Kris pensó que se volvería loco. Aquella era peor que cualquiera de sus pesadillas y solo podía pensar en todo el tiempo que había perdido pensando que simplemente ella se había ido porque él no había sabido merecérsela. Pasó junto a su hermano y se dirigió a un rincón de su habitación, revolviendo entre un nido asqueroso de cosas sucias hasta encontrar un teléfono que milagrosamente todavía tenía algo de batería. Lo que siguió después sólo fue una llamada y decenas de gritos.—¿¡Dónde la tienes!? —rugió sin poder contenerse—. ¡Y ya sé que tú la tienes, madre! ¿¡Cómo te atreviste a llevártela?! ¡Devuélvemela!Al otro lado de la línea solo escuchó una risa sarcástica que había sido como el sonido de fondo de toda su vida y era una de las cosas que más había llegado a odiar en el mundo. “¿Creíste que iba a dejar pasar que me echaras de mi propia casa para que se la dieras a esa zorra?”, escupió Nhora con odio porque había imaginado que tarde o temprano su hijo terminaría enterándose.
Kris sabía muy bien lo que iba a encontrar en la sala privada de aquella catedral. Ocho personas esperándolos, y ninguna de las ocho le importaban, solo quería a la que estaba a punto de llegar. Aquellos eran los líderes sobrevivientes del resto de los clanes de la mafia búlgara que Kris había ido absorbiendo poco a poco en su guerra contra Mitch, así que era muy evidente la sorpresa de verlo llegar junto a su medio hermano. Aun más extraño fue verlos presentarse del mismo lado, con todos sus hombres detrás, y el nerviosismo llenó aquella habitación.No habían pasado ni diez minutos cuando Nhora Vantchev entraba también, y su gesto pasaba a ser de incredulidad y rabia al ver que Michael Dragonov seguía vivo.Kris y Mitch habían tenido poco tiempo para trazar un plan, pero parecía que cuando se trataba de Jana los dos estaban de acuerdo, y se notaba que cada uno tenía la imaginación más perversa que el otro, porque bastó que se miraran para que pusieran sus ideas en marcha.—¿Qué diab
Había algo que quizás nadie más sabía, pero Nhora y él tenían muy claro que ella lo había educado con una capacidad especial para ser cruel.—¡No te voy a decir…! ¡No te voy na…! ¡Puedes torturarme todo lo que…!Y él se lo tomó en serio.La siguiente pluma fue a clavarse violentamente entre las articulaciones de su mano hasta llegar a la madera, y los gritos de Nhora retumbaron en aquella catedral como jamás se escucharían otros.—Hay muchas plumas en esta mesa, madre, y yo soy un hombre paciente —murmuró—. Devuélveme a mi mujer… o te juro que no te dejaré morir.Podía parecer una locura que alguien fuera capaz de hacerle eso a su propia madre, pero la realidad era que esa era la misma mujer que acababa de ordenarle que matara a su medio hermano. Así que si se ponía técnico, ella misma lo había enseñado a no respetar nada, incluidos los lazos de sangre.—Dime dónde está y yo me aseguraré de que tu sufrimiento sea poco —siseó y su madre lo miró con odio, con uno que se había encargado
Las armas se levantaron en aquel momento de ambas partes, pero a Kris no le importaba nada de eso. Sus ojos estaban concentrados en aquellas coordenadas que tenía Mitch en las manos y que él no lograba ver. Pero hizo un gesto para que sus hombres bajaran las armas y luego se dirigió hacia sus autos sin decir otra palabra.Sabía muy bien que no iban a demorar ni un solo instante en ir a buscar a Jana, así que le ordenó a Chenko regresar a la mansión mientras él seguía de cerca a su hermano. Podía pelear con él por la ubicación de Jana, pero le había prometido a la muchacha que no lo lastimaría de ninguna manera.Muy pronto tomaron una carretera hacia las afueras de la ciudad y a Kris no le fue difícil identificar la propiedad segura del clan Vrabche a la que se dirigían.Conocía muy bien cada uno de los atajos que lo llevarían hasta la primera casa que había comprado su abuelo; así que su auto derrapó sobre tierra suave y se internó por atajos en un bosque de altos pinos. Aceleró a fon
Tres semanas después.Jana había regresado a Inglaterra con la familia, pero por más que le habían insistido, había preferido quedarse en una pequeña casa de renta en una de las zonas rurales cercanas a Londres. Necesitaba tranquilidad, necesitaba pensar, y sobre todo necesitaba soledad para procesar aquel dolor y todo lo que vendría más adelante.Ni siquiera era capaz de expresar exactamente lo que sentía, solo esa ausencia demasiado grande, y ese miedo demasiado atroz.Las cosas en Bulgaria no habían quedado en la mejor posición. Con la muerte el patriarca Lazar, de Nhora y de Kris, el clan Vrabche se quedaba a la deriva, a riesgo de que los señores del resto de las familias se pelearan por su dirección. Jana sabía lo que un heredero del apellido Dragonov o Vrabche podía representar, y no estaba dispuesta permitir que su hijo quedara en medio es una guerra, no cuando había experimentado de primera mano lo que ese tipo de guerra le había hecho su padre.Así que tres semanas después
UN MES DESPUÉSKris abrió los ojos. Los abrió despacio en aquella habitación llena de luz, y todo lo que escuchó de fondo fueron gritos de voces conocidas, y los pasos incesantes de los médicos.Veinticuatro horas después todavía estaba aturdido y adolorido, aunque ya le habían sacado todos aquellos tubos de la boca y un doctor había asegurado que estaría bien.El dolor que sentía en el cuerpo ya no era punzante, pero sí era seco y extenso, como si una parte de él se hubiera convertido en piedra sólida y estuviera tratando de romperla cada vez que se movía.El mundo seguía siendo un lugar demasiado oscuro a pesar de toda la luz que entraba por la ventana, hasta que ya no pudo seguir evadiendo la realidad a su alrededor.—¿Dónde estamos? —preguntó y Chenko se apresuró a acercarse a su cama.—Estamos en una clínica en Suiza. Ha pasado un tiempo —murmuró el hombre con un tono de tristeza y Kris apretó los labios intentando que los ojos no se le llenaran de lágrimas.—¿Cuánto tiempo?—Cas
—¡Muchacho, por fin estás bien! ¡No puedo creerlo! —exclamó Stefan acercándose a su cama y en lugar de responder con la agresividad que realmente sentía, Kris recordó muy bien que una de las mejores cosas que le había enseñado su madre era a tragarse cada uno de sus sentimientos y mentir.—El que no puede creerlo soy yo —respondió estrechando con fuerza la mano de Stefan, y sacrificándose por la situación incluso se dejó abrazar y palmear la espalda—. Chenko me dijo que tú me salvaste, y honestamente no lo entiendo... No entiendo por qué hiciste algo así.—Porque eres un Dragonov, muchacho, sigues siendo el nieto de Brima y de Lazar, y aunque tuviste muchos desacuerdos con tu abuelo… la realidad es que sigues siendo el heredero de los dos clanes más fuertes de Bulgaria; Dios me castigaría si no te hubiera ayudado, y tu abuelo se habría retorcido en su tumba sabiendo que te deje morir después de lo que te hicieron.Kris pasó saliva y mil pensamientos se cruzaron en su cabeza después de
Mitch se quedó petrificado en la puerta de la oficina, pero sabía que a menos que quisiera una desagradable escena frente a todos sus empleados, lo único que podía hacer era entrar, cerrar la puerta y pasarle el seguro. —¡Estás vivo…! —murmuró con una expresión de incredulidad—. ¿Cómo es que estás vivo…? —Porque Jana no me quiso matar —respondió Kris con naturalidad—. Porque créeme, si hubiera querido yo estaría bien muerto. Por la mente de Mitch pasaron en un segundo aquellas palabras de su hermana: “Juraba que había apuntado bien... Pero no estaba tratando de matarlo...” Entonces era cierto. —Pero Stefan me dijo que habías muerto —murmuró Mitch contrariado. —¡Ah, Stefan, mi traidor favorito! —exclamó Kris—. Creo que yo sentado aquí soy literalmente la prueba viviente de que Stefan te mintió. Mitch apretó los puños con una mueca mientras negaba. —¡Eso no puede ser…! ¿Por qué iba a…? —pero por más que no quisiera creerlo, ya Mitch había estado sospechando desde hacía tiempo que