Aitor apretó los dientes, sentía la imperiosa necesidad de decirle que ahora tenía un padre, pero no se atrevió. Y justo cuando empezaban a abandonar la prisión, llevaban a Fresia a su celda, la mujer miró a Aby y arrugó la nariz. —Pensé que nunca te volvería a ver —musitó la mujer con esa voz llena de desprecio que siempre se dirigía a Aby. Aby la observó con profundo resentimiento, se limpió las lágrimas. —Se te hizo realidad el deseo, no me volverás a ver, porque pasarás tus días en prisión, en cambio yo, seré feliz al lado del hombre que amo, y de mi hijo. —Siempre y cuando Robert lo permita —susurró y sonrió lista para lanzar su veneno—, aunque si yo fuera tú, me haría una prueba de ADN, tu madre era una mujerzuela, y estoy segura que ya estaba embarazada cuando se casó con tu… con Hamilton. Aby sintió que la ira reverberaba en sus venas, gruñó, no se contuvo más y le lanzó una bofetada a su tía política. Aitor la agarró del brazo, la contuvo. —Te está provocando, no le h
Aitor siguió intentando comunicarse con Aby, con los dedos temblorosos y el corazón latiendo a millón marcaba, pero el móvil de ella enviaba a buzón. A grandes zancadas entró como un demente a la oficina de Alexander. —¡Aby y mi hijo están en peligro! —exclamó en voz fuerte. —¡Lo sé! ¡Lo sé! —contestó Alexander, enredó sus dedos en los mechones de su cabello—, mi equipo de seguridad acaba de notificar, pero perdieron la señal del GPS —resopló.—¡Hay que hacer algo! —gritó Aitor—, seguro fue Robert, hay que denunciarlo. —¡Cálmate! —ordenó Alexander, aunque ni él mismo podía hacerlo, pero requerían pensar con cabeza fría—, no podemos acusar a nadie, no tenemos pruebas, sería una verdadera locura, pero la policía está investigando, eso sucedió a plena luz del día.—¿Y entonces? —gritó Aitor fuera de sí—, se trata de mi mujer y de mi hijo, y si se te olvidó también de tu hija —vociferó con fuerza. —¡Por supuesto que no se me ha olvidado! —enfatizó—, pero nada sacamos discutiendo, tene
—Sí —contestó—, el padre de ese infeliz me quitó la oportunidad de casarme con Viviane, y tuve que hacerlo con tu madre —confesó respirando agitado. Aby abrió sus ojos con amplitud, el corazón le tembló. —Eso quiere decir que nunca amaste a mi mamá —cuestionó balbuceando. —Así es, nunca estuve enamorado de Amber, solo amé a una mujer y esa fue Viviane, pero ella me rechazó —resopló, tensó los músculos. Los ojos de Aby se llenaron de lágrimas, y sintió un ardor en el pecho, ahora entendía muchas cosas, el desprecio de su padre hacia ella, si jamás amó a su mamá, menos iba a amar a su hija. —Eres peor de lo que pensé, si no me quieres, para qué me trajiste —cuestionó Aby a los gritos. —Sí no perderé el tiempo contigo —vociferó—, quiero que firmes unos documentos. Aby parpadeó, abrió sus ojos sorprendida. —¿Documentos? ¿De qué hablas?—Tu madre te dejó un fideicomiso, y podrás gozarlo cuando cumplas veinticinco años, y no sé cómo Viviane se enteró, y por ese motivo Aitor Roig te
Abigaíl palideció, se agarró del brazo de Aitor para no caer de la impresión, miró a Robert, con expresión de desconcierto. —¡No lo creas! —gritó Hamilton—, eres mi hija, este hombre miente. —Aquí el único mentiroso eres tú, yo tengo las pruebas —vociferó Alexander—, ya llévenselo —ordenó a los agentes. Abigaíl observó a Robert con el ceño fruncido, y los ojos llenos de desconcierto, el corazón lo tenía apretujado en el pecho. —¿Qué está ocurriendo Aitor? —preguntó Aby con la voz temblorosa, los ojos humedecidos. Aitor la rodeó con su brazo, la observó con ternura. —Vamos a casa, pronto lo sabrás todo. Alexander observó a Abigaíl, percibiendo su corazón latiendo a millón, tenía tantas cosas por decirle, pero las palabras no salían de sus labios. —Es largo de explicar —susurró con la voz entrecortada—, vamos a casa. Abigail acompañada de Aitor y junto a su hijo subieron a una de las camionetas blindadas del señor Howard, miles de preguntas rondaban la mente de Aby. «¿Mi verda
—Por supuesto, pero esta vez fue Robin el valiente, fuiste muy inteligente, me llegó a tiempo la batiseñal. El pequeño sonrió, la mirada le brilló. —Justo a tiempo Batman, espero que hayas acabado con el pingüino, es muy malo, le decía a mi mamá cosas muy feas de ti —apretó los labios. Aitor no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar a su hijo referirse a Robert como el icónico villano de Batman. —Ese es mi hijo —expresó orgulloso. —Y el mío también —rezongó Aby. Enseguida los tres se fundieron en un abrazo, ya estaban juntos y esta vez ya nada los podía separar. Luego que Jake se durmió, Aitor y Abigail se acomodaron en la habitación que Alexander había dispuesto para ellos. Ya en la soledad de esa habitación Aitor llenó de besos a Aby, su corazón había vuelto a su cuerpo. —Estuve a punto de volverme loco, sin saber de ustedes —confesó. —No imaginé que Robert llegara a tanto —susurró Aby—, quisiera sentir pena por él, pero no me nace ese sentimiento, no sé, ese
Aby tomó del brazo a Aitor, lo miró con ternura, para tranquilizarlo. —Dejemos que mi papá se encargue de Robert —habló con dulzura. —Tienes razón —expuso Aitor, le acarició la mejilla—, creo que es momento de volver a nuestra casa.Alexander observó a su hija, sintió un estremecimiento, quería tenerla cerca a ella, a su nieto. —¿Por qué el apuro de irse? —investigó, observó a su hija con melancolía. —Agradecemos tu hospitalidad Alexander, pero el casado casa quiere, y claro Aby y yo aún no somos esposos, pero no tardamos en serlo una vez más. —La abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo. —Espero que no te tardes en pedirle matrimonio a mi hija —habló con su gruesa voz y con firmeza. —Lo haré —dijo Aitor, ladeó los labios, esta vez quería sorprender a Aby, por eso no podía precisar cuándo lo iba a hacer. —Lo comprendo, y sé que como pareja quieren estar solos, pero…—Alexander habló y fue interrumpido por su hija.Aby se acercó a su papá, lo tomó del brazo. —No quiero dejar
Unos días después, se dio inicio al juicio en contra de Robert Hamilton, Alexander logró que se abriera el caso por el cual, él fue condenado a prisión siendo inocente, y todo eso estaba en conocimiento de la corte. Cuando Robert entró en la sesión, esposado como un vulgar delincuente Abigaíl lo miró con frialdad, Aitor con desprecio, entonces los altos tacones de una mujer se escucharon en el entablado era Viviane, se quitó los lentes y miró al acusado con profunda repulsión, no pudo evitar acercarse y sentarse en primera fila detrás de él. —Así era como te quería ver, acabado maldito viejo —susurró. Robert apretó los puños, resopló. —No cantes victoria querida —susurró. Viviane soltó una risilla. —Te estás enfrentando a tu peor enemigo, y te aseguro que Alexander no te dejará libre. Enseguida les pidieron guardar silencio, porque el juez entró, todos se pusieron de pie y se dio inicio a la sesión. El abogado de Robert, llamó a los testigos, el primero en hablar fue Alexander
Días después. Alexander viajó junto con Aitor a Boston, no podían permitir que Robert valiéndose de algún artilugio lograra reducir su condena y no fuera enjuiciado por los fraudes que cometió. —¿Crees que el fiscal general de la nación acepte vernos? —indagó Aitor dubitativo, y pensativo. —Es un caso importante, no creo que se niegue —expresó y ladeó los labios. Enseguida bajaron del auto, y entraron al imponente edificio, caminaron por los impecables pasillos, y enseguida llegaron a la oficina del fiscal. —Señorita quiero ver al fiscal —avisó con su gruesa voz Alexander. —El señor no recibe sin cita previa —indicó con amabilidad la chica. Alex sonrió. —Dígale que está aquí Alexander Howard, va a ver que me recibe. —Guiñó un ojo. La mujer no pudo evitar sonreír, se puso de pie y fue directo al despacho de su jefe, luego de unos minutos salió. —Sigan por favor. —¿Conoces al fiscal? —cuestionó en voz baja Aitor. Alexander volvió a sonreír, y entró a la oficina. —