El aire frío de la mañana hacía que Jana sintiera pequeñas punzadas en su piel, pero el dolor real venía de otro lado, venía de saber que una vez más habían caído en una trampa terrible; y posiblemente Kris no pudiera darse cuenta de todo aquello hasta que ya fuera demasiado tarde.Aun así, en aquel instante, era incapaz de moverse. La supuesta nueva cocinera de la casa la había encañonado sin siquiera darle tiempo a comprender lo que estaba pasando.Su única opción había sido subirse a aquella camioneta mientras la mujer se acomodaba en el asiento trasero, y conducir fuera de la mansión. Ni siquiera sabía a dónde iban porque no conocía nada alrededor, pero atravesaron toda la ciudad y fueron por una estrecha carretera del otro lado.Jana contuvo el aliento al ver la soledad alrededor, y después de atravesar aquel bosque de pinos, llegaron a una pequeña casa abandonada. Ni siquiera necesitaba preguntar de quién demonios era, porque la misma mujer estaba en la puerta, esperándolas.—Nh
Era más que evidente, Kris estaba atravesando por el peor momento de su vida y ni siquiera aquel maldito inhalador podías sacarlo de la crisis.Sentía que no podía respirar, sentía que el mundo se le estaba cayendo encima y no le importaba que beber como un condenado solo lo pusiera peor de su enfermedad.Ella se había ido. Jana se había ido, lo había dejado. La única persona que había creído que lo amaría incondicionalmente, exactamente como él la amaba, lo había dejado también.Pero ¿por tenía que creer que ella era diferente? ¿Por qué tenía que creer que una buena persona como ella tenía que quedarse con alguien como él? Eso solo pasaba en los malditos cuentos de hadas, y aun así las princesas rara vez se quedaban con los ogros.—Llevo mucho tiempo esperando el momento en que pudiera verte —murmuró Nhora y Kris se dio la vuelta para mirarla con rabia—. Aunque debo reconocerlo, no esperaba que tu casa no tuviera nada de seguridad. ¿Esta es la forma en que yo te crie? ¿Qué demonios e
El tiempo era pesado y agotador para él. Las botellas se sucedían hasta que el bar estuvo casi vacío y solo entonces se dirigió a otro ser humano, únicamente para decirle a Chenko que fuera a comprar más alcohol.Era un desastre, era un completo desastre y había hecho que todos en la casa se marcharan porque allí ya no había nada que proteger. Si Jana no estaba, entonces nada le importaba. Escuchó el estruendo fuera de la casa, y ni siquiera se movió. No le importaba si habían tirado la reja o una granada de mano, simplemente no se movió.—¡¿Dónde está el maldito dueño de la casa?! —rugió su hermano atravesando la puerta principal de la mansión y la pobre Genevive, que era la única otra persona que quedaba, señaló al final del pasillo con un dedo tembloroso.—El señor Kri… Kristoff está en el de… despacho —susurró aterrada y Mitch siguió de largo mientras la mujer desaparecía en las sombras de la propiedad.Pateó aquella puerta y desenfundó la pistola, listo para hacerle siete agujer
Kris pensó que se volvería loco. Aquella era peor que cualquiera de sus pesadillas y solo podía pensar en todo el tiempo que había perdido pensando que simplemente ella se había ido porque él no había sabido merecérsela. Pasó junto a su hermano y se dirigió a un rincón de su habitación, revolviendo entre un nido asqueroso de cosas sucias hasta encontrar un teléfono que milagrosamente todavía tenía algo de batería. Lo que siguió después sólo fue una llamada y decenas de gritos.—¿¡Dónde la tienes!? —rugió sin poder contenerse—. ¡Y ya sé que tú la tienes, madre! ¿¡Cómo te atreviste a llevártela?! ¡Devuélvemela!Al otro lado de la línea solo escuchó una risa sarcástica que había sido como el sonido de fondo de toda su vida y era una de las cosas que más había llegado a odiar en el mundo. “¿Creíste que iba a dejar pasar que me echaras de mi propia casa para que se la dieras a esa zorra?”, escupió Nhora con odio porque había imaginado que tarde o temprano su hijo terminaría enterándose.
Kris sabía muy bien lo que iba a encontrar en la sala privada de aquella catedral. Ocho personas esperándolos, y ninguna de las ocho le importaban, solo quería a la que estaba a punto de llegar. Aquellos eran los líderes sobrevivientes del resto de los clanes de la mafia búlgara que Kris había ido absorbiendo poco a poco en su guerra contra Mitch, así que era muy evidente la sorpresa de verlo llegar junto a su medio hermano. Aun más extraño fue verlos presentarse del mismo lado, con todos sus hombres detrás, y el nerviosismo llenó aquella habitación.No habían pasado ni diez minutos cuando Nhora Vantchev entraba también, y su gesto pasaba a ser de incredulidad y rabia al ver que Michael Dragonov seguía vivo.Kris y Mitch habían tenido poco tiempo para trazar un plan, pero parecía que cuando se trataba de Jana los dos estaban de acuerdo, y se notaba que cada uno tenía la imaginación más perversa que el otro, porque bastó que se miraran para que pusieran sus ideas en marcha.—¿Qué diab
Había algo que quizás nadie más sabía, pero Nhora y él tenían muy claro que ella lo había educado con una capacidad especial para ser cruel.—¡No te voy a decir…! ¡No te voy na…! ¡Puedes torturarme todo lo que…!Y él se lo tomó en serio.La siguiente pluma fue a clavarse violentamente entre las articulaciones de su mano hasta llegar a la madera, y los gritos de Nhora retumbaron en aquella catedral como jamás se escucharían otros.—Hay muchas plumas en esta mesa, madre, y yo soy un hombre paciente —murmuró—. Devuélveme a mi mujer… o te juro que no te dejaré morir.Podía parecer una locura que alguien fuera capaz de hacerle eso a su propia madre, pero la realidad era que esa era la misma mujer que acababa de ordenarle que matara a su medio hermano. Así que si se ponía técnico, ella misma lo había enseñado a no respetar nada, incluidos los lazos de sangre.—Dime dónde está y yo me aseguraré de que tu sufrimiento sea poco —siseó y su madre lo miró con odio, con uno que se había encargado
Las armas se levantaron en aquel momento de ambas partes, pero a Kris no le importaba nada de eso. Sus ojos estaban concentrados en aquellas coordenadas que tenía Mitch en las manos y que él no lograba ver. Pero hizo un gesto para que sus hombres bajaran las armas y luego se dirigió hacia sus autos sin decir otra palabra.Sabía muy bien que no iban a demorar ni un solo instante en ir a buscar a Jana, así que le ordenó a Chenko regresar a la mansión mientras él seguía de cerca a su hermano. Podía pelear con él por la ubicación de Jana, pero le había prometido a la muchacha que no lo lastimaría de ninguna manera.Muy pronto tomaron una carretera hacia las afueras de la ciudad y a Kris no le fue difícil identificar la propiedad segura del clan Vrabche a la que se dirigían.Conocía muy bien cada uno de los atajos que lo llevarían hasta la primera casa que había comprado su abuelo; así que su auto derrapó sobre tierra suave y se internó por atajos en un bosque de altos pinos. Aceleró a fon
Tres semanas después.Jana había regresado a Inglaterra con la familia, pero por más que le habían insistido, había preferido quedarse en una pequeña casa de renta en una de las zonas rurales cercanas a Londres. Necesitaba tranquilidad, necesitaba pensar, y sobre todo necesitaba soledad para procesar aquel dolor y todo lo que vendría más adelante.Ni siquiera era capaz de expresar exactamente lo que sentía, solo esa ausencia demasiado grande, y ese miedo demasiado atroz.Las cosas en Bulgaria no habían quedado en la mejor posición. Con la muerte el patriarca Lazar, de Nhora y de Kris, el clan Vrabche se quedaba a la deriva, a riesgo de que los señores del resto de las familias se pelearan por su dirección. Jana sabía lo que un heredero del apellido Dragonov o Vrabche podía representar, y no estaba dispuesta permitir que su hijo quedara en medio es una guerra, no cuando había experimentado de primera mano lo que ese tipo de guerra le había hecho su padre.Así que tres semanas después