Queridos lectores, gracias por la oportunidad a este libro. Quiero recordarles que la autora soy yo, y yo decido sobre la trama, y cuando se termina el libro, esta historia con el debido respeto no es la rosa de Guadalupe, aquí no sopla el viento y los personajes viven felices, ellos deben aprender a madurar, me dejan reseñas, que déjalos juntos, pero ya están juntos, sin embargo requieren fortalecer su unión, porque hasta en la vida real, las parejas tienen conflictos, problemas y van superándolos cuando existe amor de verdad, yo no escribo romance rosa, mis personajes van creciendo, y sorteando los problemas y dificultades. Gracias una vez más por leer.
Abigaíl sintió un estremecimiento al escuchar a Aitor, se puso nerviosa, no quería otro escándalo como el que sucedió en Boston con Thomas Musk, además que Alexander no era un cliente cualquiera, sino el jefe de él. —No asumas cosas, puedes cometer un error, y no nos conviene tener más enemigos —recomendó, lo agarró del brazo—, mejor vamos a casa, allá hablamos con calma. Aitor soltó un resoplido, y la expresión de enojo que mostraban sus ojos cambió, relajó la postura y el semblante, agarró de la mano a su mujer y abandonaron el restaurante en calma. En el restaurante Alexander se aproximó a la mesa de Rachel. —Buen trabajo, ahora quiero que dejes tranquilo a Aitor, te llamaré cuando requiera de nuevo tus servicios. —Le hizo un cheque y se lo entregó—, y si me entero que lo acosas, o molestas a Abigaíl, te devuelvo a la pocilga en la cual te encontré —advirtió. Rachel miró el cheque sonrió, y luego elevó sus manos en señal de rendición. —Esperaré tu llamado. Gracias. —Beso la m
Aitor bajó del auto de su jefe y entró corriendo al hospital, agitado buscó con sus ojos a Piero, lo encontró sentado con la cabeza hacia atrás en una de las sillas de la sala de espera. —¿Cómo está? ¿Qué ocurrió? —cuestionó. Piero soltó un bufido, miró a Aitor, apretó los labios. —No lo sé, tenía un dolor muy fuerte en el vientre, casi no podía mantenerse en pie, los médicos la están revisando. Aitor deslizó sus dedos por su espeso cabello, gruñó y empezó a caminar por la sala como un loco. —¿Podrías ir por Jake? —solicitó, tenía el semblante apagado y lleno de angustia. —Por supuesto, pero me mantienes informado —ordenó Piero. —Claro —contestó Aitor. Y mientras Piero salía, Alexander entraba. —¿Qué pasó con Abigaíl? ¿Cómo se encuentra? Aitor frunció el ceño, miró con seriedad al hombre, notó demasiada preocupación en su semblante como si Aby le importara demasiado, pero no estaba para reclamos en ese momento. —Dice el jefe de Aby que tenía un dolor muy fuerte en
—Parece que no escuchas y te agrada sacar conclusiones, te dije que es posible que Aby sea mi hija, ¿crees que le haría daño? —cuestionó Alexander, miró a Aitor resoplando, enfurecido. Aitor sacudió la cabeza, por unos instantes intentó recuperar la cordura, pensar con cabeza fría, y así lo hizo. —Te daré una oportunidad…—No me amenaces, te conviene tenerme de amigo que, de enemigo, te aseguro que juntos acabaremos con Robert, pero ahora nos interesa saber quién está detrás del atentado contra Aby —espetó Alex.Aitor asintió y mientras salía del hospital acompañado de Alexander, agarró su móvil y llamó a Piero. —¿Estás con Jake?—Si lo traje a mi casa por cualquier cosa —comunicó Piero. —¿Qué ocurrió con Aby?Aitor enseguida procedió a contarle lo ocurrido con el bebé y lo que habían descubierto. —¡No puede ser! —exclamó resoplando—, lo lamento. —Piero necesitamos entrar a la oficina de Aby con un investigador de la policía, requerimos tu permiso, y que nos dejes revisar las cám
—Estoy seguro de eso —dijo Alexander—, debieron conseguir identificaciones falsas y para eso se requiere dinero y no creo que Fresia pudiera utilizar el dinero que seguramente tiene guardado que le sacó todos estos años al infeliz de Robert —gruñó. —M@ldito Hamilton me las va a pagar —aseguró Aitor respirando agitado.—Ahora más que nunca debemos proteger a Aby y Jake —propuso Alexander—. Robert no es de los que se quedan de brazos cruzados, a ese hombre no le importa destruir a su familia, con tal de conseguir lo que anhela: Poder y dinero. Aitor lo sabía bien, durante años soportó las humillaciones del viejo Hamilton, siempre haciéndolo de menos, hablando mal de su padre, diciendo que era un perdedor y que iba a terminar igual. «No tienes agallas Aitor, eres igual de patético que tu padre, un perdedor, un tipo que todo negocio lo lleva a la ruina»La voz del viejo Hamilton hizo eco en la mente de Aitor, cerró sus puños con fuerza, sus nudillos se volvieron blancos, pero necesitab
Aitor ingresó a la habitación de Aby, corrió a la cama al escucharla llorar. —¿Qué ocurre? —preguntó y la abrazó. —¡Fueron ellas! ¡Kendra y Fresia, ellas asesinaron a nuestro bebé!Aitor sintió que un nudo se le quedaba atorado en la garganta, pensaba decirle a Aby la verdad, pero luego que saliera del hospital, sin embargo ya se había enterado y de la peor manera. —Lo lamento, no sé cómo hicieron para venirnos siguiendo. —Le acarició la espalda, mientras ella lloraba sin parar—, logramos que la policía las detuviera, ya no nos harán daño, te prometo que haré que se refundan en prisión. Aby se aferró al cuerpo de Aitor, sollozó unos minutos más, mientras él la consolaba. —Quiero que no salgan de la cárcel, que paguen por lo que nos hicieron —susurró Aby gimoteando. —Así será cariño, lo prometo. —Aitor besó su frente. —¿Cómo está Jake? —indagó Aby, angustiada por su pequeño. Aitor se aclaró la garganta. —Se quedó en el apartamento de Piero, y mi jefe les puso custodia. Aby pa
—¡Mis sospechas eran ciertas! —balbuceó con la voz temblorosa. —¡Es mi hija! —susurró sintiendo que el corazón le latía a millón—. Con más razón te haré pagar Robert Hamilton, por todos los años que me enviaste a prisión siendo inocente, por haberme robado a la mujer que amaba y a mi hija, lo pagarás —bramó la mirada se le volvió oscura, de inmediato agarró su móvil y marcó. En el apartamento de Aby, ella intentaba recuperarse del dolor que la pérdida de su bebé dejó en su corazón, sabía que no podía sumirse en la depresión, más cuando tenía otro hijo por quién velar, y al amor de su vida a su lado, apoyándola, cuidándola, como siempre debió haber sido. Para mantener su mente activa, decidió volver a centrar su atención en sus proyectos y uno de esos era la inauguración de la empresa del señor Howard. De vez en cuando reía al escuchar la complicidad que ahora tenían Aitor y Jake, quiénes en la cocina preparaban el almuerzo. —Mira amigo Batman, esta hoja de lechuga parece mi capa —
«¡No lo es!» gritó en su mente Aitor, pero era un secreto que no le pertenecía, y que debía mantener en silencio hasta que el propio Alexander se lo contara a Abigail. —¿En qué piensas? —indagó ella, alzó su rostro y lo miró a los ojos. —En que mañana debo ir a ver a Fresia y llegar a un acuerdo para que diga la verdad.Aby inhaló profundo, apretó los puños. —Yo también quiero ir, deseo verlas a los ojos y que me digan por qué motivo me odian tanto —bramó Aby sintiendo su respiración agitada. —No creo que sea buena idea, no deseo que te expongas —comentó Aitor. Aby suspiró profundo, lo observó con calidez. —Ya no soy la misma niña a la cual ellas solían acusar, y hacer llorar, ahora soy una mujer que aprendió a defenderse sola, a luchar por sí misma, ya no les tengo miedo, quieras o no, las voy a enfrentar. Aitor frunció los labios, no estaba de acuerdo, él siempre buscó protegerla, pero Aby tenía razón, ya no era una niña, muy a su pesar accedió. —Está bien, iremos juntos. *
Aitor apretó los dientes, sentía la imperiosa necesidad de decirle que ahora tenía un padre, pero no se atrevió. Y justo cuando empezaban a abandonar la prisión, llevaban a Fresia a su celda, la mujer miró a Aby y arrugó la nariz. —Pensé que nunca te volvería a ver —musitó la mujer con esa voz llena de desprecio que siempre se dirigía a Aby. Aby la observó con profundo resentimiento, se limpió las lágrimas. —Se te hizo realidad el deseo, no me volverás a ver, porque pasarás tus días en prisión, en cambio yo, seré feliz al lado del hombre que amo, y de mi hijo. —Siempre y cuando Robert lo permita —susurró y sonrió lista para lanzar su veneno—, aunque si yo fuera tú, me haría una prueba de ADN, tu madre era una mujerzuela, y estoy segura que ya estaba embarazada cuando se casó con tu… con Hamilton. Aby sintió que la ira reverberaba en sus venas, gruñó, no se contuvo más y le lanzó una bofetada a su tía política. Aitor la agarró del brazo, la contuvo. —Te está provocando, no le h