—¡Aitor! —exclamó Aby, completamente ruborizada—, voltéate. Aitor ladeó los labios. —Pero estuvimos casados, no tiene nada de malo, mirar —bromeó. —¡Eres un imbécil! —rebatió ella, lo empujó, observó la puerta del baño, y corrió hacia allá, enseguida se deshizo de todas las prendas, abrió la ducha, colocó el agua caliente. —Achú —escuchó varias veces que Aitor estornudaba afuera en la alcoba, recordó lo mal que se puso la otra noche, se estremeció. —¡Te vas a enfermar si no te quitas esa ropa! —gritó ella desde el baño. —Lo sé, pero debo esperar que tú salgas de la ducha. Aby parpadeó, inhaló profundo varias veces, envolvió su cuerpo en una toalla, abrió la puerta. —Puedes entrar —susurró. Aitor elevó una ceja, la miró con atención. —¿Estás segura? Aby irguió la barbilla. —Confío en ti. Aitor tomó una gran bocanada de aire, entró al tocador, ya el vapor del agua caliente había abrigado el clima. Aby volteó para no mirarlo, él sonrió, se despojó de la ropa, se metió con ra
Aitor estiró su brazo, pensando en abrazar a Aby, refugiarse en el calor de su cuerpo, pero cuando sintió que la cama estaba vacía, abrió sus ojos de golpe, frunció el ceño. —¡Aby! —exclamó pensando que quizás estaba en el baño, pero cuando enfocó su vista en la alcoba, las cosas de ella no estaban—. Se fue —susurró, y sintió un pinchazo en el corazón, no sabía los motivos que la llevaron a irse de esa forma, cuando la noche anterior pasaron un momento maravilloso. «¿Le habrá pasado algo a Jake?», se preguntó, saltó de la cama, y agarró su móvil, entonces miró un sinnúmero de llamadas perdidas de Robert, el padre de Aby. Aitor resopló, deslizó sus dedos por los oscuros mechones de su cabello, gruñó, seguramente el anciano ya sabía de la pelea, todos debieron enterarse, pero a él no le importaba nada de eso, sino hablar con Abigaíl, pero cuando le marcó, el móvil de ella envió a buzón. —¡No puede ser! —gruñó, se vistió con rapidez y salió del hotel. ****Aby había demorado en lleg
Aitor cerró sus puños con fuerza. —No es el lugar ni el momento indicado para hablar de estas cosas, no volveré a molestar a Aby —musitó arrastrando las palabras. —Abigaíl, solo espero que no haya más escándalos —vociferó el anciano con voz de advertencia. —Los dos se pueden ir por dónde vinieron —bramó Aby con profunda seriedad, entró a la casa, azotó la puerta, y se recargó en la madera, entonces empezó a llorar. Afuera Robert enfocó su mirada iracunda en su ex yerno.—Eres un m@ldito interesado Aitor Roig, pero no tocarás un centavo de mi fortuna —amenazó Robert antes de volver a su elegante vehículo. —Jamás lo haría, ¿te recuerdo que me hiciste firmar capitulaciones cuando me casé con Aby, y que también las firmé con Kendra? ¡Yo no soy el interesado! —espetó—, pero la verdad no tengo ganas de discutir contigo. Aitor caminó a grandes pasos hasta su auto, subió en él arrancó, para despistar a Robert, pero no se podía ir sin aclarar las cosas con Aby, no podía permitir que pen
Abigaíl sintió que la piel se le erizó, clavó sus ojos en los de su amigo, se aclaró la garganta.—Tú sabes bien que no soy mujer de escándalos, ese hombre insistió en que fuera a uno de sus eventos, puse muchos pretextos, y terminé aceptando, yo no imaginé que ese tipo se quería pasar de listo, lo lamento Piero, asumiré con mi sueldo las perdidas —murmuró. —Si no te conociera tantos años, te despediría sin contemplaciones, pero sé que no mientes, y también odio los abusivos, por eso cancelé el contrato con él —expresó con seriedad—, sin embargo, no quiero más conflictos Abigaíl, hemos trabajado duro para sacar la empresa adelante, no podemos arriesgarnos a perderla. —Si te refieres a la boda de Aitor, todo sigue en marcha, nada ha cambiado —expresó, bajó la vista, se aclaró la garganta. —¿Pasan la noche juntos, y la boda sigue? —indagó Piero.—No pasamos la noche juntos —mintió ella balbuceando. —¿Me crees pendejo Abigaíl? Todos comentan que él te rescató, salieron juntos de la f
Ambas la buscaron con los ojos y fue la propia Aby, quien, caminando con elegancia, se aproximó a ellas.La quijada de Kendra por poco fue a parar al piso de la impresión, Abigaíl con su gran belleza, captaba la atención de los invitados. Fresia abrió los labios, se quedó sin habla.«¡Eres una m@ldita, lo haces a propósito para llamar la atención de mi marido; pero no te saldrás con la tuya, hoy Aitor será solo mío» sentenció Kendra en la mente, apretando sus puños con firmeza.—Hola prima —saludó Aby dibujando en sus labios la sonrisa más hipócrita que podía mostrar. —Hola Abigaíl, que gusto verte en mi boda, pensé que no te quedarías —comentó Kendra con esa expresión de cinismo que solía hablar.—No me la perdería por nada, además yo misma la organicé —contestó sonriente—, pero no hagas perder el tiempo a tu futuro marido, debe estar impaciente —respondió Aby con ironía. Kendra la miró con absoluta seriedad. —Así es, Aitor ha esperado por esta boda con impaciencia, seremos muy fe
—¡Todo es tu culpa Aitor Roig! —gritó enfurecido el anciano Hamilton se acercó a su yerno con profunda seriedad—, tú debiste investigar esto desde un principio, y no dejar pasar cinco años —bramó lo apuntó con el dedo índice.—¿Y por qué no lo hiciste tú? ¡Tú eres el padre de Aby! ¡Tú la juzgaste al igual que yo y los demás, pero ella era tu hija, debiste creerle, apoyarla! —rugió embravecido Aitor. El anciano lo miró con una expresión sombría, apretó sus puños. —Voy a destruir tu empresa, te lo juro —advirtió rugiendo agitado—, y en cuanto a ustedes…Cuando volteó para encarar a Kendra y su madre, ambas mujeres habían desaparecido, aprovechándose de la discusión entre Aitor y Robert. Aitor las buscó con la mirada, corrió a la salida principal de la iglesia, notó a lo lejos que un taxi se alejaba. —¡MIerd@! —gruñó—, no puede ser, no deben escapar, Kendra debe pagar —aseguró, y subió a su auto para seguirlas, pero había perdido tiempo muy valioso, cuando tomó la carretera, ese taxi
Aitor llegó a su apartamento, con la mirada llena de tristeza, ni siquiera había tenido tiempo de despedirse de Jake, sentía una opresión en el pecho. Al entrar resopló al ver a su madre dentro. —Te dije que no quería hablar contigo. —No puedes seguirme ignorando Aitor, soy tu madre —rebatió ella, habló en voz alta. —¿Qué pasó con Abigaíl? ¿Te reconcíliate con ella?—No pienso hablar de eso contigo. —La miró con atención. —¿Vas a correr donde el viejo Hamilton a hacer otro acuerdo por dinero?Viviane negó con la cabeza, se llevó la mano al pecho. —Me ofendes, me tratas como si fuera una interesada, cuando lo único que hice desde que tu padre murió, fue velar por ti, tenía que recurrir a esos medios —aseguró sin inclinar la vista—, además no hay que llegar a eso con Robert, tu hijo, su nieto, será su heredero, siempre anheló uno, un hombre en la familia que llevara el apellido de él. Aitor miró a su madre, y negó, no daba crédito a la magnitud de sus palabras, abrió y cerró sus puñ
Aitor miró con seriedad a ese hombre. —Les doy mi palabra. —No es suficiente —respondió otra persona—, iremos a la fiscalía para pedir que se le prohíba la salida del país, mientras recuperamos nuestras inversiones. —Están en su derecho —musitó Aitor, apretó los dientes, dio vuelta y entró al edificio percibiendo un nudo en el estómago, el esfuerzo de tres años se venía abajo, por el odio injustificado de Robert Hamilton. Cuando llegó a la oficina, sintió una opresión en el pecho, miró a todos sus colaboradores, algunos cabizbajos, otros con los ojos llorosos, varios ansiosos esperando que él llegará y les diera buenas noticias, pero no, la realidad era otra. —Lo lamento señores, quisiera salvar esta empresa, pero como verán la gente quiere retirar su dinero, y no podemos hacer nada para evitarlo. —¿Nos quedaremos sin empleo señor Roig? —preguntó Martha, una mujer que era madre soltera y de su sueldo sacaba adelante a su hijo. Aitor pasó la saliva con dificultad. —Sí, t