que recurrir al sarcasmo o de lo contrario haría algo muy impropio de la damita que el rey creía que era.—Mi locura está perfectamente diagnosticada y es transitoria, pero tú tienes muy mala seguridad. ¿No te has dado cuenta en cinco días? Si no hubiera corregido tu ruta en ese mapa aún estarías yendo por el camino equi
Afuera seguían resonando los disparos, pero apenas Giulia escuchó los pasos de Hasan dejando la tienda, bufó con fastidio, se apartó un mechón del rostro y levantó la tapa de aquel arcón para salir de él.Hasan era un guerrero, pero finalmente el rey también tenía un alma noble, y eso hacía que tuviera más enemigos que si hubiera sido un déspota, tirano y dictador.Así que si él no estaba esperando ser atacado en un simple recorrido donde pretendía ayudar a su pueblo a mejorar sus condiciones de vida... Bueno, Giulia sí lo había esperado.Durante meses había escuchado cada rumor, cada descontento, cada queja de aquellos ciudadanos a los que no les bastaba con que fuera un rey noble y justo. Por eso sabía muy bien que cuanto mejor trabajo realizara, más expuesto estaría a los ataques y a la traición.Levantó el borde trasero de la carpa y se escurrió debajo, rodó sobre su cuerpo y corrió luego en silencio hacia la caravana de Malika. Por supuesto, el pobre animal estaba más que alterad
Lo único que había más recio que el cuerpo de Hasan Nhasir, era su determinación. El corazón le palpitaba más fuerte que el de un caballo de carreras mientras abrazaba a aquella mujer y aceptaba el sentido de pertenencia y de protección que tenía con ella.—Esta era una de las razones por las que no quería que vinieras —admitió acariciando su cabello mientras Giulia apoyaba una mejilla en su pecho—. Una mujer como tú no debería estar viendo masacres como esta —aseguró con tristeza y la muchacha no pudo evitar preguntarse qué pensaría él si supiera que la causante de toda aquella masacre había sido precisamente ella.—Créeme, no soy una chica débil —le advirtió Giulia—. Solo haz lo que tengas que hacer y punto.Salió detrás de él de aquella tienda y se sentó frente a una de las hogueras que ya se iban extinguiendo cerca del amanecer. Vio a Hasan dar órdenes y, por una vez, se alegró de que el rey y el estratega predominaran sobre el noble corazón del hombre.—Déjenlos aquí, que el desi
Fue un impacto, eso era innegable. Llegar a aquella aldea al día siguiente, un pequeño reguero de casitas con no más de cincuenta personas y ver las manadas de cientos de caballos alrededor era un espectáculo digno de ver.—Jamás había visto algo tan hermoso —murmuró mientras frente a ellos los niños de nueve o diez años azuzaban a las manadas para separarlas o unirlas.—Yo sí —replicó Hasan mirándola de reojo y sonriendo para sus adentros—. Esta es la aldea donde nació Malika —le contó—. La mayoría de los caballos que salen de aquí son de exhibición, son tan salvajes que no toleran la silla, pero también son los más hermosos.Giulia lo miró con picardía mientras se bajaban de la camioneta, y después de las presentaciones y la comida formal y amena con los ancianos, la muchacha se escabulló hasta la caravana de Malika.—Vamos a hacer un trato tú y yo —murmuró sacando a la yegua de su transporte—. Voy a dejarte aquí por un rato, así que ve a pasear con tus amigos, pórtate mal, no dejes
No tenía fuerzas para detenerse. Hasan había jurado hasta ese momento que era un hombre con una buena dosis de autocontrol, pero aquella mujer le despertaba tantas sensaciones que parecía simplemente que su cuerpo ardía debajo de la túnica.Su boca se encontró con la de Giulia en un beso tórrido, desesperado, tan caliente que parecía que su cuerpo se derretía contra él.Mil sentimientos encontrados se agolpaban en su pecho, pero había uno contra el que simplemente no se podía pelear y era el hecho de que la deseaba: la deseaba tanto que le dolía y Giulia jadeó de anticipación cuando él la envolvió en sus brazos y sintió aquella erección contra su vientre.—¡Maldición, he estado tratando de evitar esto! ¡Juro que he estado tratando de evitarlo! —masculló él, abriendo cada botón y cada lazo de aquel vestido hasta que cada una de aquellas prendas fueron cayendo sobre el suelo.De su pecho salía algo que a Giulia se le antojó como el ronroneo de un depredador, uno que aumentaba a medida q
Era difícil no darse cuenta de que aquella mujer no era perfecta. Era testaruda, contestona; a veces la dulzura se le iba como si fuera vapor en el desierto, y aun así seguía siendo perfecta para él. Hasan ni siquiera lograba explicarlo; quizás fueran simplemente aquellos sentimientos que no se iban. Sabía que Giulia no esperaba nada de él, y sin embargo, cada vez que la veía sumergirse en aquel proyecto, dar órdenes, pedir ayuda o resolver problemas, no podía evitar que aquellos sentimientos siguieran creciendo dentro de él. Era más que desearla; era mucho más que eso. Era buscarla con desesperación cuando nadie los veía, era arrastrarla hacia alguna solitaria carpa para poder besarla cuando sentía que ya no podía respirar sin su boca. Era colarse en la pequeña casa o en alguna tienda que hubieran puesto para ella y cubrir su boca solo para ahogar aquellos gemidos mientras le hacía el amor como un poseso cada madrugada. Giulia Rossi cada día se convertía en algo más para él, algo