—Estoy seguro de eso —dijo Alexander—, debieron conseguir identificaciones falsas y para eso se requiere dinero y no creo que Fresia pudiera utilizar el dinero que seguramente tiene guardado que le sacó todos estos años al infeliz de Robert —gruñó. —M@ldito Hamilton me las va a pagar —aseguró Aitor respirando agitado.—Ahora más que nunca debemos proteger a Aby y Jake —propuso Alexander—. Robert no es de los que se quedan de brazos cruzados, a ese hombre no le importa destruir a su familia, con tal de conseguir lo que anhela: Poder y dinero. Aitor lo sabía bien, durante años soportó las humillaciones del viejo Hamilton, siempre haciéndolo de menos, hablando mal de su padre, diciendo que era un perdedor y que iba a terminar igual. «No tienes agallas Aitor, eres igual de patético que tu padre, un perdedor, un tipo que todo negocio lo lleva a la ruina»La voz del viejo Hamilton hizo eco en la mente de Aitor, cerró sus puños con fuerza, sus nudillos se volvieron blancos, pero necesitab
Aitor ingresó a la habitación de Aby, corrió a la cama al escucharla llorar. —¿Qué ocurre? —preguntó y la abrazó. —¡Fueron ellas! ¡Kendra y Fresia, ellas asesinaron a nuestro bebé!Aitor sintió que un nudo se le quedaba atorado en la garganta, pensaba decirle a Aby la verdad, pero luego que saliera del hospital, sin embargo ya se había enterado y de la peor manera. —Lo lamento, no sé cómo hicieron para venirnos siguiendo. —Le acarició la espalda, mientras ella lloraba sin parar—, logramos que la policía las detuviera, ya no nos harán daño, te prometo que haré que se refundan en prisión. Aby se aferró al cuerpo de Aitor, sollozó unos minutos más, mientras él la consolaba. —Quiero que no salgan de la cárcel, que paguen por lo que nos hicieron —susurró Aby gimoteando. —Así será cariño, lo prometo. —Aitor besó su frente. —¿Cómo está Jake? —indagó Aby, angustiada por su pequeño. Aitor se aclaró la garganta. —Se quedó en el apartamento de Piero, y mi jefe les puso custodia. Aby pa
—¡Mis sospechas eran ciertas! —balbuceó con la voz temblorosa. —¡Es mi hija! —susurró sintiendo que el corazón le latía a millón—. Con más razón te haré pagar Robert Hamilton, por todos los años que me enviaste a prisión siendo inocente, por haberme robado a la mujer que amaba y a mi hija, lo pagarás —bramó la mirada se le volvió oscura, de inmediato agarró su móvil y marcó. En el apartamento de Aby, ella intentaba recuperarse del dolor que la pérdida de su bebé dejó en su corazón, sabía que no podía sumirse en la depresión, más cuando tenía otro hijo por quién velar, y al amor de su vida a su lado, apoyándola, cuidándola, como siempre debió haber sido. Para mantener su mente activa, decidió volver a centrar su atención en sus proyectos y uno de esos era la inauguración de la empresa del señor Howard. De vez en cuando reía al escuchar la complicidad que ahora tenían Aitor y Jake, quiénes en la cocina preparaban el almuerzo. —Mira amigo Batman, esta hoja de lechuga parece mi capa —
«¡No lo es!» gritó en su mente Aitor, pero era un secreto que no le pertenecía, y que debía mantener en silencio hasta que el propio Alexander se lo contara a Abigail. —¿En qué piensas? —indagó ella, alzó su rostro y lo miró a los ojos. —En que mañana debo ir a ver a Fresia y llegar a un acuerdo para que diga la verdad.Aby inhaló profundo, apretó los puños. —Yo también quiero ir, deseo verlas a los ojos y que me digan por qué motivo me odian tanto —bramó Aby sintiendo su respiración agitada. —No creo que sea buena idea, no deseo que te expongas —comentó Aitor. Aby suspiró profundo, lo observó con calidez. —Ya no soy la misma niña a la cual ellas solían acusar, y hacer llorar, ahora soy una mujer que aprendió a defenderse sola, a luchar por sí misma, ya no les tengo miedo, quieras o no, las voy a enfrentar. Aitor frunció los labios, no estaba de acuerdo, él siempre buscó protegerla, pero Aby tenía razón, ya no era una niña, muy a su pesar accedió. —Está bien, iremos juntos. *
Aitor apretó los dientes, sentía la imperiosa necesidad de decirle que ahora tenía un padre, pero no se atrevió. Y justo cuando empezaban a abandonar la prisión, llevaban a Fresia a su celda, la mujer miró a Aby y arrugó la nariz. —Pensé que nunca te volvería a ver —musitó la mujer con esa voz llena de desprecio que siempre se dirigía a Aby. Aby la observó con profundo resentimiento, se limpió las lágrimas. —Se te hizo realidad el deseo, no me volverás a ver, porque pasarás tus días en prisión, en cambio yo, seré feliz al lado del hombre que amo, y de mi hijo. —Siempre y cuando Robert lo permita —susurró y sonrió lista para lanzar su veneno—, aunque si yo fuera tú, me haría una prueba de ADN, tu madre era una mujerzuela, y estoy segura que ya estaba embarazada cuando se casó con tu… con Hamilton. Aby sintió que la ira reverberaba en sus venas, gruñó, no se contuvo más y le lanzó una bofetada a su tía política. Aitor la agarró del brazo, la contuvo. —Te está provocando, no le h
Aitor siguió intentando comunicarse con Aby, con los dedos temblorosos y el corazón latiendo a millón marcaba, pero el móvil de ella enviaba a buzón. A grandes zancadas entró como un demente a la oficina de Alexander. —¡Aby y mi hijo están en peligro! —exclamó en voz fuerte. —¡Lo sé! ¡Lo sé! —contestó Alexander, enredó sus dedos en los mechones de su cabello—, mi equipo de seguridad acaba de notificar, pero perdieron la señal del GPS —resopló.—¡Hay que hacer algo! —gritó Aitor—, seguro fue Robert, hay que denunciarlo. —¡Cálmate! —ordenó Alexander, aunque ni él mismo podía hacerlo, pero requerían pensar con cabeza fría—, no podemos acusar a nadie, no tenemos pruebas, sería una verdadera locura, pero la policía está investigando, eso sucedió a plena luz del día.—¿Y entonces? —gritó Aitor fuera de sí—, se trata de mi mujer y de mi hijo, y si se te olvidó también de tu hija —vociferó con fuerza. —¡Por supuesto que no se me ha olvidado! —enfatizó—, pero nada sacamos discutiendo, tene
—Sí —contestó—, el padre de ese infeliz me quitó la oportunidad de casarme con Viviane, y tuve que hacerlo con tu madre —confesó respirando agitado. Aby abrió sus ojos con amplitud, el corazón le tembló. —Eso quiere decir que nunca amaste a mi mamá —cuestionó balbuceando. —Así es, nunca estuve enamorado de Amber, solo amé a una mujer y esa fue Viviane, pero ella me rechazó —resopló, tensó los músculos. Los ojos de Aby se llenaron de lágrimas, y sintió un ardor en el pecho, ahora entendía muchas cosas, el desprecio de su padre hacia ella, si jamás amó a su mamá, menos iba a amar a su hija. —Eres peor de lo que pensé, si no me quieres, para qué me trajiste —cuestionó Aby a los gritos. —Sí no perderé el tiempo contigo —vociferó—, quiero que firmes unos documentos. Aby parpadeó, abrió sus ojos sorprendida. —¿Documentos? ¿De qué hablas?—Tu madre te dejó un fideicomiso, y podrás gozarlo cuando cumplas veinticinco años, y no sé cómo Viviane se enteró, y por ese motivo Aitor Roig te
Abigaíl palideció, se agarró del brazo de Aitor para no caer de la impresión, miró a Robert, con expresión de desconcierto. —¡No lo creas! —gritó Hamilton—, eres mi hija, este hombre miente. —Aquí el único mentiroso eres tú, yo tengo las pruebas —vociferó Alexander—, ya llévenselo —ordenó a los agentes. Abigaíl observó a Robert con el ceño fruncido, y los ojos llenos de desconcierto, el corazón lo tenía apretujado en el pecho. —¿Qué está ocurriendo Aitor? —preguntó Aby con la voz temblorosa, los ojos humedecidos. Aitor la rodeó con su brazo, la observó con ternura. —Vamos a casa, pronto lo sabrás todo. Alexander observó a Abigaíl, percibiendo su corazón latiendo a millón, tenía tantas cosas por decirle, pero las palabras no salían de sus labios. —Es largo de explicar —susurró con la voz entrecortada—, vamos a casa. Abigail acompañada de Aitor y junto a su hijo subieron a una de las camionetas blindadas del señor Howard, miles de preguntas rondaban la mente de Aby. «¿Mi verda