Se enamoraron a las pocas semanas de conocer y se casaron presas de la pasión desbordada, de ese sentimiento que día con día se alimentaba. Tres años más tarde, se sabría cuánto peso tenía una palabra así de grande.
Cassio no solo amaba a su mujer hasta lo impensable; y su deseo por ella era abrumador en casi todos los sentidos, sino que confiaba en ella incluso con los ojos vendados, por eso, cuando pruebas que parecían irrefutables llegaron a sus manos la misma tarde en la que se suponía celebrarían su tercer aniversario de bodas, el mundo del italiano colapsó bajo la suela de sus zapatos.
— ¡¿Qué diablos significa esto, Francesca?! — preguntó a su hermana mayor, rabioso, no, más que eso, estaba que se lo llevaba el diablo y no lo traía de regreso. Sabía que la relación entre su mujer y ella no era buena, ni siquiera cordial, pero… ¡¿eso?! No, era demasiado. Aventó los papeles sobre el escritorio y la miró contenido — ¡Explícate, por amor a Dios! — exigió, colérico.
Francesca sabía que debía actuar con bastante inteligencia, así que soltó un suspiro y fingió estar conmovida, incluso destrozada.
— Cassio, sé que esto es delicado, pero… tu mujer ha tratado de desfalcar la empresa de nuestra familia, y lo que ves allí — señaló el reguero de papeles que él mismo había lanzado sobre el escritorio — es la prueba de ello. Tienes que abrir los ojos, esa mujer…
— ¡Cállate! ¡Esto debe tener explicación! — Sí, no podría ser de otro modo — Solicita una junta con la directiva de la empresa. ¡Los quiero a todos presentes!
La mujer negó con la cabeza, fingiendo estar afligida.
— Sé que confías en esa mujer, Cassio — dijo despectivamente — pero…
— ¡Esa mujer, a la que te refieres de forma desigual es mi jodida esposa, Francesca! — gritó embravecido, enérgico — Organiza la put4 junta y espero que alguien me dé razones de esto. Kathia tiene acceso a todo lo que concierne a la empresa, pero no es capaz de esto y lo sabes.
— No, lo único que sé, es que tu flamante esposa te ha hecho perder toda perspectiva de la realidad que ni siquiera eres consciente de lo que hace a tus espaldas — argumentó, indignada.
Cassio entornó los ojos, advirtiéndola. Jamás había consentido que a su mujer se le faltase el respeto, no lo haría ahora.
— Francesca… — dijo con tono demandante.
— Cariño, escucha, de verdad lamento ser yo quien te diga esto porque soy tu hermana y te adoro, pero necesitas un golpe de realidad, necesitas quitarte de una buena vez la venda de los ojos.
— ¡Suficiente! — gruñó — ¡No toleraré más infamia!
La mujer guardó silencio por un segundo y sacó de su bolsa un sobre sellado que no demoró en entregarle.
— Te dejaré solo, y cuando tomes una decisión sobre qué hacer con ella, búscame, en mis brazos sabes que encontrarás consuelo.
Instantes después, abandonó el corporativo.
Cassio se dejó caer en la silla de su escritorio y sin tanto regodeo abrió el sobre. En apenas segundos, su corazón se paralizó para entonces reanudar su marcha a toda prisa, frenético.
Casi perdió el juicio en ese momento, y que un camión lo arrollase, hubiese sido menos doloroso que lo estaban viendo sus ojos en aquellas fotografías.
¡¿Qué diablos?!
No, no podía ser. Definitivamente no. Se negaba, ella… ella no era así. ¡Su Kathia no era así! Maldición, no lo era, su mujer, el centro de su universo, ella no podía estar haciéndole eso.
Se mesó el cabello e intentó tranquilizarse. Debía estar seguro antes de cometer una estupidez, y asegurarse, por sus propios medios, de que nada de eso fuese real, que se trataba simplemente de una farsa para difamar a la mujer que amaba. Sí, eso debía ser… ¡una jodida farsa!
Salió de allí desorientado, sin ánimos de atender a los llamados de su asistente personal por la importante junta que tenía ese día, ni el de su jefe de seguridad preguntándole hacia donde se dirigía. A ese último, simplemente le arrebató las llaves del Bentley y condujo a toda máquina, incluso se saltó varios semáforos y no se detuvo hasta que llegó a su destino.
Para ese punto, no le importaba nada más… salvo descubrir la verdad.
Con temor, entró.
Eric, un hombre de su entera confianza y experto en el tema sobre tecnología falsificaciones, ya lo esperaba, y en menos de una hora, mientras él aguardaba inquieto y con el alma a punto de abandonar su cuerpo, le confesó que el contenido en aquel sobre no había sido alterado, ni siquiera manipulado.
Las fotos eran completamente reales.
Todo lo era.
¡No! Se negaba rotundamente a creerlo.
Tomó al hombre de la camisa y lo miró directo a los ojos. Se sentía fuera de sí mismo.
— Haz una segunda revisión — pidió, no, suplicó, sintiendo que su matrimonio se caía segundo a segundo en pedazos —. Por favor, Eric, esto es delicado, por no decir que importante.
El hombre, apenado, incluso afligido, asintió, pero no pasó mucho tiempo para darle la misma respuesta, explicando que sus equipos eran de la más alta calidad, que algo así se detectaría en solo instantes.
El pecho de Cassio se comprimió dolorosamente. Su última esperanza, como un castillo de naipes, se desmoronó.
Sin decir ni una palabra más, pues no encontraba el habla, salió de allí con las manos convertidas en dos puños a ambos contados y saltó de nuevo en el asiento copiloto del auto, golpeando el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Rabia, dolor, lágrimas contenidas… humillación. Todo arremolinándose en su interior, desquebrajándolo a pedazos.
Sintió que iba a darle un puto infarto de la conmoción.
Su mujer y el vicepresidente de la empresa, que también era un miembro de su propia familia, se estaban revolcando en la cama, y quien sabe desde cuanto, como unos…
Gritó una maldición que quemó su garganta.
Condujo a través de la ciudad sin ningún rumbo; hasta que anocheció. Solo quería perderse, y con un poco de suerte, olvidar… olvidar a esa ingrata. ¡¿Cómo pudo hacerle algo así?! ¡¿Es que no se daba cuenta de que él la amaba?! ¡¿Qué habría dado su m4ldita vida por ella?!
Se recargó contra el respaldo del asiento. Se había quedado sin fuerzas, pues aunque fuese un hombre de temple, amaba a esa mujer como nadie tenía una idea, y con una traición de esa magnitud, sabía que no podría recuperarse nunca.
Habían transcurrido casi dos horas desde los hechos cuando recibió la llamada de Francesca. Al principio, no tenía planeado contestar, pero ella era la única que lo podía ayudar con todo el sufrimiento que estaba experimentando en ese momento.
— Tenías razón — sollozó con un crío al contestar — Kathia es una…
Selló sus labios de forma abrupta y negó con la cabeza. ¡Ni siquiera podía referirse a ella como una cualquiera! Y es que de verdad la amaba tanto… tanto.
Dios, todo era tan abrumador. ¡Tan imposible de creer!
— Cariño, sé por lo que estás pasando en estos momentos, y no sé si debería echar más leña al fuego, pero para como ya están las cosas… lo mejor será que lo diga. Me ha contactado una amiga que trabaja en un hotel, y me ha dicho que tu… bueno, esa mujer, pidió una suite con Maurizio y se veían muy… juntos.
Cassio estrujó el móvil sintiendo que sus pulmones colapsaban.
— Envíame la dirección.
— Cassio, pero…
— ¡Envíame la put4 dirección ahora, Francesca!
Y colgó.
Iba a desenmascararla de una buena bendita vez por todas. Nadie se burlaba así de Cassio Garibaldi.
Minutos más tarde, después de sobornar a la recepcionista del hotel para que le facilitara el número de la habitación, tomó el ascensor y se plantó en el piso indicado. Tomó el pomo entre sus manos que ahora sudaban y temblaban de rabia, dolor, de sentimientos encontrados… y abrió.La escena fue lo más escalofriante que hubiese presenciado jamás en su vida.El cuerpo de su mujer, ese que tantas veces había tocado… poseído como un salvaje, estaba completamente desnudo sobre las sábanas, sudando de saciedad, felizmente dormida, y a su lado, el vicepresidente del corporativo también reposaba.¡Hijo de…! Quiso gritarle, quiso tanto arrancarle las extremidades, una a una, hasta que colapsara de dolor, de sufrimiento… del mismo que él estaba sintiendo en ese momento.De esa sabandija podía esperarse cualquier cosa, pero, ¿de ella? ¡De ella no!Negó con la cabeza, y asqueado, salió de allí. Ninguno de los dos valía tanto la pena cómo para formar un escándalo, pero que les quedara claro que e
Han pasado cuatro años y medio desde entonces y Cassio no ha sabido cómo diablos dar vuelta a la página. Tantas mujeres a su entera disposición — aunque a cada una de ellas haya rechazado sin piedad —, tantas noches de alcohol; de agonía, tantas noches en vela… y nada conseguía borrar de su corazón el recuerdo de la única mujer que había amado: Kathia Scuderi.Cuatro años y medio sumido en una constante soledad; cruda miseria. Y parecía no haber forma de sacarse a sí mismo de allí… no sin ella.Y es que desde Kathia firmó los papeles del divorcio y cumplió su promesa de no volver a cruzarse en su camino ni por asomo, no había vuelto a ser el mismo, y contrario al hombre que solía ser en esos otros tiempos, ahora transitaba por la vida sin apegos ni emociones.Frustrado, solo era así como vivía la vida.Todavía podía recordar con amargura ese día, cuando llegó a casa siendo un hombre divorciado. Lo observó todo con un enorme vacío instalado en el centro de su pecho y furioso comenzó a
Kathia sabía que un día como ese iba a llegar tarde o temprano… solo hubiese deseado que se prolongara por un poco más de tiempo.Pasó un trago amargo y su corazón comenzó a latir con tanta fuerza en ese momento que no pudo evitar detestarse a sí misma, y es que ahora con treinta años, Cassio Garibaldi seguía siendo el sueño húmedo de cualquier mujer… incluso de ella misma. Salvajemente atractivo, sensual, oscuro, esas eran de las características con las que podía definirlo.El silencio se hizo de ellos por varios segundos, pues Cassio, después de tantos años, no podía creer que esa era la Kathia de la que se había enamorado.Su Kathia.Los recuerdos que tenía de su belleza no le hacían justicia al semejante monumento de mujer que tenía en frente. Casi cinco años desde entonces y lucía más hermosa, más ardiente… más la mujer que quería volver a tener como suya.— Hola, Kathia — apenas y reconoció su misma voz, es que de verdad se había quedado anonadado.Su primer encuentro, después d
Cuando llegó al pent-house que había rentado para instalarse los próximos meses — o el tiempo que le tomara reconquistar a su ex esposa, que esperaba fuese poco porque de verdad había estado conteniéndose de besarla y no estaba seguro de poder volver a hacerlo en su próximo encuentro con ella — sacó del sobre toda la información que le había entregado el detective acerca de su vida los últimos cinco años y leyó cada renglón meticulosamente.La química que existía entre ellos era igual o más intensa que hace años; lo supo por la forma en la que su contacto, apenas inocente, la hizo erizarse de pies a cabeza. Y aunque entendía perfectamente que estuviese herida y lo odiara con todas sus fuerzas, necesitaba saber cuáles alternativas tenía para reconquistar su corazón, y sobre todo, debía asegurarse de que el tal Valerio no significara nada en su vida, o al menos no de una forma romántica.Mientras leía, una a una, cada página, Cassio se enteró de que Kathia había tomado un vuelo el mismo
— Hola, otra vez, Kat — dijo Cassio, todavía con una sonrisa. Embelesado por la mujer en la que ahora se había convertido.Kathia siempre fue atractiva siendo una joven universitaria, eso ni discutir, pero ahora, sabiéndola profesional de una carrera que sabía amaba, no podía simplemente describir como lucía, porque faltarían palabras.Kathia se quedó pasmada durante un pequeño lapso de tiempo y pasó un trago, desconcertada.— No comprendo, ¿ustedes ya se conocían? — preguntó Gina, quien no pudo pasar desapercibida la forma en la que ese par se miraban las caras.— Sí, en realidad, Kathia y yo…— Nos cruzamos en el ascensor — lo interrumpió ella, aclarándose la garganta con una sonrisa fingida —. El señor Garibaldi y yo nos cruzamos en el ascensor.Cassio entornó los ojos y esbozó una mueca.— Tiene razón, la señorita Scuderi y yo ya nos conocimos gracias un pequeño tropiezo en el ascensor.— Oh, entiendo, bueno, los dejaré solos un par de minutos porque debo atender un asunto de la p
Cuando Cassio le dijo que podía pasar por ella o enviar un auto al final de la tarde para llevarla a la cafetería donde acordaron, Kathia lo miró como si no pudiera creer todavía que fuese tan cínico, así que le aclaró fríamente que esto no se trataba de una cita romántica y que podía llegar por sus propios medios.Con un leve asentimiento de cabeza, él aceptó y se marchó, no sin antes decirle cuanto le alegraba volver a verla. Contrario a eso, ella le dijo que no opinaba lo mismo, y que cuanto antes pudiera salir de su vida, mucho mejor.El resto del día se obligó a concentrarse. Cassio ya no tenía poder sobre sus sentimientos y se lo dejaría bien claro esa misma tarde, porque lo que alguna vez sintió en su corazón por él, estaba superado, muerto y sepultado, y así se debía mantener en el tiempo. Ja, ¿cómo de que no?Habían acordado a las cinco, pero ese día en especial ella tenía un artículo importante por terminar y también había prometido a Cassie pasar por ella al colegio; esto ú
— Mami, ¿estará papi en mi cumpleaños?Kathia volvió a sentir ese enorme agujero en el pecho, pero, en esa ocasión, con un poco más de intensidad, sobre todo porque el padre de su hija no solo estaba cerca de ella, sino que no tenía ni la menor idea de su existencia.— Estará mamá, cariño, y la tía Sarah, y el tío Valerio, y la tía Siena. Te celebraremos con tu pastel favorito de cumpleaños. ¿No te gusta la idea?Cassie subió los hombros para después dejarlos caer con una larga exhalación.— Sí, pero… él debería venir, ¿no lo crees? Mis compañeros del colegio dicen que si él no está conmigo es porque no me quiere. ¿Eso es verdad, mami? ¿Mi papi no me quiere?— Oh, mi dulce estrella, por supuesto que papá te quiere, y mucho.— Entonces… ¿por qué no está aquí? — ya ella era una niña grande y necesitaba respuestas. Kathia lo sabía, pero no se sentía completamente lista para la verdad... no una así de importante.— Ya lo sabes, está…— Peleando con los monstruos del mar — completó la pequ
Kathia esperó llegar a la revista y continuar con su vida como si nada hubiese ocurrido, pero que grave error, porque el destino no solo era desgraciado y caprichoso, sino que la odiaba.— Felicidades, Kat, acabas de subir un escalón a las grandes ligas — le dijo Vanessa, una de sus compañeras en el área.Primero, ella no comprendió de qué se trataba. Todo el asunto de la biografía se había mantenido bajo perfil hasta que fuese un hecho, y después de la seria conversación que ella y Cassio tuvieron, se suponía que todo debía dar marcha atrás, pero no fue así, y lo supo directo del portal de la revista. ¡En primera plana!Con una bomba así de mediática no había nada que pudiese hacer el respecto, sobre todo, porque en menos de dos horas, era tendencia en redes sociales y todo el mundo estaba aclamando tener ya ese libro en sus estanterías.— Maldito seas, Cassio — gruñó entre dientes y se incorporó fuera de su escritorio para dirigirse a la oficina de su jefa directa — Gina, ¿podemos h