Esas palabras resonaron en mí como un eco vacío.¿Próxima vida? Ni siquiera quiero volver a verte.Esperanza, incapaz de contenerse, escupió en el suelo con desprecio.—¡Qué hipócrita!Incluso Serafina, siempre tímida, habló con claridad:—Ovidio, dudo que Constanza quiera volver a encontrarse contigo. En esta vida, la mataste. Nunca la tomaste en serio. Y si no hubiera sido Clara, hubiera sido otra. Todo esto es solo una excusa.Las palabras de Serafina parecieron atravesarlo. Ovidio, de repente, se calmó.Con la voz apenas audible, le preguntó a Aldara:—¿Dónde está Clara?Aldara lo miró con incredulidad.—Después de ver todo esto, ¿todavía te preguntas por ella? La arrestaron por intento de homicidio.Ovidio se dejó caer sobre la almohada, agotado.Aldara lo miró con desdén.—¿Pensabas que veníamos a verte por la universidad? Ovidio, eres una basura. Solo vinimos para asegurarnos de que veas lo patético que te has vuelto. Y, por cierto, te informo que la universidad te ha despedido.
Los usuarios se enfurecieron al verlo. Patriotas, defensores de la ciencia, y críticos de los “traidores” explotaron en las redes.El video se hizo viral, circulando sin control. Cada vez más personas lo veían, alimentando su odio hacia Ovidio y Clara.Algunos, llenos de ira, comenzaron a hostigarlo en redes. Otros fueron más allá, apareciendo en su vecindario con palos y amenazas, esperando su oportunidad de enfrentarlo.Incluso los padres de los estudiantes que él enseñaba vieron el video. En poco tiempo, comenzaron a boicotear sus clases, exigiendo que un hombre como él no fuera responsable de la educación de sus hijos.Ovidio se quedó sin trabajo.Ya no podía salir a la calle sin miedo. La luz le aterraba, y cualquier rastro de humanidad lo hacía sentir expuesto.Se había convertido en un prisionero de su propia culpa, encerrado en la oscuridad de su propia creación.Tiempo después, Esperanza llamó a Ovidio. Le informó que el decano había convocado una reunión para reactivar otro p
—Constanza, la que no es amada siempre será la intrusa. Ovidio solo puede elegir una entre tú y yo. ¿Te atreves a apostar conmigo?Clara me lanzó esas palabras con una sonrisa retorcida antes de empujar el cilindro de gas.Un segundo después, una explosión nos lanzó hacia la puerta, pero antes de que yo pudiera escapar, ella la bloqueó.Mientras sacaba una toalla húmeda para cubrirse la boca, me di cuenta de que es la trampa que me tendió.Las llamas crecían y las alarmas empezaron a sonar por todo el laboratorio. Mi preocupación se centró en mis experimentos, pero cuando intenté apartarla, un olor extraño llegó a mi nariz.«Mi**da ¡¿Qué pasa?!»Mis piernas se debilitaron, el mareo se apoderó de mí.De repente, la puerta se abrió y apareció Ovidio con máscara antigás.Antes de que pudiera pedirle ayuda, Clara me lanzó su toalla a la cara.—¡Sálvame! —le rogué, extendiendo mi mano hacia él.Pero, en lugar de socorrerme, Ovidio levantó a Clara con una calma devastadora.—¡Espera a los re
—Profe, me duele la cabeza —susurró Clara.Entonces me di cuenta. No hablaba conmigo, sino con Clara.Por supuesto.Él jamás me había mirado así.—¡Profesor!Serafina, una de mis estudiantes, irrumpió en la habitación del hospital, con la voz temblorosa.—Debe volver a la universidad… todo se está saliendo de control.Ovidio no respondió de inmediato.Serafina, siempre asustada en su presencia, bajó la cabeza, esperando en silencio.Finalmente, Ovidio habló con calma:—La Universidad A es la institución más prestigiosa del país. Está llena de personas capaces. ¿Por qué habría de perder el control solo porque no estoy allí?Serafina apretó las manos con nerviosismo, sin atreverse a replicar.La comprendí al instante.Serafina venía de una comunidad rural, y su vida en la universidad era un privilegio que no podía darse el lujo de perder. Su miedo no era irracional; sabía que si Ovidio dirigía su frustración hacia ella, no tendría cómo defenderse.Volteé a mirar a Ovidio. Él seguía tan f
Ovidio sacó su teléfono. Dudó un buen rato antes de llamarme, con los labios apretados, como si esa llamada lo pusiera nervioso.—Aldara, ¿podrías pasarme con Constanza? —dijo con tono neutral, aunque en su mirada había una leve tensión.La voz fría de Aldara respondió:—Constanza no puede hablar contigo.Ovidio se quedó en silencio un segundo antes de soltar, con desdén:—¿Qué está tramando ahora? La explosión en el laboratorio no fue gran cosa. Es una profesora con años de experiencia, ¿cómo espera ganarse el respeto de los estudiantes si maneja todo de forma tan infantil?Aldara soltó una risa amarga.—Eres increíble, Ovidio. Realmente lo eres.Molesto, Ovidio replicó:—¿Me estás defendiendo a ella? Sé que son amigas, pero lo justo es justo. La vi con mis propios ojos: Constanza se cubrió con una toalla húmeda mientras ignoraba que una de sus estudiantes se asfixiaba con el humo. ¿Qué crees que dirá la universidad si reporto esto?Aldara suspiró profundamente, su tono cargado de sar
Ovidio tomó un taxi apresurado de regreso a la universidad. Al llegar, salió corriendo hacia el edificio del instituto de investigación.Yo lo seguía de cerca, observando su agitación con una expresión vacía.Llegó sin aliento a la puerta del laboratorio, y se quedó allí, inmóvil, con el teléfono en la mano.Intentó llamarme, pero su rostro mostró frustración al darse cuenta de que mi teléfono estaba apagado. No tenía forma de contactarme.Se quedó en silencio por un buen rato, luchando con sus pensamientos antes de decidirse a entrar.Dentro, Aldara le explicaba algo a Esperanza, ambas ignorando deliberadamente la presencia de Ovidio.Él, algo incómodo, preguntó:—¿Dónde está Constanza?Aldara lo miró de reojo.—Se fue a casa.Ovidio, más tranquilo de lo que esperaba, se secó el sudor de la frente y volvió a preguntar:—¿Pidió permiso para ausentarse?Aldara soltó una carcajada sarcástica.—Ya no necesitará pedir permiso nunca más.Ovidio se quedó paralizado, intentando entender el pe