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La enfermera Rita se mantenía en la esquina de la sala de espera, oculta tras un grupo de familiares que conversaban animadamente. Sus ojos recorrían a todos los presentes mientras su dedo tocaba discretamente la pantalla de su celular, grabando cada palabra que se decía.

Había algo que la hacía sentirse poderosa en ese instante, algo que se alimentaba de la información que recolectaba. Una sonrisa ligera se dibujaba en su rostro, casi imperceptible para quienes la rodeaban, pero suficiente para que ella misma se sintiera satisfecha de la tarea que había cumplido hasta ahora.

Allí estaban Natalia y Simón, con sus respectivos conocidos reunidos, sin saber que estaban siendo observados, que ella ya conocía más de lo que podían imaginar.

Cada gesto, cada mirada, cada pequeño susurro entre ellos lo captaba con total atención. Ella había aprendido a hacerlo de forma tan natural que casi ni lo pensaba.

El resto del dinero que le prometieron parecía tan cercano, tan tangible, que su moral
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