Alan la vio abrir los ojos y sonrió involuntariamente, era la mejor sensación del mundo estar con ella mientras despertaba.—Hola muñeca...—Hola doctor... —susurró Mar con tono coqueto.No había nada que decir, más que levantarse y tomar el mejor desayuno de sus vidas.Mitch sonreía.Mar sonreía.Alan sonreía.La falsa familia Parker era simplemente perfecta sin necesidad de fingir nada aquella mañana, y tampoco tuvieron que hacerlo cuando llegaron al hospital y todos recibieron a Mar con besos y palabras de alivio.Las sonrisas de sus rostros y sus buenos deseos eran sinceros y cálidos, y de repente Mar volvió a sentirse bien en aquel lugar, como si fuera hermoso trabajar allí. Y no solo porque ya no estaba el idiota de Preston para martirizarla, sino porque ahora Alan era el nuevo director y ella era su asistente. ¡Ups, qué sexy se sentía eso!Pero lo primero de su trabajo era organizarle una buena agenda y poner todo en orden, así que llamó a cada jefe de servicio y programó una r
—¿Hasta cuándo nos vamos a estar escapando a las dos de la madrugada? —preguntó Mar mientras Alan reía contra su cabello lleno de sudor y le bajaba la falda del vestido de dormir.Se dejaron resbalar hasta el suelo y él la abrazó encogiéndose de hombros.—Hasta que Mitch empiece a dormir solo, y no veo que eso vaya a pasar muy pronto —jadeó intentando recuperar el aliento todavía después de lo que literalmente había sido un duro muy muy duro contra el muro—. Así que mientras tanto nos ponemos juguetones y nos escapamos a la cocina, el baño, el closet...—Me gusta esa idea —susurró Mar dándose la vuelta para sentarse a horcajadas sobre él.Le encantaba. Cada segundo a su lado la hacía sentirse segura, querida, protegida; y para alguien que había pasado todo lo que ella había pasado, aquel sentimiento era invaluable.Un día Michael tendría su propia habitación, pero mientras tanto a veces quería dormir agarrado del pelo de Pika-pi, y otras veces de la mami. Y aunque tenía ya su habitaci
—Lizetta... —Alan no era capaz de reconocer ni su propia voz de lo molesto que estaba—. ¿¡Qué diablos estás haciendo aquí!?La rubia cerró la puerta tras ella y se acercó al escritorio, contoneándose, mientras Alan podía sentir que se le erizaban hasta los pelos de la nuca y no en el mejor sentido.—Hola querido, un placer volver a verte, aunque sea en estas incómodas condiciones —murmuró ella sentándose sin importarle que no la habían invitado.—En eso estamos de acuerdo, las condiciones son profundamente incómodas y no veo el placer por ningún lado, así que dime, ¿qué demonios haces aquí? ¿Es que no tienes ningún tipo de vergüenza?—¿Y por qué iba a tenerla? —se encogió de hombros la mujer—. Mi padre fue el que desfalcó a este hospital, yo no tuve nada que ver con eso...—¿¡Dónde está!? —gruñó Alan—. ¿Dónde está Wayland? ¿A dónde se fue tu padre?Habían tratado de localizarlo por todos lados y no había dado la cara.—Créeme, si supiera dónde está mi padre no estaría aquí, lidiando c
Alan la llenó de besos. A pesar de la tormenta que estaban pasando tener a Mar a su lado era como encontrar un refugio lleno de paz.—Bueno, futura señora Parker, vamos a levantarnos ¡porque alguien muy curioso nos está mirando!Los dos se giraron a ver a Mitch, que saltó de cabeza a aquel abrazo y corrió a buscar sus dibujos para enseñarle a Alan los que había hecho para él. Sobra decir que Alan se derritió con aquellos folios llenos de colores y los guardó para llevárselos al hospital y ponerlos en su oficina.Desayunaron juntos, felices, al punto de que el tiempo se les fue y tuvieron que apresurarse a llevar a Mitch a la guardería.—Voy a venir temprano por ti, campeón —le dijo—. ¡Ten un lindo día!Y aunque realmente quería que lo fuera, apenas llegaron a la oficina vieron a una mujer alta y con aspecto felino esperándolos frente a la puerta.—Buenos días. Busco al director Parker.—Ese sería yo —saludó Alan—. ¿En qué puedo ayudarla?—¿Podríamos hablar en privado? Soy amiga de Liz
Alan se quedó mudo, con el corazón latiendo a toda prisa y los ojos muy abiertos por el desconcierto. El hombre estaba parado firme como una roca en la puerta de su casa, con los puños apretados mientras una niña pequeña lloraba entre los dos. —Lyle Weston, ¿te acuerdas de mí? ¡Soy el viudo de tu amante! —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Alan entre dientes, intentando mantener la calma. —¡Encontré fotos tuyas entre las cosas de Soraia! ¡Encontré todo y le hice una prueba de paternidad a mis hijos, y ahora resulta que Jana no es mía! —escupió el hombre con rabia—. ¡¿O vas a decirme que es mentira?! ¿¡Te atreves a negarme que te acostabas con mi mujer!? La mirada de Alan subió hasta Mar, que los veía abrumada, y luego negó con cansancio. —No, no lo voy a negar, pero no tenía idea de que estuviera casada y mucho menos de que tuviera hijos —declaró con toda sinceridad—. De cualquier manera, esta no es la forma de tratar a una niña que no tiene la culpa de nada. ¿Sabes el daño
Mar sabía muy bien lo que era que un hombre le pegara. Había heridas físicas que todavía podía sentir... pero las otras, esas que se escondían bajo la piel y atenazaban el alma, esas podían abrirse con una aterradora facilidad.Quizás si aquella mano de Alan hubiera apretado su brazo un poco más, si le hubiera dolido, incluso le habría dolido menos que escuchar esas palabras salir de su boca."Un trato".¿En qué momento se había permitido olvidar que aquello era un acuerdo?"Un trato".¿En qué momento se había permitido caer en otra mala decisión?"Un trato"."Dios, tengo la brújula emocional tan averiada...", era lo único en lo que podía pensar mientras se subía al asiento trasero de aquella limosina y escondía las pequeñas manos hechas puños bajo la chalina.No levantó los ojos de su falda cuando Alan se sentó frente a ella, ni se movió mientras el auto echaba a andar y los minutos pasaban, ni se inmutó con su respiración pesada y su voz inquieta.—Mar... lo siento, nena, por dios..
Mar no podía explicarlo, pero aquella sensación que le erizaba el pelo de la nuca no se iba. Como un presentimiento que la hacía voltear la cabeza sobre el hombro una y otra vez, como esa voz interna que le advirtiera: "¡Corre por tu vida!"Entró a la casa apresurada y escudriñó en la oscuridad para asegurarse de que no había ningún otro auto siguiéndola. Cerró las cortinas y corrió escaleras arriba. La niñera se había quedado dormida en el sofá del cuarto de Mitch y Mar la despertó amablemente para que se fuera a una de las camas en los cuartos de huéspedes.Una vez estuvo sola se dirigió apurada hacia el armario y sus manos temblorosas recogieron un par de bolsos pequeños, uno para Michael y uno para ella. Realmente no llevaba mucho, solo lo esencial y sobre todo los medicamentos de su hijo, eso era lo único realmente importante para sobrevivir.Documentos, medicinas, algo de ropa, no podía cargar más que eso.Miró otra vez por la ventana; el viento jugaba con las ramas de los árbol
Debían faltar pocas horas para el amanecer cuando Mar salió de aquella camioneta con su hijo en brazos. Respiró profundamente el aire fresco y observó a su alrededor. Estaban en una propiedad a una media hora de la ciudad de Los Ángeles, con una villa grande rodeada de árboles, césped y flores silvestres, con las majestuosas colinas a lo lejos.Alrededor, diseminadas entre caminitos de piedras, había pequeñas casitas, como cabañas, todas a oscuras porque era evidente que estaban todos durmiendo todavía.—Puedes quedarte en la villa si quieres, pero en una casita tendrás más privacidad. ¿Está bien? —le preguntó Emma y ella asintió conforme.—Sí, claro, Emma. Cualquier cosa está bien —murmuró con el corazón encogido.Jackson tomó sus bolsos y Emma la ayudó a llegar hasta una de las casitas que estaba más alejada. Cuando entraron a Mar le pareció una cabaña de juguete, en cuarenta metros cuadrados tenía todo, pero tan bien distribuido que incluso parecía muy amplia. Un espacio abierto co