La celda en la que Francesca iba a vivir por un largo… largo tiempo, fue sustituida por unos gruesos barrotes y un espacio muy pequeño al que solo un guardia insobornable tendría acceso para proporcionarle únicamente sus alimentos. Fue lo que Sebastian Mancini le dijo a Cassio en aquella llamada una semana después.El CEO Garibaldi se mostró agradecido, y no dudó en invitarlo a cenar alguna vez a él y a su familia cualquiera de los veranos siguientes en Amalfi, donde ya residía con su familia. El Mancini por supuesto que aceptó y su mujer le pidió que enviara saludos a la suya.También, después de lo que había ocurrido en el hotel de los Arcuri, Cassio cubrió todos los daños materiales. Grecia, la mujer del importante hotelero, lamentaba que la ceremonia no se hubiese podido llevar a cabo, pero que las puertas seguían abiertas para ellos, incluso cuando decidieran vacacionar, solo tenían que comunicarse directamente y ella misma iba a hacer todo lo posible para asegurarles la mejor su
Tomó por ambos lados el elástico de la ropa interior y la deslizó por las torneadas piernas, llenándole la piel de besos y caricias que le arrancaron suaves y débiles quejidos a la mujer.Con una mano, le masajeó el muslo, y con la otra, le apretó la nalga.— Mm — ella se quejó de gusto, y él sonrió.— Date la vuelta — ordenó con voz profunda, y ella no dudó en responder obediente —. Ahora… manos contra la pared e inclínate para mí.Kathia se sonrojó, y fue exactamente lo que hizo, porque después de varias semanas, estaba muy… muy necesitaba, y quería que él le hiciera de todo y más.— ¿Estoy bien así? — le preguntó por encima del hombro.— Estás perfecta — respondió él, al tiempo que masajeaba ambos redondos y rosados glúteos, para después deslizar un dedo por el canal y encontrarse cara a cara con el cálido y húmedo jugo que goteaba de entre los pliegues —. Joder, Kat, estás exquisita.Y un segundo más tarde, probó largamente la carne, de principio a fin, mientras ella se retorcía d
El yate estaba decorado perfectamente, como si hubiese tomado un buen par de días hacerlo. En realidad, había sido así. Cassio no había dejado de pensar en que quería volver a contraer matrimonio con Kathia, así que a escondidas, diariamente, se encargó de organizarlo todo para que al fin fuesen del otro legalmente.Kathia se llevó las manos a la boca para contener la impresión. Todo estaba de ensueño. Flores blancas, un camino de velas hasta el final de la pasarela que caminarían juntos y un arco de ramas secas y luces tenues que enmarcaban el mar perfectamente.— Cassio… — sollozó conmovida — ¿Cuándo hiciste todo esto?Él le besó la coronilla de la cabeza mientras la rodeaba por detrás.— Dediqué un par de horas cada tarde de la última semana — respondió, satisfecho con el resultado, y la giró entre sus brazos para hablarle mirándole directo a los ojos —. La verdad es que no quiero pasar un día más sin ser tu esposo, Kat.— Oh, Cassio — miró a su alrededor, todavía sin poder creerlo
Se enamoraron a las pocas semanas de conocer y se casaron presas de la pasión desbordada, de ese sentimiento que día con día se alimentaba. Tres años más tarde, se sabría cuánto peso tenía una palabra así de grande.Cassio no solo amaba a su mujer hasta lo impensable; y su deseo por ella era abrumador en casi todos los sentidos, sino que confiaba en ella incluso con los ojos vendados, por eso, cuando pruebas que parecían irrefutables llegaron a sus manos la misma tarde en la que se suponía celebrarían su tercer aniversario de bodas, el mundo del italiano colapsó bajo la suela de sus zapatos.— ¡¿Qué diablos significa esto, Francesca?! — preguntó a su hermana mayor, rabioso, no, más que eso, estaba que se lo llevaba el diablo y no lo traía de regreso. Sabía que la relación entre su mujer y ella no era buena, ni siquiera cordial, pero… ¡¿eso?! No, era demasiado. Aventó los papeles sobre el escritorio y la miró contenido — ¡Explícate, por amor a Dios! — exigió, colérico.Francesca sabía
Minutos más tarde, después de sobornar a la recepcionista del hotel para que le facilitara el número de la habitación, tomó el ascensor y se plantó en el piso indicado. Tomó el pomo entre sus manos que ahora sudaban y temblaban de rabia, dolor, de sentimientos encontrados… y abrió.La escena fue lo más escalofriante que hubiese presenciado jamás en su vida.El cuerpo de su mujer, ese que tantas veces había tocado… poseído como un salvaje, estaba completamente desnudo sobre las sábanas, sudando de saciedad, felizmente dormida, y a su lado, el vicepresidente del corporativo también reposaba.¡Hijo de…! Quiso gritarle, quiso tanto arrancarle las extremidades, una a una, hasta que colapsara de dolor, de sufrimiento… del mismo que él estaba sintiendo en ese momento.De esa sabandija podía esperarse cualquier cosa, pero, ¿de ella? ¡De ella no!Negó con la cabeza, y asqueado, salió de allí. Ninguno de los dos valía tanto la pena cómo para formar un escándalo, pero que les quedara claro que e
Han pasado cuatro años y medio desde entonces y Cassio no ha sabido cómo diablos dar vuelta a la página. Tantas mujeres a su entera disposición — aunque a cada una de ellas haya rechazado sin piedad —, tantas noches de alcohol; de agonía, tantas noches en vela… y nada conseguía borrar de su corazón el recuerdo de la única mujer que había amado: Kathia Scuderi.Cuatro años y medio sumido en una constante soledad; cruda miseria. Y parecía no haber forma de sacarse a sí mismo de allí… no sin ella.Y es que desde Kathia firmó los papeles del divorcio y cumplió su promesa de no volver a cruzarse en su camino ni por asomo, no había vuelto a ser el mismo, y contrario al hombre que solía ser en esos otros tiempos, ahora transitaba por la vida sin apegos ni emociones.Frustrado, solo era así como vivía la vida.Todavía podía recordar con amargura ese día, cuando llegó a casa siendo un hombre divorciado. Lo observó todo con un enorme vacío instalado en el centro de su pecho y furioso comenzó a
Kathia sabía que un día como ese iba a llegar tarde o temprano… solo hubiese deseado que se prolongara por un poco más de tiempo.Pasó un trago amargo y su corazón comenzó a latir con tanta fuerza en ese momento que no pudo evitar detestarse a sí misma, y es que ahora con treinta años, Cassio Garibaldi seguía siendo el sueño húmedo de cualquier mujer… incluso de ella misma. Salvajemente atractivo, sensual, oscuro, esas eran de las características con las que podía definirlo.El silencio se hizo de ellos por varios segundos, pues Cassio, después de tantos años, no podía creer que esa era la Kathia de la que se había enamorado.Su Kathia.Los recuerdos que tenía de su belleza no le hacían justicia al semejante monumento de mujer que tenía en frente. Casi cinco años desde entonces y lucía más hermosa, más ardiente… más la mujer que quería volver a tener como suya.— Hola, Kathia — apenas y reconoció su misma voz, es que de verdad se había quedado anonadado.Su primer encuentro, después d
Cuando llegó al pent-house que había rentado para instalarse los próximos meses — o el tiempo que le tomara reconquistar a su ex esposa, que esperaba fuese poco porque de verdad había estado conteniéndose de besarla y no estaba seguro de poder volver a hacerlo en su próximo encuentro con ella — sacó del sobre toda la información que le había entregado el detective acerca de su vida los últimos cinco años y leyó cada renglón meticulosamente.La química que existía entre ellos era igual o más intensa que hace años; lo supo por la forma en la que su contacto, apenas inocente, la hizo erizarse de pies a cabeza. Y aunque entendía perfectamente que estuviese herida y lo odiara con todas sus fuerzas, necesitaba saber cuáles alternativas tenía para reconquistar su corazón, y sobre todo, debía asegurarse de que el tal Valerio no significara nada en su vida, o al menos no de una forma romántica.Mientras leía, una a una, cada página, Cassio se enteró de que Kathia había tomado un vuelo el mismo