Capítulo 4
Ovidio tomó un taxi apresurado de regreso a la universidad. Al llegar, salió corriendo hacia el edificio del instituto de investigación.

Yo lo seguía de cerca, observando su agitación con una expresión vacía.

Llegó sin aliento a la puerta del laboratorio, y se quedó allí, inmóvil, con el teléfono en la mano.

Intentó llamarme, pero su rostro mostró frustración al darse cuenta de que mi teléfono estaba apagado. No tenía forma de contactarme.

Se quedó en silencio por un buen rato, luchando con sus pensamientos antes de decidirse a entrar.

Dentro, Aldara le explicaba algo a Esperanza, ambas ignorando deliberadamente la presencia de Ovidio.

Él, algo incómodo, preguntó:

—¿Dónde está Constanza?

Aldara lo miró de reojo.

—Se fue a casa.

Ovidio, más tranquilo de lo que esperaba, se secó el sudor de la frente y volvió a preguntar:

—¿Pidió permiso para ausentarse?

Aldara soltó una carcajada sarcástica.

—Ya no necesitará pedir permiso nunca más.

Ovidio se quedó paralizado, intentando entender el pe
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